Recuerdos del Ayer: Parte 4

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El carácter no se puede desarrollar con facilidad y tranquilidad. Solo a través de experiencias de prueba y sufrimiento puede el alma ser fortalecida, la ambición inspirada y el éxito conseguido - Hellen Keller 

Capítulo 9


La mirada de dolor y de decepción de los padres de Paper, fue lo que casi logró que renunciara a todo lo que había querido. Por más que pasaba el tiempo, ella no se sentía completa o llena. Al contrario, sentía un profundo deseo de salir corriendo y abrazar a sus padres. Ahora que todo se había dado como ella había querido, estaba martirizada de ahora eso no fuera suficiente. Se cuestionaba todas las noches, preguntándose: ¿Por qué lo había hecho? 

Resulta que su entrenamiento como agente, inició en Toronto-Ontario, Canadá. En esa primera fase, básicamente tuvo estudios teóricos sobre la compañía, su misión, su visión, sus objetivos, las razones por la que ellos estaban allí, los estatutos de la empresa, y las razones por la que un infectado era un peligro. por supuesto, todo aquello alababa a la empresa, casi como una labor milagrosa, de ayuda social y de buenas obras. Era como ver propaganda de alguna ONG, sobre cualquier tipo de lucha. 

Luego de haber renunciado a mis padres, por cumplir con mi sueño de pertenecer a la más prestigiada empresa de experimentación biotecnológica como lo es FACTORY, me llevaron a un cuartel general ubicado en Venezuela; ya que era el lugar más indicado para entrenamientos militares, por el lugar donde se encontraba la fuente, los diferentes relieves geográficos y los diferentes climas que este poseía. Simplemente era ideal para quien quisiera pertenecer al grupo de agentes.

Luego de ello, fue trasladada a Venezuela. El cambio climático no solo fue drástico, sino todo en general. La Fuente A, era el prototipo de una organización experta en robótica. Desde el guardia de la entrada hasta el que te atendía, se trataba de un robot. Estos, básicamente redujeron el personal "raso", y dejaron a los humanos únicamente para puestos importantes dentro de la fuente. De esa forma, todo el ingreso económico que tenían iban dirigido a las investigaciones. 

En dicho lugar, aprendió un poco sobre robótica, artillería, artefactos tecnológicos con la que la empresa contaba, y artes marciales. También, aprendió la forma en la que se expresaba la infección en los seres humanos, como desarmarlos con tecnología, y, cómo al mismo tiempo, estos presentaban "procesos psicopatológicos" que los llevaba a ser personas no aptos para la convivencia humana. Tuvo pruebas de supervivencia, donde le dejaron sin comida y agua, y sin ningún utensilio que le ayudara a la supervivencia. 

En ese tiempo, conoció una comunidad pequeña, los cuales se denominaban como etnia Maco. Los Maco, no habitaban a la orilla del río Ventuari como otros, sino que tenían casas de barro a muchos metros del río, y que principalmente vivían del cultivo, de la caza y de la pesca. A diferencia, de otras razas indígenas, eran amables y la arroparon como una más de ellos. No tuvo problemas en acoplarse, al confirmar que muchos de ellos estaban libres de infección. Según los archivos que estudió, se debía a que la infección era selectiva hacia los mestizos.

Con ellos aprendió el arte de tejer las palmas, de cazar, cultivar y pescar, además, aprendió a preparar casabe de yuca amarilla o amarga, y el mañoco. Alimentos principales de esa zona. Estos solían comerse con caldos que llamaban ajicero y con bebidas, principalmente la yucuta. Además, eran productos no perecederos, especialmente si se deseaba hacer algún recorrido largo. Lo interesante es que estos para eliminar el veneno —un líquido llamado "yare"—, utilizaban un utensilio al que s ele conocía como "sebucán", pero no era más que una especie de exprimidor cilíndrico y resistente, entretejido de palmas al que llamaban "bejucos", entrelazados que se colgaba en el techo, se rellenaba de harina de yuca, y se le da vueltas para extraer por goteo el ácido cianhídrico, el elemento tóxico de la yuca amarilla.

En esa oportunidad, habían esparcido a doscientos reclutas para la compañía. Y pasado un año, volvieron solo veinte de ellos. Eso era el diez por ciento de todos los que habían llegado de Canadá. 

Pero lo mejor de ese viaje para ella, había sido conocer a Disandad. 

Pescaba a la orilla del río, a una par de kilómetros de la comunidad. Estaba sola, un poco agotada porque no había logrado pescar nada con la pequeña red que había lanzado y que sujeta desde un extremo, mientras estaba apoyada sobre el risco de una piedra. Hacía calor, pero no lo sentía del todo, debido a las sombras que le proporcionaba la misma jungla alrededor. El sonido de diferentes pájaros el acompañaba, pero, hubo un sonido entre todos ellos,  que no podía reconocer. Lo curioso era, que parecía un canto al que los demás respondían con solemnidad. 

