Capítulo 36

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No he tenido noticias de Paul, solo sé que esta muy concentrado en sus clases y las prácticas profesionales, según me ha dicho Carola, mientras que Iván es quien se ha mantenido más cerca, cada vez que puede, viene a la mansión a verme, mis padres lo reciben con afecto, pues ha sabido ganarse el cariño de ambos.

Hoy es el último examen del semestre, oficialmente terminan las clases, y la próxima semana solo venimos el lunes y martes, a recoger calificaciones.

—¡Por fin! —grita Mateo cuando salimos del aula—. ¡Somos libres!

—No cantes victoria, que aún les falta un semestre —murmura Alan, acompañándonos por el pasillo.

—Déjame soñar un poco, amargado.

Este par se lleva increíble, han echo una bonita amistad, justo como la que solía tener con Nora, quien por cierto, nos observa con nostalgia, cada vez que la encontramos por los pasillos.
Ahora que Lara ya no está en el plantel anda sola, pues las viejas amigas de Lara, se han cambiado de Facultad, con tal de seguir su amistad con la susodicha.

Veo a Nora cuando llegamos al estacionamiento, esta guardando sus cosas en su auto. Me acerco en silencio, indicando a Mateo y Alan que me esperen.

—Hola.

—Hola, Scarlett —levanta la mirada, sus ojos se ven tristes, pero su aspecto físico, es mucho mejor al de la ultima vez que la vi—. ¿Cómo estás?

—Bien, dentro de lo que cabe, pero parece que tú no —recojo un mechón de cabello que cae por su frente, y lo coloco detrás de su oreja—. ¿Cómo te sientes?

—Mal... —murmura acercándose para abrazarme—. Lamento mucho haber sido cómplice de Lara en sus maldades, porque sé que te hizo daño... Y sé que intentaste alejarme de ella y no te hice caso, tuve que tocar fondo para entenderlo todo... Mis padres me llevaron con una nutriologa, pero solo porque tú me abriste los ojos... No sé cómo pedirte perdón, qué hacer para redimirme...

—Tomamos decisiones equivocadas, cuando estamos con las personas equivocadas... Y aunque cometiste muchos errores, me alegra saber que lo reconoces, y que estas recibiendo la ayuda que necesitas.

Se aleja lentamente, veo sus ojos cristalizados por el llanto.

—Lara se burlaba de que siempre fueras una buena persona con todos, pero nunca estuve de acuerdo, pues ese es tu sello característico, porque tú si tienes alma, Scarlett... —limpia las lágrimas con el dorso de su mano—. En este nido de víboras, hacen falta más personas como tú.

—No sé si ser una buena persona sea algo positivo, pero te aseguro que todos tenemos el control sobre eso, cada uno es la persona que quiere ser, uno elige si es bueno o malo, aunque todos tenemos ambas partes, podemos elegir que resaltar.

—Extrañaba tanto tus sabias palabras... Nada que ver con las palabras vacías de Lara y Drew... —ríe por lo bajo.

—Sé que no te gusta convivir con las clases sociales medias ni bajas, pero esta tarde vamos a salir un rato...

—No merezco tu amistad —murmura sacando un pañuelo de su abrigo.
Ignoro su comentario, no quiero reclamos, ni tocar temas pasados, es momento de avanzar.

—Vamos Mateo, James, Carola y algunos chicos...

—¿Amigos de Carola? —cuestiona arrugando la frente.

—Algunos —respondo riendo—. Si quieres venir, puedes hacerlo, Mateo va a venir a mi casa, puedes unirte, nos vamos a las siete.

—Lo pensaré —sonrie ampliamente para darme un abrazo rápido, y sube a su auto, bajando el cristal para hablarme—. Gracias, Scarlett.

—Gracias a ti.

Sonrío mientras la veo alejarse, pero mi sonrisa se borra cuando veo ese auto; aquel azul que me ha estado siguiendo, ya no tengo dudas, alguien está siguiendo mis pasos.

Lo veo marcharse por la carretera, tengo que hablar de esto con mis padres, puede ser algo peligroso y no quiero enfrentarlo sola.

Doy la vuelta y regreso con Mateo y Alan.

