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Advertencias: decidí resubir esta obra de arte porque la vdd amé mucho escribir este cuestionable fic. Será subido también a AO3

Omegaverse de época. Yoongi!Alfa x Hoseok!Omega. 

NO ES UNA HISTORIA CON TRAMA FELIZ.

Yoongi es un alfa rey abusador y obsesionado con Hoseok. Hay presencia de golpes y abusos.

Es un twoshot.

En el momento exacto en que los ojos de Hoseok se posaron sobre las yakgwa, supo que estaba condenado.

Trató de mirar hacia otro lado con rapidez, ordenando la bandeja de comida con las manos temblando. Casi, sólo casi, podía sentir el dulce sabor azucarado de la miel en su boca, y su estómago respondió con un gruñido.

Santos dioses, ¿por qué le hacían eso?

Ubicó con cuidado la tetera de té en el centro de la bandeja, casi llorando cuando sus manos agarraron el platito con las galletas y las ubicó a un costado, junto con el pan, la taza y los huevos. Al rey le gustaba la comida caliente, por lo que cubrió todo con un mantel blanco y se apresuró en tomar la bandeja.

―Vas retrasado ―le dijo la jefa de cocina con una clara mirada de reprobación.

―Lo siento ―susurró, sin mirar a nadie en particular y apresurándose en salir de la cocina.

Sus pies no tardaron en dirigirlo a través de largos pasillos, apenas cruzándose con gente que no fueran guardias, que no le dieron alguna mirada de interés. Hoseok podía sentir como el miedo crecía a medida que se acercaba a su destino, pero como ocurría cada vez, respiró con profundidad para no dar rienda suelta a la locura, a la desesperación.

Que siga durmiendo, que siga durmiendo, pensaba con terror, y se quedó mirando las grandes puertas del dormitorio real. Los guardias que las custodiaban no tardaron en abrirlas, dándole paso a la habitación más lujosa en el palacio y que, dolorosamente, le recordaba tanto a la que antes era suya: la enorme cama con dosel y sábanas de seda, los exquisitos sillones y muebles, la vista a las montañas y las delicadas ropas. Había tesoros invaluables en ese lugar, como la corona real y el anillo del primer rey de ese reino, además de otras joyas y alhajas de gran valor.

Casi lloró al ver al rey Min Yoongi de pie, todavía sin vestir y con su camisón blanco, esperándolo sentado en su sofá. No se veía enojado ni enfurecido, pero eso era peor para Hoseok: cuando mantenía la calma, siempre las cosas resultaban más horribles para él.

―Mi rey ―dijo apenas, inclinándose―, le traigo su desayuno...

―Tarde ―le interrumpió Yoongi, con el cabello negro desatado y largo, y sus ojos se movieron alrededor del rostro del menor―. ¿Te quedaste dormido, Hoseok?

―No ―barboteó, acercándose y dejando la bandeja en la mesita central, bajo la atenta mirada del rey―, anoche no llegaron los huevos y tuve que mandar a un chico a buscarlos, entonces...

―Mentiroso.

Aunque estuviera diciendo toda la verdad de su vida, si Yoongi decidía llamarlo mentiroso, Hoseok no tenía más que callar. Al rey le gustaba jugar así con él.

Se arrodilló, inclinando su cabeza.

―Lo lamento mucho, mi rey.

―Sírveme el té ―ordenó Yoongi― y prepara mi baño. Y como me vuelvas a mentir, te dejaré otro día sin comer.

Hoseok no creía que podría soportarlo. Si bien no es como que quedara sin comer con esas palabras, si le reducían su porción de comida, que de por sí no era mucha. Por todos los errores cometidos los últimos días, ahora sólo le daban un trozo de pan diario.

Sin embargo, el muchacho no podía evitarlo. Sabía que dentro de las próximas setenta y dos horas llegaría su celo, su primer celo desde que cayó en desgracia, y los nervios le carcomían a más no poder. Él jamás pasó un celo en compañía de un alfa, sólo era un omega que apenas cumplió la mayoría de edad meses atrás, y se esperaba que su virginidad fuera perdida cuando se casara. Él también lo pensó mucho tiempo así, queriendo guardarse ilusamente para quien sería su compañero de vida, sin embargo, ahora, sabía que eso jamás llegaría a cumplirse. No tenía idea de si el rey lo aprovecharía a su favor, si al final lo haría, pero ¿por qué Yoongi le tendría ese mínimo de respeto luego de todas las humillaciones y degradaciones que le hizo pasar desde que lo hizo su esclavo? Sería iluso si...

Una bofetada en su mejilla lo sacó de sus pensamientos. Se había quedado en su lugar, sin reaccionar, y Yoongi no dudó en golpearlo por su error. Otro error añadido a la larga lista de errores que el rey lo hacía cometer a propósito.

