~ 1 ~

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Hola a todos. Bienvenidos a Cautivo, mi nueva historia JimmySea. Espero que la disfruten.

Cautivo
Por: Adriana Jongcheveevat.

Reino de Siam. Año de 1767. (Sea 9 años / Jimmy 11años)

Cuando sus miradas se encontraron por primera vez, le pareció más un animal salvaje, feroz e indomesticable que un ser humano en realidad. Aquella criatura que estaba siendo sometida por los guardias del palacio no era más que un muchachito extremadamente delgado que intentaba por todos los medios liberarse del agarre de los implacables escoltas encargados de velar por la seguridad de los monarcas dueños de aquellas exóticas tierras.

Resultaba evidente que oponer resistencia no estaba siendo su mejor estrategia a seguir, la fuerza y vitalidad que gozaban los guerreros de élite del reino no podían compararse con la obvia fragilidad y endeblez que aquel chiquillo presentaba a simple vista. Y sin embargo, a sabiendas de sus propias desventajas, parecía no querer darse por vencido. Sus ojos reflejaban rabia... o tal vez miedo. Ambas, quizás. O probablemente tenía un espíritu irremediablemente combativo.

- Lo mejor es que se mantenga alejado, joven príncipe - uno de los guardias le habló al príncipe cuando notó que éste, movido por el alboroto y por una innata curiosidad, había llegado hasta donde ellos se encontraban.

- ¿Por qué le están haciendo daño a ese muchacho? ¿Cuál es el crimen del que se le acusa? - preguntó el príncipe que pese a su corta edad, tenía prácticamente la misma autoridad que su padre.

- En realidad lo hemos rescatado su alteza - replicó el guardia - los piratas que hemos abatido en el golfo de Siam lo tenían como un vil prisionero y sin embargo parece no sentirse agradecido con su rescate - dijo con molestia al final. Parecía desear algún tipo de reconocimiento o recompensa por su "favor".

Cualquiera que viese dicha escena diría que aquello no parecía ser precisamente un rescate. El muchacho permanecía encadenado de pies y manos y un enorme collar colgaba de su cuello. Además, iba descalzo y con la ropa prácticamente desgarrada. Se retorcía con brusquedad como deseando irse de ahí lo más pronto posible y su suciedad mezclada con sangre seca, bañaban casi por completo su cuerpo, dejando ver el mal estado en el que verdaderamente se encontraba.

- Yo creo que tan solo está asustado - murmuró el príncipe mirando con cierta pena a aquel muchacho que no parecía ser mucho mayor a él. Sin embargo, cuando pronunció aquellas palabras, el contacto visual que mantenía con el prisionero se rompió con el último aliento de éste antes de desfallecer.

***

"La bestia", como despectivamente habían decidido llamarlo los guardias, había tardado varios días en no representar una amenaza latente para todo aquel que lo custodiaba. Dicho ser ya no se abalanzaba sobre los guardias cada vez que los veía con la finalidad de hacerles daño, no obstante, en su mordaz mirada aún podía apreciarse el recelo y la desconfianza que les tenía. Tal vez... y solo tal vez estaba esperando el momento preciso para dar su golpe de gracia.

El joven príncipe, no había perdido la oportunidad de hablarle a su padre sobre la presencia de aquel misterioso muchacho que sus hombres habían "rescatado". El primogénito del rey, de por sí curioso por naturaleza, estaba siendo demasiado insistente al siempre querer hablar del dichoso chico, así que el rey decidió verlo con sus propios ojos para saber por qué aquel desconocido había cautivado tanto a su sucesor.

Por lo que al enterarse el príncipe de que su padre había solicitado que le llevasen al que más que rescatado parecía prisionero, se colgó de su brazo como una tierna sanguijuela pues por nada del mundo quería perderse la oportunidad de ver al muchacho una vez más.

- Quiero que mantengas la distancia, Sea - advirtió su padre - y por favor, por lo que más quieras, te pido que está vez no desobedezcas mis órdenes - y es que el joven príncipe en ocasiones podía ser un "poco" rebelde desafiando la autoridad de su padre.

Entonces, las enormes puertas bañadas en oro del salón principal donde se encontraba el trono del rey, se abrieron de par en par. "El gran palacio", era conocido por su arquitectura deslumbrante y detallada que combinaba elementos siameses y extranjeros. La edificación se encontraba decorada con mosaicos de cerámica, tallas en madera, dorados intrincados y tejados adornados con figuras de nagas (serpientes sagradas de la mitología tailandesa). La atención al detalle y la artesanía en el palacio eran verdaderamente impresionantes.

Tanto el rey como el príncipe se encontraban sentados en un sitial igualmente bañado en oro y adornado con gemas preciosas que se encontraba sobre una especie de tarima que los colocaba por encima de los hombres del palacio que llevaban al chico rescatado, el cual los miraba con resentimiento y temor. Los guardias lo habían obligado a postrarse, pero por nada del mundo habían soltado sus cadenas. Aún era considerado "un animal" peligroso.

Sea estaba absolutamente fascinado. Por una parte, la actitud del chico lo mantenía sorprendido, pues nadie en su sano juicio estaría frente al monarca con aquella postura tan retadora y combativa. Por la otra, la apariencia de éste había cambiado indiscutiblemente una vez que retiraron toda la suciedad de su cabello, cuerpo y ropa. El chico tenía un rostro impecable y una piel tan blanca como la porcelana. Su cabello ahora corto, cubría parte de su frente y de sus ojos, los cuales eran lo más llamativo para el joven príncipe. Eran marrones, pero profundos, penetrantes y cautivadores.

- ¿Han logrado averiguar cómo se llama o de dónde viene? - preguntó el rey a uno de sus súbditos.

- No señor - respondió el guardia que sostenía la cadena que iba directamente al cuello del prisionero - no hemos logrado que diga una sola palabra - añadió mirando con repulsión al preso.

- Tal vez no entiende el idioma, ¿Han intentado que alguno de nuestros traductores hablé con él? - volvió a cuestionar el rey de forma calmada.

- Señor, más bien creo que fue entrenado como perro de pelea - informó un segundo escolta - es bien sabido que lo Indochinos capturan a los niños de los territorios que conquistan con ese fin - señaló como si nada.

- Es verdad señor, al final de cuentas tal vez solo de trate de un animal de pelea que pertenecía a las tierras de la Indochina francesa - confirmó el guardia que mantenía la cadena al cuello.

- ¡Pero ahora nos pertenece! - gritó Sea sintiendo molestia de que llamasen animal a aquel chiquillo - es hora de que le demos un nombre para asegurar que es nuestro - la inocencia del príncipe era evidente, pero con tan solo nueve años, aquello era algo normal.

- Bien, dejaré que le pongas un nombre Sea, ¿Cómo quieres que se llame? - preguntó el rey colocando una mano en el hombro de su hijo. Para el soberano del reino, aquello era solo un juego inocente, por lo que no tuvo problema en darle tan mínima tarea a su primogénito.

- No vale la pena darle un nombre a un animal - habló el escolta - de todos modos, no creo que duré mucho tiempo con vida - añadió en tono burlón.

Siguiendo a su comentario, intentó darle un golpe al prisionero pero el pequeño Sea se lo impidió. Con la rapidez que lo caracterizaba, se dejó ir en contra del escolta de su padre con su krabi (sable de un solo filo) en mano conteniendo el impacto.