—Tú si te vas a ir al cielo, Scarlett —Mat me abre la puerta del auto y entramos, con Alan como conductor.

Llegamos a la mansión, Mateo toma una de las habitaciones de huéspedes para asearse, mientras yo entro a mi habitación y tomo un baño de tina.

Para las seis y media de la tarde, estamos terminando de arreglarnos en mi recamara.

—Te ves bellísima, Scarlett —Mat toma mi mano y me da una vuelta—. Si no fuera homosexual, Paul ha se habría quedado sin chica.

—Ha ha, que cosas dices.

—Solo digo la verdad —Me toma por los hombros, obligándome a ver mi reflejo en el espejo.

Estoy usando un top blanco con olanes en los hombros; que apenas me llega al ombligo, a juego con una falda roja decorada de pequeñas flores blancas; tan larga que llega ligeramente arriba de mis tobillos; con una apertura al costado derecho, dejando al descubierto mi pierna desde la mitad del muslo, y unos tacones caoba de puente, de solo cinco centímetros.

Mi cabello está ondulado de puntas a medias, y mi cuello va decorado con el bonito collar de copo, que Paul me regaló en navidad, y en mi muñeca derecha, a modo de pulsera, me coloco el collar de Ying que compré para él y para mí.

Mi Mateo tiene razón; me veo muy bonita.

—Aunque han sido días de exámenes, te veo más tranquila, y eso se refleja en tu exterior.

—Lo sé, definitivamente la terapia me es de gran ayuda —aseguro sonriente—. Gracias por estar conmigo, Mat.

Doy la vuelta y lo abrazo, si hay alguien en este mundo, que vale la pena salvar, ese es Mateo Warren, mi mejor amigo, mi hermano.

—Gracias a ti, nena —pasa un hermoso abrigo rojo de Prada sobre mis hombros—. Ahora bajemos, James está por llegar.

Damos un último repaso a nuestros outfits, Mateo trae un traje de Louis Vuitton en color azul pastel, bajo un abrigo azul rey de la misma marca.
Bajamos a la sala, mis padres están recostados en el sofá, leyendo un libro.

—¿Ya se van? —cuestiona mamá, revisando la hora en su reloj.

—En un momento, solo esperamos a James —Mateo toma la palabra.

—Se ven muy bien —Papá saca su móvil y nos hace señas para colocarnos junto a las escaleras—. Vamos, quiero una foto del recuerdo.

Posamos sonrientes frente a la cámara. Después de unos minutos salimos al garaje, donde nos acompaña Alan, en un impecable traje vino.

—Vayan con cuidado —pide mamá despidiendonos, justo cuando llega James en su pequeño Smart ForTwo—. Te la encargo mucho Alan.

—Claro, señora Jackson.

Mamá regresa al interior de la casa y Mateo sube al auto de James.

—Adelante, señorita McCarthy —Alan me sonrie y abre la puerta del auto.

—Scarlett.

Ambos volteamos, Nora esta a sólo metros de nosotros, en un elegante traje mostaza, sacó y pantalón ajustado, a juego con una blusa blanca y tacones blancos.

—Has venido —sonrío caminando hasta ella—. Pensé que no lo harías.

—Es solo una salida —toma mi mano y subimos al auto—. Además, me voy de la ciudad.

Me informa mientras Alan pone el auto en marcha.

—¿Por qué? ¿A dónde?

La observo preocupada.

—Voy a entrar a una clínica, a pesar de que he dejado mis malos hábitos de lado, necesito ayuda psicológica veinticuatro siete, no me siento segura y mi terapeuta dice que podría tener una recaída... —explica tranquilamente—. Así que voy a internarme, y ahí terminaré mis estudios con profesores particulares.

—¿Por eso has venido, a despedirte?

—Si, tal vez nunca nos vuelvamos a ver, pero quería pasara mi último día en la ciudad, con quien alguna vez fue mi mejor amiga.

La veo muy tranquila, creo que sin Lara, Nora vuelve a ser la de antes.

—Sé que las cosas nunca volverán a ser igual, pero siempre contaras conmigo —aseguro tomando su mano—. Nunca te dejaría sola.

