Uno

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Una semana en Nueva York y todo parecía más difícil de lo que se imaginó.

Cuando tomó la decisión de irse a probar suerte al otro lado del mundo, creyó que sería suficiente con sentirse independiente y llevarse todos sus ahorros para sobrevivir en lo que conseguía un buen trabajo que le dejara las ganancias suficientes como para mantenerse.

Y es que, en realidad, Harry ya pensaba seriamente en regresar a Londres porque las cosas en Manhattan no estaban saliendo como las esperaba.

Quizá era por su constante negativa al rechazar empleos con salarios tan miserables como golpearse el dedo meñique del pie.

No podía simplemente aceptar cualquier cosa, necesitaba juntar todo lo necesario para poder pagar su universidad, no quería depender de sus padres siempre o hacerles gastar lo que no tenían. Por ello, creyó que lo más prudente sería empacar y tratar de conseguir algo estable por su propia cuenta, porque necesitaba hacer su vida y vivirla a como el gustara.

Pero las cosas no siempre salían como eran planeadas y ahora estaba ahí, en una cafetería de Park Avenue, comiendo una hamburguesa asquerosamente deliciosa, con papas fritas y una malteada de chocolate, sin importarle que la combinación más tarde le causara dolores de estómago severos.

Su buen humor era inexistente hasta ese momento, no estaba tranquilo, necesitaba juntar lo suficiente para pagar el segundo mes de renta en su apartamento y aún no lo tenía, no podía perder ese lugar, era bastante lindo y a un costo accesible, le costaría mucho encontrar algo similar y a buen precio.

—¿Se te ofrece algo más? —El hombre mayor que atendía el lugar, se acercó a él con una sonrisa amable—. ¿Una rebanada de pastel para aliviar los malos ratos? 

—Uhm, no, gracias —respondió, levantando las comisuras de sus labios—, con esto es más que suficiente, incluso creo que lo pediré para llevar.

—Si gustas lo pongo en un recipiente, tú me avisas —indicó, antes de regresar al área de atención, dónde un par de personas esperaban pacientemente pedir su orden.  

El rizado ya no tuvo tiempo de agradecerle el buen trato, así que solo se encogió de hombros, llevando el popote a su boca para darle un sorbo a su exquisita malteada. La saboreó con los ojos cerrados, hasta que el estruendo de un puño, golpeando una mesa cercana a él, y luego una serie de risas escandalosas irrumpieron su calma.  

Con la mayor discreción posible, miró en dirección al espacio que produjo el sonido, y pudo notar que se trataba de tres muchachos que platicaban muy felices acerca de quién-sabe-qué-cosa. Su vista no le ayudaba mucho, por ello no consiguió distinguir muy bien las caras.

Agudizó su oído, para intentar escuchar la conversación ajena.

—Bien, yo apuesto treinta al cáliz de fuego —Un chico de cabello negro, depositó unos cuantos billetes sobre la mesa.  

—Yo voy con la piedra filosofal —Otro de ellos, quién portaba una gorra, dejó la misma cantidad dicho al centro. 

—Estoy tan seguro de mi, que voy con la cámara secreta y subo la apuesta a cincuenta —masculló el restante y aventó con gracia los dólares. 

—Cincuenta entonces. 

Como si nada, el par de amigos sobrantes sacaron más dinero de sus carteras, acumulándolo en el sitio establecido. 

Louis sonrió, mostrando los dientes antes de tomar su celular e introducir en el buscador, “¿Cuál es el filme más largo de Harry Potter?”. Todos estaban atentos a la respuesta y cuando en su pantalla, cargó el nombre de la película por la que él había dado su confianza, otro grito se hizo presente de su parte, sacándole un bufido a sus acompañantes. 

—Jódete, Tommo —Zayn bramó, con odio fingido—, tú nos estafas. 

