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Luego de atender al último paciente, la odontóloga Hirai se despidió de su par, quien optó por quedarse un rato más a ordenar algunas cosas y actualizar su agenda. Como era viernes prefería dejar el trabajo hecho y no llevarlo a casa, así tendría todo el fin de semana para ella.

Después de cerrar su laptop se dejó caer sobre el respaldo de uno de los asientos de la sala de espera donde ya no quedaba nadie. Incluso Félix, el recepcionista, se había retirado, todavía asustado por los severos sermones que se había llevado el día anterior de parte de Hirai por el desafortunio vivido en la mañana. Estaba verdaderamente furiosa con el joven por permitir que una "puberta intrusa", en sus palabras, pasara tan facilmente por la recepción y que él ni siquiera lo notara, como si no tuviera la adecuada información de los pacientes regulares guardada en la computadora. Mina no dijo nada en su defensa, estaba igual o peor que Momo.

Pero el enfado duró solo durante la mañana. Después del almuerzo, Myoui había recobrado la templanza y autocontrol que la caracterizaba. Puede que el kimbap haya tenido mucho que ver, tal y como dice el dicho: "panza llena, corazón contento".

—Buenas tardes —Contestó la llamada luego de que se oyera el principio de 'Love story' de Taylor Swift en su teléfono.

—Hola, ¿cómo estás?

—Jeno —Tenía la costumbre de atender sin ver antes el nombre del emisor—. Estoy bien ¿y tú?

—Mejor, ahora que te escucho. Imagino que ya debes estar entre las almohadas.

—No, de hecho ni siquiera he llegado a casa aún.

—¿Sigues en el consultorio?

—Sí... Tuve que encargarme de cambiar las jeringas, descartar y reponer unas cosas, cosas de las que no puede ocuparse el servicio de limpieza.

—Entiendo. ¿Quieres salir mañana a almorzar? Como amigos —Se apresuró a añadir. No quería ser rechazado de antemano—. ¿O estarás ocupada?

—No, podemos salir un rato.

Mina estaba al tanto de cuánto le gustaba al hombre, aunque no se lo dijera con palabras sus acciones hablaban por él. Pero ella no estaba interesada en nadie. Aun así intentaría seguir el consejo de Hirai de conocer a alguien y darse una oportunidad, y con Jeno se ahorraba la primera parte ya que lo conocía desde hace años y confiaba en él.

Tras colgar fue por su bolso y cerró la puerta desde afuera.

Ya eran las seis de la tarde, esperaba llegar a tiempo para ver el estreno de la nueva temporada de su serie favorita.

Cruzó al estacionamiento que estaba del otro lado de la calle y buscó en su bolso las llaves del auto modelo japonés.

—¡Mina!

Dió un respingo al escuchar de repente una vocesilla entre tanto silencio, lo cual hizo que girara lentamente del miedo.

—Tú... ¿Qué haces aquí?

—Vi que la dentista rubia sacó su auto de aquí así que pensé que...

—¿Acaso perteneces a una pandilla? —Buscó a su alrededor a sus cómplices o siquiera alguien sospechoso— ¿Eres una ladronzuela?

—¡No, no! Yo... Solo vine a discuparme —Mina enarcó una ceja en desconfianza pero estaba dispuesta a escucharla—. Luego de llegar a casa pensé mucho en mi comportamiento y entendí que no estuve bien. Siento mucho si te causé problemas en tu trabajo. Prometo que no volveré a pegarme como chicle.

—¿Cuál fue el propósito de tu reprobable accionar?

—¿Eh?

—¿Por qué aparentaste ser una paciente?

—Me gustas muchito y quería confesarte mi amor. Hm...¿Te gustó el chocolate?

—Acabo de recordar lo irrespetuosamente imaginativa que fuiste ayer. Deberías disculparte además por las barbaridades y delirantes cosas que te pusiste a inventar.

—Me gustas.

—Estás mal de la cabeza. Me voy.

—¡Espera! Está bien, lo siento. Perdóname por todo por favor, por favor, por favor.

La odontóloga no respondió enseguida. Antes la inspeccionó visualmente de pies a cabeza mientras la menor se avergonzaba inclinándose con sus manos unidas como si estuviera rezando.

No tenía pinta de ser una pandillera, parecía inofensiva y sus disculpas... sinceras.

—Okay —habló al fin—. Disculpas aceptadas. Ahora vete y que no se te ocurra volver.

—De acuerdo.

Esas dos palabras fueron suficientes para que le quitara el seguro a su auto, dejando de prestarle atención a la chica, para subirse pero antes de poder hacerlo se percató que la contraria seguía en el mismo lugar, nada más que jugando con el borde de su remera morada ahora.

Soltó un nuevo suspiro de cansancio.

—¿Qué estás esperando?

—¿Huh? —Se señaló a si misma con interrogación— Ehm... ¿Puedes llevarme a mi casa?

—¿Es una broma cierto?

—No. Es que no me alcanza para tomar el autobus y si voy caminando me tardaré como cuatro horas. Bueno, tampoco quiero ir sola. Es viernes, hay vagos y fiesteros en todos lados.

—Llama a alguien para que venga por ti.

—No tengo teléfono.

—¿No tienes? ¿Y cómo te comunicas con tus padres?

—Por el teléfono de BangChan, mi mejor amigo, nos vemos seguido, por eso, pero no sabe que estoy aquí.

—Entonces te llamaré un taxi para que te deje en la puerta de tu casa.

—¿A esta hora?

—Aún es de día.

—Pero... No quiero viajar sola, no confío en los extraños.

—No me digas. ¿Y qué se supone que soy yo?

—¡Mi hada de las caries! Eres todo, confío en ti porque eres amable y buena. No me harías daño porque eres una maravillosa chica.

—No me conoces, no digas esas cosas.

La odontóloga se debatió brevemente qué hacer en la situación que se le había presentado. Nadie le había pedido a la chiquilla que interrumpiera su labor solo para decirle boberías ni que hoy se pusiera a esperarla afuera de su consultorio. Ahora qué haría con ella. No iba a ser tan desalmada para dejarla a su suerte a quién sabe cuántas estaciones de su casa. Si estaba ahí era por su cuenta de cualquier modo, pero la razón seguía siendo Mina. Era subjetiva y moralmente responsable si algo malo le ocurría.

Claro que consideró prestarle su teléfono pero no permitiría que tuviera ningún otro dato más sobre ella. Ya era suficiente con que conociera la dirección de su trabajo, no sabía cómo, y los problemas que trajo en consecuencia.

—Okay... —Cerró los ojos con resignación, dejando que se le escape otro suspiro— Te llevaré a tu casa PERO no quiero volver a ver tu cara y hablo en serio.

Chaeyoung asintió emocionada.

—Y quiero que te mantengas en silencio durante el trayecto. No toleraré que sigas diciendo esas cosas... raras.

La contraria ahora negó haciendo señas como si fuera un mimo.

—Entonces... Sube.


Mina maldijo internamente por haber tomado esa ruta interminable, pero no era su culpa que la más corta estuviera cerrada por obras de reparos.

La bajita, por su parte, no hacía más que mirarla embobada, literalmente se estaba babeando imaginándose a ambas corriendo de las manos por un jardín de flores mientras caían golosinas del cielo.

Hasta el momento estaba cumpliendo su "palabra de mimo", no había soltado una sola palabra desde que la odontólaga puso en marcha el vehículo. Chae cumplía pero sus tripas eran rebeldes.

—¿Comiste? —Le preguntó Myoui luego de escuchar el ruido de su estómago.

—Desayuné en la mañana —Se limpió la baba.

—¡¿Estuviste toda la tarde en el estacionamiento?!

—Solo cuando vi a la mujer rubia salir-

—Sí, sí, ya me lo dijiste.

—Salí temprano de mi casa, después de desayunar.

La contraria deseaba que el día terminara de una vez. Aprovechó que el semáforo estaba en rojo para fijarse si tenía algunas galletas de arroz u otra cosa comestible en el auto pero a simple vista parecía que no y no le extrañaba ya que no era propio de ella guardar comida en su auto, a menos que la consumiera en el acto.

Solo quería ver la nueva temporada de Cobra Kai y ahora su conciencia amenazaba otra vez con no dejarla dormir.

En el siguiente semáforo dobló a la derecha y se estacionó frente a una pizzería.

—Baja.

—Creceré más, lo juro.

—No, que bajes del auto.

—¿Me dejarás aquí?

—Sólo baja.

Chae, que, a diferencia de la mayor, no estuvo con la vista en el camino durante todo el rato por hacerse historias cursis con la conductora en la cabeza, puso cara de mishi asombrado al descender del auto. Estaba feliz al igual que sus tripas.

Ambas se adentraron al local y luego de buscar una mesa cerca de la ventana donde pudieran ver el auto rdenaron una pizza napolitana con mucho queso mozzarella y tomate.

—¿Quieres dejar de mirarme así? —Soltó, fingiendo que se acomodaba el fleco para ocultarse la cara con la mano disimuladamente. Estaba cansada de ser vista tan extrañamente por la menor, quien tenía las mejillas sumamente rojas, más que las propias rodajas de tomate de la pizza y casi no parpadeaba.

—¿Tú no vas a comer?

—Lo haré cuando dejes de mirarme.

—Lo siento —dijo masticando—. Come por favor.

Mina no la escuchó. Pasaron unos minutos hasta que se decidiera a tomar una porción para adelantarse la cena. Además la menor comía muy lento.

—Comes como una princesa, tan linda.

—Tú...

—Solo es un cumplido.

—Okay —No quería ser amargada y además debía mantener los modales ante todo, eso le había enseñado su madre—. Gracias, tú también te alimentas como toda una prin...

—Diablos señorita.


Después de pedir una botella de jugo de naranja y beber un par de vasos cada una, a Chaeyoung le dió ganas de ir al baño. Mina pagó la cuenta y fue a esperarla afuera.

—¡Ya regresé, bebé pingüino!

—¡No puede ser! —La menor respingó, creyó iba a ser reprendida otra vez pero no la estaba mirando a ella y la exclamación no era de molestia— ¡No puede ser! —repitió la mayor, ahora agarrándose a cada lado de la máquina de peluches que estaba justo delante de ella, solo que en vez de peluches tenía dulces y/o golosinas— ¡AHhhhh! ¡¡¡Tiene los palitos masticables, los palitos masticables!!! —Absorta, pegó su cara al vidrio duro y transparente con los ojos bien abiertos— ¡Necesito monedas!

Y enseguida se puso a revolver el interior de su bolso en busca de monedas y al otro segundo se hallaba moviendo endiabladamente la palanca en todas las direcciones. Uno, cinco, diez intentos y todos los falló. 

—¡Por qué no acepta efectivo!

Derrotada y triste cayó de rodillas al suelo con un aura oscura y de luto rodeándola. Soltó un suspiro de resignación, ajena a lo que sucedía a su alrededor, por eso no vió a Chae poner su monedita en el aparato. 

En su primer intento la pelicorto consiguió la bolsa de palitos que tanto ansiaba su chica.

—No puedo aceptarlo —dijo Myoui, poniéndose de pie para recuperar la compostura luego de que la más joven le ofreciera la bolsita.

—Por favor.

—No es correcto.

—Tú pagaste por la pizza y eres muy bonita.

Mina no lo pensó otra vez y tomó la bolsa, casi arrebatándosela de las manos. La abrió y sus ojos se le iluminaron al ver palitos de rayas rosadas y blancas. Sacó uno y se lo comió, no sin antes darle la espalda a su bajita acompañante, no quería ser vista expresándose tan infantilmente. Sin embargo, no bastó para evitar que Chae la viera y que su corazón latiera más rápido.

Sus mejillas rosadas, sus lunares, los sonidos de gozo que emitía al desgustar el caramelo, su cabello, su risita de felicidad, sus ojos color nuez dorado que la querían de vuelta en su mundo, todo de la odontóloga Myoui la envolvía como a un chocolate recién hecho y la enamoraba más y más.

—Sabes, creo que después de todo sí estamos destinados a estar juntos. Ahora nadie nos separará, ni siquiera mi padre.

Chaeyoung se enrojeció al escuchar tales palabras viniendo de su hada de las caries, tragó fuerte pero hizo un mohín al darse cuenta que le estaba hablando a la golosina y no a ella.

Cuando al fin salió de su ensoñación se giró de nuevo a la menor.

—Cuando era pequeña deseaba con mi vida estos palitos —Recordó con nostalgia—. Pasaba por la tienda de camino a la escuela y veía a los otros niños comprarlos pero yo no podía porque mi padre me lo tenía terminantemente prohibido, aseguraba que arruinaría mis dientes. Creí que ya estaban extintos.

—Mi mamá también me prohibió comer dulces desde que tengo memoria, pero no siempre cumplo jsjs.

Mina rió por lo bajo ante el recuerdo de su niñez cuando escondía las paletas en sus libros escolares y volvió a reír porque hasta hace unos años seguía llevándolas en su bolso, y rió un poco más alto porque seguía estando fuera del conocimiento de su padre o eso creía. 

Comer esos palitos le recordó lo amarga que había sido su infancia sin poder comer dulces.


De vuelta al interior del auto, Chae estaba más babosa que antes pero ahora podía hablar. Llevaban más de una hora de viaje y le había hablado de la escuela, de la charla que la adontóloga había brindado el otro día, que ella estaba en esa clase, de su amigo BangChan, de su perrita Nereri y de los chocolates.

—Hoy fue el mejor día de mi vida.

—¿Porque comiste pizza?

—No. Porque comí pizza contigo. Y porque descubrí que tenemos algo en común.

—No empieces a decir cosas raras, te lo advierto. Por cierto, ya estamos llegando, solamente quedan unas calles y ya — dijo echándole un ligero vistazo al GPS.

Chaeyoung asintió contenta pero enseguida se le borró la sonrisa gatuna. Entonces se alarmó y respingó en su asiento. Lo había olvidado.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien? —Se preocupó la mayor.

—S-sí... Es que...

—¿Es que qué?

—Es que... yo... Ehm... Pues... —Tragó pesado— Tengo que decirte algo pero no quiero que te enojes.

—¿Por qué una extraña se enojaría contigo? —Sonrió confundida.

—Po-porque... Porque... Porque la dirección que te di no es de mi casa. Yo vivo en el vecindario que está por atrás de tu consultorio —Cerró sus ojos con fuerza tapando sus oídos pero nada sucedió—. ¿Mina?

...

...

...

...

...

...





Gracias por leer. ♡

Aclaro que la última imagen ocurre en la imaginación de Mina.

:) ♡

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