Capítulo 3

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Después de calentar unos diez minutos, comenzamos a trotar, como de costumbre Harry y Lía corren, siempre buscando ser el primero.

Fernanda, Sofía, Luis y Bennett, los siguen, aunque trotando.
Camila y Josh sólo siguen a los demás. Yo me quedo atrás, con Drew.

—¿Qué tal tus vacaciones, Scarlett? —pregunta Drew mientras comenzamos a trotar.

—Muy bien, aunque ya sabes, odio estar en el sol y fue lo que hicimos la mayor parte del tiempo —contesto intentando concentrarme en mi paso.

Drew es agradable, un chico alto y musculoso. Me encantan sus ojos azules, pero es mi amigo y no puedo permitirme verlo de otra forma, aunque una vez me confesó que le gustaba y le dejé claro que no quería arruinar nuestra amistad. Sé que pude herir sus sentimientos, incluso los míos, sin embargo, no ha dejado de insistir.

Sabía un poco de mi familia; que John y Penny me adoptaron, pero no sabía de mi padre biológico. Nunca se lo dije, sólo le dije que mi madre estudió Filosofía y ya. Lo conocí en el primer semestre y desde entonces, somos amigos.

Trabaja de DJ los fines de semana desde el primer semestre, con dos amigos más; Tom y Stuart. Le gusta mucho la música, como a mí, solo que él escucha el tipo de música que se necesita en un antro; lo que se pueda bailar.

—Así que... ¿Fueron a Argentina? —pregunta un poco agitado.

—Sí —contesto sintiendo que pierdo la concentración.

—¿Por qué tan cortante, bonita? —Se oye agitado.

Ese comentario me distrae por un momento.

—No deberíamos hablar mientras corremos —sugiero retomando mi paso.

—Solo trotamos, McCarthy, nadie corre —explica riendo, entonces se detiene a recuperar el aire y yo continuo sin esperarlo.

No me gusta que me distraigan mientras troto o corro, así que suelo usar los auriculares, pero hoy los olvide en la casa.
Cuando termina la práctica, me apresuro a llegar a las duchas y salgo casi corriendo al trabajo.

Normalmente no hay mucho trabajo en la repostería, el café es lo que más se consume, y cómo no, si vivimos en una ciudad fría, lluviosa y nevada. Después del trabajo, voy derecho a casa.

Cuando llego aún no hay nadie, así que me dedico a hacer la cena.

Después de cenar, subo a mi habitación y busco mis viejos libros de Filosofía, investigo todo lo de Descartes, aunque me lo sé de pies a cabeza, prefiero repasarlo para estar más segura.

Mientras escucho un vinilo de Ed Sheeran, me dispongo a hacer notas en fichas de trabajo, por si las necesito, es la única tarea del día.

Para las diez de la noche estoy lista para dormir.

Al día siguiente por la tarde, voy al trabajo y le informo a la señora Jones; la dueña del lugar, que ya no trabajaré más. Ella entiende mis razones y me dice que regrese cuando quiera por un café o una tarta gratis, así que la ayudo un par de horas, a modo de despedida.

Después manejo de regreso a casa y cuando paso cerca del campus, me sorprendo al ver a Carola. Solo habíamos tenido dos clases juntas hoy y no la había visto en el almuerzo.

Manejo cerca de la acera, voy más despacio y bajo la ventanilla.

—¿Quieres que te lleve? —Le pregunto, pues la tarde está nublada y sé que en cualquier momento comenzará a llover—. Creo que va a llover.

Carola se detiene y yo freno. Me ve dubitativa y después asiente.
Camina hasta el otro lado y entra al asiento del copiloto.
Otra vez, va de negro.

—Aunque te advierto que vivo un poco lejos —menciona en cuanto pongo en marcha el auto.

—No importa, tengo tiempo —Le aseguro sonriendo—. ¿A dónde vamos?

En el fondo espero que realmente no viva muy lejos, porque el cielo se ve más oscuro cada vez.

—A la Zona Norte, a las afueras de la ciudad —contesta volteando a verme, seguro para medir mi reacción.

—Ok —acepto lo más tranquila que puedo, no puedo dejarla sola y menos si va al norte a estas horas.

