Noche sin recuerdo

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Las mañanas siempre han sido mi momento favorito del día. Acostumbraba a disfrutar de duchas reconfortantes con agua tibia, de cepillar mis dientes hasta dejar mi aliento fresco, de vestirme con ropa cómoda y de encontrar mi habitación impecablemente ordenada. El desayuno solía esperarme abajo, listo para ser devorado. Sin embargo, esta mañana era diferente.

Desperté con un sabor de alcohólico en la boca, mi cuerpo adolorido y un hambre voraz que se mezclaba con náuseas al solo pensar en comida. Al abrir los ojos, me doy cuenta de que definitivamente no estaba en mi habitación. Esta era más sombría y pequeña y muy fría.

Al girar la cabeza, me encontré con la espalda desnuda y musculosa de un hombre a mi lado. Trato de no hacer ruido, pero mis ojos se abrieron desmesuradamente al darme cuenta de la situación. Había pasado la noche con alguien, pero no tenía idea de quién era. No recordaba absolutamente nada. Maldije en silencio por no haber escuchado los consejos de mi madre sobre beber siendo menor de edad, mucho menos como lo hice anoche.

Visualizo la habitación detenidamente tratando de entender y saber dónde estoy. Bajo mi mirada hacia mi cuerpo y descubro que estoy cubierta por un cubrecama blanco. Reso en silencio para que lo que estoy viviendo en este momento no sea real. No puede ser posible que mi primera vez transcurra de esta manera absurda y con alguien desconocido. Al levantar el cubrecama, descubro que sigo vistiendo el pequeño vestido color champagne que me prestó ha prestado Dafne la noche anterior.

Cierro los ojos en un intento desesperado por recordar lo sucedido, pero solo puedo evocar la diversión con los chicos en la discoteca. Nada más. Al abrir los ojos, aparto mis pensamientos y me concentro en escapar antes de tener que pasar un momento incómodo con este tipo y que mis padres desaten el escándalo del año. Con movimientos lentos, me deslizo hacia el borde de la cama y aparto el cubrecama de mi cuerpo.

Me pongo de pie, sintiendo cómo mis piernas débiles y temblorosas luchan por mantenerse firmes. Busco mis tacones con la mirada y percibo un movimiento en la cama detrás de mí. Santo cielos ¿esto me pasa solo a mi?.

—¿Bridget? —una voz familiar suena detrás de mí. Exhaló casi quedándome sin aire y volteo hacia atrás.

Me giro para enfrentarla y me encuentro con Jasper, su mirada fija en mí con una expresión extraña. Trago saliva con dificultad y siento que mi respiración comienza a descontrolarse. No puede estar pasándome esto con él, no, no. Me levanto bruscamente de la cama,y paso ambas manos por mi cabeza y camino de un lado a otro en un frenesí desesperado.

—¿Qué te sucede?—me pregunta con voz muy relajada.

—¿Qué me sucede? —contesto alarmada, me acerco a él y lo empujo, cae de espaldas en la cama y arquea una ceja— ¡¿Cómo pudiste hacerle esto a Dafne, Jasper?!—grito mientras paso mis manos temblorosas y frías por mi rostro.

—¿Hacerle qué, Bridget? —interroga con voz confundida.

—¿Cómo qué hacerle qué? Eres un descarado. Mira lo que hemos hecho. Ella es tu novia y mi mejor amiga. —digo bajando la voz, sintiendo que el aire se me escapa.

—Ey, esto no es lo que estás pensando. —dice soltando una risa nerviosa.

—¿Q... qué? —balbuceo.

Antes de que pueda responderme la puerta de la habitación se abre de golpe y me encuentro con las miradas de Dafne que entra con Tom siguiéndola. El silencio ensordecedor se apodera de la habitación dejandonos en un suspenso terrible. Ella mira a Jasper con los ojos abiertos, niega con la cabeza y una lágrima recorre su mejilla. Luego me mira a mí y en ese instante siento cómo mi corazón se rompe al ver en sus ojos la furia y decepción que me dedica.

—Pensé que era otra persona, pero eres tú, Bridget, —murmura después de un rato.

—Amigo, ¿qué has hecho? —dice Tom desde atrás.

Tom se acerca y me escudriña de pies a cabeza como si fuera basura. Jasper se levanta bruscamente y se dirige hacia Dafne, quien lo empuja con fuerza. No puedo moverme, mis sentimientos me confunden y la verdad no entiendo nada.

—Dafne, esto no es lo que acabas de ver, cariño, — dice acercándose de nuevo a ella, que ahora está recostada en una pared sollozando.

