Capítulo cinco: Poemas y trufas

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Rosé por fin había terminado de escribir en la pizarra, el profesor no se presentaría a clases, como lo esperaba, así que le dio tiempo. Necesitaba un regalo especial para Lisa, y eso es lo que haría, un regalo muy especial. Había logrado conseguir gracias a algunas de las omegas de su aula, trufas de chocolate oscuro con decoraciones de chocolate blanco.

—¿Para quién será ese mensaje? —preguntaban a sus espaldas.

—Seguramente puede ser para mí.

—O para mí, nunca se sabe.

La alfa sonrió al escuchar eso, pues no era para ninguna de ellas, si no para su Lalisa.

Rosé es tímida en varios sentidos, le da pena expresarse de forma dulce frente a omegas. Le costaba mucho agradecer los regalos que le daban, le cuesta aún mantenerse en compostura cada que está con Lisa, no puede evitar sentirse tan cohibida, no puede evitar pasar de ver sus maravillosos ojos a admirar sus labios. No puede evitarlo, le encanta su sonrisa. Adora que se vea como una chica tan linda a pocos metros. Le encanta como sus cabellos van casi despeinados, es simplemente amor, y lo sabe.

Rosé era muy conocida por mostrarse siempre animada, pero cuando se trataba de sentimientos más allá de la amistad, todo era distinto. No había tenido buenas relaciones antes, y mucho menos querer marcar a una omega.

Pero ahora lo quería, en verdad estaba muy ansiosa por hacerlo.

Desde que había entrado a la universidad, conoció a Lalisa Manoban, en un principio pensó que sería difícil hablarle y no fue así, pudo mantenerse contenta intercambiando palabras, pero poco a poco y sin que se percatará al instante, pudo sentirse mucho más tímida cuando se trataba de la pelinegra. No podía mirarla a los ojos por más de cinco segundos, no podía evitar sentir las mejillas rojas con solo estar sentada al lado de la omega. Había sido un semestre largo, no podía soportarlo, la necesidad de hablar con Lisa estaba más que presente, pero su timidez la estaba invadiendo por completo, haciendo que quisiera encerrarse dentro de una burbuja para toda su vida.

Poco a poco fue descubriendo que solo ella hacía que se sintiera de esa forma, por más que quería comprobar que actuaba así con todas las omegas, no sucedía. Se podía sentir en total libertad, pero con Lisa era distinto, todo lo era, creaba en ella un efecto que ningún otro omega lograba provocar, y de alguna forma eso la atemorizaba, hasta había tomado la decisión de ir al medico, sentía que estaba muriéndose prácticamente. Por supuesto, el médico le había dado una palabras que no iba a olvidar en un largo tiempo, después de haberse burlado de toda la explicación que le había dado su paciente.

"No estás enferma, a menos que el amor se considere una enfermedad, Rosé, estás enamorada."

Después de eso, y de haberse negado al amor por un par de meses, pudo aceptar que estaba loca por Lisa, que quería verla sonreír todo el tiempo y que quería estar allí con ella disfrutando de esa preciosa sonrisa.

Por accidente había descubierto el interés de otros alfas por la omega, y debía admitir que se había sentido algo celosa al respecto, pues pensaba que ella era solamente la única interesada en Lisa, que ilusa.

—¡Está listo! —gritó emocionada, ahora solo faltaba que Lisa hiciera acto de presencia dentro del aula, y esperaba que estuviera allí, no quería enviar a nadie a buscarla.

Igual, conociéndola, no tardaría en venir, después de todo suponía que querría ver si acaso habría clase o no.

***

Sus pasos seguían hacía el aula de clases, cabizbaja, pensando.

¿Qué debía hacer?

Todo esto parecía ser una locura.

¿Acaso estaba en alguna clase de mundo paralelo en dónde las alfas que menos le hablaban se confesaban ante ella? No eso no podía pasar, ni siquiera en sus más locos sueños podría.

No sabe qué hacer ahora. Ni siquiera sabía si debía responderles. Cómo debía de responderles si se supone que los omegas son los que dan los regalos, no los alfas.

No sabía que clase de juego era ese, pero estaba segura de que esas alfas estaban involucradas, y tenía que unir los lazos de alguna u otra forma.

Primero, no sabe si acaso las chicas sean amigas, y tal vez lo sean, no esta muy segura. Seguramente ni siquiera se hablan, y eso si que haría que se sintiera muy incomoda.

¿Qué les diría a esas tres que se le han declarado?

No podía ni siquiera saberlo. ¿Sería un juego entre ellas? No quiere ser lastimada, sería horrible, y más viniendo de esas alfas a las que inclusive considera buenas personas.

Aunque no cree que sean capaces de algo tan horrible, tal vez se estaba poniendo demasiado paranoica al respecto.

—Bien, Lalisa Manoban —se dijo así misma—, deja de pensar en tonterías, no te pueden hacer daño —detuvo sus pasos—. ¿O sí? —sacudió la cabeza frenéticamente—. ¡No!

Debía calmarse, pensarán que está loca, o tal vez, ya lo pensaban desde hace tiempo. Soltó un largo suspiro, había guardado el vaso que le había dado Jisoo en su mochila, al igual que los chocolates que le había dado Soojin, y las flores de Jennie aún las cagaba en manos, quería que se maltratasen.

Esas tres querían una respuesta a la pregunta que le habían formulado, pero no sabía que decirles. ¿Rechazarlas? Tal vez lo haga, pero, ¿cómo se rechaza a una alfa? Bufó, estaba enfadándose con ella misma.

Siguió con su camino hasta que por fin entró al aula de clases. Apenas y levantó la mirada, sólo ingresó, ignorando los murmullos que había de las platicas que estaban teniendo sus compañeros. Siguió hasta su respectivo lugar en donde de inmediato bajó su mochila y colocó las flores encima de su mesa de trabajo, para luego cerrar sus ojos y sacar el aire que estaba reteniendo.

¿Esto era la presión? No se había sentido presionada tanto como ahora.

Sus parpados fueron abriéndose poco a poco hasta por fin leer lo que estaba escrito en la pizarra, sus ojos se abrieron como platos.

"Amo el amor que se reparte en besos, lecho y pan. Amor que puede ser eterno y puede ser fugaz. Amor que quiere libertarse para volver a amar. Amor divinizado que se acerca. Amor divinizado que se va."

-Pablo Neruda.

Quién carajos había escrito ese poema en la pizarra. Era uno de sus versos favoritos del autor.

—¿Sorprendida? —miró a su lado derecho, allí estaba Roseanne Park con una de sus manos sobre su rostro precargándolo. mientras le brindaba una sonrisa.

—¿C-Cómo lo sabes?

—Dejas muchos libros a veces por aquí —maldición—. Y he visto que cuando te aburres, escribes mucho eso —miles de maldiciones.

Lisa apartó la mirada al instante, llevándola hacía su mesa de trabajo, mirando con algo de detalle las rosas. Sentía como su corazón daba cada vez más latidos, poco a poco, casi haciendo que sus oídos tengan presentes los sonidos constantes. Ahora se sentía pequeña, muy pero muy pequeña, casi invisible, como un átomo.

En verdad no sabía que demonios hacer, si salir del salón y escaparse lo más lejos posible, o esperar para ver las acciones de la alfa.

Una corta risa fue lo que escuchó para dar paso a que toda su atención regresara hacia Rosé.

—¿Te han dicho lo linda que te ves sonrojada? —ni siquiera se había percatado de que sus mejillas ya habían tomado color—. En verdad eres muy linda, omega.

—¿Q-Qué?

—Eres linda, eso fue lo que dije —le volvió a sonreír mostrando su perfecta y blanca dentadura, Lisa sabía que si hubiera un grupo de más omegas cerca de ella, ya estarían suspirando embobadas por esa sonrisa—. Te ha traído algo.

Observó como Rosé le daba un pequeño regalo, y la alfa se veía muy feliz en dárselo. Era una caja de platico en forma de prisma rectangular, totalmente transparente.

Lisa no dudo ni un solo segundo en saber lo que había dentro; trufas de chocolate. Debía admitir que eran de sus favoritas, aunque la mayoría de los dulces y postres que tuvieran chocolate eran sus favoritos a decir verdad.

—No quiero presionarte ni nada por el estilo —habló la rubia en cuanto Lisa tenía en sus manos la caja con los chocolates—. Pero... me gustaría, ¡no! ¡Me encantaría! —hizo una pausa—. Me encantaría que fueras mi omega.

Otra confesión más, Lisa simplemente estaba más que sorprendida. ¿Acaso todo el mundo se puso de acuerdo para que se confesarán ante ella? Definitivamente se sentía en otro mundo, ¿seguiría dormido? No, no puede seguir dormida, después se pellizcaría para comprobarlo.

—R-Rosé...

—¡No tienes que responderme ahora! —dijo, deteniéndola—. Esperaré. ¿Te veo después de clases?

Ella asintió, genial, más alfas que ver después de clases.

—¡Fabuloso! Entonces, después de clases, hasta entonces, Lisa...

Y sin esperar alguna respuesta, Park se incorporó para salir del salón de clases. La pelinegra sabía que aquella sonrisa de la alfa, tardaría en borrarse. Se notaba que estaba más que complacida al no ser rechazada de inmediato.

Mientras que Lisa sólo se sentía más en dilema con todo.

¿Se acordaban de esta historia?

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