Aunque llevo casi cuatro años viviendo en la ciudad, nunca la he recorrido, siempre me mantuve en el centro, como la mayoría de los hijos de millonarios, no solíamos visitar los lugares aledaños o las afueras de la ciudad.

Corren rumores de que en los barrios del norte hay más chicos
delincuentes y desaliñados, que en cualquier otro lado de la ciudad, es por ello, que la Zona Norte, está prohibida para las clases sociales altas.
Pero si los chicos de esos lugares son como Carola, no hay de que
preocuparse.

—Bonito auto —Carola pasa la vista por todo el interior de mí Mercedes.

Siempre traigo el auto impecable, me gusta tenerlo en orden y pulcro.

—Gracias, Penny insistió en un Mercedes, aunque yo me habría conformado con un bochito. Pero era esto o una minivan, así que... mejor el Mercedes —explico riendo.

—¿Quién es Penny? —pregunta con verdadero interés, viéndome desde su asiento—. ¿Es tu hermana?

—Nop —contesto rápidamente.

No estoy segura de contarle mi historia a Carola, pero ella se ve de confianza, además, puedo contarle lo que le digo a la mayoría.

—Penny, Penélope —Me corrijo—. Es mi madrastra, aunque ella prefiere Penny, odia la palabra madrastra. Mi papá insistió en comprarme un automovil el primer año de la facultad, así que fue este—. termino un poco sería.

—Ayer le pregunté a mi padre, si conocía al tuyo y, ¿sabes? Me dijo que fue el primero en recibirlo y que le trató muy bien —comenta notando mi incomodidad, lo cual agradezco—. Agradecele de mi parte. Donde trabajaba anteriormente, la mayoría lo trataba como si fueran superiores a él. Me dijo que tu padre le presentó a los demás doctores y colegas y todos se portaron muy amables. La verdad... mamá y yo... teníamos otro concepto de este lugar.

—¿En serio? —pregunto queriendo saber qué es lo que piensa de la ciudad, y de los que vivimos aquí.

—Verás. Yo estudie la secundaria, en otra ciudad. Y en el segundo año del bachillerato nos mudamos a las afueras de aquí, porque transfirieron a mi padre, pero en el hospital lo trataban como mierda. Lo aguantó por dos años, pero mamá no lo soportó más, así que le pidió que buscará un cambio. Y cuando se lo dieron y supimos que era aquí, sabíamos que podría ser bueno regresar a nuestros orígenes.

Eso no suena tan mal, si ya habían vivido aquí, no sé porqué se han creado otra idea.

—El trámite para su cambio, duró más o menos un año, así que empecé la Universidad en la del Estado...

Continúa viendo por su ventanilla, cómo empieza a llover.

—Papá comenzó su trabajo en la clínica de las afueras y mamá no tuvo problemas en dar clases en el bachillerato que estaba cerca de casa. Pero seguían tratando mal a papá, por eso pensamos que tal vez no fue buena idea regresar. Muchas cosas habían cambiado y los ricos estaban invadiendo la ciudad. Después cambiaron a papá al Hospital general y él dijo que sería mejor para mí, cambiarme a la facultad.

—¿Entonces no estás a gusto en la facultad? —comenzamos a llegar a la parte de los pequeños barrios de la ciudad.

—Bueno... —duda un poco, antes de continuar—. No es como pensaba. Aunque está llena de niños ricos. No todos son estirados y presumidos —termina riendo.

—Me alegra oír eso —aseguro, intentando no sonar alarmada por las miradas de morir, que los chicos lanzan a mi auto.

Los muros por las calles estan llenos de letreros con grafitis, creo que así se llaman, y uno que otro mural de imágenes religiosas... Espera un momento...

«¿Esa es la Santa muerte? ¡Por Dios!»

—La verdad, me sorprendió que tú fueras sencilla. Tu amigo Mateo y algunos otros chicos en las clases, son como tú. A pesar de los grandes logros de sus padres. No se creen los reyes del lugar y eso es agradable.

Confiesa volteando a verme, haciéndome regresar a la realidad.

—Me caes bien, Scarlett, y más cuando me enteré que tus padres tienen cargos importantes, y aún así, no me lo presumiste.