—¡Aléjate, eres una porquería, ambos lo son! — le grita a Jasper. Esas palabras me hieren como cuchillos. Me acerco a ella sin saber qué decirle, estoy tan confundida como ella.

—Dafne, escúchame...

—¡Cállate, perra! ¿Cómo te atreves a llamarte mi mejor amiga? —dice acercándose a zancadas y me abofetea.

Todo queda sumido en un silencio ensordecedor y rompo en lágrimas. Me lo merezco, soy una idiota, una inmadura. Pongo mi mano en la mejilla adolorida y la miro con su mirada llena de ira; quiero disculparme pero las palabras no salen.

—¡No vuelvas a hablarme ni buscarme! ¡Le diré a todo el instituto lo zorra que eres! —grita mientras se acerca a mí nuevamente. Tom la toma del brazo y la aleja de mí antes de que pueda golpearme de nuevo

—¡Suéltame! ¡Suéltame! —Exclama tratando de safarce del agarre de Tom

—¡Salgan ambos de aquí ya! — ordena Tom furioso deteniéndola. Miro a Jasper; su expresión es inexplicable.

Tomo mis tacones, y salgo corriendo con las lágrimas deslizándose por mis mejillas. Confundida, miro a mi alrededor sin reconocer dónde estoy. Diviso el ascensor y me precipito hacia él. Presiono el botón frenéticamente y, al mirar hacia la habitación de la que acabo de salir, un sollozo se escapa de mis labios. Tapo mi boca con una mano, el ascensor se abre y entro apresuradamente, seleccionando la planta principal.

Una vez dentro, me dejo caer en el suelo al cerrarse las puertas, intentando liberarme de mis pensamientos. ¡¿Porque no puedo recordar nada!? Estúpido alcohol y estúpida. El ascensor vuelve a abrirse minutos después, en uno de los pisos pero nadie sube. Observo la planta vacía y noto lo temprano que es; apenas amanece. Las puertas se cierran de nuevo y continúa descendiendo. Me pongo los tacones, limpio mi rostro y respiro hondo antes de incorporarme. Tras varios minutos, finalmente llego a la planta principal y salgo.

Salgo apresuradamente del ascensor y atravieso la planta baja, donde encuentro a varias personas disfrutando de su café matutino, leyendo el periódico, limpiando y trabajando en la recepción. Algunos me miran de forma extraña, y puedo imaginar por qué. Mi vestido quizás es demasiado llamativo, mi semblante seguramente es de drogadicta y mi cabello está fuera de control. Empujo las imponentes puertas dobles y me encuentro con el frío aire invernal. Paso mis manos por mis brazos para darme algo de calor, cruzo la calle y observo el imponente nombre del hotel.

Comienzo a caminar sin rumbo fijo, perdida en mis pensamientos. Recorro varias calles solitarias y gélidas hasta divisar un taxi que se acerca. Extiendo mi mano para detenerlo y, al lograrlo, abro la puerta del copiloto y me sumerjo en su cálido interior, sintiendo un alivio momentáneo.

—¿A dónde desea ir, señorita? —me pregunta el amable conductor mayor, con cabello canoso. Le indico la dirección y él asiente comprensivamente. Cierro la puerta y me dejo llevar por el trayecto a casa, intentando bloquear cualquier recuerdo y no llorar.

Al bajar del taxi, me doy cuenta de que olvidé pagarle y dejé mi bolsa en el hotel.

—Un momento, por favor. Voy a buscar el dinero —le digo al conductor, quien asiente sin decir nada.

Caminando hacia la puerta de mi casa, siento cómo mi corazón late con fuerza. Al abrir la puerta, el silencio me recibe. Frunzo el ceño y dirijo mi mirada hacia la cocina vacía, pero algo en el frutero llama mi atención: una nota. Al acercarme, reconozco la letra de mi madre.

“Cuando llegué hablamos.”

Arrugo la carta entre mis manos y la arrojo en la pequeña cubeta junto a la nevera. Me encamino hacia la habitación de mis padres y abro el cajón de la mesita de noche, donde siempre guardan dinero. Tomo un poco y salgo para entregárselo al conductor.

—Tome, disculpe las molestias —le digo cuando llego al coche. Él sonríe.

—No hay problema, niña —responde antes de arrancar el auto y marcharse.

Al regresar a casa, un suspiro escapa de mis labios al sentir la soledad que me envuelve cada día. Aunque estoy acostumbrada a ello, todavía me siento desconcertada por mis padres.