—No es mi culpa que no sean conocedores del universo de Howgarts —murmuró con sorna, recogiendo los ciento cincuenta dólares que había obtenido en menos de cinco minutos.  

—Como sea, ya lo veía venir —dijo Liam, recargándose en el respaldo de su silla—. ¿Alguien tiene la salsa de tomate? 

—No, no nos dieron.  

El ojimiel torció la boca al ver que a sus papas fritas le hacía falta esa mancha roja para ser perfectas, así que sin ninguna pena, se levantó del lugar y caminó hacia la mesa más cercana, robando el bote de salsa de los demás comensales.  

De repente, una canción bastante conocida llenó la cafetería e instantáneamente el muchacho se volteó hacia el encargado, señalándole con el dedo índice mientras comenzaba a mover su cuerpo al ritmo de la melodía.  

—¡Necesito más intensidad! 

El hombre mayor se rió y después optó por subirle el volumen a la radio, recibiendo un agradecimiento por parte de la tercia presente.  

Harry había observado toda la situación, tratando de no verse tan insistente, pero no pudo evitar sonreír con diversión, visualizando el baile tan natural y estupendo que el extraño estaba realizando.  

—¡Eso Payno! 

—¡Lo tienes! 

Al parecer estaban muy acostumbrados a hacer ese tipo de cosas, porque no les molestaba en absoluto que las personas los observaran, algunos con extrañez y otros con admiración pura.  

—¿Son sus amigos? —La voz de Harry salió un poco más ronca de lo normal, así que carraspeó la garganta para remediarlo.  

—No, pero siempre vienen aquí, es su hora de desayuno y relajación antes de ir a su trabajo —le comentó con sencillez.  

—¿De qué trabajan? —Volvió a indagar, esta vez con los ojos puestos en el señor.  

—Son bengalas.  

El rizado no entendió aquella referencia y lo hizo saber con un gesto de desconcierto. Sin embargo, antes de que pudiera cuestionar algo más, su nuevo conocido le entregó una tarjeta que no supo de dónde sacó. 

La tomó curioso, leyendo con atención las letras impresas; en la parte frontal del pedazo de cartoncillo, había una tipografía que simulaba un anuncio de colores neón que decía “Club Bengala”, y del lado posterior, había una dirección en letras más pequeñas.  

No entendió el concepto del todo, pero por el nombre, supo que podía tratarse de un bar. Mordisqueó su labio inferior con ímpetu y otra vez observó hacia la mesa que atraía la atención de cualquiera.  

—Y bueno, trescientos cincuenta por una sola noche —El castaño sacó tres fajos de billetes que les extendió a los muchachos con felicidad.  

—Esto es fabuloso —comentó Zayn, pasando sus dedos por el papel con valor monetario.  

—Más que eso. 

Los ojos de Harry casi se salen de sus cuencas al escuchar la cantidad y el tiempo en que habían tardado en generarla. Su desesperación por conseguir el dinero que le faltaba, lo orilló a un generar un cúmulo de disyuntivas. Regresó la atención a su comida, pensando seriamente en cuales eran los pormenores de tal empleo.  

¿Ser bengala? ¿Qué era eso?

Esperaba que no fuera nada raro, pues los tres chicos lucían de la misma edad que él, e incluso se veían muy frescos como para tratarse de algo ilegal o indebido.

No podían andar en malos pasos.

Un característica peculiar del rizado, era el espíritu aventurero que en ocasiones le nacía, la necesidad de tener giros repentinos en su existencia, le gustaba la adrenalina, pero muchas veces se reprimía por el miedo a lo que pudiera pasar después.

Esta vez, su incertidumbre pudo más y ahora se encontraba ahí, frente al local que tenía el mismo nombre que venía en la tarjeta. Después de terminar sus alimentos y de pagar el monto indicado por ellos, salió y tomó un taxi, para ir en búsqueda de la dirección que le habían proporcionado en Amsterdam Avenue.

