O2. Kim Seok Jin | One Shot

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"Hay momentos en los que me doy cuenta

de que estoy cansado de eso y me siento indefenso.

Pero aún siento que podría ser capaz de salvar a alguien."

Lights - BTS

Capítulo único

Kim SeokJin tiene claro dos gravísimos puntos: El primero, no es divertido ser el dueño absoluto del tiempo; el segundo, no es divertido enamorarse del novio de tu mejor amigo. Y concluyó que el cine no es para nada romántico como lo pintan, pero eso después se sigue...

A estos puntos los aprendió, casi al mismo tiempo, de la peor forma posible. Es sabido que el desastre, la desgracia, la mala suerte y etcéteras de la mala fortuna son bastante efectivos para hacer que alguien consiga entender lo que se niega a aceptar.

Pero hay que ir por partes.

¿Cómo es que Kim SeokJin, un muchacho de apenas diecisiete años, se ha convertido en el dueño del tiempo absoluto? Así, literal. Jin tiene en su poder un precioso y antiguo reloj que, si se detiene, hace que la vida de sopetón deje de correr detrás de los segundos y todo se torne un paisaje de fotografía. Inmóvil. Quieto. ¿Y cómo llegó a él? Por herencia. Lo ha heredado de su abuelo materno, quien, con gran orgullo y cariño, se lo legó por creerlo capaz de manejar tal objeto con la responsabilidad requerida. Pero esto seguro lo pensó porque no sabía el historial de SeokJin y sus torpezas.

Punto dos: ¿cómo es que Kim SeokJin se enamoró del novio de su mejor amigo Kim NamJoon? Así, perdidamente. Jin lleva meses gustando del chico que ignora lo que le sucede cuando lo ve (ese nosequé que le hace agitar el pecho, esa risita estúpida que le da cuando le responde los mensajes). ¿Y por qué es que empezó a gustarle? Porque sí. Jung HoSeok no le dejó alternativa siendo como es. ¿Lo has visto? Jin no cree que el chico sea un solecito, piensa que es una supernova, brillante, lejano. Ah, y vivo. Y, mismo si sabía que estaba rompiendo muchas reglas de la amistad, no supo manejar su corazón adolescente que le reclamaba por haber sido cobarde y no declarársele cuando tuvo oportunidad.

Entonces, ¿qué tiene que ver el tiempo absoluto y el amor pseudoprohibido? Todo. Porque SeokJin nunca fue capaz de no mezclar asuntos. Y tampoco fue prolijo en cuanto actuar o, de lo contrario, no se hallaría tan terriblemente jodido. En sí, lo suyo ha sido una sucesión de hechos mal gestionados que, en cadena, derivaron en un nefasto resultado.

Si él, por ejemplo, para volver a uno de los dos puntos en cuestión y no entorpecer más la imagen del pobre y tonto Kim SeokJin, no hubiera presentado a NamJoon con HoSeok ellos no se hubieran conocido. Y si ellos no se conocían él habría tomado coraje para decirle a HoSeok que le gustaba, incluso cuando es tan alegre y ruidoso. Seok es un chico de exclamaciones; Jin se considera un chico de puntos suspensivos...

Volviendo al relato, Jin fue y le pidió a NamJoon, con ojos llorosos porque había concluido que nunca tendría un novio tan precioso y perfecto como Seok, que le ayude. Y Joon le ayudó. Claro. Pero al momento de decirle de quién se trataba Jin mintió. Y eso, ya que estamos, justificaría por qué está allí Min YoonGi a su lado. Lo justifica, aunque parezca que no.

Ahora, yendo a lo otro (a lo del reloj que le dice «hey, stop it al mundo), lo que ocurrió fue que lo usó para cualquier cosa y no para lo que se debe. Hubo veces que su alarma sonaba temprano en la mañana para ir al colegio y él detenía el tiempo y dormía hasta que se cansaba. Veces lo usó para completar exámenes. Y así. Su abuelo le había dicho, apenas le heredó ese reloj maldito, que fuera prudente y sabio. Que no abuse del tiempo. Mas SeokJin no lo escuchó. Por eso, quizá, se merecía estar jodido como lo está.

Sorbió de su bebida sin gas asqueado ya del sabor. ¿Y cómo no lo estaría, si lleva casi una semana subsistiendo a gaseosas, sodas y jugos? Desayuna un refresco junto a un par de golosinas, almuerza soda con popcorns y cena livianito un par de gominolas con jugo. Suspira porque su pantalón ya está apretándole y hubiera querido vestir algo más cómodo, pero se había esmerado en lucir atractivo aunque casual. Todo para que HoSeok lo encuentre lindo y se lo diga. Sin embargo, no sucedió. No le dijo nada. Fue YoonGi, ¡su cita!, quien lo halagó.

¿A quién diablos se le ocurre que las citas dobles sean geniales?

Esto va a funcionar, Steve. —repite Jin el diálogo que viene de la pantalla grande; ya casi se lo había memorizado todo mientras trabajaba en el reloj.

Por nervioso, luego de la confesión absurda, de haberle dicho a HoSeok al fin que lo quería y notó que el otro iba a responder, presionó el botón minutero. Y, amigo de la desgracia, el reloj se le cayó desarmandose completo. Por nervioso y por otra tanda de adjetivos que mejor ni decirlo.

Cuando cree que lo ha logrado contiene la respiración para no presionar el pequeñísimo botón que, de consagrarse relojero eficaz en estos pocos días, le devolverá al mundo su tan valioso y desperdiciado tiempo. Debe calmarse, pensar con claridad. No puede tener la mente dispersa. Necesita evocar el momento exacto al que regresar el tiempo. Si llega a pensar, por ejemplo, en su último examen reprobado volverá a ese día a revivirlo. Si piensa en cuán feliz le hizo recibir aquella última albóndiga en el cumpleaños de su madre, regresará a ese instante. No. Lo que debe es meditar a qué momento le conviene retornar. Es decir, debe dejar ir todos los pensamientos que lo confunden.