Su mejilla ardió, pero no se movió. A esas alturas, se había acostumbrado a ellas.

―Debiste ser un príncipe muy tonto ―reflexionó Yoongi, cruel y con una sonrisa de superioridad en su rostro. Aun así, era jodidamente hermoso con la piel pálida, los ojos alargados y la nariz pequeña―, entiendo porque no ibas a ser el heredero.

Hoseok no respondió, porque sabía que Yoongi quería sólo provocarlo para romperlo. Quebrarlo. Destrozarlo más de lo que ya estaba. Enloquecerlo y desesperarlo.

―En cambio... ―continuó el rey―, iban a casarte con algún otro rey, luego de que rechazaron mi oferta. ¿Por qué me rechazaron, Hoseok?

―No lo sé, mi rey.

―¿No lo sabes? ―vio brillar la ira en los ojos de Yoongi y recibió otra bofetada mucho más fuerte que la anterior. Le volvería a romper el labio si seguía así―. Claro que lo sabes, puta descarada. Dímelo ahora o te cogeré frente a mis guardias.

La humillación lo golpeó con fuerza, así que no le quedó más que contestar.

―Porque no... no estaba enamorado, mi rey.

―No estabas enamorado ―una carcajada furiosa. Hoseok aguantó las lágrimas, a sabiendas de que eso era lo que quería Yoongi. Verlo llorar y seguir doblegándolo para destrozar la poca moral que le quedaba―. ¿Qué te parecía yo? ¿Muy malo? ¿Muy insistente? ¿Muy feo para ti, principito?

―No, mi rey ―contestó el omega, temblando por el fuerte aroma a alfa puro que exhalaba Yoongi―, sólo... Yo...

―Ah, ya lo sé ―le interrumpió el mayor, y calló. Siempre era mejor callar―, el codicioso principito quería entregarle su goloso agujero a, quizás, alguien más importante, ¿no es así?

Como lo humillaba, lo dominaba y denigraba. Cada vez que debía verlo, Yoongi tenía nuevas formas con la que torturarlo. Si bien le golpeaba, nunca llegaba al extremo de dejarle marcas permanentes o romperle algún hueso, pero cuando se trataba de palabras... Todo lo que salía de la voz del alfa era veneno.

Y Hoseok no tenía más que aceptarlo. Era eso, o buscar su propia muerte, y a pesar de toda la desgracia, de la decadencia en la que se vio envuelto ese último tiempo, una parte suya todavía ansiaba la vida.

Sin embargo, ¿vivir de ese modo valía la pena?

Tuvo momento en donde pensó en el suicidio, claro que sí, pero era demasiado cobarde como para cometerlo. Además, tenía más que claro que Yoongi no permitiría que atentara contra su vida. Siempre estaba vigilado, incluso en la pequeña habitación en la que dormía.

―¿Y ahora? ―continuó Yoongi, agarrándole del cabello y haciendo que lo mirara a los ojos―. Ahora, Hoseok, ¿me amas? ¿Te gusto? ―la sonrisa cruel fue reemplazada por una más benevolente, la que siempre avecinaba las mismas palabras que escuchó los últimos tres meses―. Ámame y me casaré contigo, Hoseok. Dejarás de ser un esclavo, no pasarás más hambre y vestirás las mejores ropas del reino. Te daré hijos y vivirás rodeado de lujos. ¿Me amas?

Yoongi ya lo había dicho antes: Hoseok era un príncipe muy tonto. Aunque ya no un príncipe, sino un esclavo.

―No, mi rey. No lo amo.

La tercera bofetada, efectivamente, le rompió el labio. Con los ojos vacíos, observó a Yoongi comenzar a comer, y pronto fue hacia el baño para prepararle la tina.

El rey Min y sus soldados invadieron, hacía noventa y cinco días, el reino más pequeño en el que vivía Hoseok, conocido como Jinhan. El padre del omega, rey de ese lugar, trató de resistir con todas sus fuerzas la invasión, yendo a la batalla con el hermano mayor de Hoseok y heredero al reino, pero los hombres de Yoongi eran superiores en muchos sentidos. Cuando la derrota fue inminente, con tan sólo cinco días de guerra, la madre de Hoseok estimó que lo mejor sería huir y así no caer en las garras del cruel rey, pero ese plan fracasó y los capturaron en mitad del escape. El omega contempló como asesinaban a la mujer, antes de ser llevado frente a su torturador.

Esa fue la primera vez que Yoongi le preguntó si lo amaba ahora. Hoseok, en ese momento, se encegueció por la rabia y tristeza, y se lanzó a golpearlo, pero fue sometido con facilidad y no sólo fue la primera vez que recibió esa pregunta, sino que también la primera vez en que fue tomado frente a los soldados del rey. Frente a ellos, como una sucia ramera sin dignidad, Yoongi se lo folló con esa sádica sonrisa que poseía y reservaba para esos momentos. Le habló con esa dura voz alfa, obligándolo a responder, y eso fue lo peor para Hoseok: que su propio cuerpo lo traicionara y se hubiera mojado y endurecido por él, cuando lo abusaba sin una mirada de duda.