Entro en mi habitación, tan ordenada, vacía y fría como yo. Me despojo de la ropa y la dejo sobre mi gran cama con sábanas y almohadas color crema. Agradezco tener el baño dentro de la habitación; mis pies no soportan más estos tacones que me han matado, así que los quito y los dejo a un lado. Camino hacia el baño y me meto en la ducha, donde el agua tibia me reconforta en estos días. Realizo mi rutina en absoluto silencio, sin la música de fondo habitual. Mi mente no está para eso en este momento.

Paso el jabón por mi piel con cierta repugnancia hacia mí misma, tratando de evitar que los recuerdos dolorosos resurjan. Después de varios minutos, salgo de la ducha y me dirijo al amplio armario lleno de ropa femenina y de marca que mamá compra para mí, pero hoy busco algo más cómodo. Elijo un pantalón de dormir, una sudadera y mis medias. Me siento frente al tocador y finalmente me enfrento al espejo: mi rostro cansado, mi cabellera rubia húmeda cayendo en cascada sobre mis hombros y mis ojos enrojecidos por las lágrimas.

Tomo un mechón de mi cabello y el cepillo de mi tocador, repleto de diversas cosas. Paseo el cepillo por mi melena, desenredándola por completo mientras me observo fijamente en el espejo. Aunque siento un nudo en la garganta y unas ganas abrumadoras de llorar, me contengo; no deseo recordar todo lo acontecido.

Me levanto, me acuesto en la cama y fijo la mirada en el techo. Sin darme cuenta, el cansancio me vence y caigo en un profundo sueño.

Abro los ojos al escuchar el ruido que parece provenir de la cochera. Me levanto y camino hacia la pequeña ventana de mi dormitorio. Como esperaba, veo el auto de mi madre. Me alejo de la ventana y me dirijo hacia mi mesita de noche, donde encuentro mi celular cargando. Creo que lo dejé ahí desde ayer. ¡Dios mío, qué irresponsabilidad la mía! Lo tomo y compruebo la hora: son las seis cuarenta de la tarde. He dormido demasiado. Paso mis manos por el cabello tratando de acomodarlo y me siento en el borde de la cama para revisar mi dl montón de notificaciones que invaden la pantalla principal. Me adentro a las notificaciones y veo que son comentarios de una publicación que desconozco.

Observo varios comentarios de los chicos del instituto. Mis ojos se abren sorprendidos y comienzo a leer. El recuerdo golpea con más fuerza y mi corazón se estruja en mi pecho. Accedo al post que Dafne ha subido hace una hora y leo: 'La verdadera tristeza es cuando descubres a tu mejor amiga y a tu novio engañándote'. Los comentarios desagradables de mis compañeros inundan la publicación. Seco las lágrimas que comienzan a brotar de mis ojos, apago el teléfono y lo dejo a un lado. No puedo lidiar con esto. Paso ambas manos por mi cabello frustrada y aún confundida sin saber de verdad que está pasando quiero llamar a Jasper pero siento miedo de que sea verdad, aunque lo dudo. Dios, Esa publicación se volvió viral en una hora; seguramente todos ya lo saben.

La puerta se abre a mi lado y veo a la mujer rubia de ojos azules que me observa fijamente. Se acerca hacia mí con paso lento y se sienta a mi lado.

—Hola, angel —saluda mi madre.

—Hola, madre —respondo con desgana.

—Te dejé una nota esta mañana —informa.

—Sí, ya la he leído. No quiero que me regañes ahora, por favor. No estoy de humor —digo en un murmullo.

Volteo para enfrentar su mirada. Su maquillaje perfecto la hace parecer no una chef, sino una modelo; su cabello está recogido en una coleta y aún lleva puesto su uniforme de trabajo.

—Tenemos que hablar, angel. Sabes que lo que has hecho no está bien —dice ahora con voz más firme.

—Mamá, te he dicho que no ahora —la interrumpo y me levanto de su lado.

—¡Siempre quieres hacer lo mismo: evadir a tu padre y a mí cuando te decimos las cosas por tu bien!

—¿Mi bien? Mamá, ni siquiera te has molestado en preguntarme qué me pasa o qué he pasado. ¿Cómo puedes decir que los ignoro si ustedes no lo hacen conmigo? —digo furiosa. Mi madre me mira con frustración.

—Siempre es igual, Bridget. Te escudas en la atención que te damos Ben y yo para evadir tus problemas —me reprocha.

—Sí, porque sabes que es cierto, mamá. Solo te importa la reputación de la familia y nada más. Venías a asegurarte de si alguien conocido me había visto disfrutando con mis amigos, ¿verdad? Pues no, mamá, nadie me vio. Estás siendo paranoica.

