Capítulo 02.

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Acomodó un poco su flequillo para poder ver mejor al profesor de anatomía, el hombre estaba explicando cosas en la pantalla recién estrenada en su cátedra. Resopló cansada, se descuidó dos segundos y dejó de comprender el tema, y por ende, se aburrió. Se rascó los brazos de forma impaciente y miró a su alrededor, el resto de estudiantes prestaron atención y tomaron apuntes.

   —No te distraigas, Kanin —murmuró una voz varonil. El hombre tiró de su cabello un poco para llamar su atención—. Luego estás pidiendo apuntes.

   Ran inclinó la cabeza hacia atrás y levantó la mirada para ver los ojos aburridos de Leif, el mejor amigo de Aegir, y su viejo compañero de escuela en la adolescencia. El hombre tenía una expresión casi fastidiada, como si estar allí fuese horrible.

   —No estoy distraída —mintió en voz baja.

   Leif arqueó la ceja izquierda y miró a los demás antes de inclinarse un poco hacia abajo, acercó sus labios al oído de Ran. 

   —Entonces dime cómo se llama nuestro profesor —murmuró con burla.

    No hubo respuesta, ni siquiera se las ingenió para decir algún nombre similar. Una vez que se aburre se olvida de las cosas, si es que en algún momento escuchó cómo se llama el hombre. Se mordió el interior de la mejilla derecha cuando vio la sonrisa de victoria en el rostro de Leif y le picó la nariz con la punta de su lápiz.

   Desvió su atención de nuevo al frente y se llevó las manos a la frente en un vano intento de masajes, hablar dos segundos con Leif le costó más apuntes de lo que esperaba. El profesor pasó a un nuevo tema en relación al anterior, pero abrió una segunda rama para explicar una tercera cosa al mismo tiempo que mencionaba cosas del primero. Era un lío. Un maldito lío que habría evitado si no se distrajera con cualquier cosa.

   Cuando terminó la clase sacó su teléfono para enviarle una foto de su rostro a Aegir, algo que hacía todos los días, pero esta vez Leif se coló por detrás e hizo una mueca graciosa, antes de recuperar su expresión aburrida de siempre. Ran puso los ojos en blanco y envió la foto de todos modos, volvió a guardar el teléfono y su compañero pasó un brazo sobre sus hombros para abrazarla un poco.

   —¿Qué me vas a dar a cambio de los apuntes, Kanin? —preguntó Leif.

   —¿Qué te hace pensar que te los pediré? —contestó y lo empujó un poco para mantener la distancia.

   —No sé, el simple hecho de que llevo toda la semana haciéndolo. ¿No te cansas de gastar dinero? —preguntó y sonrió con diversión. Los ojos de Leif se hicieron un poco más chicos por el gesto y se marcaron sus hoyuelos— Entonces, ¿qué me darás por hoy?

   Ran se cruzó de brazos e hizo un gesto con su nariz en señal de molestia, la arrugó apenas y frunció el ceño del mismo modo que un conejo. Tenía la opción de pedirle las cosas a alguien más, a cualquiera de sus treinta y siete compañeros, pero solo era capaz de hablar con Leif debido al extraño pánico que le causaba hablar con personas nuevas.

   No quería darle la satisfacción de darle algo otra vez, gastó mucho dinero en la semana por su propia culpa. Suspiró antes de separar los brazos y pasó sus dos manos por el cuello de Leif, acarició su piel unos segundos y luego le enterró las uñas con enojo.

   —¡Deja de cobrarme por cada cosa! —dijo e hizo más presión— Si estuvieras en mí lugar yo no te pediría a cambio.

   —Porque ni siquiera tendrías para pasarme los apuntes —jadeó Leif, manteniendo el tono de burla y agarró sus muñecas para hacerla retroceder—. Está bien, Kanin, no te pediré dinero de nuevo, pero no te los daré así nada más. Iremos a estudiar el tema en la biblioteca en nuestro tiempo libre. De nada te sirve copiar si luego no puedes resolver el parcial.

   El mal humor de Ran se reemplazó con una sonrisa grande y se acomodó el flequillo para poder verlo un poco mejor, enseñando sus lindos ojos marrones. Sus pestañas largas llamaron la atención de Leif y ladeó la cabeza con interés.

   —Eres un sol —murmuró.

   —Iris in sil —repitió él. Suspiró—. ¿Tienes hambre?

   —Sí.

   —No me importa, vamos a la biblioteca —dijo con la voz seria de nuevo y tiró de su brazo para obligarla a caminar.

   La relación entre Leif y Ran era complicada de entender, no le debían explicaciones a nadie, pero cuando alguien hacía algún comentario sobre cómo se trataban, Leif era el primero en decir que nada más era su 'cuñado' y que hacía un enorme esfuerzo por tolerarla. Ran, por su parte, decía que él solo era un accesorio que venía incluido con Aegir. ¿La realidad? Se querían. Eran muy buenos amigos en el fondo, muy, muy en el fondo. Muy.

   Una vez en la biblioteca limpiaron sus zapatos en la moqueta de la entrada y luego eligieron una mesa apartada de la entrada, una de color rojo donde solo cabían ellos dos. Leif sacó su libro y sus apuntes, golpeó la mano de Ran cuando ella intentó robarlos sin vergüenza.

   —Olvídalo —dijo en voz baja y la miró a los ojos—. A estudiar.

   Ran observó con atención los rasgos de Leif mientras él buscó una página en particular del libro y notó su mandíbula marcada, su cabello castaño oscuro que casi parecía negro y algunas canas visibles. Ella sabía que esas canas se debían a un trauma infantil, pero no dijo nada al respecto. Desvió su mirada hasta sus fruncidas cejas perfiladas y sus ojos cansados con una cicatriz vieja en su párpado izquierdo.

   —Si me sigues mirando voy a pensar que te gusto, Kanin —murmuró ronco, aunque solo fue una broma. Su mirada fue hacia ella cuando encontró la página—. Préstame atención porque no tengo paciencia.

   —A sus órdenes, profesor.

   El resto de la hora Leif estuvo batallando para explicarle los temas esenciales, Ran lo miraba fijamente a los ojos antes de perderse viendo una mosca o intentando leer el nombre de los libros viejos que estaban a dos metros de distancia. Leif se vio obligado a sujetar su cara con ambas manos para que ella no mirara a otro lado.

   Aguantó todas las ganas que le dieron de quitarle los anteojos y romperlos contra el suelo, también quiso meter las manos dentro del bolso de Ran para sacarle su maquillaje y lanzarlo por una ventana. El hecho de que ella se interese más en su aspecto que en aprender algo era tedioso para cualquiera. Aun así, no podía decir nada al respecto, Leif fue testigo de cómo trataron de mal a Ran en la primaria y secundaria.

    —¡Ran! —dijo molesto y harto. Se desabotonó los primeros dos botones de su camisa por el calor y dejó descubiertas sus clavículas— ¿Sabes qué? Tómalos —dijo y le lanzó los apuntes de mala gana.

   Ran los agarró antes de que se cayeran de la mesa y sonrió, se levantó de la silla para abrazarlo.

   —¿Ves? Yo sabía que me quieres.

   Leif la miró desde abajo con mala cara.

—Voy a decirle a Aegir que se deshaga de ti, por dios —dijo, poniendo los ojos en blanco.

   A la hora de la salida, Leif la sujetó del antebrazo y la arrastró unos cuántos pasos hasta alcanzar a Aegir. El chico arqueó una ceja confundido y ligeramente celoso, se cruzó de brazos al verlos así de cerca.

   —Tu kanin es una estúpida con todas las letras. —Fue lo primero que dijo Leif y la empujó hacia Aegir.

   Se fue. Aegir se relamió con molestia y miró a Ran esperando una explicación, pasó las manos por su cintura para atraerla más hacia él. Analizó su vestimenta para asegurarse de que estuviera bien abrigada para el frío y le dio un beso en la frente.

   —Intentó enseñarme anatomía y no entendí nada, así que me dio sus apuntes para que me copie —murmuró apenada. 

   Aegir le acomodó el flequillo para ver sus ojos detrás de sus anteojos y le dio un segundo beso en la frente. Se sintió más tranquilo cuando Ran metió las manos bajo su suéter.

   —Aprenderé los temas que estás estudiando para explicártelos —murmuró serio y le dio un tercer beso cerca de los labios—. Vamos a comer algo, lo que quieras, y luego te llevaré a casa.

   —¿Comida para llevar? —sugirió— Quiero comer en la plaza para sacar fotos, hace rato no lo hacemos.

   —Lo que quiera mi princesa —murmuró Aegir, antes de entrelazar sus brazos para caminar.

   Terminaron en una plaza después de comprar comida china, Aegir se recostó sobre la nieve que tapó el césped y apoyó la espalda contra un árbol mientras abría un poco sus piernas para que Ran se sentara sobre él. La abrazó por la cintura mientras ella se encargó de darle de comer. 

   —¿Vas a querer un postre? —preguntó en voz baja y apoyó su rostro en la nuca de Ran.

   La pregunta fue por completo inocente, sin doble sentido en el medio, pero el tono en su voz hizo que Ran se removiera un poco sobre su regazo y Aegir sonrió. Inhaló su perfume antes de dejarle un beso en el cuello y bajó las manos hasta sus caderas.

   —No te muevas mientras estés encima mío —murmuró y apretó su cuerpo un poco. Rio al verla tragar nerviosa—. ¿Qué pasa, hm? 

   —N-nada —dijo sonrojada y terminó de comer su parte—. ¿Te doy más? —preguntó, mostrándole el tenedor de plástico con los fideos envolviéndolo.

   —Sí, Ran, dame más —jadeó y se movió contra ella.

   Ran se levantó de inmediato más sonrojada que antes y Aegir empezó a reírse por su reacción, imitó su acción mientras sacudía la nieve de su ropa. Se mordió el labio al ver la expresión avergonzada de Ran y la forma en que entrecerró sus ojos para no verlo de forma directa. Ella acomodó su flequillo para tapar sus ojos y parte de sus anteojos.

   —Tan bonita mi Melkeku —dijo y le acarició la mejilla—. No respondiste mi pregunta, cielo. ¿Vas a querer postre o no? Todavía puedo comprarte algún chocolate, flan o cualquier cosa. Pídemelo.

   Ran observó el rostro de Aegir. Sus ojos gritaban que estaba muy cansado por tanto trabajo y la cicatriz que cerraba un poco su ojo no ayudaba, mucho menos las ojeras. Ella se acercó para apoyar su barbilla en el pecho de Aegir y lo miró desde abajo.

   —No hace falta —dijo, usando su voz más suave—. Gracias por la comida, amor.

   Amor. Aegir quiso ser paciente cada día, pero cuando la escuchó llamarlo así no pudo soportarlo más. Agarró el rostro de Ran con ambas manos y se agachó lo suficiente para atrapar sus labios en un beso casi desesperado, pero dulce. El postre.

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