Aquel caos solo ocasionó que el prisionero reaccionara a tiempo para desarmar a los guardias que lo custodiaban y tomara como rehén al joven príncipe empuñando un cuchillo cerca del cuello de Sea. Un movimiento en falso y moriría por el corte de su garganta. Sin embargo, y a pesar de la situación en la que se encontraba, Sea no sintió temor alguno.

Su espalda permanecía apoyada en el pecho de "la bestia" mientras que el brazo de éste rodeaba peligrosamente su cuello, aun así, extrañamente se sentía protegido y no amenazado. Algo en el fondo de su ser le decía que aquel ser no le haría nada malo, al menos no sin tener un motivo genuino para hacerlo.

- ¡Miserable animal! - gritó el guardia sintiéndose humillado de que un niño que no parecía ser mucho mayor que el príncipe, le hubiese quitado sus armas dejándolo en vergüenza delante del rey.

- Jimmy... - murmuró de pronto Sea y de inmediato sintió como su captor aflojaba el agarre que tenía sobre él - de ahora en adelante, su nombre será Jimmy y todos deberán dirigirse a él por su nombre, no quiero escuchar que vuelven a llamarlo bestia nunca más - reafirmó el príncipe con autoridad.

El haberle dado un nombre, fue para el joven príncipe como apropiarse de él. Y a pesar de la duda y la reserva de su padre para "quedarse con él", Sea prácticamente no le dio opción. Jimmy había demostrado poseer unas increíbles habilidades al haber derrotado a dos adultos cuando era tan solo dos años mayor que Sea. No utilizar ese inaudito talento sería un verdadero error del cual tal vez en el futuro se podrían arrepentir.

Así que el rey dio la orden para que Jimmy estuviera bajo el cuidado de su jefe de armas para que le enseñase disciplina, orden, lealtad y sobre todo, le enseñase el idioma. Aunque Sea tenía la ligera sospecha de que Jimmy entendía mucho más de lo que en realidad parecía.

***

Reino de Siam. Año 1773. (Sea 15 años / Jimmy 17 años).

Por supuesto que "domesticar" a Jimmy había resultado más fácil decir que hacer. Estando bajo la tutela del maestro de armas, todas sus condiciones habían mejorado significativamente. Ya no andaba con ropa andrajosa y roída sino con un traje de guerrero tradicional del reino. Además tenía garantizada sus tres comidas diarias, que si bien no eran un banquete como los que Sea solía tener, era comida que le proporcionaba los nutrientes necesarios para ser un soldado de elite.

Fue precisamente la mejora en su alimentación lo que le permitió a Jimmy aventajar y superar a muchos de sus compañeros que incluso lo superaban en edad. Era habilidoso, nadie podía negarlo, su dominio en las artes marciales y en las armas era magistralmente extraordinario, parecía haber nacido para ser un digno guerrero de la fuerza imperial de Siam. Además, Jimmy poseía una mente analítica y un espíritu absolutamente combativo. Siempre estaba listo para la batalla.

No obstante, a pesar de tener el perfil de un guerrero perfecto y superar muchas de las expectativas que se tenían sobre él en combate, Jimmy seguía siendo un chico indomable con un grado cero en el nivel de vocación para servir a alguien. "No está hecho para servir" decían algunos, lo que representaba una pérdida de tiempo si es que el rey lo quería enlistar en sus filas para proteger el reino.

De ese modo, Jimmy convirtió los calabozos de palacio en su nuevo hogar. Sí, seguía encerrado en una celda, pero era la mejor celda en la que había estado. A comparación del lugar en el que lo tenían antes de ser "rescatado" por los hombres del reino de Siam, ese pequeño espacio de dos por dos con un catre viejo y un par de cobijas era lo mejor que había tenido en su vida.

Sea conocía muy bien todos y cada uno de los recovecos de su fastuosa residencia. Desde los elegantes y siempre bien cuidados jardines hasta las lúgubres y solitarias mazmorras. Su curiosidad lo había llevado a ser un explorador en su propia casa y no había lugar alguno que no hubiese sido visitado por él antes. Con o sin autorización del rey.

- Hola Jimmy, te he traído la cena - anunció Sea con una brillante sonrisa en el rostro.

La expresión hostil de Jimmy no cambió, por lo que si le sorprendió la visita del príncipe en su celda a esa hora de la noche, sencillamente no lo demostró y permaneció sentado en el rincón más alejado de la puerta con las piernas dobladas y sus brazos descansando sobre sus rodillas. Sea dejó de sonreír.

- Le han informado a mi padre que has intentado huir nuevamente - Sea habló con calma y sin temor - es la quinta vez en lo que va del mes, eso sin contar las otras veces que lo has hecho antes, ¿Por qué quieres irte? - cuestionó pero como se esperaba, el otro chico no respondió a tal cuestionamiento.

Sea puso la charola de comida en el suelo y la deslizó por la pequeña ranura que separaba las rejas del piso. Una vez que la comida estuvo dentro de la celda, tomó asiento afuera de la misma como si aquello fuera lo más normal del mundo.

- Ahora tienes comida y un techo en el cual refugiarte, además hay maestros que te están entrenando como se entrenan a los mejores guerreros del reino, deberías estar agradecido por ello - susurró Sea sin apartar la mirada del muchacho.

Entonces Jimmy lo miró a los ojos con intensidad. Su mirada era penetrante y Sea quedó atrapado en ella sin saber por qué. Era como si aquel muchacho hubiese lanzado un hechizo en su contra.

- ¿Eres tonto? - preguntó Jimmy en un perfecto siamés.

Sea abrió la boca pero de ella no salió ninguna palabra. Estaba perplejo, seis años habían pasado desde que habían llevado a Jimmy a su palacio y jamás lo había escuchado hablar. Nunca había tenido la oportunidad de apreciar su grave voz. Realmente era una verdadera sorpresa. Incluso llegó a pensar que tal vez era mudo. Y sin embargo, lo primero que escuchó de él había sido un insulto. Bufó molesto.

- En todo este tiempo, lo único que he hecho es intentar ser amable contigo - replicó Sea dejando ver su molestia.

- Solo quieres que te dé las gracias para vanagloriarte por tu buen acto del día - habló Jimmy con violencia - no pierdas tu tiempo niñito, tus migajas no significan nada para mí, yo sigo estando en una prisión, no lo olvides - escupió hacia un lado y desvió su mirada hacia la pared.

La furia del joven príncipe aumentó. ¿Cómo se atrevía aquel sujeto a hablarle de esa manera? ¿Cómo podía decir que seguía siendo un prisionero cuando lo había rescatado de los piratas? Vivía con lujos que nunca nadie le hubiese dado antes.

- ¿Entonces quieres volver y ser un esclavo de los piratas? - cuestionó Sea poniéndose de pie y mirando a Jimmy con rabia.

Lo había hecho enojar en serio y ni siquiera podía entender por qué. Su padre le decía que necesitaba relajarse un poco y dejar de tomarse las cosas demasiado a pecho, aunque también decía entenderlo pues era lo normal de la adolescencia, no era fácil tener quince años y ser el príncipe de una nación floreciente y prospera. Pero Jimmy... ¡Ash! Ese Jimmy lo sacaba de quicio. Tanto tiempo estando en silencio para que de sus labios las primeras palabras en salir solo fueran ofensas hacia él. Había esperado tanto que hablase, pero al final todo había sido una decepción total.