—¡Cállate! —ordena furiosa al levantarse de la cama y dirigirse hacia mí—. Respétame, soy tu madre. Baja la voz. Estás castigada a partir de hoy y hablarás con tu padre por la mañana.

Sale de la habitación sin decir una palabra más. Caminé hacia la puerta y la cerré de golpe. Me senté y pasé mis manos por la cara, sintiendo frustración y tristeza. ¿Por qué a mí? ¿Por qué me dieron esta vida que se siente como una total porquería? Pateé el suelo con frustración y grité fuertemente, experimentando un gran alivio en mi pecho. No me importaba si mi madre me escuchaba, me daba igual. En ese momento, el timbre de mi teléfono me sobresaltó. Me levanté del suelo y me dirigí hacia él. Era una llamada de Jasper. Quise contestar, pero finalmente colgué. No estaba lista para enfrentar la verdad, quería hacerlo sola y asumir mi maldito error.

A la mañana siguiente, después de apenas dos horas de sueño, pasé casi toda la noche pensando inútilmente en lo que había sucedido con Jasper. No recordaba nada y algo extraño en mi corazón hacía sentir como si en realidad nada hubiera pasado; era como un presentimiento. Comencé a considerar las diversas posibilidades de lo que pudo haber ocurrido con Jasper, pero ni siquiera podía imaginarlo a él y a mí besándonos. Éramos como hermanos; literalmente, su cabello era tan suave como el mío y sus ojos se parecían a los míos. Nos conocemos desde pequeños y es mi mejor amigo. Ni borracha creería que haría semejante estupidez con él. Sin embargo, lo que no entendía era por qué estábamos durmiendo en la misma habitación.

Realizo mi rutina matutina, tan aburrida y ordenada como siempre. Ordeno mi cama y, con curiosidad, miro el teléfono en busca de novedades. Sin embargo, decido posponer esa tentación; mi teléfono no paró de sonar anoche con innumerables notificaciones y llamadas de un número desconocido. Mis pensamientos se ven interrumpidos por un golpe en la puerta de mi habitación. Me dirijo a ella y la abro encontrándome con el alto hombre cabello castaño frente a mi con una pequeña sonrisa.

—Buenos días Angel —saluda papá acercándose y dándome un abrazo

—Buenos días, padre —respondo, acercándome para abrazar su alto y fornido cuerpo.

—¿Cómo estás? —me pregunta. Retrocedo un par de pasos y asiento con la cabeza en señal de respuesta.

—Me dijeron que no cenaste anoche. Anímate a desayunar con tu padre.

Aunque me resulta extraño, acepto la invitación. Él desciende primero mientras yo termino de hacer mi cama. Al llegar a la entrada de mi habitación, me quedo paralizada. Mi padre nunca me ha hecho este tipo de invitaciones... ¿Y si ya sabe lo de Jasper? Dios mío, qué desastre. Aunque lo peor que podría hacer es mandarme a un internado lejos de aquí. No estoy segura si se ha dado cuenta o si prefiere hablar de otro tema. Mejor bajo.

Al bajar, lo encuentro sentado en el comedor, leyendo el periódico como siempre. Me siento con precaución, como si temiera lo que está por decir. Tomo un pedazo de pan y lo como lentamente mientras observo a mi padre hojear el periódico.

—Me he quedado hasta esta hora por ti, Ángel. Necesito hablar contigo —finalmente dice con seriedad, apartando el periódico y clavando sus pares de ojos oscuros en mi.

—Papá...

—Déjame hablar. Sé que aún conservas esa etapa adolescente dentro de ti, cariño, pero ya tienes dieciocho años. No puedes seguir teniendo arrebatos porque tu madre y yo no estamos aquí lo suficiente. Tenemos que trabajar, amor mío, y el hecho de que no pasemos tanto tiempo contigo no te da derecho a gritarle a tu madre —dice. Mi corazón se serena y mi cuerpo se relaja en la silla, pero aún asi me siento muy mal.

—Lo siento —murmuro.

—Debes disculparte con tu madre de corazón —me dice, levantándose y ajustándose su uniforme policial, mientras me mira fijamente .

—Lo haré, papá —respondo mientras saboreo mis huevos revueltos.

—Está bien, Ángel. ¿Te llevo al instituto? —pregunta con una sonrisa.

—Hoy no, padre. No me encuentro muy bien —contesto.