Sería la primera vez que altera el pasado...

No le importa. Está tan cansado, aburrido, molesto, triste, con el corazón roto —o casi, porque nunca obtuvo respuesta—, que quiere estar en la Navidad pasada, casi un año atrás, donde recibió el dichoso reloj y decirle a su abuelo que mejor que le siga obsequiando dinero, escondido como si fuese droga, en lugar de algo tan peligroso como esto. ¡Por favor!

Mira a su lado, al rostro congelado y sonriente de HoSeok. Ya lo ha visto tantas veces que cada vez le avergüenza menos notar la sonrisa incómoda del chico, la mirada confundida —¿y desilusionada?— que le dirige. Detrás de Seok, NamJoon permanece enfocado en la pantalla. A la derecha, la feliz parejita; a la izquierda, su cita. YoonGi está tomando un refresco también muy interesado en la película que fue la única, además de él, que no se vio afectada por la pausa temporal. En serio, ¿cómo creyó que susurrarle a HoSeok que lo ama, en un cine, en una cita doble, en medio de una película, era una idea estupenda?

¿Debería, entonces, volver a los minutos previos a que cometa tal torpeza? O, en cambio, con una honestidad que es demasiado para su inmadurez adolescente, presionar el botoncito minutero y dejar que el tiempo fluya desde donde se estancó. Y así HoSeok, que ha oído claramente el cursi susurrar con su confesión, podrá rechazarlo. Y si hace esto, perfecto. Y si NamJoon se enoja con él, pues, merecido lo tiene. ¿Qué clase de amigo es que le mintió desde el principio? ¿Por qué siquiera mintió?

Se endereza y se va de allí. No. No puede decidir. Todo tiene un costo, lo sabe. Porque ese reloj tiene sus reglas y sus castigos.

No puede detener el tiempo para hacer maldad alguna a nadie, ni siquiera a una mosca. No puede ir más de diez años atrás, por ejemplo, como quiso hacer para salvar a un artista que murió por aquellos años. La vida, pese a sus pausas, debe continuar sin alterarse. El pasado es pasado, lo hecho... hecho está y si lo cambia quién sabe qué ocurriría.

Sí puede, por el contrario, salvar de pequeños infortunios. Como esa vez que impidió que el profesor castigara a HoSeok por haberse equivocado de solución química durante su clase de laboratorio. Hacer tal buena obra le costó, claro está. Cada vez que usa el reloj una débil marca, línea finísima de color blanco, se dibuja en la piel de su muñeca hasta asemejarse a una pulsera de hilo. Y duele por días, y es permanente. Kim SeokJin sabe que representa el tiempo que ha trucado, que se le resta de su propio tiempo de vida. Lo admite, ha sido un completo idiota, pero se enteró tarde de tal cosa. Su abuelo, además de dar regalos extraños durante Navidad, también es despistado y no le dijo específicamente qué consecuencias tendría. Ahora porta dos pulseras, una completa y otra que se terminará de formar cuando dé play al tiempo.

Sale de su butaca y va hasta donde está la boletería. Allí ve a otros de sus compañeros reunidos y petrificados: JiMin, JungKook. Ah, y TaeHyung que está en la puerta entrando. Se dirige a este último muchacho y lo esquiva para salir y... reaparecer en la sala del cine de nuevo. Se ríe sin gracia, porque está atrapado desde hace días. Puede estimar que ya tendría que haber pasado la Navidad. Incluso año nuevo. Solo que con el tiempo congelado sigue siendo un eterno veinte de diciembre. Y él sigue siendo un enamorado chico a punto de perder a su amado que no le corresponde. Solo que eso no es lo más terrible: lo es fallarle a su mejor amigo.

El miedo le hace revolver el estómago, o tal vez sea la cantidad de chatarra que ha consumido en sus días prisionero de un cine. En la pantalla, los personajes tienen su propia historia. Camina sin prisas y toma asiento nuevamente. Contempla el rostro de HoSeok por unos minutos que no puede precisar hasta que llega a una resolución. Luego, va con NamJoon, al asiento vacío junto a él y lo abraza. Le pide disculpas y le promete que de ahora en más será el mejor, mejor, mejor de los amigos.

Vuelve a su sitio y presiona, por fin, el botón del reloj.

(...)

—¿Qué dices? —susurra HoSeok inclinado sobre él.

—Que me pases las gomitas que se me han acabado —responde SeokJin con una sonrisa tan grande que descoloca al chico—. Gracias.

Y sabe que ha hecho lo correcto cuando, volviendo a ver la película, escucha a NamJoon reír de algo que le ha dicho HoSeok al oído. Por su parte, el tímido intento de YoonGi de tomarle la mano lo hace enternecer. A poco estuvo de chillar y celebrar, sorprendido, cuando nota que no apareció una línea en su muñeca. Nada de dolor. Tal como si, por razones que desconoce y que no le interesa preguntar, hubiera sido premiado con una oportunidad de salvar la situación y alterar el tiempo de forma un poquitín egoísta. SeokJin no se aparta del toque de Yoon y se cuestiona ¿por qué no darse una chance? Tiene tiempo de sobra para que su corazoncito iluso se recupere.

Jura ahí mismo que aprenderá, como regalo de Navidad para sí mismo y la humanidad, a usar el reloj.

Fin

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©FlyKingSquad | YaYaBoddah9592
24122019

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