—¿Cómo sabes eso?

Carola señala una calle un poco oscura, en una pequeña zona residencial, espero que no se de cuenta de lo nerviosa que estoy.

—Nuestros padres han estado hablando —contesta—. Ahí —Señala frente a una hermosa casa de dos pisos, es blanca como una nube y los pequeños jardines están bien cuidados.

Después de haber pasado por algunos barrios, bastante descuidados y sucios por los bandoleros, ver una zona residencial es extraño.

Aparco frente a la casa. Un pequeño grupo de cuatro chicos y una chica, todos al estilo cholo y dark, esperan en las escaleras de la entrada, mi sentido arácnido esta en alerta.

—Gracias por traerme, Scarlett, mi motoneta está en el taller, pero en
cuanto la tenga de regreso, te daré una vuelta —sonríe y abre la puerta—. Nos vemos mañana en la facultad.

—Hasta mañana, Carola.

Cierra la puerta y yo suelto un suspiro, solo espero poder salir con vida de este lugar, pongo en marcha el auto y antes de dar la vuelta, noto el gorro de Carola en el suelo, junto al asiento. Lo tomo y abro la puerta del coche en marcha.

La lluvia que está cayendo es leve, así que no me preocupo.

—¿Quién es esa que te trajo? —pregunta uno de los chicos, cuando salgo del coche.

—¡Carola, olvidaste esto! —grito desde la puerta del conductor,
sosteniendo en alto el gorro.

Alguien ha prendido otro de los faroles de la entrada, así es como puedo ver a los amigos de Carola, mi pulso se acelera y respiro profundamente para relajarme.

Cuatro chicos altos, dos en negro y los otros dos de cholos. Dos chicos blancos y dos morenos, fuertes y con expresiones serias. Noto a una chica alta, un poco llenita y con una mirada que me da escalofríos, así que me quedo en mi lugar, mientras Carola se acerca corriendo hasta mí.

—Gracias, debió salirse de mi mochila —dice tomando el gorro.

—Mjum...

—¿Quieres que te presente a mis amigos? —pregunta al notar el camino de mi mirada.

—Oh... —regreso la vista a Carola, por supuesto que no quiero conocerlos, solo verlos me da miedo y seguramente creen lo peor de mí—. No... yo... tal vez luego, tengo que regresar a casa, me toca hacer la cena —miento, aunque ella no lo sabe, es una buena excusa.

—Está bien —asegura como si ella tampoco quisiera presentármelos.

—Nos vemos mañana —entro rápidamente al auto y Carola regresa a su casa corriendo.

Prácticamente derrapo para darme la vuelta y salir lo más rápido que puedo de aqui.
Cuando estoy más cerca del centro de la ciudad, me relajo y voy directo a casa.

Al día siguiente, Carola y yo nos encontramos en la clase de Filosofía a primera hora. El profesor Fritz se muestra más relajado y al final de la clase, me pide que espere. Carola me dice que me ve en la siguiente clase y ya solos en el aula, siento un miedo inmenso crecer en mi pecho.

«¿Qué he hecho? ¿Dije algo malo?»

¡Caray! No sé qué decir y el profesor sigue en su escritorio, concentrado en sus papeles.

—¿Quería verme, profesor Fritz? —no se me ocurre qué más decir.

—Sí, señorita McCarthy —guarda sus papeles y levanta la vista—. En realidad, quiero saber... ¿Eres pariente de... Victoria McCarthy? —pregunta con la frente arrugada.

—Yo... —Hace años que no hablo de mi madre biológica frente a nadie—. Ella... sí... es mi madre... —apenas puedo articular las palabras.

—¿Pero... por qué llevas su apellido? —cuestiona con curiosidad.

«¿A dónde carajos quiere llegar?»

«¿Por qué quiere saber de mi vida?»

Pero que entrometido.

—¿Conoció a mi madre?

Ayer Carola vino acompañada de una riquilla, lo sé porque no ves un Mercedes Benz como ese todos los días por este barrio, como sea, espero que no regrese, la paz ha reinado un buen tiempo por aquí y la gente como ella, solo trae problemas, eso lo sabemos todos aquí.

Espero no volverla a ver en mi territorio.

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