Cuarentena y seis

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Gracias por leer, bebés. ♡

⚠️ Advertencia de contenido sexual ⚠️


Eran cerca de las tres con quince de la mañana. 

Louis se hallaba fumando un cigarrillo, cerca de la ventana abierta en su habitación; sacaba el humo por la nariz, relajándose después de la jornada tan ajetreada que tuvieron en el club. 

La madrugada llegó arrasando como un tornado, no se dieron abasto en cuanto a tragos y hubo una cifra elevada de gente que bailó y cantó hasta las dos de la mañana. El refrigerador de cervezas terminó vacío, las botellas quedaron con restos nimios de alcohol y probablemente tendrían que ir a surtirse la tarde siguiente, esa velada se coronó como un éxito total. 

Volvieron a la casa de Tomlinson, Kiara los esperaba ansiosa, recostada en su pequeña y suave camita color rosa pastel; al final el nombre propuesto por Harry fue el ganador y Louis creía fielmente haber sido manipulado por la maravillosa habilidad que el menor poseía con la lengua.  

Una mamada en la ducha y tras correrse en su boca, aceptó por completo que le llamara como se le diera la gana. 

Dio otra calada, observando con detenimiento las incontables estrellas que brillaban en el manto oscuro de la noche, hasta que su cigarro se consumió y la colilla tuvo que ser apagada, tirándola al bote de basura.  

Deslizó sus sandalias por el piso, encaminándose al baño aledaño y cepilló sus dientes, luego enjuagó su rostro, se secó con una toalla y se aplicó una ligera capa de crema hidratante.

Salió del pequeño cuarto y justo antes de volver, le echó un vistazo a su cachorra que dormía plácidamente desparramada sobre su cama, en una esquina que ella misma reclamó de la sala.

Retornó a sus aposentos, botando su calzado en el tapete y se tumbó sobre el colchón, arrellanándose en el costado que le correspondía. Su lámpara de noche seguía encendida y con tal iluminación, captó que Harry no dormía como fingía hacerlo.

Notó que continuaba despierto, cuando el chico bajó de golpe los párpados y se acurrucó en su sitio, simulando descansar con los sentidos inactivos.  

Tuvo que sonreír ante la acción. Que teatralidad. 

—Sé que no estás dormido —farfulló, rodando como un tronco y quedaron nariz con nariz.

El rizado apretó los labios al denotar la cercanía, pero se rehusó a abrir los ojos.  

—¿Yo? 

—¿Quién más habría de ser? —Su brazo viajó al cuerpo ajeno y lo pasó delicadamente por su cintura. 

—Kiara, tal vez —Se sobresaltó con el contacto urgente, Louis patinó los dedos en su espalda baja. 

—Gracioso —murmuró, con una proximidad afanosa entre sus bocas—. ¿Qué sucede? 

El humor del momento, dio un giro que modificó la atmósfera benigna en el lugar.

Los arrumacos pasaron a segundo término y Harry exhibió sus orbes; estos brotaban la chispa de irresolución que solían proyectar cuando le atacaba un mal presentimiento.  

—Mañana… o mejor dicho, en unas horas salen los resultados de admisión —musitó, cruzándose con el mirar inquisitivo del castaño—. En el portal… se publican en el portal.  

—Los resultados —duplicó lo dicho en voz bajita y le besó con finura la punta de su nariz—. Creí que lo habías olvidado, no te quise mencionar nada para no alterarte más… 

—Traté de no tomarle demasiada importancia, pero ya no puedo… —Aquello fue lo más cercano a un murmullo dolido—. Tengo mucho miedo, Lou. 

Miedo era poco.

Era imposible no reparar el terror que hostigaba su tranquilidad, sus niveles de concentración descendieron y el cometer errores en su empleo era la prueba más grande de que algo lo tenía afligido. 

No era normal que confundiera el alcohol para la preparación de ciertas bebidas; en más de una ocasión, sirvió ron en lugar de whiskey, casi se corta al partir en rodajas un limón y tiró el contenedor de la sal en la barra cuando iba a escarchar los vasitos para shot. 

Estuvo muy distraído y Louis se encargó de cubrirlo, rehaciendo los pedidos y ayudándolo a limpiar lo que derramó en su área de trabajo. 

—Hey, escucha —Y así como en el club, en casa igual trataría de otorgarle serenidad—. Diste tu mejor esfuerzo, además estudiaste demasiado. Ese día tuviste un bloqueo y no estamos seguros si de verdad afectó en la prueba, no hay que crear suposiciones, mejor esperemos a que el portal te arroje la noticia, sea buena o sea mala.

Harry reparó como la mano del mayor, se trasladó de su cadera hasta su cara, deshaciéndose de los mechones café oscuro que encontró en el camino, aventándolos juguetonamente.

—No dejo de sentirme intranquilo —Mordisqueó su labio inferior—. Lo había canalizado estos días, pero ahora, prácticamente estoy a nada de saber si puedo gritar de felicidad o ahogarme en llanto durante el próximo mes. 

Louis rogaba en sus adentros que la primera opción fuese un decreto o una manifestación al universo, estaba claro que no soportaría verle llorar por los rincones o lamentarse con reitero.

Ocupaba calmarlo esa noche.

Inhaló profundamente, rechazando cualquier tipo de corazonada negativa y se orientó por la seducción, al rozar sus labios con los contrarios, buscando ensamblarlos con delicia.

El encuentro de sus bocas siempre les devolvía la placidez, era un disfrute mutuo entre dos individuos conectados más allá de lo físico, pero que adoraban tocarse e incitar el placer. 

Harry le permitió el acceso necesario a la lengua tibia de Louis, le dejó violentar su cavidad al someterlo en un beso sórdido, y jadeó al sentir su cabello ser prensado con aspereza, jaloneando sus rizos sin compasión.

—No te precipites —matizó, al romper brevemente la unión—. Sé que todo irá bien.

Y aunque lo dudaba, le dio la razón.  

Styles hizo el amago de estar de acuerdo con un asentimiento, acompañado del matiz negro invadiendo sus iris claros. El repentino calor se construyó en su estómago, volviéndolo un siervo dispuesto a ceder ante cualquier petición de su amo.  

No creyó importante preguntar si podía intercambiar posiciones, se removió con genuina destreza y acabó con los muslos a los costados de Louis, sentándose en su entrepierna mientras colocaba las manos a la altura de sus pectorales

—Necesito distraerme —dijo con malicia, trazando un caminito con dos dedos por su torso—. ¿Puedes mantener mi mente ocupada?

—Eso no se pregunta —canturreó mordaz—. Yo me encargo.

Y fue casi extraordinario el modo en que Harry se abalanzó en su contra, tratando de sellar otro beso igual de sucio, con el ansia de enredar sus lenguas y comerse la boca con desenfreno.

No obstante, paró la intención cuando una mano se cerró alrededor de su cuello, presionando sobre su manzana de adán y robándole un gimoteo gozoso al sentir la excitante opresión que le mandó una gratificante descarga de sensaciones alucinantes.

Ni siquiera consiguió inclinarse, lo detuvo en seco, tensando el hilo invisible que ataba sus miradas nubladas y pecaminosas.

—Que... ¿Qué pasa? —titubeó, sin entender el confín estipulado.

—Dije que yo me encargaría.

Louis llevó su mano suelta al dobladillo de la camiseta opuesta, la pasó por debajo de la prenda, resbalando sus yemas por la piel erizada y dibujó un sendero que finalizó en el pecho de Harry. Atinó a presionar los dígitos en su pezón derecho, masajeando el área y le escuchó gemir quedito, boqueando aire al contraer el abdomen.

Le coló por entre los dientes el pulgar, aflojando el agarre de su cuello y le instó a chupar, dócil y obediente, sin dejar de retorcer la pequeña protuberancia sensible que ahora lo tenía meciendo las caderas sobre su polla.

Louis ya estaba duro, el simple hecho de tener encima aquel trasero que lo invitaba a saciar sus peores deseos, era un buen motivo para que su cuerpo reaccionara, con la ambición de enterrarse en el agujero del menor; no le avergonzaba decir que se convertía en un adicto, en un necesitado que amaba ser manejado por la lujuria.

No tardó en incorporarse, desatendiéndolo por un lapso y le forzó a moverse, cambiando otra vez las posturas. Se ganó una letanía de reclamos en disconformidad.

Ahora, Harry yacía sentado sobre sus talones en el centro de la cama y él se colocó a un lado, apoyándose en sus rodillas y sonriendo simpáticamente. Mojó sus labios al degustar visualmente esas piernas que añoraba tener rodeando su cadera.

—Harold —llamó demandante y el nombrado le miró—. ¿Te he dicho lo mucho que me gusta que seas tan vanidoso?

—Ehm, a veces... —Arrugó el entrecejo y descansó las manos en sus muslos—. Quizá lo mencionaste...

—Me fascina ver cuando haces tus rutinas de cuidado facial, cada que usas tus cremas exfoliantes, tónicos y mascarillas.

El rizado pestañeó, tragando con dificultad.

—Eso no lo sabía...

—También me encanta que seas tan cuidadoso con tus atuendos, que tardes más de media hora eligiendo lo que te pondrás al día siguiente y que el tocador de tu casa siempre esté lleno de tus esmaltes favoritos.

Las palabras le hicieron sonrojar de golpe.

—Uhm, eso... —Se aclaró la voz, bajando la vista—. ¿Eso a que viene?

Louis sonrió aun más amplio y le tomó con cuidado de la quijada, empujando hacia arriba. 

—Levanta la cara.

Acató la orden, y con el impulso de la venerable exigencia, sus ojos se fijaron en el enorme espejo que el cuarto del castaño presumía colgando de una pared.

Era una compra reciente, le había insistido hasta el cansancio que cambiara el que tenía por uno de mayor tamaño, dónde pudiera verse de cuerpo completo. Cabe resaltar que le cumplió el maldito capricho al día siguiente.

—Escucha —murmuró, sin soltarle la barbilla—. Quiero que me digas lo que ves en ese espejo.

Harry comprendió aun menos la finalidad. 

—¿L-lo que veo?

—Ajá —Acercó la boca a la mejilla del otro, dejando un lametón caliente—. Dime que ves, ¿cómo te ves?

—Yo no... —Colapsó de pies a cabeza con la humedad imprevista—. No te entiendo.

¿Por qué se sentía tan tenso y nervioso? Quizá necesitaba un poco de ayuda.

—Bien, te pondré un ejemplo —Louis inspeccionó su figura y no dudó al pronunciar—: Yo veo en ti a un chico de cabello alborotado, ojos verdes y labios regordetes. Encuentro a alguien amable, bastante terco y muy perseverante, con ganas de superarse, que busca la manera correcta de conseguir sus metas y que ayuda desinteresadamente a otros.

Al escuchar las oraciones, el ojiverde tomó una bocanada de oxígeno, sintiéndose apenado y a su vez elogiado.

—¿Eso ves tú? —cuestionó y sus comisuras se torcieron al sonreír lánguidamente.

—Así es —Luego de su aporte, le observó indulgente—. Ahora dime, ¿qué es lo que tú ves?

Al principio, lo que Harry quiso escupir fueron puras imperfecciones basadas en su persona, validando la teoría de que al ser humano le costaba lo doble ver sus virtudes, que sus defectos.

Mordió sus labios, enfrentándose a su yo interior y a punto de ser minucioso en su criterio.

—Uhm... yo... bueno, veo a... ¿a una persona? Sí, eso —El comienzo no fue el mejor, pero replanteó su rumbo—. Veo a una persona un poco alta, delgada, que le gusta pintarse las uñas y los tatuajes... Un chico que se levanta todas las mañanas con la esperanza de que sea un buen día, positivo, alegre y también muy seguro de sí...

—¿Qué más?

—Ehm... ¿persistente? No se deja vencer con nada y que encuentra alternativas cuando todo se pone feo, alguien capaz de obtener lo que quiere, que trata de no tenerle miedo a cometer errores...

—Y si ves todo eso, ¿por qué no confías en ti?

—¿Cómo dices?

El mayor le sujetó por la curva de la cintura y apuntó hacia el frente. El dúo se miró a los ojos con ayuda de la superficie reflejante.

—Llevas castigándote semanas por un examen que según a tus palabras, arruinaste —exclamó, toqueteando grácilmente su silueta por arriba de la tela—. Lo que me gustaría que entendieras, es que si el resultado no es el que deseas, ese Harry que ves ahí, es completamente capaz de obtenerlo en una segunda vuelta, porque no deja abandonadas sus metas solo por un tropezón en el camino.

—Lou... —Su expresión se aflojó, al igual que sus hombros.

Ofuscado al asimilar los vocablos.

—A mí me mandaste a la mierda en cuanto deseé imponerme y tratar de hacerte firmar la renuncia —Le recordó, sin resentimientos—. Y no te fuiste, porque tu deseo de estudiar es inmenso, no vas a dejarlo a un lado por cualquier razón, una prueba no define tus conocimientos y si no es en esta, será en la siguiente.

El de rizos no pudo contestar algo preciso.

Se mantuvo inmóvil, no le rehuyó la mirada aunque era casi un crimen que Tomlinson dijera cosas así de dulces, inquietándole el corazón y alimentando el cariño que día tras día, aumentaba.

—Aunque algo me dice que no será necesario aplicar de nuevo —retomó, ante la falta de actitud parlanchina en el más joven—, yo tengo mucha fe en que mañana habrá algo que celebrar.

Se admiraron con afecto.

—Ojalá...

Definitivamente sonrieron, a la par y por la misma razón.

—Verás que sí —Le guiñó el ojo con encanto—. ¿Sabes qué otra cosa acabo de ver?

—Dime, ¿qué es? —Ladeó la cabeza, plenamente más confiado.

Entonces, Louis pegó la boca a su oído y enredó la mano en su mata rebelde; como recompensa obtuvo un gemido inesperado.

—Aparte de ver a un muchacho con interminables cualidades... también veo a mi británico duro e impaciente porque me lo folle.

Joder.

Los latidos de Harry se desbocaron.

Claramente el bulto en su ropa interior no había dejado de existir, simplemente quedó de lado por un rato. Y era hora de hacerse cargo.

—Estás-...

La interrupción precipitada a su frase, no la vio venir y tampoco se imaginó que de un solo movimiento, terminaría en contra de las mantas amontonadas.

Tuvo que meter las manos para estabilizarse, el empujón enérgico en su nuca lo descolocó.

Abrió los ojos a tope al salir de su aturdimiento y quiso aplastar la mitad de su rostro en el montón de cobijas, ya sabía lo que se avecinaba.

Sin embargo, no le fue posible realizar su cometido, ya que sus tirabuzones fueron tironeados de filo, comprometiéndolo a mantener la espalda arqueada y la cara ligeramente alzada.

—No, malcriado —La voz de su profanador estaba tintada de superioridad—. Mírate al espejo, así recordarás siempre lo que eres, nunca más se te va a olvidar.

Con un espasmo recorriéndole las entrañas, Harry clavó los ojos en el cristal, extasiado con su viva imagen; mejillas rojas, puños cerrándose en el edredón y la boca entreabierta, recuperando el ritmo en su respiración.

Como un hábil profesional en el oficio, Louis usó su mano libre y le bajó la ropa interior; el rizado no portaba bragas pero si un bóxer negro que le sentaba singularmente bien. Se lo retiró por completo y palmeó el interior de sus muslos en instrucción a que separara las piernas, dejando expuesto su ya dilatado orificio.

—Mírate nada más, sigues malditamente abierto —declaró, amasándole la carne blanda y manoseó el pliegue de su culo—. Al parecer el polvo que tuvimos antes de ir a trabajar rindió frutos.

Harry gimió en réplica e impulsó el trasero hacia atrás, embelesado con su retrato.

—Lou, por favor... —masculló, lamentando la liberación de su cabellera.

—Sostente con tus manos, precioso —gruñó, al sobar su propia hombría palpitante que continuaba custodiada bajo su ropa—. ¿Quieres esto?

—Lo quiero, sí —rogó, repartiendo su peso en las cuatro extremidades.

—¿Dónde lo quieres?

—Aquí —Cegado por el deseo y la excitación, abrió todavía más las piernas—. Tómame.

El mayor se regocijó e infló el pecho con orgullo, disponible para atender el mandato del autócrata veinteañero.

Pronto, la habitación se atestó de lloriqueos en regodeo y choques de pieles ensordecedores. Lo penetró en cuatro, encajándole las yemas al separar sus nalgas y localizando su próstata a la cuarta embestida.

Louis no hallaba a dónde mirar, deliraba por el placer. Por un lado tenía en el espejo los ojos llorosos de Harry, implorándole más en una ráfaga de gemidos mientras luchaba por mantener el rostro elevado. Y por el otro, estaba el culo dónde su pene se abría paso, saliendo y volviéndose a incrustar con vehemencia, creando ese ruido indecoroso que lo hacía temblar.

Lo jodió tan duro como le fue posible, tanto como su fuerza se lo permitió, con estocadas erráticas e irregulares, estrellando sus bolas en la piel pálida de su trasero y llenando el espacio con el chapoteo de sus sudorosos cuerpos.

Ambos en el éxtasis de sus acciones, la polla caliente y pesada de Louis arremetiendo en el apretado agujero de Harry, yéndose a los extremos de un vaivén tosco y bruto, derretidos en el frenesí de las acometidas.

Numerosos gemidos altos con sus nombres liderando, dedos encrespados, alientos desmedidos y un espejo siendo el máximo testigo.

El calor del momento, la vesania arrebatadora.

—Que puta, amor.

Y la frase que Louis dijo sin pensar, enviándolos a un huracán de travesías nunca antes vividas, arrasando con la resistencia del menor y sobrepasando su límite.

Eso lo llevó al orgasmo más delicioso de la semana, sollozando al desplomarse y perdiendo la cabeza mientras flotaba en su nube de la culminación, con la cota más elevada en su presión sanguínea.

Lo rico, lo impuro.

Por su parte, el ojiazul se vino con unas cuantas penetraciones extra, jadeando en voz alta cuando alcanzó a oír un exquisito "córrete dentro", proveniente de su amante.

Atravesó un desgaste de energía colosal, su mente se dispersó y el vientre le ardió a consecuencia de que su miembro fue cruelmente ahogado por la angosta entrada que colmó de su semen.

El sexo entre ellos siempre era garantía, eran el complemento perfecto en la cama.





❖ ◦ ❁ ◦ ❖ ◦ ❁ ◦ ❖ ◦ 🍻 ◦ ❖ ◦ ❁ ◦ ❖ ◦ ❁ ◦ ❖





Llevaban cerca de diez minutos sin pronunciar palabra.  

Harry y Louis compartían el mullido sofá de tres plazas en la sala; uno cargaba con la pequeña y latosa Kiara, mientras que el otro tenía la laptop abierta esperando en la mesa de centro, a un solo click de conocer su futuro.  

Styles le rezó a los dioses en el cielo que el internet se cayera esa mañana, que la computadora prestada se averiara, o que un maldito rayo le destruyera, así terminaría con su sufrimiento. Ya tenía todo listo, la página estaba abierta, solo necesitaba ingresar y conocería finalmente su resultado.

Pidió un minuto de silencio, con el fin de hallar la tranquilidad, pero el tiempo siguió corriendo y él no podía presionar ninguna tecla.  

Jodido, así se encontraba.

Le dolía el trasero, tenía sueño y aparte lloraba internamente por el pavor al fracaso que estaba por tocar a su puerta; la cabeza gacha, una taza de té a medio tomar y miles de pensamientos arrollando su cordura.  

—Harold, hazlo —Por fin, Louis se tomó la atribución de comentar—. Solo pon el cursor sobre el botón y alivia todos tus males.  

—No puedo —Se quitó los rizos de los ojos—, en serio, no estoy listo. 

—¿No lo estás? 

—¡No! —chilló, exasperado—. No estoy listo para que mi felicidad se esfume. 

Louis negó con la ocurrencia, sus dedos acariciando la cabecita de la cachorra que no entendía por qué sus dueños estaban tan preocupados. 

—Lo hablamos ayer —murmuró, recorriéndose sobre el mueble—. ¿Acaso te lo tengo que volver a decir? 

Harry se frotó el puente de la nariz.  

—¿Eso incluye otra follada frente al espejo? —preguntó, verdaderamente inquieto—. Porque hoy si me duele hasta el pelo.  

—No, hay menores de edad presentes —Hizo referencia a la tierna Kiara, quién yacía panza arriba sobre su regazo—. Vamos, aquí estoy contigo.  

—Ya sé que estás aquí y te lo agradezco —espetó, con los párpados cubriendo sus ojos—. Pero me va a llenar de coraje ver que mis semanas de estudio no sirvieron para nada por un maldito bloqueo que me causaron los nervios.  

Comenzaba a alterarse, el desbalance emocional lo tenía en un sube y baja de estrés.  

—Es que aún no lo sabes —dijo el ojiazul, al mirar su perfil—. ¿Por qué mejor no lo averiguas? 

—¿Y qué va a pasar después? —Chasqueó con su boca y pasó el índice por el panel táctil—. ¿Vas a traerme un litro de helado y veremos películas mientras lloro en la miseria? 

—Te voy a comprar los sabores que quieras, lo juro —Le siguió el juego—. Solo hazlo, yo también me estoy poniendo nervioso.  

Y no era mentira, no era su culpa absorber las emociones ajenas y que eso influyera en su estado anímico.  

—Kiara, necesito un abrazo —Tomó a la perrita con ambas manos, y la pegó a su pecho—. Tu también tendrás que comer helado, debe haber alguno para perro, voy a investigar. 

La cachorra le lamió el cachete, inocente y amorosa.  

—También le compraré a ella en caso de ser necesario —concedió y observó la pantalla encendida—. ¿Ya? 

Harry sostuvo a su mascota, la saliva se le atascó e hizo un sonido extraño al tragar. De milagro no estaba sudando, pero poco le faltaba para llegar a tal grado. 

—Promete que me abrazaras mucho. 

—… Lo haré.

—Y que no importa cuanto dure llorando, me vas a tener paciencia.  

—Siempre te la tengo —masculló con un dejo de diversión—, ya me acostumbré.  

—Bien —Le observó, levantó la barbilla unos centímetros y tendió su brazo, con la palma hacia arriba—. Hay que hacerlo.  

A Louis no le importó tomarlo de la mano mientras él se disponía a revisar lo que por tantos días, lo tuvo acongojado. Si no fuese porque estaba juntos, quizá ya habría mandado todo a la mierda y se quedaría con la custodia de al menos haberlo intentado.

No quería enfrentarse a ello pero debía hacerlo, las manos le temblaban ridículamente, eso era incluso peor. Colocó a su diminuta acompañante sobre el sofá, justo a un lado suyo, ya que no quería usarla como pañuelo de lágrimas.   

Se refregó los ojos, el corazón amenazando con salirse de su pecho.

Movió el cursor al botón designado que resaltaba con la palabra “Ingresar.” 

Volteó a ver al mayor, este tenía su labio inferior presionado con los dientes y disimuladamente tenía los dedos cruzados.

Los dos igual de tensos, como si estuvieran a punto de consultar un boleto posiblemente ganador de la lotería.  

Se tragó un gemidito quejumbroso y fijó los ojos en página web establecida, aceptando su realidad. 

Dio un toque al touchpad y su alma se heló al ver ese desgraciado ícono de carga en la parte superior del navegador.  

La interfaz cambió. 

Y gritó.  

“Harry Edward Styles.
Aspirante seleccionado: Universidad de Columbia.” 

Era su nombre.

Su nombre estaba ahí, en letras negras y grandes, previo a la frase que lo matriculaba como un estudiante en la universidad de sus sueños.  

Se mareó. No, se iba a desmayar.

—¡No jodas! —Y el primero en recobrarse, fue Louis—. ¡Harry! 

—¿Qué? —Estaba ido.  

—¡Entraste! —alegó, estallando en alegría—. ¡Joder, estás dentro! 

—No… es… no —masculló, releyendo la secuencia de sílabas—. ¿Lo hice? 

—¡Claro que sí! —saltó sobre el sofá, y estiró los brazos para girar la laptop en su dirección—. ¡Aquí dice, mierda, te admitieron! 

No podía contener la felicidad que le rebosó. Estaba más que contento por él, siempre lo supo.

Pero el implicado no se inmutó, seguía en un estado de conmoción al no creer lo que sus ojos veían; seguramente estaba soñando, todo lo contrario a una pesadilla.

—Espera… —murmuró el castaño, posicionándose la máquina en las piernas—. Oh, Dios…  

 —¿Qué? —indagó, sin mover ni un músculo.

—No solo entraste... 

Harry frunció el ceño, sin entender ni una pizca de la controversial situación.  

—… ¿Qué? —Al parecer, era el único monosílabo que lograba coordinar.  

—Míralo tu mismo. 

La descomunal sonrisa de Louis le hizo batir las pestañas confundido. Le devolvió el ordenador portátil, señalando un punto clave en su derecho de admisión.  

—Ahí —instó, intercalando su visión entre la cara de Harry y la pantalla—. ¿Lo leíste?  

—Imposible —Apretó con fuerza los laterales del artefacto—. No es cierto, joder, esto es una puta broma. 

—¡No lo es! —Su júbilo era irreprimible—. ¡Obtuviste una beca! 

—Del setenta por ciento… —completó—. Una beca académica del setenta por ciento… 

Esta vez, sus ojos cumplieron con lo que sabía que iba a pasar ese día; se le llenaron de lágrimas, y no precisamente por atravesar una decepción. 

Harry tenía un lugar asegurado en la Universidad de Columbia y el apoyo económico de una beca para cubrir con una buena parte de sus gastos.

Lo había hecho.


Surprise!

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