Cerró sus ojos con fuerza, porque no le gustaba recordar ese día. Cada vez que lo rememoraba, era como si la bilis subiera por su garganta.

Desde ese momento en adelante, le quitaron todos los títulos nobles que poseyó y, como mucha gente de su pueblo, se vio rebajado a ser un esclavo. Hoseok pensó, sumido en la desgracia, que las cosas no podían ponerse peor, hasta que se dio cuenta de que Yoongi le tenía reservado otro castigo más: ser su esclavo personal. Fue obligado a atenderlo en todas sus necesidades, al menos hasta que le dijera lo que tanto ansiaba al rey, y eso significaba estar a su lado durante todo el día.

Hoseok sabía que Yoongi tenía todo el poder de jodérselo y marcarlo, atándolo para siempre a él, pero el alfa quería más del menor. Desde que le empezó a cortejar, cuando fue de visita con su padre un año atrás, hasta ese momento, el mayor tenía la loca esperanza de que el omega le amara. Le dijera que lo amaba. Sin embargo, Hoseok era orgulloso a pesar de todas las humillaciones, y lo que tanto quería el alfa, no se lo daría por nada del mundo.

Al menos, hasta ahora. Cada día que pasaba y debía enfrentar de nuevo a Yoongi, las ganas de lucha y resistencia iban desapareciendo. Hoseok ni siquiera sabía cómo podía seguir soportando todo eso, como no había enloquecido y lanzado por una ventana. Tal vez era el miedo de sobrevivir y que Yoongi se enfureciera más con él lo que lo detenía de atentar contra su vida.

Quizás, si las cosas hubieran sido distintas, pudo haberlo amado. Cuando lo cortejó, incluso consideró el matrimonio. Yoongi era conocido por ser un buen rey con su pueblo y era amable y dulce con él, pero el corazón de Hoseok no se calentó por el mayor. Él, sólo... sólo lo veía como un amigo, simplemente... simplemente no lo amaba, así de sencillo, y se lo explicó con suavidad, pero el alfa se lo tomó como una ofensa grave. Le amenazó que, si no lo aceptaba, lo iba a pagar muy caro, y Hoseok sólo huyó de regreso a su reino, esperando que Yoongi mintiera, que lo único que buscaba era asustarlo.

Sin embargo, Yoongi no era mentiroso. Y Hoseok pagó más que caro su rechazo, a pesar de que consideraba que no hizo nada malo.

Mientras el rey estaba en la tina, el omega recogió los platos sucios del desayuno. No quedó ninguna mísera miga, y su estómago volvió a quejarse por el hambre, pero no le quedó más que aguantar. Él sabía, además, que si Yoongi dejaba algo allí, era para provocarlo: de seguro si notaba que Hoseok agarró algo para comer, lo golpearía nuevamente.

Una vez el mayor estuvo listo, Hoseok lo vistió y arregló para sus asuntos diarios. Era una tarea que, a esas alturas, podría hacer con los ojos cerrados, ya acostumbrado a esa dura vida que llevaba. Sabía que debía acompañar a Yoongi en todas sus labores, atendiendo sus necesidades y llamados, así que le siguió una vez salió del cuarto hacia el salón principal para ir con sus concejeros. Ese día, según lo que sabía, tocaba resolver problemas de la gente, como delimitaciones de granjas, algunos temas judiciales o herencias no solucionadas. Una tarea aburrida, Hoseok lo sabía, pero era quizás cuando podía ver la justicia que impartía Yoongi.

Antes de que todo eso ocurriera, él había admirado eso del alfa. No sólo era apuesto y atractivo, sino también muy imparcial para resolver los temas que atañían a su pueblo, y en algunas otras palabras, quizás justo. Además, era rey de un reino grande y poderoso, que poco a poco crecía y se expandía más y más a su alrededor.

Si su padre lo hubiera presionado para casarse con él, Hoseok habría cedido tarde o temprano, pero tal vez ese fue el pecado del adulto: ser permisivo con su adorado hijito y no prever las consecuencias que podría traer un rechazo como el del omega.

Yoongi, en mitad de una resolución, le ordenó que le arreglara las uñas. Hoseok lo hizo con toda la delicadeza que podía, había aprendido allí cómo hacerlo, y las primeras veces, cuando le hacía daño con la lima, Yoongi se encargaba muy bien de que no volviera a cometer ningún error. Esas semanas de aprendizaje sus labios siempre estaban rotos y, una vez, terminó con un ojo morado. Además, fue igual muy orgulloso y poco inteligente, y cuando no lo aguantaba más, replicaba algunas órdenes que le valían más castigos. El peor, había concluido, era cuando lo violaba frente a otras personas, ya fueran guardias o concejeros, o incluso peor, sirvientes.