No obstante, a partir de ese día, todas las noches le llevó la cena a Jimmy. Solo se ausentaba cuando estaba enfermo o cuando salía con su padre en alguna diligencia de la nación. En ocasiones solo se presentaba frente a la celda y dejaba la bandeja sin decir una sola palabra, otras tantas se sentaba a "platicar" con Jimmy sobre lo que le había pasado en el día o cualquier cosa que estuviera cruzando por su cabeza en aquel momento. Jimmy, nunca dio indicios de querer mantener una conversación con él, éste solo permanecía sentado en su rincón favorito y lo observaba con atención como si no tuviera nada mejor que hacer. Y tal vez, así era.

Aquellos eran sus momentos juntos.

***

Reino de Siam. Año 1776. (Sea 18 años / Jimmy 20 años).

Antes de decir una sola palabra lanzó un suspiro al aire y negó con la cabeza. Hacía más de un año que no pisaba aquel lugar, y no porque no quisiera, sino porque sencillamente no tenía nada que hacer ahí.

- ¿Encerrado otra vez? - preguntó Sea llegando a la celda que años atrás había sido testigo de sus interminables monólogos con Jimmy - habías roto tu propio record de un año, supongo que era demasiado bueno como para que durase - un gruñido hosco fue la respuesta que recibió del cautivo - ¿Qué fue lo que hiciste ahora Jimmy? - cuestionó con toda la paciencia del mundo.

Tan testarudo... pensó Sea. Con el tiempo y sus casi diarias visitas por la noche, había aprendido a "conocer" a Jimmy. Siempre permanecía sentado en el rincón más alejado de puerta con lo que parecía la mirada perdida. Cualquiera podría pensar que el cuerpo de ese guerrero estaba ahí, pero su mente no. Y quizás había cierta razón en aquel predicamento, no obstante, él mejor que nadie sabía que Jimmy, por más perdido y ausente que pareciera siempre estaba alerta de lo que ocurría a su alrededor. Así mismo, sabía perfectamente que sin importar que, le prestaba la suficiente atención como para recordar todo lo que le había dicho.

Por supuesto que en un principio había sido toda una odisea predecir el comportamiento de Jimmy. No era un tipo fácil de leer y mucho menos fácil de entender. Además, estaba el hecho de que prácticamente no sabía nada de su pasado, salvo que había sido esclavo de piratas y que tal vez era dos años mayor que él. Jimmy jamás reaccionaba a como Sea esperaba, pero aun así, había aprendido a sobrellevarlo y de alguna manera a considerarse alguien cercano a él.

Un ruido hizo que ambos chicos se pusieran en guardia. Sin embargo no parecía ser que alguien fuese a acercarse a ellos. Aun así, Sea llevó su mano hacia su cintura en donde descansaba su sable, y Jimmy cogió su cuchillo pues era el arma que mejor sabía usar. Era el arma que lo convertía en un ser verdaderamente mortal.

- Tus hombres son unos idiotas - masculló Jimmy saliendo de la oscuridad que le regalaba el rincón de la celda - si esto es lo mejor que pueden hacer, deberías echarlos a todos - señaló los golpes que éstos le habían propinado en la cara. ¿El motivo? Ni siquiera importaba. Ahí, nadie lo quería de todos modos.

Sin decir nada más, Jimmy se sentó cerca de los barrotes y tomó entre sus manos el tazón humeante de sopa que esperaba a ser degustado. Era delicioso. Y sabía que no era un platillo que normalmente se le diera a un prisionero. Aquello era cosa del príncipe, otro presuntuoso acto de caridad, desde su particular punto de vista.

- Tú... - susurró Sea sin salir de su estupor... - tú... - volvió a repetir con asombro - ¡Por todos los nagas del Siam, tú estás comiendo! - y aunque comer era una actividad de lo más común, parecía que Sea no podía procesar la imagen de un Jimmy engullendo bocado alguno.

- Es normal comer cuando tengo hambre - replicó Jimmy como si nada - además, tal parece que te encanta consentirme, así que solo me aprovecho de eso - apuntó mientras señalaba el tazón de sopa.

Jimmy se encogió los hombros y en sus labios se dibujó una sonrisa burlesca que Sea no había visto nunca. En realidad jamás había visto a Jimmy sonreír. Era un gesto que le pareció fascinante pero al mismo tiempo caldeó su humor porque sabía que aquel muchacho mayor se estaba burlando de él. El príncipe.

- ¡Eres un atrevido! - gritó Sea enojado.

- ¿Un qué? - preguntó Jimmy manteniendo el mismo tono de burla en su voz - Por favor príncipe, sé que puedes hacerlo mejor que eso - la forma en la que Jimmy enmarcó la ceja hizo que Sea se sintiera ridículo.

- ¡Eres un desvergonzado insolente! - exclamó Sea sintiéndose un ganador por haberle dicho aquellas palabras. Pero poco pudo disfrutar de su aparente victoria pues el rostro de Jimmy no mostró molestia alguna.

- Eso es demasiado suave, príncipe - el título de Sea lo decía de manera desdeñosa - te recuerdo que viví con piratas y ellos me solían llamarme desde animal salvaje, alimaña, fiera, sabandija, bicho, bicharraco, granuja, rufián, palurdo... y hasta tus soldados me apodaron la bestia - Jimmy enumeraba con sus dedos cada uno de los sobre nombres que había recibido a lo largo de su vida - lo que tú me dices, en realidad me parecen palabras bonitas - añadió al final.

- ¿Palurdo? ¿Qué es palurdo? - cuestionó Sea dejando pasar todo lo demás.

- Es lo mismo que necio -contra todo pronóstico, Jimmy respondió la inocente pregunta de Sea - aunque creo que eso te queda más a ti, príncipe - agregó con burla.

- No puedo contigo Jimmy, eres odioso... y ¡Te odio! - le dijo aunque no sonaba muy convincente y eso lo notó el mayor.

- Lo creería si lo dijeras con más convicción y seguridad - retó el joven guerrero - y si no te empeñaras en otorgarme mejores condiciones que todos los demás aquí - añadió al final con aire triunfal.

- ¡Lo estoy diciendo en serio! - alegó Sea acercándose peligrosamente a Jimmy, sin embargo aún existía la seguridad de los barrotes entre ellos.

- ¡Oh, claro! Y eso hiere profundamente mi corazón, príncipe - indicó Jimmy con sarcasmo.

- ¡Suficiente, deja de llamarme así! - Sea quería borrarle de la cara esa sonrisita de suficiencia que lo molestaba mucho. Un par de puñetazos no estaría mal, después de todo se lo estaba ganando a pulso.

- ¿Cómo quieres que te llame entonces? - preguntó el guerrero a sabiendas que el otro chico estaba verdaderamente molesto - ¿Su alteza real, su alteza serenísima, querido y adorado príncipe de Siam? - siguió con ironía.

- ¡Lo dices como si mi título no importase! - vociferó el príncipe y entonces Jimmy, dejando de lado su actitud burlona se acercó a los barrotes y colocó sus manos por encima de las Sea. Era la primera vez que lo tocaba y el príncipe sintió lo cálidas que eran.