—Y respecto a la fiesta, no olvido lo ocurrido. Apoyaré a tu madre en la decisión del castigo. Creo que pasar tanto tiempo con Dafne te está cambiando y no me agrada eso —las palabras de mi padre me golpean una vez más al mencionar el nombre de mi mejor amiga, sintiendo un dolor en el pecho. —Necesitas concentrarte en tus estudios y sería bueno que fueras hoy.

—Papá, de verdad no me siento bien para ir hoy —le digo con determinación. Me mira seriamente.

—Está bien, cuídate entonces. Nos vemos esta noche —dice acercándose a mí para darme un beso en la frente antes de marcharse.

Después de terminar de comer, mis pensamientos siguen centrados en Dafne y en la necesidad de visitarla para disculparme, aunque me siento perdida sobre cómo hacerlo. Decido lavar los platos y limpiar todo, temiendo la reacción de mi madre si encuentra un desastre en la cocina. Subo las escaleras con determinación, preparándome para llamar a Dafne y acordar una reunión; sé que es lo mejor para desahogarme y que ella también merece escuchar mi versión.

Mientras subo las escaleras, escucho un golpe en la puerta. Seguro papá ha dejado algo. Pero si el tiene la llave ¿por qué no entra? Me encamino a la puerta al abrirla me encuentro con la mirada de Jasper, me quedo en shock y siento un sabor amargo aún por lo de la noche pasada.

—¿Puedo entrar? —pregunta finalmente.

—S... sí, — respondo permitiéndole pasar. Quiero saber que es lo que tiene que decirme

Nos dirigimos a la sala en absoluta quietud, cada paso parecía una eternidad. Al sentarnos en el sofá, Jasper carraspea.

—Necesito decirte algo, Bridget, —dice girando su mirada hacia mí.

—Espero que sea lo que necesito escuchar, Jasper. —digo estrechando su mirada, el asiente y inhala y exhala.

—Vale se que talvez no me creas o sigues confundida pero es que la verdad entre tu y yo no ha pasado nada Bridget —explica muy casual, suelto un montón de aire de mi pecho que no quiera sabía que contenía.

—Entonces, ¿por qué estábamos durmiendo juntos? ¿Y tú sin camiseta? —pregunto aún con dudas.

—Estabas muy mal. Habías ido varias veces al baño y, en la última ocasión, decidí acompañarte al ver tu estado. Dafne estaba bailando, así que no quise molestarla. Cuando te dieron náuseas, llevaba el teléfono en la mano y al intentar sostener tu cabello para evitar que se ensuciara, se me cayó al inodoro. Al tratar de recuperarlo, te incorporaste y volviste a vomitar, esta vez sobre mi ropa. Conoces mi naturaleza; jamás habría salido a un lugar con cientos de personas llevando mi ropa manchada. Salí discretamente por la puerta trasera contigo, ya que estabas casi inconsciente, y pedí un Uber que nos llevase al hotel más cercano. —Hace una pausa, sonríe y niega con la cabeza

—Alquilé una habitación con la idea de dejarte descansar, pero empezaste a quejarte porque no te querias quedar sola. Decidí esperar a que te durmieras antes de irme, pero pasaste mucho tiempo despierta. Tuve que quitarme esa ropa para secarla y me acosté a tu lado para esperar; finalmente me quedé dormido. Bridget, lamento sinceramente haberte puesto en esta situación.

—No fue tu culpa, de hecho, soy yo quien debe pedirte disculpas por el espectáculo vergonzoso al que te sometí. Esta situación es una locura total. Me imagino cómo debe sentirse Dafne — digo con tristeza. —¿Has intentado hablar con ella? —pregunto mientras me mira con expresión apesadumbrada. Dios lo peor que he echo en mi vida es esto.

—He intentado comunicarme con ella de todas las formas posibles: llamadas perdidas, mensajes de voz, mensajes por todas partes, pero simplemente me ignora. Y ahora, con la publicación en Instagram que se ha vuelto viral, prácticamente todos nos ven como amantes, lo cual es repugnante. No sé qué más hacer. Quiero ir a su casa, pero ya sabes que su mayordomo es como un padre para ella y seguramente me echaría a patadas — explica consternado.

—Quizás mañana podamos ir al instituto y enfrentar todo esto. Como dice tu padre, 'el que nada debe, nada teme', ¿verdad? — comento con una media sonrisa mientras él asiente.

Tras conversar y aclarar varios puntos con Jasper, decidimos que cada uno llegaría a la escuela por separado para evitar levantar más sospechas y afrontar lo que venga. Me encuentro sola de nuevo, experimentando esa sensación de vacío y tristeza una vez más.

