[22] Simon y la cita del almuerzo

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Estábamos sentados en nuestro puesto habitual en el bar. Barney estaba sentado en una silla aparte, y yo estaba sentada en su regazo. Y Ted nos estaba contando una historia.

—Así que, salgo esta mañana y ¡burr!, estaba helando. De modo que voy hacia allí, y no sé por qué sigo hablando, cuando está claro que todos nos hacemos la misma pregunta. ¿Qué está pasando con los pechos de Robin.

—Yo no me estaba haciendo esa pregunta —le dije, alzando una ceja.

—Un viejo amigo canadiense está aquí y he quedado con él para tomar algo —contó Robin.

—¡Ooh! ¿Alguno con el que fuiste a Degrassi? —preguntó Barney, y chocamos los cinco con una sonrisa.

—No. En realidad, fue mi primer novio. Simon. Para mí era el tío más guay del mundo. Olía a Varón Dandy. Hacía piruetas con el monopatín. Y, tenía la colección más increíble de camisetas del Hard Rock Cafe que podáis imaginar. Ah, pasamos todo un verano locamente enamorados.

—Dime más, dime más, ¿si es un rollo fugaz? —cantó Barney, haciéndonos reír a todos.

—¡Hoy estás que te sales! —felicité a mi novio y se rió. Me volví hacia Robin—. Entonces, ¿qué pasó con el querido y viejo Simon?

—Una noche, después de que su grupo acabara de tocar, estaba cargando la furgoneta, y cuando terminé, me cogió de la mano y me miró a los ojos. Nunca olvidaré lo que dijo. «Escucha, nena. Se acabó. Voy a volver con Louise Marsh».

—¿Louise Marsh? Es el mayor nombre de puta que he oido —comentó Lily.

—Sí, ¿y por qué iba a querer volver con Louise Marsh? —preguntó Marshall.

—Sus padres pusieron una piscina —respondió Robin y continuó contando la historia—. Así que cuando me fui a ir, me llamó y me dijo: «Te falta cargar la batería».

—¡Oh, no! —exclamó Marshall.

—Dime que no cargaste la batería —le rogó Ted.

—Lo hice.

Todos gruñimos; Barney enterrando su cara en mi hombro.

—¿Y ahora viene aquí? Robin, ¿por qué quieres ver a ese tío? —preguntó Marshall, y su mujer contestó de inmediato.

—Uh, ¡yo sé por qué! Pretendes quedar como ganadora.

—No tengo ni idea de lo que estás hablando —Robin cerró los ojos mientras negaba con la cabeza.

—Sí que lo sabes. Siempre que vemos a alguien después de largo tiempo, aunque lo neguemos, siempre hay un claro vencedor y un claro perdedor —explicó Ted, interrumpiéndola.

—Ya que sacas el tema, veamos quién tiene más puntos. Bien, veamos, Simon sigue viviendo con su mamá.

—Punto para Robin —señaló Ted.

—Él nunca llegó a ser estrella del rock.

—Punto para Robin —dijo Lily.

—Trabaja en un parque acuático en las afueras de Ottawa.

—Punto para Simon —soltó Marshall, esbozando una gran sonrisa.

—Espera —lo detuvo Ted y desvió la mirada hacia Robin—. ¿Tiene una piscina de olas?

—No.

—Oh, punto para Robin —se corrigió Marshall, y se señaló los cinco dedos que tenía levantados—. Son cinco a cero. No hay manera de contrarrestar eso.

—Sí, lo tiene crudo. A menos que esté más bueno que antes —llevó su mirada hacia la entrada del bar—. Ahí está.

Cuando lo vi, escondí mi cara en el cuello de Barney, tratando de no reír demasiado alto.

—Hola nena.

—Ay Dio' mío —Robin soltó una extraña risita. La miré con las cejas fruncidas. 

Justo en ese momento, sonó mi teléfono.

—Disculpadme un momento. Ahora vuelvo.

Salí a la calle y me puse el móvil en la oreja antes de contestar a la llamada.

—¿Hola?

—Lauren.

Me congelé.

—¿Papá?

—Sí, ¿cómo estás?

—La última vez que lo comprobé no te importaba —envolví mis brazos alrededor de mí.

—No te comportes como una cría, querida.

—No me trates como a una cría, Padre. La última vez que hablamos me dijiste que no querías volver a verme.

—Tu madre me ha hecho saber que es probable que yo haya actuado de forma irracional. No puedo forzarte a entrar en la abogacía. Es tu decisión.

—Me alegro de que veas las cosas a mi manera —le contesté.

—Pero ahora, la verdadera razón por la que llamo. He oído que tienes novio.

—¿Dónde has oído eso?

—Un compañero de la universidad los vio juntos. Trabaja en el GNB —respondió y asentí con la cabeza. Eso lo explica todo—. Organiza un almuerzo. Quiero conocer a este hombre.

—No —contesté de inmediato. Él suspiró en el teléfono.

—Es el derecho de un padre-

—Has perdido el derecho a llamarte mi padre —le interrumpí—. Me dijiste que no era tu hija, así que eso significa que no eres mi padre. No tienes derecho a aprobar a mi novio.

—Lauren... admito que cometí un error al reaccionar de esa manera. Me disculpo. ¿Me permitirás este almuerzo, no sólo para conocer a este novio, sino también para ofrecer mis disculpas?

Ahora fue mi turno para suspirar.

—¿Qué tal mañana por la tarde?

—Perfecto.

—Genial. Te enviaré la dirección por mensaje de texto —terminé la llamada y volví a entrar en el bar. Me acerqué a la mesa y agarré del brazo a Barney, apartándolo de ella para hablar.

—Eh, ¿qué pasa? —preguntó.

—Mañana almorzamos con mi padre —informé. Levantó las cejas—. Me acaba de llamar. Quiere almorzar con nosotros para disculparse conmigo y conocerte.

—¿Y tú le crees?

Sacudí la cabeza.

—Creo que está lleno de mierda, pero ya está programado. Vendrás conmigo, ¿verdad?

—Yo... lo haré, pero que sepas que nunca he sido de los que conocen a los "padres".

—Cuando se trata de mi padre, nadie lo es.

Asintió con la cabeza, y yo lo besé de forma fugaz antes de volver a la mesa con los demás.

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