Hoseok siempre temía quedar embarazado, pero hasta el momento, no había sido así. Pero eso quizás cambiaría cuando su celo estallara, porque Yoongi debía estarlo esperando. Con su celo, su fertilidad aumentaría y el alfa de seguro lo aprovecharía a su favor.

Se dio cuenta de que limó demasiado una de las uñas del alfa, pero se obligó a mantener la calma y no alterarse. Había aprendido a controlar sus feromonas de nervios, al menos en situaciones como esas, y fingir normalidad para que no notara esos pequeños errores que, en manos de Yoongi, podían ser tan graves como haber asesinado a alguien.

El resto del día transcurrió con lentitud dolorosa, ansioso por comer algo. La hora de almuerzo fue la peor, observando los grandes platos que eran servidos para Yoongi y sus concejeros. Él tuvo que permanecer atrás, mirando mientras su estómago se retorcía.

―¿Quieres? ―preguntó Yoongi, girándose a verlo. Hoseok no se movió―. Te daré algo si te arrodillas, perrito.

El insulto ya no le afectaba, no de esa forma. Sólo mantuvo la mirada baja, a pesar de que sus piernas casi se doblaban por caer al suelo y así como algo. Sólo debía aguantar, aguantar, hasta la noche.

Sin embargo, su alma cayó a sus pies cuando Yoongi le habló, al despedirlo, una vez oscureció.

―Hoy no recibirás comida ―le dijo, tranquilo―. ¿Crees que no me di cuenta? Casi me dejas sin uña, Hoseok.

―Mi... mi rey...

―Vete ―le ordenó el alfa, antes de volver a sonreír con pereza―, o, quizás, ven a mi cama. Satisfáceme y te premiaré con un gran plato de comida.

Hoseok se volteó y casi salió corriendo de la habitación, con el estómago revuelto en hambre. Cuanta desgracia. Cuanto dolor.

Al entrar a la cocina para dejar los platos de comida, volvió a ver las yakgwa en la mesa. ¿Por qué las dejaban allí, a la vista de todos? De seguro eran para los sirvientes, para que tuvieran una pequeña colación dentro de todo su trabajo. Hoseok admiró las bonitas galletas en forma de flor, con su estómago volviendo a quejarse por comida.

¿Se darían cuenta si se llevaba alguna? Eran tantas, ¡era imposible que llevaran la cuenta! Dos serían suficientes para él.

Sin embargo, antes de hacerlo, recordó las advertencias de Yoongi la primera vez que se robó comida y era golpeado en el suelo: no te atrevas a desafiarme. Me enteraré si vuelves a hacer esto y te irá peor.

Pero Hoseok pensaba ¿qué era peor que el hambre? Los golpes ya los aguantaba, incluso las violaciones se le habían hecho normales. Además, eran galletas. Simples galletas...

No te atrevas a desafiarme.

Se apresuró en salir de la cocina, como si las galletas se estuvieran riendo de él.

El cuarto en el que dormía, en un estrecho pasillo que quedaba a un costado de la cocina, era pequeño, frío y oscuro, con una delgada colcha y una manta para pasar el helado invierno.

Esa fue la primera vez que Yoongi entró a ese maloliente lugar. Y si apareció, en medio de la noche y con otros diez soldados, es porque lo que le harían sería horrible.

Hoseok se sobresaltó cuando la puerta se abrió de un solo golpe, sin ninguna resistencia, y aturdido, observó a los guardias entrar y apegarse a un costado, abriéndole paso a Yoongi. Si la situación no hubiera sido tan jodidamente aterradora, era casi gracioso ver a tantas personas en ese cuarto, pero Hoseok sólo temblaba al notar la escena.

Yoongi iba en una bata de seda, con el cabello suelto otra vez y una mirada imperturbable. Hoseok sabía que el juego estaba acabando entre ellos, porque la resistencia en su interior se estaba apagando.

―Te robaste las galletas, ¿cierto, Hoseok? ―preguntó Yoongi, con calma y una sonrisa que pretendía ser indulgente, pero ante la luz de las antorchas, era terrorífica.

―¿Yo...? ―trató de ordenar sus pensamientos―. No, no, mi rey. Yo no...

―Estaban contadas, ¿lo sabían? ―Yoongi movió su cabeza de un lado hacia otro―, y la jefa de la cocina te tenía vigilado. Te vio sacar galletas, ¿dos, acaso?

―No, no...

―Más te vale que seas honesto otra vez ―el rey fue hacia él―, ¿robaste las galletas?

Hoseok, por el miedo, comenzó a llorar ya sin control alguno, sin saber qué hacer en ese momento. El pánico era enorme y devorador, más aún en ese pequeño cuarto, sintiéndose asfixiado y sin un poco de esperanza. A la luz del día, podía fingir valentía, pero ante la oscuridad, esa oscuridad que se arrastraba cada día un poco más detrás de él, sólo había miedo y lágrimas.

Sin embargo, Yoongi no se conmovió. Le agarró de los cabellos, arrastrándolo fuera de la habitación, hacia la cocina, vacía a esa hora.

―¡Lo... lo si-siento! ―sollozó Hoseok―. Discúlpeme, mi rey, ¡no volverá... no volverá a ocurrir!

―¿Cuántas te robaste? ―continuó Yoongi, sacándolo de la cocina. Cuanta fuerza en su agarré, tirando de él como si fuera una muñeca de trapo―. Dímelo.

Hoseok sólo lloraba más, y supo que su celo había llegado. Todas esas lágrimas, todo ese terror, todo ese miedo desquiciado que lo consumía, era porque su celo apareció. Sin embargo, en lugar de esa insaciable necesidad de ser consolado, sólo había más y más horror. Parecía intensificar el pavor y pánico.

―No sé, no sé, mi rey...

―Claro que lo sabes ―Yoongi se oía más que calmado, como si las feromonas desquiciadas de Hoseok no le afectaran―. Si no me lo dices ahora, haré que los perros de caza te follen. Al fin y al cabo, tu categoría es más baja que la de ellos, perrita.

La amenaza fue efectiva, por supuesto. La sola idea que planteaba Yoongi era suficiente para derrumbarlo por completo.

―¡Dos! ―admitió, derrotado y siendo seguido por los soldados, que le miraban con indiferencia―. ¡D-dos, mi rey!

Yoongi lo soltó allí, en medio del pasillo, y Hoseok cayó al suelo entre desgarradores llantos. Podía sentir la humedad inevitable a través del sucio camisón que usaba como pijama, y el omega pensó si es que acaso no lo olía. Por los dioses, que no lo oliera.

¿O era peor que supiera su estado de celo y lo golpeara? Hoseok ni siquiera sabía qué responder ante esa pregunta.

El pie de Yoongi golpeó su estómago, sacándole el aire y haciendo que todo diera vueltas a su alrededor. Ni siquiera tuvo tiempo para suplicar perdón, porque ahora, con un gesto del alfa, el guardia más cercano también se acercó a golpearlo.

Hoseok se acurrucó en un ovillo, como queriendo repeler los golpes, pero cada uno era más doloroso que el anterior. No fueron a la cara, de seguro para no romperle la nariz, pero el resto de su cuerpo recibió puñetazos y patadas, haciendo que el llanto aumentara y sus palabras se convirtieran en balbuceos descontrolados y apenas entendibles. Hasta ese momento, jamás tantas personas lo golpearon como si fuera un saco de basura, y es que comprendió en ese momento que era eso lo que quería Yoongi: hacerle ver que, a pesar de esa obsesión que parecía tener por él, estaba dispuesto a todo para humillarlo.

Y sólo por unas simples galletas.

La idea apareció en su mente con tanta fuerza como uno de los golpes recibidos en su estómago, escupiendo sangre en el suelo. ¿El rey le estaba haciendo todo eso por unas galletas? ¿Por unas jodidas y dulces galletas? Y si Hoseok cometía otro error, mucho más grave, ¿qué le iba a deparar el destino?

―Déjenlo ―escuchó el suspiro de Yoongi y el omega, con el cuerpo adolorido, entumecido y moreteado, trató de enfocar sus ojos en el alfa―, apestas a celo incluso mientras te golpean, ¿tanto quieres una polla en tu culo, Hoseok?

Soltó un nuevo sollozo débil, temblando y con la mente quebrada, apenas siendo capaz de ordenar bien sus ideas. ¿Por qué Yoongi tenía que ser así de cruel con él, tan déspota, tan inhumano?

―Eres... repulsivo ―continuó el alfa, volteándose―. ¿No quieres amarme? Está bien, entonces dejaré que todos mis soldados te follen en tu celo. Al fin y al cabo ―ni siquiera le miró, ni siquiera le dirigió un último vistazo―, si no quieres ser mío, serás de todos.

Las palabras que acababa de oír hicieron que toda fuerza de voluntad se derrumbara, destrozando por completo su orgullo. Podía soportar todo lo que proviniera de Yoongi, porque era sólo una persona, era sólo un alfa. Sin embargo, si eran más, si decenas de personas comenzaban a tocarlo, eso era...

Gritó al sentir las risas y cuando varios pares de manos lo agarraron de las piernas.

No, no, pensó enloquecido, eso no. No en su celo. No en cualquier otro día. No en toda su vida. Él no quería que tantos alfas le hicieran eso.

―Yoongi ―barboteó, con su voz apenas entendiéndose entre los gritos de ánimo, y Yoongi seguía marchándose, ignorando lo que ocurría allí―. ¡R-rey!

Sin embargo, continuaba pasando por alto sus gritos.

Fue cuando sintió cómo separaban sus piernas y le levantaban el camisón.

―¡Yoongi! ―sollozó, desesperado y enloquecido―. ¡Yoongi, por favor, por favor! ―trató de arrastrarse lejos a pesar del dolor, de sus músculos destrozados, de la sangre en su boca―. ¡Te... te amo! ¡Te amo, te amo!

La mentira salió con facilidad, como si fuera una verdad absoluta, como si fuera una realidad. No sabía si era por la delirante sensación de sufrimiento y derrota, de saber que Yoongi había ganado, que él era su títere y muñeca de trapo. Hoseok sería eso y más, se dio cuenta, si con eso evitaba más ese angustiante daño que Yoongi le quería dar. Ya no lo aguantaba más.

―¿Me amas?

La voz de Yoongi sonó fuerte y clara, con las risas apagándose y las manos soltándolo. Hoseok sollozó, obligándose a ir hacia el alfa, a pesar de que no podía ponerse de pie. Cuánta humillación, un príncipe convertido en esclavo, teniendo que ir a rastras a los pies del asesino de sus padres y destructor de su hogar. Qué cruel podía resultar la vida.

―Sí ―lloró, abrazando a Yoongi por las piernas―, sí, sí. Por favor, por fa-favor... Por favor, basta. Basta.

―Repítelo, Hoseok.

Ni siquiera había orgullo que tragarse, ninguna protesta surgiendo de su boca o mente. Lo que acababa de hacerle el alfa, jugar con él como si fuera un ratoncito, casi obligándolo a robar esas galletas, golpearlo por ellas, entregándolo a sus hombres... En su ya afectada cabeza era suficiente. Ya no podía aguantarlo más.

Yoongi quebró cualquier fuerza de voluntad que pudiera quedar. Hoseok quería que todo ese juego cruel acabara ya, incluso si significaba entregarse al alfa.

―Te amo ―contestó, con la garganta adolorida por el llanto―, te amo, sí. Te amo, te amo, te amo...

No lo estaba mirando, pero pudo sentir cómo se arrodillaba e inclinaba contra él. Las grandes manos de Yoongi le agarraron el rostro, levantándole la cabeza y haciendo que lo mirara. Hoseok jamás vio esos cálidos ojos puestos en él con tanto afecto y alegría, pero era mucho mejor que la indiferencia y crueldad.

―¿Es así? ―Yoongi le besó la frente―. Yo también te amo, mi lindo bebé. ¿Quieres comer algo y descansar?

Ni siquiera quiso pensar en la ironía, en la manera sobre cómo podía cambiar la actitud de Yoongi con sólo unas palabras. Antes, habría sentido ganas de escupirle y decirle un montón de mierda, pero ahora, sólo quería esquivar más dolor y terror.

―Quiero... quiero... ―barboteó, cansado, agotado, roto por dentro, con su celo alterado―, quiero dormir, dormir...

―Claro, te llevaré a una cómoda cama para que duermas y te recuperes ―Yoongi le acarició el cabello como si fuera un niño pequeño y Hoseok le dejó hacer lo que quisiera―. Repítemelo, por favor.

―Te amo ―repitió, mucho más fácil, ya sin ninguna resistencia―, te amo...

―Bien, bien, así me gusta. Vamos.

Dos soldados, que antes lo habían golpeado y agarrado, más que dispuestos para violarlo, lo tomaron con mucha delicadeza ahora. Hoseok pensó, brevemente, que lo llevarían de regreso a ese sucio cuarto y lo tirarían sobre la colcha, pero no fue así; llevándolo a través de los pasillos, lo recostaron en la cama de Yoongi, sobre esas suaves sábanas. Hoseok volvió a llorar en silencio cuando sintió la comodidad, eso que vio perdido meses atrás. No creyó que volvería a experimentar algo así.

El omega pensó que Yoongi lo dejaría en paz, pero no ocurrió de esa manera. El médico real apareció y revisó las heridas del muchacho, comprobando que no hubiera nada roto de gravedad. Además, al notar el celo, asintió con preocupación.

―El celo ha intensificado sus emociones ―comentó el doctor Kim―. Es mejor no tomarlo ahora, mi rey.

―Quiero que tenga a mis cachorros ―dijo con lentitud Yoongi.

Hoseok lo escuchaba en vacío silencio, sin tener el más mínimo esfuerzo de protestar, de reclamar. Cargaría con esos niños si así se aseguraba de no volver al suelo entre golpes.

―Yoongi... ―susurró Hoseok de todas formas, acurrucado entre las sábanas―, Yoongi...

―¿Ocurre algo, bebé? ―tan suave, tan amable, como cuando lo conoció y antes de que todo se torciera.

―Ven, por favor ―pidió, a pesar de que realmente no lo quería allí, pero ahora lo único que deseaba era acabar con esa noche de pesadilla―, por favor, quiero dormir...

Por un momento, pensó que no le haría caso, que le mandaría al diablo, sin embargo, Yoongi actuó atento con él. Despidió al doctor, que les hizo una reverencia, y fue hacia el omega, acostándose a su lado. Hoseok haría todo por complacerlo ahora, así que, aún con el dolor en su cuerpo, se giró y acurrucó contra el alfa.

―¿Ves? ―oyó decir, sin levantar la vista―. Era tan fácil, Hoseok, tan sencillito. ¿Por qué debes ser un bebé tan caprichoso y orgulloso?

―Lo siento ―se disculpó en automático―, nunca más, lo prometo. Lo prometo.

―Nunca más ―repitió Yoongi, tranquilo y contento―, mi bebé no volverá a portarse mal. Yo me encargaré de eso.

Hoseok nunca volvió a portarse mal.

Las ropas de esclavo se vieron reemplazadas por los más lujosos hanboks, hechos con telas exquisitas y caras, de tantos colores y modelos, incluso más de los que tuvo en su antigua vida. Recibió joyas de gran valor, con una pequeña corona real en señal de su estatuto, y además, un cuarto aparte en el que dormir cuando lo requería. No lo ocupaba mayormente, porque Yoongi era meloso y pegadizo, queriendo mantenerlo siempre a la vista.

Dos noches después, todavía en celo, dejó que Yoongi lo tomara y marcara, sellando ya la unión que tanto buscó el alfa con desespero. No sólo eso, sino que también lo anudó, varias veces, queriendo asegurarse de dejarlo embarazado, mientras Hoseok sólo balbuceaba que lo amaba, a pesar de que fuera una mentira descarada.

En tres semanas fue la boda y coronación. Hoseok ya no tenía ningún moretón en el cuerpo, ninguna marca, y había recuperado color y fuerzas por los cuidados recibidos. En el hanbok de matrimonio, ante los ojos del pueblo, volvía a lucir como un príncipe de sonrisa encantadora y aspecto glorioso. La cena de celebración fue tan prestigiosa, tan rica, que incluso Hoseok se encontró por varios momentos disfrutándolos. Incluso llegó a darse cuenta de que, cuando se emborrachaba y quedaba casi inconsciente, era más fácil dejarse follar por Yoongi.

Dejarse usar de esa manera, como si fuera sólo una prostituta, era sencillo concluyó meses después, acariciando su abultado vientre de embarazo. Eso era fácil, sólo debía cerrar sus ojos, relajar su cuerpo y dejarse embriagar por las feromonas de sexo. Lo difícil venía después, cuando debía fingir amor. Cuando debía estar al lado de Yoongi en las comidas, hablarle con suavidad y tratar de mirarle con amor. Hablarle con dulces apodos y besarle como si realmente lo quisiera. Eso era lo difícil.

Pero no imposible. Con práctica y esfuerzo, podía lograrlo. Y Yoongi parecía más que satisfecho con su actuar, sin importarle un poco si ese amor era falso. Mientras Hoseok se quedara con él, no le importaba nada más.

Cuando pasó un año y medio, el omega dio a luz a su primer niño, el príncipe heredero, que fue recibido con la absoluta alegría de su padre. Hoseok no podía decir lo mismo, pero las sonrisas eran fáciles de disimular ahora, y podía fingir felicidad aunque se sintiera vacío por dentro. La llegada de Jimin, además, hizo que el menor tuviera un poco más de libertades, como dormir sin la compañía de Yoongi para cuidar del cachorro. Pero poco duró eso, no cuando el alfa empezó a disfrutar de las feromonas maternas del omega, y Hoseok de pronto tuvo que soportar también la boca de Yoongi en sus pechos, dejándose usar a gusto del alfa.

A pesar de que tantos sirvientes, soldados y concejeros lo vieron siendo un esclavo, lo vieron incluso mientras era tomado por el alfa, eso pareció ser borrado de sus mentes, con toda probabilidad por amenazas del rey. Ninguno hacía mención de lo que sufrió Hoseok, y mucho menos hacía el amago de mirarlo con malicia en los ojos.

Hoseok vivía esa vida como si estuviera en una nube de algodón, ligera y liviana, superficial y frívola, sin preocuparse de nada más que de cumplir su deber: complacer a Yoongi. Complacerlo en todo lo que quisiera, si así lo dejaba en paz. Incluso si debía aplastar el rechazo y asco que podía sentir por él.

A los cinco años, Hoseok ya tenía dos cachorros que cuidar, Jimin, el príncipe heredero de tres años, y Taehyung, que acababa de cumplir uno. En su cumpleaños, cuando Hoseok celebraba sus veintitrés, tuvo su primer desliz desde que asumió con resignación esa nueva vida que llevaba.

―Te daré otro regalo ―le dijo Yoongi cuando llegaron al cuarto, luego de que Hoseok hubiera hecho dormir a los niños―, ¿quieres saber qué es?

―¿Un nuevo collar? ―aventuró Hoseok con indiferencia, porque en el fondo, no le importaba.

―Otro cachorro ―contestó el alfa, sonriéndole―, quiero que tengamos otro niño.

La sonrisa en el rostro del omega se deslizó con facilidad, como si no acabara de oír una noticia de mierda. Sin embargo, su mente pareció bloquearse por un instante, y fue cuando ese mordaz regalo que recibió lo hizo reír con un pequeño toque de desquicio. ¿Otro niño? ¿Eso era un regalo o una tortura?

No lo pudo contener a tiempo, por lo que la respuesta salió con esa sonrisa burlona y fuera de sí:

―Ah, Yoongi ―dijo, el veneno socarrón en la voz―, ¿esto era lo que querías? ¿Convertirme en tu omega de cría? ―las carcajadas brotaron sin ningún control―. ¡Qué regalo de mierda!

Si lo miraba en perspectiva, había cruzado la raya y tuvo que haberse preparado para el golpe que iba a recibir. Sin embargo, no podía controlar la risa enloquecida, y por eso, el puñetazo que recibió en la mejilla lo descolocó por completo. Cayó al suelo, golpeando una mesita que tenía un joyero, y cayó estrepitosamente, con el baúl de joyas rompiéndose a su lado.

Las risas murieron. Hoseok contempló el suelo, mareado y adolorido, sintiendo casi de inmediato cómo su mejilla golpeada se hinchaba. Llevó sus dedos a la boca y, al volver a verlos, contempló la sangre.

Había olvidado lo que se sentía, se dijo con rapidez, y la burla también desapareció. La burbuja que mantuvo con tanto esfuerzo se destrozó y el miedo lo atacó, porque sabía que sacó de sus casillas a Yoongi, y era eso lo que debía evitar. Ni siquiera se atrevía a mirarlo ahora, con el pánico inundándolo.

―Si yo quiero que me des veinte cachorros ―habló Yoongi, con tanta calma, y el omega tembló, sin moverse―, lo aceptarás y me los darás con una sonrisa en la cara, ¿cierto, Hoseok?

Asintió con la cabeza, fuertemente, que casi se la dislocó.

Hoseok no tuvo que romper con el equilibrio que mantuvo con tanto esfuerzo. Lo que hizo fue una estupidez, mirara por donde mirara, y por mucho que quisiera decirle todas sus verdades al alfa, no lo haría. No lo volvería a hacer.

Yoongi se inclinó y lo agarró de la barbilla, antes de que sus dedos apretaran sus mejillas con fuerza. El dolor en el lugar donde recibió el golpe ardió y casi gritó por la sensación de sufrimiento.

Los ojos que le miraban eran fríos, helados y duros. Ya no ese alfa que prometía darle el su vida entera, sino el rey cruel que lo torturó tanto tiempo. Hoseok no quería, por nada del mundo, que volviera.

―Lo siento ―se disculpó apenas, y las lágrimas brotaron, pero eso siempre funcionaba. Si se mostraba vulnerable y necesitado, Yoongi se suavizaría―, fui tonto, lo siento. No sé qué me pasó, mi amor. Perdóname.

La mirada apenas se suavizó.

―¿Estás feliz porque te daré otro hijo? ―preguntó Yoongi.

―¡Sí! ―se apresuró en decir Hoseok―. Claro que sí. Te daré todos los hijos que quieras, mi amor.

―Bien ―la frialdad comenzó a irse, la voz se dulcificó y el agarre ya no era tan fuerte―. Ahora, ¿qué tal si te desnudas y me mueves ese culo de perra necesitada, puta soberbia?

Hoseok sonrió y obedeció, disipando cualquier pensamiento de rebeldía. Por supuesto que Yoongi no le perdonaría fácilmente el desliz que tuvo, con toda probabilidad le humillaría el resto de la noche con sus palabras, pero eso podía soportarlo. Eso era fácil de manejar.

Mientras el cruel rey no volviera, todo estaría bien. Incluso si eso implicaba seguir siendo ese cascarón vacío que fingía amor y felicidad por alguien que no merecía más que su desprecio.

Sin embargo, él prefería, por mucho, ser el cascarón vacío y superficial que el cascarón roto y desechado.

¡gracias por leer!

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