Estos pequeños momentos de soledad siempre me afectan; he llegado a la conclusión de que tengo dificultades para estar sola, experimentando un profundo vacío en mi pecho. Mi madre nunca me permitió tener una mascota debido a su aversión por los pelos, garrapatas, piojos y suciedad que estos animales podrían traer. A pesar de mis ruegos, ella se mantuvo firme en su decisión, contando con el apoyo incondicional de mi padre.

Quizás si alguien más escuchara cómo hablo de mis padres, pensarían que los odio con toda mi alma; sin embargo, la verdad es que los amo a ambos, aunque siento un leve resentimiento hacia ellos desde hace años, un sentimiento que no logro cambiar. Desde mi adolescencia, mis padres dejaron de contratar niñeras debido a las travesuras y bromas pesadas que les hacía para que se fueran, buscando así tenerlos solo para mí al menos un día completo mientras entrevistaban a otras personas. Este ciclo se prolongó hasta mis 15 años, cuando mis padres consideraron que ya era lo suficientemente mayor como para quedarme sola como una joven adulta. A pesar de ello, seguía siendo solo una niña para ellos; su enfoque siempre ha estado en su trabajo.

Me dirijo a mi habitación y escucho la puerta principal abrirse detrás de mí. Al girarme, veo a mi madre luchando por sostener varias bolsas de alimentos mientras intenta abrir la puerta. Me acerco rápidamente para ayudarla, y ella me sonríe como si nada hubiera pasado. Sin embargo, sé que debo pedirle disculpas; hacerlo aliviaría el peso que siento en mis hombros. Al llegar a la cocina, comienzo a organizar todo en su lugar.

—¿Cómo te fue? —pregunto rompiendo el silencio.

—Bien. ¿Y tú? ¿Cómo fue tu día? Tu padre me dijo que no te sentías muy bien —responde, quitándose el delantal gris de su uniforme.

—No me sentía bien, pero ya estoy mejor —contesto, y ella asiente. —Mamá, quería pedirte disculpas por cómo te hablé anoche —digo, y ella detiene lo que está haciendo en el fregadero, levanta la vista y me sonríe.

—Tranquila, mi ángel. Todos tenemos momentos de frustración. Y perdóname a mí también; sé que a veces puedo ser un poco agobiante —dice acercándose a mí. Actúo instintivamente y le doy un abrazo, al que ella corresponde.

—¿Estás segura de que todo está bien, mamá? —insisto, sintiéndome mal porque siempre me perdona con una paciencia infinita.

—Sí, ángel, tranquila —dice apartándose con gracia y dejando al descubierto una sonrisa que ilumina la habitación con sus perfectos y hermosos dientes.

—De acuerdo, mamá. Quiero que sepas que te quiero, aunque a veces pueda parecer lo contrario —le confieso, sintiendo un alivio reconfortante al expresar mis sentimientos.

—Lo sé, ángel —responde ella con calma, alejándose un momento para abrir una de las bolsas que trae consigo.

—¿Comida china? —ofrece con una sonrisa pícara, sacando varias bandejas repletas de manjares exóticos y deliciosos.

—Mamá, ¿tanta comida china? —pregunto boquiabierta al ver la cantidad abundante de bandejas apiladas sobre la isla.

—Bueno, resulta que el señor Nowak me pidió que te trajera esto. Es muy amable; sin embargo, su esposa es toda una pesadilla —bromea con picardía, provocando en mí una carcajada espontánea e irreprimible.

Después de casi forzar la puerta de la nevera con el montón de comida china que mi madre y yo metimos dentro, decidimos sentarnos a disfrutar un banquete improvisado mientras ella me comparte de su día . Al terminar nuestra cena juntas, nos dirigimos al fregadero para lavar los platos en un silencio cómodo pero extraño para mí. Siempre he sido una persona habladora y risueña; me encanta compartir momentos alegres y divertidos, algo que solía hacer siempre con Dafne. Es una pena que las cosas no estén bien entre nosotras en este momento; desearía poder ir a su casa y tener una de nuestras clásicas pijamadas.

Subí a mi habitación después de que mamá se quejara de que su uniforme la estaba molestando. Sabía que quería irse a cambiar, así que la dejé en su habitación y subí a la mía. Mis padres duermen abajo, en su amplia habitación, mientras yo me encuentro aquí arriba, sola en mi cuarto. En varias ocasiones le he sugerido a mi madre que se mude a la parte superior de la casa, donde hay tres habitaciones más aparte de la mía, todas vacías. Sin embargo, mis intentos han sido en vano; mi madre insiste en que esas habitaciones son muy pequeñas, aunque para mí lucen lo suficientemente espaciosas.