—Gracias, Scarlett.

Me regala un fuerte abrazo, con el que sellamos la paz.

Después de unos minutos, llegamos a La Caja Negra, dejamos los autos en el estacionamiento y subimos al segundo piso, preguntando por Carola Snow, quien nos espera con Aldo y los chicos.

Y ya no es sorpresa que los presentes nos observen con demasiado escrutinio de pies a cabeza, pues nos vemos como salidos de una revista de moda; después de haber dejado los abrigos en los autos.

—¡Scarlett! —Roger viene corriendo hasta mí, abrazándome con fuerza; me levanta dándome una vuelta—. Te he extrañado tanto.

Susurra a mi oído, cuando me deja de pie nuevamente.

—Yo también, Ro, siento que han pasado años.

—¿Para mí no hay un abrazo? —Un sonriente Iván, me habla a espaldas de Ro.

—¿Qué te pasó en la mano?

Trae un vendaje en la mano derecha, la cual tomo con cuidado.

—Gajes del oficio —responde riendo.

Aunque no entiendo lo que acaba de decir, le regreso el gesto y saludo a todos los chicos, para después presentarles a Nora, quien recuerda haber bailado con Iván en la cena de navidad, y dejando claro que no ha venido a hacer amigos, sino a divertirse, lo que todos entienden muy bien.

—¿Qué clase de nombre es, Ro? —cuestiona Nora, intentando entablar conversación con los chicos.

—Es una abreviación de Roger —explica Rebecca, tomando la mano del susodicho.

La platica sigue entre risas y chistes de Ro y Aldo, mientras Iván y Alan; intercambian consejos de mecánica.

—¿Otra ronda? —cuestiona Aldo, después de dos rondas de bebidas.

Hasta ahora nadie ha pedido nada con alcohol, ya que Carola no puede por su embarazo; Aldo no quiere porque va a manejar, igual que Alan y James, mientras que Rebecca y Nora, no están acostumbradas a beber.

—Que sea la primera y única ronda con alcohol —pide Rebecca poniéndose de pie.

—Vale, pero yo invito.

Sin esperar respuesta, me pongo de pie, seguida de Alan, quien sigue en su papel de guardaespaldas.

—Dibujame a tu manera, déjame enseñarte como brillan las estrellas, dibujame como tu quieras, pintame el camino voy contigo a donde sea...

Es la música que está sonando.

Mientras hacemos el camino a la barra, las miradas no dejan de llegar a nosotros, no quiero hacerme la importante pero sé que me ven a mí, esta noche me veo y me siento hermosa.

—Quiero una botella de tu mejor champagne —pido al bartender, quien me observa incrédulo.

—En un momento, señorita McCarthy.

Me guiña un ojo sonriente, parece que me ha reconocido.

—¿Qué es eso? —señalo un pequeño escenario a la derecha, cerca de la entrada.

—Hoy es viernes de karaoke —responde con media sonrisa.

Alcanzo a ver a la siguiente persona que espera su turno para cantar, nada más y nada más que Scott Collins, y detrás de él, Cassandra Collins.

«Por favor, Paul, no te aparezcas».

—A la mesa vip, por favor.

Doy la vuelta rápidamente, chocando con algo o alguien.

—¿Me estas siguiendo?

Conozco esa voz.

Levanto la mirada, ni estando ciega podría confundirme.

Una pequeña parte de mí, pide a gritos que haga hasta el último esfuerzo por salvar la relación con Scarlett, pero otra parte de mí, una más grande, me dice que es un error y que ambos saldremos lastimados, no sé a quién escuchar.

Aunque esa pequeña parte, me convence más, pues es lo que haría Scarlett, vivir el momento, el ahora, sin planes ni expectativas, sólo vivir.
Así que, aquí estoy, llegando a La Caja Negra, y de inmediato la veo, esta en la barra con su guardaespaldas, según me ha dicho Carola, y yo que ya me hacía otras ideas, le pido que me de un momento con Scar y se va.

Se ve tan hermosa, y no puedo creer que siga sintiendo algo por mí, no me quiere dejar ir, como yo no la quiero dejar ir a ella.

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