Sus rostros, a pesar de estar separados por los barrotes, nunca antes habían estado tan cerca como hasta ese momento. Sea tragó saliva cuando se percató de que Jimmy ya era varios centímetros más alto que él.

- Porque en realidad tu título, no significa nada - habló Jimmy en voz baja pero con un deje de rabia - príncipe es solo una estúpida palabra más - continuó hablando en el mismo tono - y tú no eres más que un mortal más, como todos los que pisamos esta tierra, morirás algún día, como todos lo haremos, solo que fuiste más afortunado al nacer en cuna de oro donde todo se te ha dado en bandeja de plata - hizo una pausa y se acercó más a Sea - nunca has tenido de preocuparte de nada, ni de tu ropa, ni de un techo bajo el cual dormir, ni por llevar comida a tu boca, siempre has vivido en una esfera de cristal creyendo que ayudas a los demás cuando solo quieres reconocimiento social - Jimmy no pudo evitar mirar los carnosos labios de Sea y pasó su lengua por los propios - y eres lo suficientemente estúpido como para no darte cuenta de quien verdaderamente está cautivo... eres tú... -

Aquellas palabras sacaron a Sea el ensimismamiento en el que había caído debido a la cercanía de Jimmy. Dio un paso atrás y lo miró a los ojos. Eran palabras mordaces, dichas con toda la intención de hacer daño. Sea lo confirmó cuando Jimmy le dedicó una sonrisa burlona antes de volver a su esquina favorita dentro de la celda.

- ¿Quién es el que está dentro de la celda? - preguntó Sea con rabia - Yo no soy, así que no digas tonterías -

- No todas las prisiones tienen rejas y cuatro paredes - replicó Jimmy y Sea supo que en esa conversación no había tenido la última palabra.

Se alejó enojado maldiciendo a todo y a todos. La ira nublaba su razón, pero muy en el fondo sabía que, por inverosímil que pareciera, Jimmy tenía razón. Y durante varias noches, aquel pensamiento no lo dejó dormir.

***

Reino de Siam. Año 1778. (Sea 20 años / Jimmy 22 años)

Sea sonrió complacido cuando uno de los hombres que lo escoltaba emitió un gruñido de desaprobación. Ambos estaban en el salón de entrenamiento de las fuerzas de élite que cuidaban a los monarcas del reino observando con atención la pelea entre dos miembros de dicha legión. Era solo una práctica, pero no por ello reprimirían sus técnicas, conocimientos y habilidades para vencer al otro.

Jimmy había ganado. Y lo había hecho cuando todos los pronósticos estaban en su contra. Al principio de la pelea, parecía que éste no tendría la menor posibilidad de ganar, pero Jimmy era paciente, observador, analítico, metódico y organizado. Además de un excelente estratega. Él esperaba el menor error en sus adversarios para asestar el golpe de gracia.

A sus ya veintidós años, Jimmy era uno de los mejores guerreros del reino. Superaba por mucho a veteranos que le doblaban la edad y que eran mucho más corpulentos que él. Algunos le temían a su fuerza y a su carácter, otros sencillamente lo menospreciaban y unos pocos preferían mejor ignorarlo.

- Joven príncipe, no creo que sea una buena idea el elegirlo a él - comentó su escolta con desdén - hay guerreros que de verdad son leales a usted y al reino - añadió tratando de convencer a Sea.

- Es una decisión que ya tomé, y con esto - señaló hacia el área donde se había realizado la contienda - solo reafirmo mi resolución, tráelo - ordenó Sea y le dio la espalda a su custodio.

No pasó mucho tiempo para que el hombre que estaba con él regresara con Jimmy. El guerrero estaba sudado y sucio, un estado normal si se tomaba en cuenta la batalla a la que se acababa de enfrentar, pero a Sea no le disgustó verlo así, lo había conocido en peores condiciones.

- ¡Felicidades! - exclamó Sea y luego le dio un ligeramente golpe en el hombro.

- ¿Eso es todo? - cuestionó Jimmy mientras se limpiaba el sudor de la frente con el antebrazo.

- ¿Acaso no te hace feliz ganar? - preguntó Sea quien levantó la mano con la intención de tomar la mejilla algo hinchada de Jimmy pero éste lo detuvo a centímetros de su objetivo.

- Sí, pero no necesito que su majestad real venga personalmente a felicitarme - replicó el guerrero. Y contrario a que lo esperaba Sea, que fuera que lo soltara, Jimmy lo atrajo hacia su cuerpo de un tirón.

Ciertamente no era la primera vez que ellos estaban así de cerca. Cada uno podía sentir el calor del cuerpo ajeno, percibir el olor de su esencia y temblar ante la cercanía de sus rostros. Tal vez Jimmy lo ocultaba mejor que Sea, pero ese tipo de acercamientos perturbaba a ambos. Jimmy se limitaba a observarlo fijamente con esa mirada tan impasible y penetrante, dejándole muy en claro al príncipe el poder que tenía sobre él. Sea, había aprendido a controlar sus nervios y se mantenía firme sosteniéndole la mirada. Claro que había sido complicado esconder el estremecimiento que le provocaba aquel rebelde guerrero, pero con el tiempo, supo tapar aquello o al menos eso creía.

Sea se preguntaba si con toda esa frialdad que lo caracterizaba, Jimmy era capaz de ver lo que producía en él. Le molestaba su fortaleza al mismo tiempo que la admiraba. Odiaba que ese tipo tan solo dos años mayor que él lo tildara de príncipe mimado y niñito consentido. Sin embargo, a veces sentía Jimmy lo llamaba así solo para molestarlo por el placer que le producía hacerlo y muchas veces quiso decirle que lo intentara con mayor convicción. No estaba mal regresarle sus propias palabras ¿O sí?

El agarre de Jimmy se aflojó y Sea reprimió un gemido, no obstante, el guerrero no lo soltó y el calor que le producía aquel agarre iba propagándose por todo su cuerpo.

- ¿Cuál es la razón real de tu llamado? - cuestionó Jimmy sin apartar la mirada de sus ojos.

El joven príncipe debía haber sabido que un simple "felicidades" no iba a cubrir la verdadera razón de lo que había ido a decirle. De alguna forma Jimmy había aprendido a leer el comportamiento de Sea y actuaba en base a ello. Algunas ocasiones debía hablarle con rudeza para que sin temor le dijera lo que realmente pensaba y otras más hablaba con más suavidad intentando sacarle una verdad que podría no ser para tanto.

Sea se sentía confundido cada vez que Jimmy tenía para con él, una actitud suave y accesible, aquello lo conmovía más incluso que sus roces suaves y contacto discreto.

- Seguramente ya escuchaste que tendré que ir al Raj británico de la India, a Indochina y a las colonias del estrecho como embajador del reino de Siam - empezó a decir Sea a lo que Jimmy solamente asintió con la cabeza - así como también debo elegir al hombre que se hará cargo de mi seguridad - explicó al final.

Jimmy lo soltó de inmediato porque sabía lo que significaba aquello. Era por mucho, lo más absurdo que había escuchado en su vida.

- No estarás diciéndome que yo soy ese hombre ¿Verdad? - tras su pregunta, Jimmy solo quería escuchar un "no" como respuesta.

Sea en realidad esperaba cualquier reacción por parte del guerrero. Una sonora carcajada burlesca, algún comentario lleno de sarcasmo e ironía e incluso una rotunda y ferviente negativa, no aquel desconcierto que nunca había visto antes en su rostro.

- Eres el mejor militar de élite que existe en el reino, no hay nadie que pueda vencerte - respondió el príncipe con obviedad - además, no quiero a un hombre que obedezca mis órdenes al pie de la letra, necesito a una persona que vea más allá de mi autoridad y sea capaz contradecirme si alguna de mis decisiones pone en riesgo no solo mi vida sino la de toda la comitiva que me acompañe - explicó finalmente.

- Es por mucho, la peor idea que has tenido en años - indicó Jimmy y Sea se frunció el ceño.

- ¿Puedes explicarme porque dices eso? - cuestionó el príncipe cruzándose se brazos.

Jimmy apretó la mandíbula y desvió su mirada. Por supuesto que aquella pregunta no era de respuesta opcional, era una orden directa del muchacho que era su gobernante, y de alguna manera, su dueño. Pero no quería responderla, aunque tampoco podía rehusarse. Y mentirle... ¡Nunca! Jamás había mentido y no empezaría a hacerlo ahora.

- ¿Te has puesto a pensar cómo reaccionarían tus hombres más veteranos cuando sepan que estarán bajo mis órdenes? - preguntó Jimmy con seriedad - eso podría provocar incluso un golpe de estado - explicó - además, ¿Cómo crees que tomaran los jefes de estado de los otros reinos cuando se den cuenta de que un niño de veinte años es el responsable de representar a su reino, promocionar el diálogo, fomentar el intercambio comercial y cultural y reforzar las relaciones y alianzas entre reinos? - volvió a cuestionar el guerrero - lo tomaran como una burla, su alteza, y si le sumas que otro joven apenas dos años mayor es su jefe de seguridad, eso lo verán como algo definitivamente insultante - sentenció al final.

Bien, Jimmy tenía un punto. Y por mucho que Sea intentase debatir sus palabras, no le encontraba fallas a su razonamiento. Bajó la mirada porque se sentía derrotado.

- Iré contigo - dijo Jimmy de pronto - seré el hombre que te desobedezca y te rete, pero tendrás que llevar también a alguien de confianza de tu padre y al jefe de armas del reino, de otra manera no hay forma de que te acompañe en tus viajes - sí, el guerrero había establecido las reglas del juego, pero no por eso había resultado ganador.

No cuando un disconforme Sea se acercó a él y lo abrazó por la cintura recargando su cabeza en el hombro y escondiendo el rostro en su cuello. Jimmy se tensó en el acto pero no hizo nada para alejarlo de su lado.

Quizás, tiempo atrás le hubiese gustado tomar por sorpresa al estoico guerrero, sin embargo se decepcionó un poco de su reacción inicial. Suspiró y trató de no pensar en ese sentimiento de desencanto, después de todo, Jimmy siempre era el que propiciaba los extraños, pero para nada molestos acercamientos y él mismo rompía dicho encanto de la nada, como si nada hubiese pasado. Ya era hora de que recibiera una cucharada de su propia medicina.

Pero parecía que Jimmy jamás lo dejaría ganar o disfrutar su victoria por mucho tiempo. La descarga eléctrica que sintió recorrer su cuerpo cuando Jimmy pasó el brazo por su cintura, no tenía comparación con nada. ¿Mariposas en el estómago? No, lo suyo era más bien un enjambre de abejas alborotadas y sin embargo, aquello lo hizo sentir más que bien.

***

Reino de Siam. Año 1781. (Sea 23 años / Jimmy 25 años)

La arquitectura de aquel palacio Indochino, no se parecía en nada a la del palacio de su reino. Era linda, pero no impresionante como las de Siam.

- Creo que en realidad nunca me acostumbraré a estas reuniones - dijo Sea mientras estiraba su cuerpo y caminaba por los pasillos del palacio de los anfitriones que lo habían recibido en aquella jornada de reuniones.

Jimmy lo seguía en silencio. Observando todo a su alrededor. No perdiendo detalle de nada, el más mínimo cambio, lo ponía en estado de alerta. Se había hecho de nuevas armas y algunos escudos para proteger puntos importantes en su cuerpo. Siendo el escolta personal del príncipe, era normal que se cuidase tanto así mismo como cuidaba a su protegido.

El rey, por nada del mundo le hubiese permitido utilizar algún tipo de equipamiento que no fuese autorizado por él o que no fuese el reglamentario en su reino, pero Sea le permitía hacer prácticamente de todo si aquello no perjudicaba a nadie. Y no lo hacía. Además, él también se preocupaba por la seguridad de su más leal y noble guerrero, pues con el tiempo, Jimmy se había convertido en su mano derecha velando siempre por sus intereses y por su seguridad.

- Como se nota que estamos lejos de Siam, esto aunque es bonito, no es tan hermoso como nuestro hogar - susurró Sea con cierto aire de nostalgia.

Y nuevamente, Jimmy permaneció en silencio. Era normal que no lo siguiera mucho en sus conversaciones, Sea estaba más que acostumbrado a ello, sin embargo, cuando se giró para intentar hacerlo hablar, notó aquella tensión en su aparente calma. Habían llegado a un punto en el que ambos se entendían con solo mirarse. Hablaban a través de sus ojos y el joven príncipe jamás de preguntó cómo es que habían desarrollado esa clase de comunicación cuando Jimmy no era bueno manteniendo una charla a viva voz con él.

Sea entendió el mensaje y siguió caminando hasta la habitación que se le había asignado sin decir una sola palabra. Caminó con completa normalidad, de alguna manera sabía que no debía alertar a quien lo estuviera espiando de que ya sabía que era observado. Entró a la alcoba pero se quedó a un lado de la puerta, Jimmy le hizo una seña para que permaneciera en ese lugar hasta que él hubiese revisado todo.

- No hay nadie en la alcoba, pero sin duda alguna alguien entró - dijo Jimmy con seriedad - no toques nada, tendré que revisar todo minuciosamente - ordenó.

Sea asintió permaneciendo en su sitio, sin embargo, un sutil ruido proveniente de la cama los puso en alerta a ambos. Instintivamente, Jimmy se colocó frente a Sea, cuidarlo era su deber... y un pacto consigo mismo.

Saliendo de entre las sábanas, una cobra real, serpiente de gran tamaño con capucha no tan pronunciada y de coloración parda se erguía imponente siseando con enojo. Medía cerca de cuatro metros y haciendo cálculos, Jimmy pudo deducir que aquel ejemplar fácilmente podía pesar de entre diez a doce kilos.

- Creo que has hecho enojar a alguien, su alteza - comentó Jimmy con sarcasmo.

- Si, eso parece - dijo Sea como si nada - aunque en realidad no creo que solo sea a una persona, puede que haya hecho enojar a muchos por aquí - y aquello era una verdad inminente.

Jimmy lo observó con reproche y negó con la cabeza. ¿Acaso aquel ingenuo pero adorable príncipe no pensaba en su seguridad? Al parecer, y con aquella actitud tan despreocupada, su seguridad era en lo último en lo que pensaba. ¿Qué pensaba Sea realmente? Muchas veces se había hecho esa pregunta, más de las que quisiera.

