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—Esto no ha terminado, humano. —susurró Yoongi contra sus labios, su voz baja y amenazante. —Jugarás a mi manera esta vez.

Jimin rio suavemente, sus manos deslizando por el pecho de Yoongi hasta la herida. Sus dedos acariciaron la zona con suavidad, pero había una promesa peligrosa en sus movimientos.

—Hagamos un trato, demonio. —murmuró Jimin, sus labios rozando los de Yoongi. —Yo saco la bala, y tú me tomas como quieras esta noche.

Yoongi lo miró, sus ojos ardiendo con un deseo oscuro. Sabía que no podía confiar en Jimin, pero la oferta era demasiado tentadora para rechazarla.

—Tienes un trato, humano. —dijo. —Pero recuerda, al final, siempre soy yo quien manda.

Jimin solo sonrió, sabiendo que esa noche sería todo menos predecible, mantuvo su sonrisa mientras sentía la respiración de Yoongi volverse más profunda. Había algo embriagador en tener a un demonio bajo su control, aunque fuera solo por un breve momento. Sus dedos, ligeros y delicados, comenzaron a trabajar en la herida, y Yoongi no pudo evitar un leve gemido cuando la bala se movió dentro de su carne.

—¿Duele? —preguntó Jimin, con un tono entre burlón y falsa preocupación.

—No juegues conmigo, Jimin. —gruñó Yoongi, su voz rasposa. —Sácala de una vez.

Jimin asintió, pero no hizo ningún esfuerzo por apurarse. Sus movimientos eran deliberadamente lentos, disfrutando de la tensión que estaba creando entre ellos. Finalmente, cuando la bala estuvo lo suficientemente expuesta, la sacó de un tirón rápido, escuchando el suspiro de alivio mezclado con dolor de Yoongi.

—Ahí la tienes. —dijo Jimin, sosteniendo la bala ensangrentada entre sus dedos antes de dejarla caer al suelo. —Ahora, sobre ese trato…

Antes de que pudiera terminar la frase, Yoongi lo empujó contra la pared con una fuerza que dejó sin aliento a Jimin. El demonio lo miraba con una mezcla de deseo y rabia, su herida comenzaba a cerrarse lentamente ahora que la bala había sido retirada.

—¿Crees que puedes jugar conmigo, humano? —dijo Yoongi, acercando su rostro al de Jimin, sus ojos oscuros ardiendo con una intensidad casi tangible. —Pero no tienes idea de con qué estás lidiando.

Jimin, en lugar de mostrar miedo, sonrió con malicia, desafiando a Yoongi con sus ojos brillantes.

—Lo sé muy bien, Yoongi. —lo abrazo por los hombros. —Pero me gusta vivir al límite.

Yoongi gruñó, la tensión en su cuerpo palpable. Su mano se deslizó desde la cintura de Jimin hasta su cuello, apretándolo ligeramente. Sabía que estaba al borde de perder el control, y Jimin estaba jugando con fuego.

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