En la planta baja se encuentran la sala, la cocina y la habitación de mis padres, ubicadas en el pasillo junto a la escalera.

Me recuesto en la cama y tomo mi teléfono de la mesita de noche. Lo enciendo y comienzo a revisar las múltiples notificaciones que han llegado.

Las notificaciones inundaban mi teléfono, desencadenando una oleada de rumores absurdos. Algunas hablaban de una supuesta relación pasada entre Jasper y yo, mientras que otras afirmaban habernos avistado juntos en la plaza ese mismo día. Los comentarios insólitos y las especulaciones sin fundamento comenzaban a sacarme de mis casillas. La frustración crecía al percatarme de que estos chismes falsos provenían incluso de personas que considerábamos amigos. ¿Hasta dónde puede llegar la gente en su afán por llamar la atención? Es desolador ver cómo algunos se rebajan a tal punto.

La avalancha de mensajes en el post era abrumadora, pero uno en particular logró sacudirme hasta el fondo. Mis ojos se abrieron con sorpresa y me dejé caer de golpe en la cama al leerlo. ¿Qué demonios? El comentario afirmaba sin tapujos que yo estaba embarazada.

Tras un profundo suspiro, aparto el teléfono a un lado en un intento por controlar mi ira y evitar decirles a la cara lo que realmente pienso. Elimino todas las notificaciones de un solo click, decidida a protegerme de los daños que buscan infligirme. Parece que buscan herirme deliberadamente, especialmente por no ser tan superficial como Dafne.

El brusco zumbido del teléfono me despierta de golpe. Al acercarlo a mi rostro, descubro con fastidio que son las 6 de la mañana. Maldigo en silencio mi descuido al quedarme dormida la noche anterior. Me levanto de un salto, despojándome rápidamente de la ropa mientras corro hacia el baño. Al abrir la ducha, un escalofrío recorre mi cuerpo al sentir el agua helada chocar contra mi piel caliente. Emito un quejido de dolor mientras mis piernas tiemblan por el frío intenso del agua. Me apresuro en enjuagarme rápidamente antes de cepillarme los dientes y salir del baño.

Al dirigirme al armario, suelto un suspiro frustrado al no tener ni idea de qué ponerme. Abro el cajón de la ropa interior y opto por mi sujetador habitual y mis calzoncillos boxer, aunque a mis dieciocho años me avergüence un poco usarlos. Las chicas de mi edad suelen preferir prendas más reveladoras, pero encuentro las bragas tradicionales incómodas e insalubres para mi gusto. Elijo unos leggings negros y una camiseta de manga larga azul oscuro mientras observo cómo la nieve cae con suavidad por la ventana, agradeciendo que no haya tormenta.

Desenredo mi cabello y lo dejo suelto para que se seque al aire mientras me calzo rápidamente mis botines blancos.

Apresuradamente, agarro mi mochila y mi teléfono, bajando los escalones casi corriendo al percatarme en la pantalla que el reloj se acerca a las siete. Mi madre está elegantemente vestida y radiante mientras prepara el desayuno de espaldas. Me dirijo hacia la cocina con entusiasmo.

—¡Hola, buenos días, mamá! —exclamo con efusividad. Ella se sobresalta y se gira, cruzando los brazos.

—¿Cuántas veces te he dicho que no me gustan los sustos, Angel?—reprocha enfadada.

—Lo siento, mamá. Siempre se me olvida — respondo mintiendo descaradamente. Sé que se asusta fácilmente, por eso disfruto gastándole bromas.

—Pero, ¿qué pasa? —interviene papá saliendo del baño con una toalla envuelta en la cintura y crema de afeitar en la barba mientras se acerca a nosotras.

—He asustado a mamá por décima vez este mes —cuento entre risas. Él se une a mi risa, mientras mamá resopla y vuelve a concentrarse en la deliciosa comida que cocina. El aroma me hace salivar, pero sé que debo apresurarme si quiero llegar temprano.

—¡Mamá, me voy! Llegaré tarde. Recuerden que hoy es Martes de pelis, elijan algo más actual y no vuelvan a poner de nuevo 'encontrando el destino'  —bromeo mientras me dirijo hacia la puerta principal.

—¿No vas a desayunar? —pregunta mi madre.

—¡No, mamá! ¡Me compraré un Starbucks! — grito desde la puerta.

—Eso no es comida —replica seriamente.