El guerrero se acercó a la serpiente y con un ágil movimiento, lanzó un cuchillo el cual atravesó al animal. No murió, pero la dejo lo suficientemente confundida para que Jimmy se acercara más para tomarla en sus manos y cortar su cuerpo en varios fragmentos.

- ¿De quién sospechas? - cuestionó Jimmy mientras limpiaba el lugar.

- De los Indochinos - respondió Sea que observaba a su guerrero desde una de las sillas - ellos siempre han tenido rencillas con nuestro reino, pero con la nada agradable reunión que tuvimos hoy, puede ser cualquiera - añadió al final.

- ¿Qué has hecho para hacerlos enfadar tanto? - Jimmy por lo general no cuestionaba nada con respecto a las reuniones que tenía Sea, pero ahora era una asunto de seguridad urgente pues sus vida corrían peligro.

- Todo se trata de acuerdos comerciales - contestó el príncipe después de soltar un suspiro - nuestro reino quiere expandirse y tener más socios comerciales, los indochinos evidentemente no quieren porque les quitaríamos a muchos clientes, sin embargo, nuestros anfitriones tampoco estaban muy contentos con nuestra postura - los del Raj británico de la India se habían ofrecido a ser la cede para dicha reunión.

Jimmy lo miraba con atención, escuchaba atentamente cada palabra para poder sacar alguna conclusión coherente, no obstante, mientras lo veía, a su vista saltó un pequeño detalle. La ventana que estaba cerca del príncipe estaba sellada por dentro, aunque cuando habían llegado no estaba así, por lo que dedujo que habían tenido ayuda... ayuda de alguien de ese reino... ayuda de alguien de la familia del Raj británico.

Sea giró su vista y entonces vio lo que su guerrero observaba con recelo. Lanzó una maldición al aire y se reprochó el haber sido tan ingenuo por confiar en que los anfitriones estaban de su lado solo por el antecedente de la larga y estrecha relación que tenían con su familia. Había sido un grave error, más aún cuando por cuestiones de logística había decidido ir solo con Jimmy. Era menos gasto para el reino y al ser solo dos, podían moverse con mayor rapidez.

Sin embargo, aquella no era la primera vez que viajaban solos. La primera vez que lo hicieron, fue cuando el rey le había dado algunos días de descanso a Jimmy y éste decidió viajar por algunas providencias del reino de Siam. Sea, asustado de que su fiel guerrero no volviese, se escapó de palacio y lo siguió, según él sin que éste se diera cuenta. ¡Pero se trataba de Jimmy! Nada se escapaba de su escrupulosa mirada y su mente analítica. El joven escolta siempre notaba su presencia, y en más de una ocasión había tenido que ir a su rescate, no obstante, nunca lo mandó de vuelta casa, más bien, en un acuerdo tácito, le permitió ser su compañía.

Aunque Sea creía que lo hacía por mera diversión. Por muchos era conocido que Jimmy deambulaba por lugares poco decentes de dudosa reputación e incluso ilegales, absolutamente inadmisibles para un guardia de elite del reino de Siam. Pero Sea había descubierto que le encantaba explorar aquello lugares con Jimmy lejos de los preceptos que le habían sido impuestos desde su niñez. En ese instante no era más un príncipe sino un viajero cualquiera en compañía de su mejor amigo... ¿Amigo? ¿Cuál era exactamente la relación que mantenían ellos dos?

De alguna manera, aquello lo había acercado más a las personas humildes, podía apreciar de cerca sus necesidades, sus deseos, sus sueños pero sobre todo sus carencias. Jimmy venía de ahí, por eso sus padres lo habían vendido como esclavo a los piratas cuando apenas tenía seis años. Conocer el pasado de su guerrero lo hizo actuar en consecuencia, así que ahora velaba por aquellas personas que no habían tenido la oportunidad de tener todo al alcance de sus manos.

Pero tratar de mejorar las condiciones de los más pobres le hizo ganarse muchos enemigos pues Sea deseaba que los acuerdos comerciales involucrasen a artesanos humildes y los gobernantes por supuesto que no querían aceptar tal idea. De ninguna manera querían codearse con gente "mugrosa" y "maloliente".

- No debiste cortar a la serpiente en miles de pedazos - se quejó Sea cuando vio que Jimmy metía los restos del animal en un saco de patatas. ¿De dónde lo había sacado por cierto?

- ¿La querías de mascota? - cuestionó el otro con ironía.

- No, pero pude haber extraído su veneno, nos hubiera servido como arma en el futuro - alegó Sea con tono de elemental.

Y es que incluso a la hora de pelear Jimmy y Sea no podían ser más dispares. El primero tenía genio marcial y un excelente dominio en un sinfín de armas tanto de su reino como de reinos extranjeros. Además, era un maestro en combate cuerpo a cuerpo y su fuerza, a pesar de su apariencia nada tosca, parecía ser insuperable. En cambio el príncipe, era más sistemático y mental. Sigiloso, prudente y silencioso. La contraparte de Jimmy. Y no es que el guerrero no pensase, lo hacía y muy bien, sin embargo, desde la perspectiva de Sea se podían vislumbrar otros horizontes.

- Tenemos que irnos - susurró Jimmy en voz baja cuando estuvo cerca de Sea - ¿Estás listo? - preguntó mirándolo a los ojos.

- Siempre - respondió el príncipe y sonrió con malicia.

No pensaba caer ahí. Y tampoco dejaría que Jimmy lo hiciera. No supo exactamente que le dio el valor necesario o si solo era una osadía propia de la supuesta jerarquía que tenía sobre su guerrero, pero con cuidado colocó una mano sobre la nuca de Jimmy y lo acercó a él para depositar un suave beso en sus labios. Aunque ese no era el primero.

Sus labios se unieron por un par de segundos en los que ninguno hizo ningún movimiento. Sea se sentía complacido ante la actitud de Jimmy que no hizo nada más que corresponder el gesto. El mayor no estaba ni sorprendido, ni molesto y mucho menos asqueado. Entonces, tal vez él quería tanto eso como el propio Sea.

Dos horas más tarde...

- Creo que en verdad los hice enojar - murmuró Sea escondido entre troncos y arbustos - han enviado a nuestra cacería a sus mejores guerreros - añadió con orgullo.

Jimmy lo miró con antipatía. ¿Cómo podía sentirse orgulloso de aquello? Sí, estaban vivos, pero los habían herido. A él más que al príncipe, por cierto, pues siempre se interponía entre los soldados enemigos y Sea para protegerlo de cualquier daño.

- ¿Puedes recordarme por qué sigo contigo? - cuestionó el guerrero con ironía mientras limpiaba una de sus heridas.

Sea sonrió. Sabía perfectamente por qué Jimmy había hecho esa pregunta. Para ser sinceros, ellos estaban vivos de puro milagro, pero prefería sonar altivo y altanero que llorar como un niño por la situación en la que se encontraban.

No les había costado nada salir del palacio del Raj británico. Y por supuesto que iba a ser así, esas personas no iban a exponerse en su propio suelo como los traidores que eran. Pero nada más pusieron un pie fuera de aquella residencia, empezó su persecución.

- En ocasiones también me lo pregunto - Sea se acercó a Jimmy y colocó su mano sobre la del guerrero - también me pregunto si habría sido mejor dejarte ir - había melancolía en su voz. A veces sentía que había obligado a Jimmy a estar a su lado aunque éste le demostraba que en realidad sí quería estar ahí.