Amarró la red a un costado y lo presionó con una fuerte roca, para echar un vistazo, haber si conseguía al pájaro dueño de dulce canto.  Fue hacia la derecha, tratando de ser lo más sigilosa posible, y cuando el sonido se intensificó más, quedó pasmada al ver que, quien hacía tal sonido era una mujer, de piel canela, pero con brillo único que en cierto momento le parecía ver como si fuera oro puro. Su cabello estaba enmarañado, pero adornado con montones de hojas y flores, que parecía ser una criatura misma de la naturaleza; además, resaltaba el maquillaje verdusco, que cubría parte de su nariz hacia su frente, y en sus ojos, habían un color parecido al salmón, pero más oscuro, que resaltaba su mirada parda y clara. 

—Hola —le dijo ella, intentando ser amable. 

La mujer le vio, le sonrió con alegría. No era Maco, la vestimenta que esta llevaba era de una generación más primitiva o remota de la selva. Los Macos, usaban ropas comunes como ellos, al igual que la mayoría de otras etnias, en cambio, esta llevaba un conjunto tejido de palmas que, si bien no era vulgar, resaltaba una silueta hermosa. 

Intentó acercarse, pero al dar un paso esta le dijo: 

—No te acerques —al menos hablaba su idioma—, si das otro paso, puedes morir. 

—¿Estás infectada? —Le preguntó. Ella negó con la cabeza—. ¿Entonces, por qué no puedo acercarme? 

—La tierra que piso es sagrada, si la mancillas con tu presencia, morirás —le contestó, y aunque no estaba siendo descortés, si había autoridad en su voz. 

Y por alguna razón desconocida, Paper sentía que debía obedecerle. 

—Solo vine porque me atrajo tu canto —respondió sin embargo. 

—Mis lirios oyen mi voz, y yo las conozco, y crecen con mi canto. Yo les doy vida eterna, y nunca morirán aunque otros lo quisieran. Nadie podrá arrebatármelas de mi mano, aunque lucharan con todas sus fuerzas —le contestó. 

Paper, por algún motivo sintió las piernas pesadas y cansadas,  creyó que se trataba del tiempo que llevaba intentando pescar algo, así que se sentó en una posición que no solía hacer, apoyada en sus pantorrillas con los pies en puntas, estirados, como si estuviera a punto de hacer una reverencia. 

—¿De donde eres? —Le volvió a preguntar. 

—Soy de allí, pero también de allá, —señaló a sus costados—, estoy aquí —señaló la tierra debajo de ella, y luego el cielo—. Pero también acá. 

Paper sonrió, no por burla, sino curiosidad de figura tan enigmática. 

—¿Acaso quieres decir que eres y estás en todos lados? 

Ella asintió. 

—Pero eso no tendría sentido, a menos que seas una infectada.

El semblante de la mujer cambió notoriamente. Como si estuviera disgustada por el comentario que había hecho. 

—Lo siento, ya me habías dicho que no eras una infectada, no quise ofenderte. 

—No me ofendes —le contestó, apenas acabó de hablar—, ser alguien a quien llamas infectado, no me haría ni más pero tampoco menos, de lo que en realidad soy. Ser alguien al que llamas sano o común, o normal, no me haría más pero tampoco menos de lo que realmente se es.

Paper se quedó un momento meditando. Parecía complicado entender a aquella mujer, pero por algún motivo se sentía en calma y segura con ella. Aunque apenas le había conocido. Además, lo que dijo, había una realidad: Nadie es más o menos, de lo que ya es o lo que siempre ha sido. Entonces, ¿eso que significa? ¿Acaso eran ellos los humanos los de las medidas?

—¿Cómo te llamas? —Le preguntó finalmente. 

—Disandad —le respondió con una sonrisa en el rostro—, pero puedo tener muchos nombres. Solo hay que estar atentos con el corazón para realmente escuchar mi voz. Si eres parte de mí, podrás oírme y reconocerme. 

—¿Parte de ti? 

Disandad asintió, ante la interrogante de Paper.

—Los lirios del campo que he cultivado, son muchos, pero al mismo tiempo pocos. Algunos llevan frutos y otros apenas se salvan de la hoguera al secarse. Pero al final, sea que tengan frutos o no, seguirán siendo míos. Nadie podría arrebatarme eso. 

—Pero, ¿cómo es posible eso? Un lirio no lleva fruto. 

—El fruto del lirio está contenido en una capsula. Toda planta con la capacidad de originar semillas, posee frutos —le corrigió—. Paper, creo que tienes que atender tu red, está rebozando de peces —le dijo Disandad, con una amplia sonrisa. 

Paper se levantó de un brinco, iba a correr hacia su red, pero se detuvo. Miró hacia atrás, y le dijo a aquella mujer. 

—No quiero irme. ¿Podré verte de nuevo? 

—Lo harás, cuando el momento llegue —dijo ella—, pero tal vez de no la misma forma que me ves ahora. 

Paper asintió, por algún motivo se sentía feliz, y comenzó a correr. Cuando volvió su rostro detrás de ella, no vio a Disandad en ninguna parte. Por un momento, creyó que a lo mejor se estaba volviendo loca por el hambre y la falta de agua en su cuerpo.  Pero se sintió tan real. 

Al llegar a su red, definitivamente estaba llena de peces. Pero, lo curioso no era eso, que ya de por sí era un asunto realmente sorprendente al llevar tanto tiempo sin pescar nada, es que los peces que extraía de la res no eran peces de ríos, sino de mar. ¿Cómo era posible eso? 

Ese había sido una de las mejores anécdotas que había tenido en la selva. 

Recordó que, luego de ello, solo vivió un duro entrenamiento físico, entre ejercicios, dietas y combates físicos, incluso con diferentes estilos de armas. Sí, aprendió a manipular todas las armas, pero definitivamente se sentía mucho mejor con una pistola de cañón corto en su mano. 

Cuando estuvo a punto de cumplir el año en la fuente, le llegó la gran sorpresa para participar  por primera vez en el exterminio y purificación de aquel país. Según le informaron, al igual que en Canadá, en ese lugar las cosas se habían salido de control por culpa de dos laboratorios importantes de esa nación, que engañó a los impuros con falsas esperanzas y desprestigiando la labor de FACTORY con el mundo entero. ¿Cómo perdonar a estas personas que llevaron un caos y una guerra interna en el país que se cobró muchas vidas inocentes? 

Paper, cuando vio caer a uno de los suyos, o algún niño o una familia entera sin rastro de infección, maldecía a esos dos laboratorios que hacían guerra contra FACTORY. ¿Cómo era posible que fueran unos ilusos y mentirosos, por querer mostrar una falsa esperanza a un grupo de personas que merecían morir? La purificación debía ser un éxito, y los humanos "normales" tenían que prevalecer. 

Fue en un traslado al estado o la provincia del Zulia, —donde el calor era lo más sofocante e inminente de aquel lugar—, en el que ella se convirtió, sin saberlo, en una asesina. Al menos, así lo sintió cuando todo aquello sucedió:

La ciudad de Maracaibo, capital del estado Zulia, encontrada en el noroeste de Venezuela, estaba vuelta un caos. Allí había iniciado el estallido social. Siendo el centro económico más importante de Venezuela —debido a la industria petrolera—, de inmediato todos los ciudadanos infectados rebeldes decidieron atacar la primicia económica para acortar el dinero del país. Por eso, se les había solicitado a los nuevos reclutas oficiales que esa sería su primera misión: controlar a los infectados y restructurar la fuente de energía eléctrica y la toma de la refinería petrolera. 

—¡Comiencen! —fue el grito que vociferó Nikloue, cuando todos los que estaban en las capsulas de envío, se iluminaron. 

Y aquella nave, produciendo miles de luces sobre la ciudad, hicieron aparecer miles de agentes, en una teletransportación al viajar a la velocidad de la luz. 

Paper apareció en un pequeño callejón de la ciudad. No pudo evitar tomar una fuerte bocanada de aire, cuando sintió el mareo de la teletransportación —además, de que el clima no ayudaba—. Vio el reloj de pulsera y se dio cuenta que estaban a medio día. También, el reloj señalaba una temperatura de treinta y nueve grados. Suspiró cuando los vientos alisios golpearon su rostro. Caminó con cuidado, sacando una de sus pistolas de cañón corto, y en el borde del callejón, usó su reloj de pulsera y, pulsando un pequeño botón, un pequeño dispositivo salió volando para colocarse en medio de la calle. De inmediato, disparó una luz que barrió toda la zona, luego regresó a su pulsera y, formando una proyección virtual, le mostró todo el mapa. 

En este, le señaló toda la estructura del lugar y, al menos contabilizó unas cuarenta personas en medio de la calle. El fallo de aquel mapa, es que no podía contabilizar las personas que podían estar dentro de una estructura maciza como los edificios. Debía tener cuidado.  

Pronto, comenzó a escuchar disparos gritos, y supo que la misión había iniciado oficialmente. Vio gente correr, y entonces, se asustó:  vio, por primera vez de cerca, a un hombre volando que apuntaba y disparaba a sus compañeros con una ametralladora.  

—¡Mueran, marditos! —gritó con un acento extraño y, Paper reconoció el odio y el instinto asesino en el rostro. 

No supo cómo, pero le había apuntado a este, y disparó. La bala le golpeó el cráneo, y al otro segundo, cayó en el suelo muerto. Lo siguiente que vio, fue una ráfaga de disparo que golpearon a su cuerpo en el suelo. Era un desperdicio de bala, pero, seguramente sus compañeros no estaba a la espera de verses sorprendidos por uno de ellos. Tuvo que obligarse a respirar, porque no supo en que momento había dejaron de hacerlo. 

Había matado a un hombre. 

Lo segundo que supo, es que se vio acorralada por cinco infectados, entre ellos hombres, mujeres y niños. Todos tenían malformaciones en el cuerpo, cuernos, garras, colas, escamas incluso, y se vio disparando a todos directo al cráneo. Se llevó la mano a la boca, porque nunca creyó que matarles iba a ser tan fácil. Demasiado frágiles. Ella sabía que, en otra perspectiva, la que se veía como un monstruo era ella. ¿Cómo es que podía asesinar así sin más? 

Y claro, esa respuesta llegó debido a todo lo que había aprendido durante ese año. Estaba entrenada para matar. Todos sus sentidos estaban listos para hacerlo. Se sintió mal. 

Soltó una lágrima que borró con su mano enguantada. Se dio cuenta de algo, y es que con ese uniforme que llevaba, podía ser descubierta demasiado rápido. Tomó las ropas de uno de los caídos y dejó su uniforma atrás, lo único que tomó de este, fue la insignia y el nombre suyo que estaba pegado en las telas, para mostrar evidencia. Por lo demás, se recargó el cuerpo con todo su armamento y el chaleco tecnológico. 

Comenzó a recorrer las calles. Vio a varios de sus compañeros disparando e, incluso, tuvo que escapar de ellos pues la confundían con un nativo más del lugar. Eran unos idiotas para ella. Había perdido la cuenta de cuantos había asesinado en ese momento, pero sabía que eran mutantes de clase A y B, no superior. 

Llegó al estacionamiento de un centro comercial, siguiendo a un chico de trece años que tenía la habilidad de teletransportarse precisamente. Este, con un solo salto temporal mató a uno de sus compañeros. Cuando lo rodearon diez más, este saltó en el espacio diez veces y todos había caído asesinados en el suelo. Ella estaba oculta en un pequeño auto que allí se encontraba, viendo la escena, y supo que debía tener cuidado. 

apareció, tomando su segunda arma, y con ambas pistolas en sus manos, disparó. El chico despareció, apareció, y ella disparó con una puntería excelente pero la velocidad de este le superaba. Hubo silencio, se quedó allí mirando y alzando sus manos a todos lados, intentando enfocarse, cuando de pronto este apareció debajo de ella. El chico llevó su cuchillo directo al pecho de ella, pero esta dio un salto mortal hacia atrás, evadiendo la cuchillada. al caer de frente, disparó pero volvió a desaparecer. Controló su respiración, volvió a apuntar mientras caminaba, y cuando este nuevamente apareció montado encima de sus hombros para clavar su cuchillo en la frente de esta, disparó, y el chico cayó en el suelo. 

Por poco, este se había cobrado su vida. Notó que, donde este había hecho su salto espacial, había una especie de distorsión en el espacio. Envió un chillo en uno de estos puntos, y al hacerlo, lo vio clavarse en otro punto. Quisiera o no, había descubierto la debilidad de los que se teletransportaban. Sintió pena por el chico, pero era un infectado más. sin embargo, cuando sus ojos se encontraron con los de él, sin vida, también entendió que se trataba de un jovencito. Uno que tan siquiera tuvo la oportunidad de vivir las cosas buenas de la vida, sino que solo nació para vivir una vida llena de desgracia y, que ni siquiera tuvo opción de decidir. ¿Cómo culpas a alguien a quién se le quitaron las opciones?  

Cayó al suelo llorando, encima de su cuerpo. Parecía que todas las muertes que había cometido y visto, se aflojaron en ese momento, y se dio el tiempo para llorarles y soltar lo que tenía en el pecho. Ella nunca creyó que viviría algo así, aunque siempre lo imaginó. Pero nunca se compararía a la realidad. Y desde ese momento, también supo que no era la misma chica. Tomó conciencia de que había sido una egoísta todo ese tiempo y pude saber en lo que realmente se había convertido.

Los próximos días no mejoraron. Hizo cosas peores. Por cada persona que dejó detrás de ella, inerte y sin vida, parecía que se llevaban un trozo de su ser con el mismo destino. Es que, aquellos que degustan de la muerte o la contempla, nunca vuelven a ser, los mismos. Simplemente los seres humanos nunca han estado preparado para verla cara a cara. Un mes duró ponerle fin a la guerra en Maracaibo. Y una vez culminado, la enviaron a El Cairo, Egipto.

Llegar a ese lugar no le fue tan difícil adaptarse, pues todo el tiempo que duró en Venezuela, entre la ciudad más calurosa de esta y una de las más húmedas como era la región amazónica, le ayudó a tomar con buen ánimo el imponente sol. Lo complicado, era adaptarse al viento y la arena.

—¿Estás seguro de hacerlo? —Le preguntó Niklouse a la chica, con una sonrisa en el rostro, pero preocupado. 

—Sí, todo sea para ayudar a la compañía —dijo ella, con firmeza, pero claramente nerviosa aunque no lo demostrara. 

—Oye, ¿sí sabes que no tienes qué hacer esto? ellos no van a obligarte si no lo deseas —le respondió el hombre, en un susurro.

Ella asintió. 

—Lo sé, realmente lo sé, pero ya no podría arrepentirme si lo quisiera, les habría hecho perder tiempo entre las pruebas. Además, comprobaron que soy compatible —dijo ella. 

—Siempre hay opción para el arrepentimiento —le contestó—, y aunque parezca que se perdió tiempo, en realidad, no hay nada que se pueda perderse en algo tan perfecto como el tiempo. 

—¿Filosófico? —Le preguntó extrañada. 

—Un poco —sonrió él.

Ella lo echó de la habitación con una seña con la mano, justo cuando los científicos y médicos habían llegado. Ese día, le sujetaron a una capsula que, tenía una especie de armazón que atrapó su cuerpo desnudo, y agujas salieron de todos sus agarres. Luego, sueros de colores drenaron en su interior, y aumentando la temperatura para que la reacción llegara a acelerarse, y pese haber gritado de dolor y haber llorado, la experimentación se llevó acabo y fue todo un éxito. 

Cuando despertó, se encontró en una habitación con máquinas, cables, ruidos electrónicos y médicos discutiendo en le exterior ¿o celebrando? no podía determinarlo. Cuando se recuperó, le hicieron más pruebas, especialmente pruebas físicas y mentales. Todas las pasó, como había sido previsto. 

—Paper, has sido ascendida a agente especial Sánchez —dijo uno de los científicos que había estado con ella, mientras la llevó a una habitación con varias personas dentro. Eran tres, y tenían rostros divertidos cuando la vieron entrar—. Lex, Clarissa y Tomás, ella es Paper Sánchez, la nueva integrante de los agentes especiales. Es el prototipo perfecto de arma humana-mutante. 

—Hola —dijeron los tres al verla.  

—Lex —señaló a un hombre de mediana edad, con algunas canas, quizás de unos cuarenta y tantos—, tiene la capacidad de copiar cual poder mutante que observa y usarlo a su beneficio. Clarissa —apuntó con su mirada a la única chica de ellos,  rubia y veinteañera—, tiene la capacidad de congelar las cosas, con tan solo un toque de su mano. Y Tomás —el último era un chico joven, de unos quince años—, tiene la habilidad de controlar la arena como desee. Un buen poder para un lugar como este. 

—¿Y ella qué hace? —Preguntó Clarissa, con ironía. 

—Puede crear ilusiones tan reales, que afecta todo el medio que te rodea —dijo el científico—. Muestrales —le ordenó. 

De inmediato, Paper transformó la habitación en una isla paradisiaca. Había arena, y todos ellos estaban acostados en sillas extensibles, con toldos protegiéndoles, habían bebidas a su lado, e incluso estaban con trajes de baños. Detrás había una vegetación abundante y tropical, y enfrente, un océano azul. 

—Esto es alucinante —dijo Lex, con una amplia sonrisa. 

—Creo que a Mathew le gustará esto —sentenció Tomás. 

—¿A Mathew? Dudo mucho que algo realmente le emocione a ese hombre —señaló Clarissa, con el ceño fruncido. 

—Intenten tomar el vaso y beberlo —les sugirió el científico. 

Todos obedecieron, y de inmediato, no solo pudieron tomar el vaso, sino que al probar la bebida, el olor y el sabor lo sintieron en su garganta. ABrieron los ojos, al sentir aquello. 

—Como verán, no solo crea ilusiones, sino que hace que el cerebro la sienta como si fueran realmente reales. 

Allí, la ilusión se acabó, y todos volvieron a ver la misma habitación. Estaban donde habían estado la última vez.  

—Impresionante —dijo Clarissa—, Creo que haría muchas cosas con un poder así. 

—¿Y vivir de una mentira? —Le cuestionó Lex. 

—Mentira o no, si me hace feliz, lo haría —le contestó esta malhumorada. 

Lex, solo chasqueó la boca. 

—¿Quién es Mathew? —Finalmente preguntó Paper. 

—Ven, te lo presentaré ahora mismo —dijo el científico. 

Salieron de la habitación, y la llevó con el agente Niklouse. Le dijo que fueran a buscar a Mathew en la sala de control de información y espionaje, y le entregó un sobre a este. Cuando llegaron, Niklouse le pidió a ella que esperara un momento. Los escuchó hablar por un momento, y cuando Niklouse salió apresurado de la habitación, indicándole que pasara, creó una proyección ilusoria de ella misma.  

Cuando entró en la habitación, se encontró al chico de espalda hacia ella. Pero, en la pantalla de aquel computador, se veía el reflejo de alguien al que ella nunca creyó ver allí. ¿Era Mathew Craw? 

—¿Así que era cierto? —Preguntó, recordando que había oído hablar de él en la Fuente B, precisamente, aunque creyó que no podría tratarse del mismo. 

Vio como él se volvió a ella con lentitud, y le miró.

—No sabía que te encontraría en este lugar, Paper ¿Por fin vas a aceptarme una cita?

Le pareció una broma de mal gusto, pero quería jugar con él un poco, para que entendiera que no era la misma chica. Se acercó, sonrió, y apoyó sus manos en los posa-brazos de la silla, quedando a centímetros de Mathew con una postura sensual. Se dio cuenta que, aunque no había hecho ningún movimiento, el chico parecía estar alerta. Eso significaba que era un buen agente. 

—¿Qué quieres? —salió de la boca de él.

Suspiró, un poco aburrida porque creyó que podía jugar, per se apartó decepcionada y alegre al mismo tiempo.

—Veo que no solo cambió el hecho de que seas un infectado, sino que has perdido todo interés en mí —dijo, recorriendo con su mirada la habitación.

—Sí, me quedó muy claro que nunca estuviste interesado en mí —respondió—, pero me pregunto si sigues con la misma fijación hacia mi amigo Christopher, el hermano de tu amiga Ransell, ahora que ellos son parte de mi club de leprosos —señaló la pantalla detrás de él.

Paper miró con el ceño fruncido la pantalla, y vio las fotos e información de sus amigos. Se acercó lentamente y en silencio, y duró un par de segundos mirando aquello. ¿Cómo era posible que su amiga y su hermano, su amor platónico, fueran uno de aquellos seres que tanto había odiado? 

—¿Cómo es que tienes esta información clasificada? —Preguntó curiosa.

—Soy un agente especial —dijo, señalando su uniforme—, supongo que en la escuela de agentes comunes, te habrán dicho sobre nuestro papel en la compañía. Infectados o no, FACTORY nos necesita.

—Para mí, ustedes siguen siendo la misma mierda —confesó, apartándose de la pantalla. Enojada más por la información que descubrió que, a decir verdad, prefería no saber. Estaba tranquila creyendo que Christopher y Ransell estaban en Macao, a salvo. 

—¡Oye!, no tienes porque ponerte agresiva —se burló Mathew—, no importa lo que pienses. De hecho, debes saber que soy tu jefe —dijo, recordándole la jerarquía que la compañía manejaba—. Y ahora que sabes eso... —Mathew tecleó la computadora, y allí apareció la información completa de ella—, veamos que dicen sobre ti... —Leyó en silenció—... falsificó sus documentos para su solicitud, pero actualmente es mayor de edad y, oficialmente ha sido aceptada. Duró en periodo de pruebas durante dos años, hasta que cumpliera la mayoría de edad. Vaya, parece que alguien es una buena mentirosa —Paper no podía creer que conocieran, al final, la verdad de todo lo que había sucedido. 

Se sintió mareada, con una mezcla de enojo y asombro. 

—¿Qué te motivó a mentir de esa forma y destruir a tus padres por esta compañía? —Le volvió a preguntar, con una satisfacción reflejada en su rostro.

—No es tu problema —Se defendió ella.

—¿Acaso fue la noble tarea de cuidar del mundo entero y de los no infectados? ¿Tal vez tus padres también se unieron a su causa y decidiste seguirlos? Dime, qué te hizo venir a la compañía que asesinó a mis padres y a mi hermana, por no saber manejar sus asuntos.

Paper hizo un pequeño gesto. Lo menos que esperaba escuchar, era la desgracia que Mathew había vivido. Se sintió mal por él. Ella llegó a  conocer a Julissa, y a sus padres. Eran buenas personas. 

—Ellos hacen bien —respondió con los dientes apretados, pero su mirada mostraba cierta duda.

Le vio acercarse a ella. Parecía que tenía cierta intención, porque trató de tocar  su sien, y aunque en un momento la palpó, este pareció efectuar algo que reveló la ilusión d eesta, pues su mano le atravesó. Si ilusión desapareció. 

Cuando le vio abrir la puerta, parecía asombrado, y le dijo, sin nada de amabilidad: 

—Eres igual a todos los que trabajan en este lugar. Mientes para conseguir lo que deseas y manipulas sin importar a qué costo debas hacerlo.

Ella sonrió, y le respondió:

—No me tomes como una tonta. Sé que eres un infectado, y a los tuyos hay que llevarlos con cuidado. ¿O crees que no me percaté de que intentabas hacerme algo? Dime algo Mathew, puedes que seas un agente especial, al igual que yo —enfatizó esto último, como intentando hacerle saber que, al igual que él, ambos estaban en el mismo nivel de jerarquización de la empresa—, ¿pero realmente estás comprometido con la compañía? Porque puedo reportar lo que hablamos y mis intuiciones hacia ti.

—Me denigras por lo que soy sin darte cuenta que eres igual a mí. ¡Háblalo si quieres, nadie va a creerte!

—No soy como tú —dijo ella, con amenaza en su voz.

—¿Ah no? ¿Y cómo es que tienes esa habilidad de proyectar ilusiones? —La cuestionó.

—Solo soy el reflejo de alguien que se ha comprometido con la compañía. El gen mutante no estaba en mi cuerpo, dejé que me usaran para poder cumplir el rol que ellos necesitaban —comentó esta, convencida de su determinación—. A diferencia de ti, yo esto lo obtuve porque quise, y solo para ponerlo al servicio de la empresa, con el fin de crear un mundo mejor.

Mathew le sonrió.

—Ya veo... con que fuiste tú la chica que se ofreció para el servicio de experimentación humana. ¿Qué sucedería si te dijera que estamos más emparentados de lo que crees?

Ella achinó los ojos, y rugió:

—¡Mientes! 

—¿Ah no?, si fuera tú buscaría más información. El suero que te inyectaron para darte tus poderes lo extrajeron de mi sistema. Es por ello que puedes usar un poder de tipo mental.

—¡Es mentira! —la chica enloqueció—, ellos me dijeron que era un suero basado en años de investigación y que no provenía de ningún material biológico de impuros como ustedes.

—Eres una ilusa —le sonrió Mathew—. Es cierto que has crecido y que ahora eres toda una mujer, pero en cuanto al saber se trata, simplemente eres una niña. Cree lo que quieras, pero algo sí te puedo decir, y es que nadie lucha ni da su vida por una mentira, nadie arriesga tanto por algo que no es cierto.

Paper, se enfureció, y se alejó de él de inmediato, viendo Mathew como su reflejo desaparecía en el pasillo. No es que esta hubiera creado una segunda ilusión, solo le hizo creer que había desaparecido, para que este no tuviera en claro con quien había hablado. 

Haber escuchado sobre Christopher y Ransell, fue un impacto mucho mayor de lo que ella hubiera creído. Pues consideró que no solo había dañado a sus padres, sino que no estuvo allí para sus amigos. También, se cuestionó todo lo que se suponía que había aprendido sobre los infectados. Sus amigos, no eran como la compañía los señalaba. Ella convivió directamente con Ransell, y Christopher, sabía quién era y cómo era. 

Esa noche, en su guardia, decidió buscar información. Encontrar información no fue lo complicado, el problema estuvo en que no podía durar más que cinco minutos en la sala que había encontrado a Mathew en una oportunidad. No era su área, así que no debía estar allí. Por eso, cada vez que tenía guardias, pasaba cinco minutos recolectando información en su reloj de pulsera, y luego los analizaba. 

Lo primero que le golpeó el rostro, fue saber que, en realidad, lo que estaba ocurriendo en el mundo no se trataba de una pandemia. Es decir, no era una infección viral como le había hecho creer, sino una variación genética que venía desde el nacimiento del usuario y que había sido despertado, con la partícula de Dios. Descubrió los procesos y proyectos de experimentación, los seres robóticos, los humanos artificiales, y los humanos comunes convertidos en mutante como arma definitiva y proceso de evolución completa. Vio las atrocidades que habían hecho con cada persona atrapada en aquel lugar, incluso, observó imágenes y vídeos de niños siendo maltratados y desfigurados hasta la muerte, usados como un mero objeto o animal de corral. Fue justo cuando encontró todo eso, que supo realmente el gran error que había cometido.

Los días pasaron. descubrió que Lex, era líder principal, aunque Mathew trabajaba directamente con las fuerzas de espionaje y de información de la compañía, ¿Por qué? Nadie sabía realmente. El punto, es que ellos eran sometidos a entrenamientos, un tanto diferente a lo que ella acostumbraba: Debía luchar entre ellos. A diferencia de los infectados que había enfrentado, estos eran mutantes de clase D. 

Las práctica con ellos solo demostraron una cosa: Sí, ella se había convertido en una "soldado especial", pero era la más débil de ellos. Lex, copiaba sus poderes a la perfección, hasta llevarla al borde de no saber discernir entre lo real y lo que no era, inutilizando todos sus sentidos. Algo que, por supuesto, le permitió a ella misma ver como poder usar sus propios poderes, pero no podía superarle. Son Clarissa, sólo debía enfriar el lugar a tal punto que le hiciera perder la concentración, rompiendo así sus ilusiones. Los ataques físicos no eran efectivos, cuando esta se convertía en un ser de hielo por completo; y Tomás, aunque era atrapado en la ilusión, esparcía gran cantidad de arena en todo el entorno, para luego enviar ataques hacia la posición real de donde esta se encontraba. La distancia y el margen de su enemigo, era su mejor arma. 

Aquello era una ironía. Quiso ser parte de una compañía por admiración, y terminó uniéndose a una vil empresa que no le importaba la humanidad. Se sometió a una experimentación, creyendo que podría contribuirles, pero resultaba ser la mutante más débil del grupo. Pues se enteró de que Mathew era un mutante de clase Z, la cúspide de todos los mutantes.  

Por supuesto, no podía dormir, y se obsesionó por saber más sobre la compañía. Y cuando descubrió todo lo que hicieron pasar a Ransell y Christopher en Canadá, y que los tenían atrapados en Venezuela, en la Fuente A. Decidió hacer algo por ellos y por ella misma.

—¿Qué haces? —Fue la pregunta de Mathew, que le hizo cuando se infiltró en su habitación, y le mostró una ilusión de ellos, con sus amigos en el comedor del instituto.

—Lo he descubierto todo —dijo ella con pesar, con la mirada sobre la mesa ilusoria del cafetín.

—¿Eso que significa? —respondió sinceramente Mathew.

—No son los buenos —dijo ella, comenzando a llorar. 

Por primera vez, mostró su vulnerabilidad.

—Siempre lo he sabido —respondió él.

—¿Y aún así les ayudas? —el cuestionamiento hizo que Mathew le viera irónico, al final, ella estaba en las mismas que él—. Yo por lo menos no sabía nada de lo que ahora sé, pero creo que tu siempre lo has sabido. ¿Por qué les ayudas?

—Porque no hay que temerle a los enemigos, sino a los que dicen ser tus amigos y que la final tienen las verdaderas herramientas para destruirte —él le contestó.

Paper abrió los ojos. No se tenía que ser demasiado inteligente para saber a qué se refería.

—¿Eres la tú real? —Le preguntó Mathew, acercando su mano hacia ella. Paper asintió, temerosa de que este le tocara—. No temas, solo quiero comprobarlo.

Entonces, cuando sus dedos tocaron el rostro de esta, sonrió. Sí era ella.

—Si hacemos esto, toda mi cuartada se irá a la mierda —añadió, sincerándose.

—No estaremos solos —mencionó ella—, si Ransell y Christopher han podido hacer lo que han hecho, entonces, nosotros podríamos ser parte de la solución. Pero he descubierto que el poder genuino está en Macao.

El chico saltó de la cama y se cambió rápidamente, y le asintió con la cabeza, dándole entender que se irían. Salir de la fuente, por muy extraño que pudiera parecer, no fue complicado para ellos. Primero, eran agentes especiales de FACTORY, tenían acceso a todos los lugares de la fuente B. Pero, lo que sí era cierto y sospechoso, es que se encontraran dos agentes especiales, a media noche, cerca del perímetro de la fuente, donde estaba la red biónica, cuando se suponía que uno de ellos estaba libre y la otra de guardia.

—¿Qué intentan hacer? —Preguntó Lex, con un tono bajo, pero sabían que había soberbia en su voz.

—Se nos fue concedido salir de la fuente, para un trabajo en el punto de control más cercano —Mintió Mathew.

—¿Ah sí? —se burló Lex—, resulta que en este momento, se han activado todas las alarmas de emergencia, en el momento en que los captaron las cámaras salir de la fuente. Y se me ha informado que usted, señorita Paper, una de las agentes más comprometidas con la fuente, pese haber estado robado información de la computadora central, está de guardia. Mientras que usted, Mathew Craw, el agente más importante de la fuente, nunca ha tenido interés de salir al exterior, incluso cuando habían misiones en los puntos adyacentes de la fuente. ¿Por qué ahora sí?

De pronto, ilusiones de Paper y Mathew llenaron todo el lugar.

—¡Nunca sabrás cuales son los reales! —vociferó Paper, dejando sus ilusiones.

—¿Todavía no aprendes? —Le cuestionó Lex, devuelta. 

Todos las versiones de ellos, comenzaron a correr. Lex, inmutable por el caos de este, sonrió, al ver a dos de ellos correr en el lado contrario a la fuente.

—Allí están...

Sentenció Lex, y justo cuando iba detrás de ellos, todas las ilusiones corrieron a la misma dirección. Pero no fue eso lo que lo detuvo, sino que vio un enorme tornado de arena que se convirtió en una tormenta en segundos. Lex cayó al suelo, intentando descifrar que estaba pasando, pero lo que vio fue algo terrible: En el cielo, había un enorme rostro que parecía mezclarse con las nubes y la arena, como si fuera algo infinito en grandeza y espacio, vio por un momento los ojos y la boca del rostro formado, y cuando se iluminó, solo cayó inconsciente con el sonido de un trueno en el fondo.

Paper y MAthew, no tuvieron ni idea de lo que había pasado. Creyeron que se habían salvado por suerte, y no porque una fuerza mayor había intervenido. Pero ese no sería su problema, al contrario, serían la salvación que tanto necesitaban. 






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