—¡Claro que sí! — respondo antes de salir. La brisa fría hace que mi piel se erice, así que regreso para tomar mi parka del perchero.

—¿Quieres que te lleve, Angel? —pregunta papá desde la cocina.

—No, tranquilo. ¡Llegaré tarde de todas formas! —digo saliendo ahora sí y marchandome rápidamente.

Caminando a paso ligero por todo el vecindario, finalmente llego a la avenida y enciendo mi teléfono para comprobar la hora. Mentalmente me doy ánimos para mantener la calma; faltan solo 15 minutos. Diviso un taxi acercándose y levanto la mano para que se detenga. Con rapidez, me acomodo en el asiento del pasajero.

—Por favor, lléveme a Luxor —le indico al taxista, quien pone en marcha el auto.

Mentalizo en el taxi con calma lo que viene hoy. El taxi se detiene en el portón del instituto al otro lado de la calle. Suelto un suspiro, sé que aún debo caminar por el sendero que lleva a la entrada del instituto. Resulta curioso cómo no permiten que los taxis ni los autobuses lleguen hasta la puerta del instituto, como si fueran considerados inferiores o algo por el estilo, por eso deseo mi propio auto.

Mientras pasaba por la puerta del instituto, me encontré con los mismos dos hombres de semblante intimidante que siempre parecían tener una actitud de militares brabucones. Me acerqué lentamente a la entrada principal, observando a varias personas entrar al edificio. Los nervios empezaron a hacer mella en mí, pero mis pensamientos fueron abruptamente interrumpidos por el estruendo de una motocicleta negra que pasó velozmente a mi lado.

Por los tatuajes en sus brazos reconocí de inmediato a Ryan Kruk, el chico oscuro y callado del instituto. Ryan era conocido por su reputación de perseguir a las chicas del instituto y por ser temido por golpear tanto a chicos nerds como a los que no lo eran. El incidente en el que le rompió la nariz a Marcos en la preparatoria tras desafiarlo aún estaba fresco en mi memoria, recordando vívidamente cómo vi la sangre brotar de manera impactante.

Nunca había entablado una conversación con Ryan y, sinceramente, no tenía intenciones de hacerlo. Era el tipo de persona con la que prefería mantenerme alejada, alguien con quien jamás estaría dispuesta a compartir ni siquiera un breve momento. Apenas lo había visto un par de veces, generalmente fumando cerca del baño de las chicas.

Al llegar a la entrada, varios chicos y chicas agrupados me escudriñan de pies a cabeza, susurros y miradas curiosas se entrelazan a mi alrededor. Algunos me observan como si fuera un ser extraño. Sabía que esto iba a suceder. Decido adentrarme rápidamente en los bulliciosos pasillos del instituto, donde la multitud con el uniforme característico se agolpa.

Me doy cuenta de que he olvidado por completo el mío, lo que provoca que todas las miradas converjan en mí. Bajo la mirada intentando pasar desapercibida, me quito el abrigo con la esperanza de no llamar tanto la atención y continúo mi camino hacia mi casillero. Al abrir mi mochila para guardar el abrigo, saco la llave del candado del casillero. Mi respiración se acelera, mis manos tiemblan descontroladamente y me resulta imposible introducir la llave en la cerradura.

—Mierda. —murmuro en voz baja, cuando una mano toca mi espalda sobresaltándome.

Al girarme, me encuentro con Jasper, quien toma instintivamente la llave de mis manos y logra abrir el candado con facilidad. Incapaz de articular palabra alguna debido a los nervios que me invaden en ese momento.

—Gra... Gra... Gracias —logro articular con dificultad, tartamudeando, mientras él asiente y luego me giro para sacar mis libros.

—No dejes que te vean así, Bridget —me aconseja mientras se encamina hacia la clase.

—Disculpa, es que no sé actuar tanto como tú —respondo bruscamente, el empieza a encaminarce y yo lo sigo

—Bueno, prepárate, porque viene la peor parte —murmura al llegar a la entrada cerrada del aula de historia, colocando su mano en la cerradura y volviéndose hacia mí.

La ansiedad crece dentro de mí. Sé que Dafne y el resto de los chicos de la clase están dentro, aquellos que han lanzado comentarios terribles sobre mí en Instagram. Sin embargo, estoy aquí para enfrentar las situaciones y no puedo permitirme arrepentirme o dejarme llevar por el miedo. Sé que no pasó nada entre nosotros y es algo que debo tener en claro y no temer.

—Está bien, ábrela —digo firmemente, y él asiente antes de abrir la puerta.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro