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Como una palomita yendo al encuentro de su paloma, Chaeyoung caminaba galantemente con una sonrisa en su labios.

Eligió un atuendo cómodo para la especial ocasión: jeans grises, una camisa blanca sin mangas y vans del mismo color. Había peinado su corto cabello aliñadamente también y se puso sus aretes favoritos. Como plus, se colocó unas gafas de colores de fiesta para verse cool.

La gente que pasaba por su lado la miraba con curiosidad por su divertida manera de andar.

Al llegar a la florería se puso a ver las flores que estaban a la venta.

—Buenos dí... Wow, miren nada más qué chica tan guapa.

—¡Hola, señora Kang!

—Hola, Chae. ¿En qué te puedo ayudar, mi niña?

—¿Tiene girasoles?

—Sí, ¿cuántos quieres?

—Con uno me basta —Con el calor temía que se le secaran.

—Está bien. ¿Es para tu madre? —preguntó luego de ir por la flor.

—Mm... no, Jsjsj. Es para alguien más.

—¿Alguien más? —Aquella respuesta la había tomado por sorpresa. La chica bajita asintió tímidamente— Me pregunto quién será.

—Jeje. ¿Cuánto es?

—Nada, es un regalo de la casa.

—¡Muchas gracias!

—De nada. Cuídate mucho y dile a BangChang que se ponga a estudiar en serio.

Chaeyoung asintió tomando la flor y le dió un cálido abrazo a la señora antes de despedirse y retirarse.

Continuó su camino cruzando la calle y en la esquina tocó el timbre de un kiosco.

—¡Don Cacho!

—Ya va —Un señor robusto de sobrero y bigotes graciosos atendió al llamado—. Pequeña Son, ¿Qué se le ofrece?

—Deme unos chocolates por favor.

—Sabes que tu mamá no quiere que comas demasiados dulces. Me hizo prometer que ya no te vendería golosinas.

—Pero no son para mí, lo juro.

—No es correcto jurar en vano y lo sabes.

—Digo la verdad. Quiero regalárselos a alguien.

—¿Alguien? Acaso... No puede ser, ¡¿mi pequeña tendrá una cita?! Será mejor que sepa de quién se trata jovencita.

—No es una cita pero ella me gusta mucho.

—No puedo creer lo que estoy oyendo. ¿Será posible que estés creciendo tan rápido? Sabía que ese chiquillo no era buena influencia.

—Jsjs... No diga eso, BangChan es un buen amigo.

—Oh claro. Hasta ayer lo único que te interesaba era conseguir golosinas y ahora resulta que tienes citas y en lugar de comerte los chocolates los regalas, ¡qué maravilla! ¿Tu madre está al tanto de esto?

—Solo quiero obsequiarle un chocolate a la chica que me gusta don Cacho, ¿qué tiene de malo? —Puchereó— Y no le diga a mamá, no me haga las cosas difíciles.

El hombre bigotón suspiró preocupado.

—No es lo que pretendo. Sabes que tu madre te nos ha encomendado, así que somos responsables por ti —La contraria se quitó las gafas, dejando ver sus ojos de cachorro triste. El hombre no podía creer el poder de disuasión que podía tener a veces aquella niña—. Te daré los chocolates pero con una condición, vas a hablarme de esa muchachita después para saber si te merece o no.

—¡Delo por hecho!

Chaeyoung obtuvo felizmente los chocolates y tras colocarse nuevamente sus gafas de colores, siguió su camino.

La siguiente parada fue la frutería de del señor Choi, quien le obsequió una manzana roja para el camino. Luego se pasó por la panadería de la señora Yin, a quien saludó y con quien compartió una taza de chocolatada fría, y le prometió a la señora Jung que pasaría más tarde por su casa a conocer a las crías de su gata Pelusa.
Los tres adultos quedaron igual de sorprendidos e intrigados que la señora Kang y el dueño del kiosco ante la noticia de que Chaeyoung, la protegida de todos los vecinos de la zona, había sido flechada por cupido.

El tiempo se pasó volando entre saludo y saludo. Sin más contratiempos, con el canto de los pájaros y la brisa despeinando y volviendo a peinar su castaño cabello, finalmente llegó a su destino: el consultorio odontológico M&H, esa misma dirección escrita en aquella tarjeta de presentación.

No estaba nerviosa, para nada, pero sí emocionada y ansiosa por ver a su chica. Sí, la consideraba suya y nada más que suya y Chaeyoung sentía que ella misma le pertenecía aquella belleza pingüinesca.

Primero pensó en esperarla afuera pero la temperatura iba en aumento y el calor asesino se sentía peor bajo el sol, para colmo el árbol más cercano estaba a dos calles, así que se decidió por entrar, al menos adentro habría aire acondicionado.

Vió a una señora de mediana edad tocando el timbre y se coló detrás de ella para pasar. Una vez adentro, fueron guiadas por el recepcionista, un chico de pecas, a la sala de espera. Chaeyoung observó todo a su alrededor con la boca semi abierta, la decoración era simple pero muy elegante y le daba sin duda un ambiente muy familiar al lugar.

Guardó la barra de chocolate en el bolsillo delantero de su camisa antes de tomar asiento ante la mirada curiosa de las otras personas, y mientras esperaba pensaba en lo que le diría cuando la tuviera en frente. Sus manos se ajustaron a la flor con cuidado de no dañarla.

—Yoo Min-Ji —Se escuchó al chico pecoso llamar de repente. Sus ojos puestos en la laptop— Yoo Min-Ji, ¿está presente o no? —Repitió, ahora buscándola con la mirada.

La chica de gafas giró su cabeza a ambos lados un par de veces, algo indiferente al principio pero luego, al darse cuenta de que nadie respondía al llamado, vió la oportunidad para llegar a su pretendida.

—¡Yo! —Exclamó poniéndose de pie— ¡Soy Yoo! —Rápidamente se aproximó a la recepción.

—¿Yoo Min-Ji?

—La misma que viste y calza.

—Okay... —No estaba muy convencido de haber visto esa cara antes pero el ver diferentes caras a diario hacía que no confiara plenamente en su memoria— Adelante, la odontóloga Myoui la atenderá —Indicó medio dudando todavía.

No muy segura de qué dirección tomar pero sin intensión de levantar sospechas, la chica bajita siguió el estrecho camino a la derecha de la recepción. Se encontró con dos cuartos de puertas abiertas, una casi enfrente de la otra. Se asomó a la de la derecha y vió a una mujer rubia conversando con una señora mientras sujetaba un dentífrico. Se giró entonces al cuarto de la izquierda.

La sonrisa de mishi volvía a dibujarse en su cara.

Despacito y sin hacer ruido se adentró al interior del quirófano. Tragó fuerte. De pronto todo se sintió como hace siete años. La vió de costado vistiendo el uniforme de dentista que le quedaba tan bien, tan acorde, como si fuera el hada de las caries. Tenía la cabeza un poco inclinada mientras se recogía el reluciente cabello en una elegante cola de caballo.

—Ho-Hola —Carraspeó para llamar su atención.

—¿Huh? —Volteó— Buenos días señorita Yoo. ¿Cómo ha estado? —Unos grillos imaginarios fueron los que respondieron— Si no me equivoco, su última cita fue hace tres meses. Por favor súbase al sillón dental, enseguida estaré con usted.

Chaeyoung asintió en silencio y fue a sentarse conteniendo la respiranción, sus mejillas volvían a cambiar de color.

A la profesional no le sorprendía que una chica tan joven entrara sola a ser atendida, algunos de ellos asumían esa independencía y dejaban a sus padres esperando en la sala. Pensó que este se había vuelto uno de esos casos pero luego de ponerse los guantes de látex y regresar con quien ella creía que era una paciente, se topó con algo totalmente inesperado.

La adolescente, que había estado esperándola sentada en el borde del sillón, le extendía con ambas manos la barra de chocolate y el girasol. Se había quitado las gafas.

—Son para ti.

No obtuvo la reacción que soñaba de parte de la odontóloga pero estaba feliz de que no los rechazara.

—Gracias —Aceptó el presente. Normalmente no aceptaban ningún tipo de regalo por razones de ética pero al tratarse de alguien tan joven hizo una excepción, quería ser educada.

—El girasol no vivirá mucho sin agua.

La contraria sonrió y se giró para poner la flor en un florero que estaba de adorno sobre la mesa. Esperaba que con eso bastara.
Al volverse, se sobresaltó al encontrarse con la chica a escasos centímetros de ella. Se alejó casi como acto reflejo como era de esperarse. Ya incómoda y disimulando que iba por una planilla, se fue al otro extremo del cuarto.

Chaeyoung sintió que su corazón explotaría de lo linda que era su caminata de pingüino.

—Señorita Yoo... —habló la mayor en su retorno— Se supone que hoy le sacaría los frenos dentales pero desde aquí no pareciera que lleve puestos unos.

—No soy Yoo. Quiero decir... Soy Son Chaeyoung —Se sinceró—. Tal vez no me recuerdes pero me sacaste dos caries hace unos años —Sus labios se curvaron ante el recuerdo de aquella mañana—. Tú... me regalaste una paleta que guardé durante todo este tiempo. He pensado en ti todos los días desde entonces. Ese día... el destino nos llevó a conocernos y ayer el destino volvió a actuar y te trajo a mi escuela para volver a encontrarnos. No te imaginas lo inmensamente feliz que soy al verte de nuevo. Myoui Mina... Tú, tú me gustas mucho, muchísimo —Avanzó unos pasitos—. ¿Quieres salir conmigo?

La nombrada, quien la miraba extrañada, confundida y básicamente sin entender un comino lo que acababa de escuchar, se cruzo brazos expresando su molestia e indignación por la usurpación confesa.

—Si no eres una paciente, te exijo que te retires ya mismo —dijo friamente.

—¿Co-Cómo? Por favor escucha, sé que puede parecer algo descabellado a primera vista pero no, si me conoces te darás cuenta de que yo soy tu media sandía porque soy muy leal y en verdad me gustas mucho. Si deseas una relación seria con mucho, mucho amor, soy la indicada, soy muy amorosa y te trataré muy bien. Te lo ruego, no me rechaces.

La odontóloga no respondió con palabras, caminó en dirección a la puerta y se paró junto a ésta. Entonces hizo una señal con el índice para indicarle que se fuera, su semblante ahora era más serio. Detestaba que le jugaran bromas y aun más en su horario de trabajo ya que le obataculizaba la realización eficiente del mismo.

—Tenía siete años pero no olvido tus lindos ojos ni tu hermosa gummy's smile. Fuiste muy dulce conmigo, tal vez porque no fui cualquier paciente para ti. Me considero especial desde aquel día.

—¡¿Qué... De qué estás...?!

—Te quitaste el tapabocas para que pudiera apreciarte con más claridad.

—¡POR SUPUESTO QUE NO, YO NUNCA...! —Cerró la puerta para evitar que alguien más escuchara las barbaridades que estaba diciendo la chiquilla—. ¡¿Estás loca o qué?! Niña, nunca en mi vida te he visto, cómo te atreves a siquiera insinuar tales locuras. No sé qué clase de estúpida broma sea esta pero quiero que te largues de mi consultorio y no regreses nunca más-

—¡Sí nos conocemos! Aún conservo tu obsequio. Por favor no me eches, tengo muchas mariposas revoloteando en mi estómago.

—¡HE DICHO QUE TE LARGUES!

( .__. ' )

—Siempre me sangra el mismo diente, no sé por qué.

—Creo que se refiere a la encía —Corrigió la odontóloga Hirai, escuchando al paciente.

—Sí, eso mismo.

—¿Puede decirme cuándo empezó el problema?

—Creo que desde hace un mes más o menos. Estaba en una fiesta familiar, hicimos barbacoa y mientras masticaba una chuleta sentí un pinchazo en el diente. Fue horrible, casi lloro del dolor.

—Entiendo. Voy a pedirle que se suba al sillón para la revisión.

El hombre asintió.

Mientras la dentista se colocaba la mascarilla y tomaba algunos instrumentos que utilizaría le pareció oír su nombre. Lo ignoró a la primera ya que no le gustaba que la interrumpieran cuando estaba en medio de una praxis, pero el llamado se repitió. Era la voz de Myoui.

Se disculpó con el paciente antes de ir.

—¿Qué sucede? —Preguntó desde el umbral.

—Necesito tu ayuda para algo muy particular —requirió, apenas asomando su cara por la puerta.

—Estoy ocupada.

—Es urgente Momo —masculló entre dientes—. Muy urgente.

—Enseguida voy.

Tras perderla de vista, Mina volvió a cerrar la puerta. Estaba furiosa pero no quería hacer un escándalo.

Continuó luchando por separarse de los brazos que la tenían aprisionada como si se tratara de una almohada humana. Después del rechazo, Chaeyoung se había negado a irse e hizo lo primero que le vino a la mente: aferrarse como garrapata a la cintura de la mayor.

—¡Suéltame!

—¡Por favor acepta mis sentimientos!

—¡No sabes lo que dices!

Entre el forcejeo, Myoui terminó girándose pero la chica era persistente y fuerte. Pese a los esfuerzos que hacía por liberarse empujándola de los hombros era como si se hubiera puesto pegamento en ambas extremidades antes de abrazarla porque le era imposible quitársela de encima.

—¡Estás loca! —Sí lo estaba, pero a la descarada escuincla no le importaba y continuaba con la cara pegada a su estómago. En un desesperado intento por desadherirla de su cuerpo retrocedió abruptamente, causando que ambas cayeran al suelo.

—¡Auch! —Se quejaron al mismo tiempo.

La puerta fue abierta.

—¿Qué diablos está pasando aquí?

Mina desvió su vista a la dueña de la voz, Momo, quien la miraba severamente con el ceño fruncido. Digamos que se hallaba en una posición para nada conveniente. Ni medio segundo le tomó apartar a la chiquilla de un fuerte empujón.

—¡Mina, por favor, dame una oportunidad!

—¡Deja de decir mi nombre, no te conozco! —Fue a refugiarse detrás de su colega.

—¿La conoces? —Preguntó Momo.

—¡No! No tengo idea de quién es. Fingió ser una paciente para colarse y entrar, y de la nada empezó a decir cosas sin sentido, LO JURO.

Chaeyoung sintió cómo su corazón de caramelo se rompía en mil pedacitos.

—Solo quiero que me aceptes.

—Así que tenemos una intrusa. Será mejor que te vayas niña.

—¡No soy una niña! Tengo catorce.

—¡Soy grande!

—Olvídalo, ¿cómo te llamas?

—Son Chaeyoung.

—Okay Son Chaeyoung, ya que te niegas a irte buscaré tu nombre en el directorio y me comunicaré con tus tutores para que vengan por ti-

Antes de que la rubia pudiera decir una palabra más, ambas mujeres fueron testigos de como la desconocida desaparecía como el correcaminos. Hasta se había olvidado sus gafas de colores.

—Dile a Félix que vaya buscando otro empleo.




u.u ♡

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