Rascó su mentón y con la vista, recorrió el exterior del club, lucía algo viejo y descuidado por fuera, eso no le dio tan buena espina, pues esperaba encontrarse con algo mejor establecido.  

De todas formas, solo estaba ahí para pedir informes o en caso de tener que salir huyendo, bueno, traía una pequeña navaja colgando en su llavero. Cruzó la calle, mirando previamente a los lados, y al estar frente a la puerta, tocó un par de veces a ver si alguien respondía. 

No estaba asustado, más que eso, estaba ansioso por averiguar que había más allá de esa fachada nada atractiva, hizo todo lo posible para mostrarse neutro cuando la puerta fue abierta y reveló a un joven rubio más bajo que él.

—¿Sí? ¿Qué se te ofrece? —El muchacho interrogó, con las palabras pintadas en disgusto. 

—Ehm, hola, yo… mi nombre es Harry, tengo veinte años y soy de Londres —explicó y el parpadeo en los ojos del muchacho enfrente suyo le hizo entender que su presentación estuvo de más—, disculpa, me enteré de tu negocio por medio de esto. 

Harry le extendió la tarjeta al ojiceleste y él la sostuvo entre sus dedos con desinterés. 

—¿Y? 

—Estoy buscando empleo, creo haber visto a tus… trabajadores en una cafetería, así que me preguntaba si tenías algún espacio disponible.  

Los gestos del rubio eran bastante difíciles de entender, no sabía como interpretar la forma tan fría en que lo analizaba. 

—¿Sabes lo que tienes que hacer aquí? 

—No, a decir verdad no.  

—Ya, por eso viniste a una dirección dónde un completo desconocido te iba a recibir, dónde no sabías si se trataba de un simple bar o un lugar dónde tu vida podía correr el riesgo más grande —comentó, con obviedad—, eso no es muy inteligente de tu parte. 

—Tengo una navaja —habló, sacando de su bolsillo delantero el llavero—, por cualquier cosa. 

Eso le sacó una risa desinflada al joven. 

—Niall.  

—¿Perdón? 

—Me llamo Niall.  

—Ah, si, una disculpa —Extendió su mano esperando que fuese tomada, pero eso no ocurrió ya que quedó al aire frente a los ojos bailarines del contrario. Apenado, la retiró y atinó a realizar un puchero.  

—¿Tienes algún tipo de adicción? —La pregunta lo tomó desprevenido. 

—No, no consumo ningún tipo de droga —aclaró, con una mueca—, solo bebo de vez en cuando pero no es algo con lo que tenga problemas.  

Niall se recargó en el marco de la puerta, cruzando los brazos mientras su mente maquinaba la visita tan repentina.  

—Tienes buena pinta, ¿has sido bartender alguna vez? 

—No… no tengo experiencia, pero aprendo rápido —Se mordió la lengua—, no me cuesta trabajo. 

—Honestamente creo que alguien que llega aquí en busca de trabajo, sin saber lo que tiene que hacer, no tiene futuro —dijo tranquilamente y colocó la mano en su propia cintura.

—¿Cómo lo sabes si no me das la oportunidad? —Harry preguntó y arrugó el entrecejo.

—¿Yo tendría que dártela?

Ese tal Niall estaba jugando con él, eso no era de su agrado en absoluto.

—¿Estás hablando en serio? —Contrariado, dejó caer todo su peso en la pierna izquierda, echando la cadera hacia un lado—. Oye, no lo tomes a mal pero, ¿tú eres el dueño? Si no es así, me gustaría le llamaras porque lo que menos necesito ahora es discutir con un mesero arrogante que se siente con el derecho de decidir cosas que no le corresponden.

No se preocupó mucho por su contestación y tampoco creyó que eso le iba a dar el pase directo al entorno del club, pues en Niall, se fue formando una sonrisa al sentirse complacido con la actitud del rizado.

—Ven a partir de mañana a las siete de la tarde —El ojiceleste proclamó, luego de notar su energía. Cuando estuvo a nada de cerrar la puerta, la mano de Harry se lo impidió.  

—¿Me está dando el trabajo? —cuestionó incrédulo.  

—No, estarás una semana a prueba, quiero ver tus habilidades y en realidad, todo se decide el viernes —le dijo atropelladamente, subiendo solo una ceja—. ¿Algo más o ya me puedo ir a terminar mis deberes? 

—No, disculpe, muchas gracias —respondió en voz baja, avergonzado por su anterior agresión verbal.

—No me hables de usted, solo soy un año mayor que tú.  

Y para su nada grata sorpresa, la puerta se cerró en su cara, provocándole un salto cuando chocó con el marco.  

Se aturdió ante la entrevista de trabajo poco formal, soltó un largo suspiro y luego retrocedió unos pasos, acomodando a la par la bandana que venía atada a sus rizos. En esas estaba, hasta que las tres voces que previamente ya había escuchado, retumbaron en carcajadas no muy lejos de él.  

Se tensó de inmediato y tardó mucho en irse, ya que los tres pares de ojos se posaron encima suyo, escaneándolo suspicazmente.

Su corazón dio un vuelco cuando descubrió al mismo chico de cabello castaño, con unos pómulos definidos, una nariz pequeña en forma de botón, diría él. Unos labios delgados y finos, en un tono rosa pálido enmarcados por el vello facial que podía adivinar, era de pocos días.

Y los ojos, ni hablar de ellos, tan azules como el zafiro, luciendo brillantes por el reflejo de la luz solar.

Apartó la vista, después de tomarse el atrevimiento de enfocar sus brazos con los músculos marcados y tatuajes decorando su tez bronceada.

Tuvo una revolución interna.

—¿Tú quién eres? —Y con el tono altanero que aquel extraño usó, su encantó se perdió totalmente.

Un idiota más.

—Ehm, hola —susurró, terminando de realizar el nudo en su pañoleta y regresando a la tierra—, creo que soy su nuevo compañero. 

—¿Nuevo compañero? —El más alto de los tres, preguntó—. No sabía que Niall estaba contratando.   

—Al parecer no lo está haciendo... supongo que vio mi desesperación y me dio una oportunidad —Intentó sonar gracioso.

—Me llamo Liam Payne —mencionó, y después señaló a los demás—. Ellos son Zayn Malik y Louis Tomlinson. 

Solo uno de los nombrados fue capaz de responder a la presentación y saludarlo con una seña de mano, para ser más específico, el pelinegro.

—Mucho gusto, soy Harry Styles—exclamó, colocando sus manos detrás de la espalda. 

—Así que Harry —La mofa del tal Louis, se disfrazó al dividir en sílabas la pronunciación de su nombre—. ¿De dónde vienes?

—Londres. 

—Uh, otro chico londinense arribó a tierras sagradas. 

Estaba de más decir que Louis también notó la belleza externa del nuevo, era peculiarmente lindo, con unas mejillas envueltas en un rubor delicado, una boca gruesa, o mejor dicho, unos labios rellenos y con un tono rojizo bastante natural.

Pero suspendió su inspección, retornando la indignación que siempre le carcomía al admitir a cualquier principiante.

Detestaba compartir, no se sentía nada a gusto con la presencia de intrusos en el establecimiento.

Era indignante el hecho de que su amigo, hubiese contratado a ese tipo, tenía que hablar seriamente con él, no podía simplemente tomar decisiones a la ligera. Aunque él no tuviera nada que ver con lo administrativo y tampoco fuera el dueño o gerente, se sentía con derecho de dar su opinión por ser el primer bartender del lugar.  

La plantilla de trabajo la conformaba Liam, Zayn y Louis, no necesitaban más.

Como era de esperarse, a Harry no le estaba agradando nada la soberbia impregnada en sus frases, su energía era sencillamente negativa. Las sensaciones que albergó escasos minutos atrás, desaparecieron como el vapor.

—¿Qué tan pesado es el trabajo aquí? —el menor trató de desviar el tema. 

—Lo normal, entre semana es lo más relajado y te pagan por prácticamente destapar cervezas, pero si quieres saber lo que es el verdadero club, espera al viernes —explicó Zayn, colocándose a un lado de Liam—, ojalá sobrevivas a ello. 

—El dueño me dijo que justamente estaría a prueba una semana y que el viernes sería mi prueba final, ¿eso a qué se debe? —Ladeó su cabeza.

—A nada —Louis se adelantó, abriéndose paso entre sus amigos—, tienes que cumplir con la semana completa si deseas quedarte con el puesto.

—Bueno, espero lo logre —contestó en el mismo tono, pasando saliva con dificultad—, como sea, me tengo que ir, nos vemos mañana.  

—Aquí te esperamos.  

Harry se alejó a zancadas del local con el estómago revuelto y los ánimos un poco decaídos, no acostumbraba llevarse mal con la gente pero cuando eso pasaba, no podía evitar sentirse vulnerable. Conforme el paso del tiempo, lo superaba y estaba seguro de que eso ocurriría esta vez, solo iba a ignorar la actitud nefasta del ojiazul, se enfocaría en hacer bien su trabajo. 

Imbéciles guapos como él, abundaban en el mundo.

—Ese chico no tiene madera para estar acá —dijo el castaño, cuando por fin se fue. 

—A mi me cayó bien, pero siento que no va a durar aquí, se ve como una presa fácil —añadió Liam con una mueca. 

—Quizá, veamos que tan bien o mal se desenvuelve. 

—No necesitamos un bengala más, Zayn. 

—¿Por qué tan negativo, Tommo? 

A veces entre ellos había desacuerdos leves como este. Cuando a uno le caía bien algún extraño y al otro simplemente no le hacía feliz la idea.  

—Porque nosotros tres siempre hemos podido servir y mantener el lugar tranquilo, no es necesario el aumento de personal. 

—¿Bromeas? —El pelinegro se relamió los labios—. ¡La semana pasada me torcí la muñeca por hacer el flair tan rápido! 

—Eso fue por tu culpa, por no tomarte tu tiempo —recriminó.  

—Había mucha gente y para serte sincero, yo si estoy agradecido con Niall por haberlo aceptado. 

—Por dios, Z —murmuró, rodando los ojos con pesadez—. No será el primero ni el último en descartar este empleo en menos de un mes.  

—No, Louis, no vas a ser grosero con él —Liam le regañó—, siempre lo haces, deja de ser tan molesto con los novatos. 

—Ya lo veremos. 

Louis no era mala persona, al contrario de eso, era alguien de mucha confianza que siempre vivía preocupado por sus seres queridos. Pero siempre que sentía amenazada su estadía, actuaba de esa forma: cada que alguien atractivo se volvía bengala, hacía de todo para que desistiera y terminara renunciando.  

En esta ocasión, era peor de lo que se imaginó en algún punto, Harry era un dios griego en toda la extensión de la palabra, no había poder humano que explicara su divinidad e incluso podría llegar a pensar que era irreal.

Tendría que trabajar duro para ahuyentarlo. 


Flair: es el acto de mover de un tirón, haciendo girar y lanzar con equilibrio la captura de botellas, bebidas, y diversas herramientas de la barra mientras que elabora cocteles.

❖ ◦ ❁ ◦ ❖ ◦ ❁ ◦ ❖ ◦ 🍻 ◦ ❖ ◦ ❁ ◦ ❖ ◦ ❁ ◦ ❖

Holaaaa♡. Bueno, acá un nuevo proyecto por el cual estoy muy emocionadaaa.

Díganme, ¿qué les parece?

Espero que les guste y gracias por leer, nos vemos en el siguiente capítulo. Les amo mucho, besos♡.

-María.

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