- Si claro, como si pudieras vivir sin mí - Jimmy le dedicó una sonrisa burlona.

- Creo que no es el mejor momento para bromear - dijo el príncipe absolutamente sonrojado porque aunque no lo admitiera aquello era verdad y le dio un golpe suave en la cabeza al otro.

- ¿Entonces qué, esperas que te diga que te amo? - cuestionó el guerrero con seriedad.

Sea se quedó quieto y lentamente levantó su mirada hacia los ojos de Jimmy. De alguna manera sabía que si bien no era amor, tal vez Jimmy sentía por él algo de aprecio. El suficiente incluso para compartir las noches entre sus sábanas. Pero escuchar de sus labios que lo amaba era... en pocas palabras... alucinante.

- ¿Cómo es que llegamos a esta conversación? - preguntó Sea - es un radical cambio de tema por si no te has dado cuenta - aceptó aun sin salir de su estupor.

- Lo sé - fue lo único que atinó a decir Jimmy.

- ¿Acaso estás esperando a que te diga que también te amo? - fue la siguiente pregunta del príncipe. Sin embargo, la primera respuesta de Jimmy fue una risa suave.

- Pero si eso es muy evidente, Sea - el príncipe, secretamente amaba que lo llamase así, solo Sea - llevas años detrás de mí, siempre buscando la excusa perfecta para tenerme cerca, imponiéndote incluso a tu padre cuando se trata de mí - ahora quien se mostraba orgulloso era Jimmy - eres capaz de hacer cualquier cosa por mí, incluso si aquello representa una amenaza para ti - señaló al final.

El joven príncipe solo pudo cruzar los brazos y hacer un adorable puchero. No había forma alguna de rebatir aquello. No obstante, el sonido de alguien acercándose los hizo tirarse al suelo. Los habían descubierto.

- Pero si es el príncipe de Siam y su fiel perro faldero - dijo uno de los hombres que lo apuntaba con una espada.

- Otro perro que sabe hablar - alegó Sea con rabia. Nadie llamaba perro a Jimmy. Nadie - al menos el mío entiende de lealtad y no se vende por unas cuantas monedas y ataca a sus invitados -

El hombre se abalanzó contra Sea pero este saltó lejos tratando de alejarse de Jimmy. Estaba herido y no iba a dejar que nadie lo lastimase más, tal vez él no era un digno guerrero como lo era Jimmy pero iba a darlo todo con tal de cuidar y defender al otro.

Su enemigo caminaba hacia él blandiendo la espada a diestra y siniestra. Sea contestaba los ataques como podía y como Jimmy le había enseñado, aunque era más que evidente que no podía compararse con él. Tenía que disculparse con su guerrero por todas las veces en las que se quejó del duro entrenamiento.

Entonces Sea decidió usar su mejor arma: ser escurridizo. Y no solo por su bien sino por el bienestar de Jimmy. Su plan era llano y simple, éste consistía en alejar a ese hombre del lugar en el que estaban para que no le prestase la más mínima atención a su herido guerrero, además de esa manera también evitaba que los refuerzos llegasen a donde estaba un muy lastimado Jimmy.

- ¡No intentes escapar! - el gritó el enemigo mientras corría detrás de él - ¡No seas cobarde! - volvió a gritar con furia.

- No es como que emboscar dos invitados extranjeros te haga muy valiente que digamos ¿Lo entiendes, verdad? - replicó Sea corriendo delante del hombre alejándose del área en la que había dejado a Jimmy.

No obstante, el hombre que estaba tras sus pasos le arrojó su adarga (escucho hecho de cuero de forma ovalada) lo que lo hizo tropezar y caer bruscamente de espalda contra el suelo. Sin embargo, parecía que la fortuna le sonreía a Sea o tal vez su contrincante no esperaba tener tan excelente puntería pues no reaccionó a tiempo cuando Sea quedó en el suelo y cayó prácticamente encima de él, cosa que el joven príncipe aprovecho para empuñar su krabi y cortarle el cuello.

Un jadeante Sea se quitó de encima al hombre arrojándolo violentamente hacia un lado. Nadie excepto Jimmy podía estar sobre él, aunque evidentemente bajo otras circunstancias. Se limpió la sangre del hombre que había ensuciado su rostro y solo para estar seguro de que aquel sujeto ya no representaría una amenaza para ellos, le arrojó una enorme piedra sobre la cabeza.

- No me gusta pelear, yo una persona pacifista que vino con buenas intenciones a éstas tierras - susurró en voz baja - pero intentaron matarme y también a Jimmy y eso jamás se los voy a perdonar, conocerán entonces la venganza de Siam - y sin decir más, se alejó del sitio.

No estaba seguro si estaba yendo por el camino correcto. La pelea y el haber matado a aquel hombre lo habían desorientado un poco. Era la primera persona que asesinaba y esperaba que fuese la última. Jimmy llevaba ya varias en su lista y parecía no tener remordimiento alguno. Y no debería, lo había hecho para protegerlo y proteger el reino.

De pronto, el gritó de alguien pronunciando su nombre lo puso en alerta.

- ¡Sea! - escuchó nuevamente en la dirección a la que se dirigía.

- ¡Jimmy! - contestó de vuelta cuando notó que aquella voz que lo llamaba era la de su fiel guerrero - ¡Estoy aquí! - y entonces, Jimmy apareció detrás de los arbustos.

- ¿En qué demonios estabas pensando? - fue lo primero que le dijo el guerrero cuando lo tuvo cerca - ¿Cómo se te ocurre hacer algo así? ¿No pensaste que quizás pudo haberte matado? - estaba agitado, pero era por la preocupación al saber que Sea estaba en peligro.

- No deberías haberte movido de tu lugar Jimmy - fue lo único que dijo Sea - estás herido, y tus heridas pueden... -

- ¡Cállate Sea! - Jimmy acabó con el poco espacio que los separaba y lo envolvió en un fuerte abrazo - ¡Cállate, maldita sea! y más te vale que no vuelvas a hacer algo así ¿Me oyes? Nunca vuelvas a hacer algo así o te encerraré en tu habitación y tiraré la llave en el golfo de Siam - el alma le había vuelto al cuerpo al saber que su príncipe estaba bien.

- Aceptaré con gusto el encierro si te quedas conmigo - alegó Sea dejando caer todo su peso en aquel abrazo apretado en el que se encontraba.

- Siempre estaré contigo Sea - respondió Jimmy y besó el cabello del chico que tenía en brazos agradeciéndole a Buda por mantenerlo con bien y a salvo.

***

Reino de Siam. Año de 1786. (Sea 28 años / Jimmy 30 años).

Suspiró con cansancio después de estampar el sello del reino de Siam sobre el informe de gastos y ganancias del territorio que aún era gobernado por su padre. Llevaba más de dos horas revisando aquellos números y sentía que el amplio lugar que había sido designado como su despacho había reducido su tamaño considerablemente.

Miró con frustración la enorme pila de papeles que esperaban ser revisados al día siguiente e irremediablemente supo que aquel también sería un larguísimo día. Giró su cuello en señal de cansancio y entonces escuchó como la puerta se abría para cerrarse segundos después. No se molestó en abrir los ojos, sabía perfectamente quién era la única persona que entraba a su oficina sin pedir permiso y sin anunciarse.

- ¿Has terminado por hoy? - preguntó el recién llegado.

- Lo correcto sería preguntar si el trabajo no ha acabado conmigo - respondió Sea con un mueca de cansancio.

- Cierto, olvidé lo difícil y complicada que es la vida de un príncipe - expresó Jimmy con burla.

Sea se recargó en su asiento y observó con sagacidad.

- Ya lo ves, tengo que lidiar con una montaña de papeles y con guerreros descarados que entran a mi oficina sin permiso alguno, pobre de mí, no tengo tiempo ni de respirar - se quejó el príncipe.

Jimmy sonrió. Era una sonrisa pequeña que Sea tanto amaba. Jimmy no era un hombre de sonreír mucho, de hecho únicamente le dedicaba aquel gesto a él, así que atesoraba dicho gesto como su mayor tesoro.

- Si no descansas como deberías, provocarás otra guerra - advirtió Jimmy.

- No es necesario que recuerdes aquel incidente en territorio del Raj Británico, eso fue hace años y no puede considerarse como una guerra, fue solo una pelea sin mucha importancia en realidad - se quejó Sea - al final todos vieron que yo tenía razón y no tuvieron de otra que aceptar nuestras condiciones - alegó con orgullo.

- De igual manera, mi trabajo es velar su seguridad, su alteza - Jimmy podía burlarse de él todo lo que quisiera, eso había dejado de importarle hace mucho tiempo de hecho, le encantaba - y que descanses es parte de eso - sentenció el guerrero.

- Lo sé - afirmó Sea con seguridad - pero esto - señaló al montón de papeles que descansaba sobre su escritorio - es obra de mi padre, es una especie de castigo, el cual por cierto me tiene sin cuidado - añadió con una sonrisa maliciosa.

Sin embargo, el semblante de Jimmy se llenó de preocupación. Él mejor que nadie sabía porqué el rey querría castigar a su hijo.

- Sea, creo que... -

- Si lo siguiente que salga de tu palabra tiene que ver con que debo replantear mi postura, te juró que te haré dormir en el suelo durante un año completo - amenazó el príncipe interrumpiendo el discurso del otro.

- Sea... -

- También puedo hacer que duermas en la tina de baño, tú decides - volvió a advertir a lo que Jimmy bufó molesto.

- JimJim - Sea lo llamó con suavidad - ya hemos hablado de esto en más de una ocasión - se puso de pie y caminó hasta él para abrazarlo por detrás - no me importa lo que la gente diga de mí a mis espaldas, pueden decir todo lo que les plazca porque a mí no me quita el sueño - aseguró para después depositar un fugaz beso en el hombro del guerrero - no pienso casarme solo porque la gente dice que casi llego a los treinta, tú ya los tienes y no pasa nada - quiso bromear pero Jimmy no estaba de humor para eso.

- El pueblo no se preocupa por mí, tú eres el sucesor el monarca - se apresuró a remarcar Jimmy.

- Y en lo que deberían pensar es que soy un sucesor capaz de tomar el cargo, no en si tengo a mi lado a una mujer e hijos - Sea soltó a Jimmy y lo hizo girarse hacía él - y si nos les gusta, tengo primos que pueden hacerse cargo del reino ¿Por qué te preocupas tanto? -

- No puedo creer que lo manejes de esta manera, haces que todo parezca tan simple - Jimmy no podía evitar sentirse preocupado.

- Porque lo es JimJim - Sea amaba llamarlo así - ¿No eres tú él que siempre me ha hablado sobre la falsedad e hipocresía de nuestra sociedad y los títulos nobiliarios? -

- Pero esto se trata de ti... - y cuando se trataba de su príncipe, las cosas eran diferentes, no quería causarle problemas ni más discusiones con su padre.

- ¿Y qué? - preguntó Sea alzando las cejas divertido.

- El pueblo va a pedir tu cabeza como mínimo - dijo Jimmy con seriedad - dirán que estás loco o que te ha poseído el espíritu de algún naga maligno - agregó al final.

Sea sonrió. Jimmy realmente estaba preocupado por él y aquello conmovió más su corazón. ¿Quién diría que varios años después, aquel muchacho el cual la primer palabra que le dijo fue "tonto" estaría tan preocupado por él? Mucho menos imaginó que acabaría así: completa y absolutamente enamorado del prisionero su reino había rescatado y al cual siempre defendió. Y por supuesto nunca vislumbró que éste correspondería sus sentimientos. Aquello era todavía más insólito.

- JimJim, si en el futuro las cosas se complican, sencillamente dejaré mi cargo y abdicaré a favor de alguno de mis primos que éste dispuesto a cumplir con el cargo - informó Sea.

Jimmy lo observó en silencio y con seriedad. En algún punto del camino se había enamorado de Sea y ahora él era su todo. Sabía que lo de ellos era prácticamente prohibido, no estaba bien visto que el príncipe saliera con uno de sus lacayos, mucho menos siendo ambos hombres, pero Sea era terco, obstinado, testarudo y un completo cabezota que había desafiado a todos con tal de tenerlo a su lado. Sea había puesto siempre su amor como prioridad y de alguna manera lo agradecía, pero no dejaba de pensar que tal vez estar juntos no era tan buena idea.

- No me digas que te has acostumbrado a esta vida y que no serás capaz de vivir conmigo como un simple plebeyo - comentó Sea a manera de broma - ¡Ay no! ¿Estás solo conmigo por mi estatus? ¿Acaso te quedarías con la persona que tome mi lugar si yo renunció al cargo? -

- ¿Sabes? Ni siquiera pienso responder a tus tonterías - replicó Jimmy evidenciando molestia. ¿De verdad Sea pensaba eso de él después de todo lo que habían pasado juntos?

- Tonto, sabes que solo estoy bromeando - Sea rodeó el cuello de Jimmy con sus brazos y su tono de voz cambió a uno más meloso - a estas alturas no tengo ninguna duda sobre nuestro amor JimJim - dejó un fugaz beso en los labios del otro y le regaló una sonrisa de oreja a oreja.

- Siempre estaré a tu lado Sea - aseguró el guerrero con seguridad - sin importar si eres un príncipe o un ciudadano común y corriente -

- Entonces no volvamos hablar del tema - pidió el príncipe - entiendo lo estúpidos que pueden ser el resto de las personas, pero tú estás siendo absolutamente ridículo, sabes que para mí eres mucho más importante que mi corona y mi posición social, no hay nada que me importe más que tú, y nunca voy a renunciar a ti - Jimmy apretó su agarre y lo acercó más a él - nunca podrás deshacerte de mí, me tendrás contigo el resto de tu vida - y aunque Sea trataba de sonar amenazador, Jimmy sencillamente lo encontraba adorable.

Era feliz. Como nunca lo había sido en su vida. Besó a Sea sin reparos ni miramientos, sin importar incluso que alguien pudiera verlos. Ya todos sabían de la relación que mantenían y aunque era un secreto a voces, ellos iban a luchar contra viento y marea con tal de estar juntos. Si el futuro se mostraba incierto ante ellos, al menos tenían la convicción de que sin importar nada estarían uno al lado de otro, apoyándose, cuidándose y sobre todo amándose como desde el primer momento en que sus miradas se cruzaron por primera vez.

FIN.

Gracias por leer. Nos leemos en la próxima historia.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro