13. Lagunas mentales.

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Mi despertar estuvo acompañado de un deja vú, uno cargado de mal sabor; mi cabeza se sentía pesada y dolorida, estaba desubicada y lo más aterrador, no podía recordar nada de la noche anterior.

Por poco entro en pánico hasta darme cuenta que estaba a salvo en mi cuarto. Suspiré con alivio, aún confusa y esforzando a mi cerebro a rememorar la pasada noche, pero la familiar sensación de un muro apareciendo me lo impedía.

Era lo que había sentido luego de la noche del hotel.

Lo intenté de otra forma, seccionando los eventos del día desde el principio. Pero una vez más, los detalles se hacían borrosos luego de la expedición al bosque.

Hallamos a Elliot, herido e inconsciente, yo estaba cansada, tanto como para dormirme en el auto de Arion.

Pero ¿Por qué sentía que algo estaba mal? Tenía la horrible y conocida sensación de que algo más había sucedido, casi como si mi cerebro tuviera una especie de amnesia selectiva e intentar recordar me ocasionaba dolor de cabeza.

—¿Por qué tienes cara de estar estreñida?

La aparición de mi abuelo me hace salir de mi estupor.

—Yo... —necesitaba recordar—. ¡Mi abuela! —exclamo al darme cuenta de que tal vez ella me haya visto llegar.

Salgo de la cama de un salto, enredándome con las sábanas.

Mi abuelo niega y me grita cuándo corro por el pasillo.

—¡Si te matas aquí no correré con los gastos!

Abajo, mi abuela iba de aquí para allá con una escoba, se la quité de las manos para comenzar a barrer de cualquier modo mientras ella me miraba con sospecha.

—¿Soñabas con el cuidich ese? ¿O qué mosca te pico?

—Naaada —arrastré la palabra—. Anoche cuando volví del bosque... ¿Cómo llegué?

Su rostro se arrugó aún más.

—Pues, el chico ese Vriklas te trajo y estabas dormida en su camioneta ¿Estuviste bebiendo?

—Ah no, eso sí que no cerecita, como me entere que andas de ojo alegre ingiriendo alcohol con ese descolorido tendrás serios problemas.

Al menos tengo un apodo para Arion que iguala al mío.

Seguía sin cuadrarme esa versión, pero opté por aceptarla.

—Solo estaba cansada de la caminata —dije distraídamente—. ¿Cómo...cómo está Elliot?

Mi abuelo apretó los labios.

—Sigue sin despertar, solo nos dicen que probablemente estará en coma por un tiempo.

—Vale —murmuro—. Voy a ducharme, debería ir con Kate.

—Sí, deberías. Acababa de barrer y has esparcido todo el polvo de nuevo —me riñe mi abuela.

Me disculpo y vuelvo a mi cuarto.

Pienso tanto mientras me baño que cuando salgo mis dedos parecen pasas, solo con la toalla tomo mi teléfono para marcar a Evan.

Su número no puede ser localizado, luego recuerdo que al parecer perdió su móvil y marco al nuevo. No lo coge.

Intentó llamar a Arion, tampoco contesta, algo raro puesto que sus respuestas suelen ser instantáneas. Esto solo me hace aumentar mi ansiedad.

Salgo casi corriendo a casa de Kate con el pelo húmedo golpeando en cualquier dirección, luego sería un desastre.

Toco el timbre dos veces antes de escuchar el grito de su madre.

—...Menuda insistencia ¿quién ha muerto? —la escucho decir tras la puerta—. ¡Anabelle! ¿Qué pasa hija?

—¿Está Kate?

—Es muy temprano, está durmiendo aun querida, ojalá estuviera tan activa como tú —se ríe.

—Mamá —habla Kate somnolienta detrás de su madre—. Déjala.

Me permiten entrar y Kate me conduce a su habitación.

Santo. Color. Rosa.

Sharpay estaría orgullosa ¡qué digo! La mismísima Barbie envidiaría este sitio.

Sus mejillas se tornan de color carmesí.

—Lo siento, no cambio la decoración desde los ocho años —dice avergonzada.

—Considerando que mi cuarto está lleno de pósters de Justin Bieber, esto es lindo.

Se ríe con alivio.

—Supongo que no viniste a hablar de decoración de interiores.

—Supones bien —suspiro—. Es Arion y bueno...Evan.

Ante la mención de este último ella se remueve nerviosa, no es la primera vez que eso pasa.

—¿Qué sucede con ellos?

—Creo —estoy loca por lo que voy a decir—... Creo que tienen que ver de alguna forma con lo que le pasó a Elliot.

—¡¿Qué?! —sus ojos casi salen de sus orbitas— Ana eso es imposible ambos estaban con nosotras cuando Elliot desapareció, siento negar tu teoría pero literalmente somos sus coartadas.

Había pensado eso también, pero de alguna manera seguía volviendo a lo mismo. Me muerdo el labio, pensativa, siento una ligera punzada al rozar mis dientes con este y es entonces cuando una súbita imagen aparece.

Ahora son mis mejillas las que arden y sé que es imposible que eso haya sucedido, sin embargo...

Me encargaré de que no lo olvides, Roja.

—Mierda. Besé a Arion —murmuro.

—Y yo a Evan.

—¡¿Qué?!

—¿Qué?

Unas horas antes...

Carajo.

El novato salta a sostener a Anabelle antes de que su cabeza alcance el suelo, la he desmayado, su labio ya no sangra y está tan blanca como nosotros mismos.

El imbécil acababa de exponernos frente a ella y mis ganas de atravesarle el pecho son monumentales.

Reglas de clan:

"Los aspirantes no controlan sus impulsos, no se tomará represalias si revelan el secreto por accidente a menos que la revelación sea masiva".

Cuantas ganas de romper las reglas.

—Buen trabajo aspirante —suelto con sorna—. Será mejor que tengas una idea de cómo resolver esto, la abuela ya se terminó su café.

Agudizo mi privilegiada audición en un intento por captar lo que ambas señoras conversan, teníamos un par de minutos antes de que se despidieran y nos hallaran con una pelirroja inconsciente en la acera.

Las manos del aspirante aún están temblorosas por lo de antes, sé cuánto le debe estar costando controlarse, sobre todo por la vida que solía llevar cuando Ashton estaba en Atenas. Exponerse a sangre de este modo y a una sangre tan tentadora como la de Anabelle, no eran buenas noticias para su autocontrol.

Los de nuestra especie pueden describir a la perfección el olor y sabor de la sangre de cualquier humano; el de ella era dulce, más que cualquiera que hubiera probado y casi tanto como la de nuestra raza.

Eso me recordaba cuán marcada estaba por Ashton, no solo en su organismo...

Tenía curiosidad por saber a detalle que había pasado esa noche que la dejo tan traumada, ni siquiera puede hablar de ello sin volverse una histérica. No podía dejar que esa bola de simpatía por ella que comenzaba a formarse creciera, si ser un cabrón iba ayudarme a no ser débil, entonces lo haría. Volviendo al problema, me caga lo que voy a tener que hacer por culpa del aspirante.

Pero cuando detecto despedidas en el frente, sé que debemos actuar rápido, más cuando Evan ha entrado en trance y parece a punto de rasgar la garganta de la chica.

Lo intento alejar, no obstante, sus instintos más primitivos toman el control.

—Quieto, Bobby.

Sus ojos comienzan a brillar de manera intermitente.

—Tampoco me iba a acercar, descuida, suelta a la chica, sé buen aspirante —le digo con voz melosa.

Se enciende con rapidez perdiendo totalmente la cordura.

Este trabajo me va a matar...oh, ya entiendo al dios del inframundo. ¡Este trabajo me va a matar! Mal momento para malos chistes.

Cojo al aspirante por el hombro y lo lanzo al otro lado del césped.

Miro a todos lados cerciorándose de no tener más testigos y hago descender la niebla sobre él hasta que sus ojos vuelven a su color azul normal.

—Lárgate, me encargaré de ella.

—No le hagas daño —escupe.

Me río abiertamente.

—Hace un segundo ibas a darte un banquete con ella, aspirante, no tienes moral para reñirme.

Da un paso amenazante.

Ya estoy harto, si es necesario jugar a las lámparas oculares y todo eso para que le quede claro quién manda, es lo que haremos.

—Vriklas...

—Me retas demasiado aspirante, fuera de aquí.

Se marcha con el rabo entre las piernas al no poder rebatir una orden directa de su líder.

Doy vuelta.

Oh, casi olvido a la Rojita que yace en el suelo desmayada. La cojo en brazos y decido que llevarla a la camioneta, será lo mejor. Vuelvo a su pórtico y cierro la puerta casi aplastando a mi confianzudo gato.

—Vete al infierno, Hades —lo cojo del pescuezo lanzándolo al asiento de atrás.

Bien, hora de encargarse de ella.

Durante el paso de las décadas me he dado cuenta cómo el poder aumenta conforme pasa el tiempo, y es algo normal, tanto en la fuerza, la velocidad, la capacidad de mantenernos en el sol e incluso la coacción.

En los más antiguos la niebla surge como una extensión más de nosotros mismos, dejando como único efecto secundario, un ligero cansancio y sed.

El uso del poder en los neófitos es bastante limitado, si lo excedes corres el riesgo de cegarte.

Muchos aspirantes mueren por eso en sus primeros meses de vida, pero por desgracia, muchos de los más antiguos también logran sucumbir y enceguecerse. Cuando el poder crece, abusar de él es común y si ese poder viene de tu cuerpo, resulta bastante contraproducente hacerlo.

Es por ello que cambiamos conforme pasa el tiempo, perdiendo el color del cabello y ojos. Muchos optan por tintes y lentillas para no desentonar, a otros nos gusta presumir ciertas anormalidades.

—Arion —Anabelle murmura adormilada, tuerzo mis labios en una sonrisa al notar que sueña conmigo— ¡No! Ashton ¡No! Suéltame ¡Por favor! —solloza.

Me tenso, incómodo al adivinar que su sueño se ha convertido en una pesadilla.

La bola amenaza con seguir creciendo.

Intento penetrar en su mente con la niebla, solo obtengo fragmentos, no puedo sacar más sin despertarla y lo que veo concuerda con lo que ella me ha dicho antes, pero mucho más detallado.

Me lleno de rabia, diferente a veces anteriores, en lugar de dirigir mi asco a la humana, siento repulsión por Ashton, por caer tan bajo, incluso para un casi cegado. Y siento pena por ella, por lo que tuvo que pasar. Lo que le hizo es...

No tengo nada para aportar, mi mente está en blanco. Solo veo su sufrimiento y se transforma en un golpe a mi estómago.

La bola comienza a arrasar.

Detente Arion, solo es una mortal estúpida, como tantas.

Con una pequeña descarga devuelvo a Anabelle a la consciencia, aunque no del todo.

—Muy bien hagamos esto, mírame —lo hace, bastante desenfocada.

Al encender mis ojos puedo ver con claridad todos sus recuerdos de esta noche y por medio de la niebla consigo borrarlos, se que aumentaré el rastro en ella, es lo que la niebla causa. Si antes era una bombilla, ahora será una jodida lámpara fluorescente.

>>Te has dormido, acabamos de volver —hablo con un tono aterciopelado. Me tiento, y no puedo evitarlo, dejo trazos del beso en su memoria sabiendo que puede costarme caro.

—No te dejaré olvidarlo tan fácilmente, Roja —murmuro antes de rozar mis labios con los suyos y ponerla a dormir.

Tenía un don con eso de drenar la energía de la gente.

Usualmente la energía vital sabe mejor cuando los sentimientos son negativos, eso hace que el aura se torne oscura y sea más fácil apoderarnos de ella.

Cierro la puerta y finjo teclear en él móvil cuando escucho a la abuela cruzar la calle.

—Como le dan estos juguetes a los niños, bendito sea Dios —no señora, ya estoy bastante agotado, no meta a Dios en esto.

—Mi padre suele ser muy consentidor.

Lleva su mano al pecho, estaba tan ocupada detallando mi camioneta que ni siquiera me notó.

—Lo siento ¿Tu eres...? —su cara me decía que ya sabía todo de mí.

O bueno, lo que se decía en el pueblo.

—Arion Vriklas, mucho gusto —estrecho su mano.

—Pero que frío muchacho —se estremece—, coge unos guantes cuando salgas.

Y usted una lengua más corta.

—Lo tendré en cuenta —respondo con una sonrisa amable.

—¿Esa es mi nieta? —vaya, hasta que notó a la chica inconsciente en mi coche.

—Si señora, se ha dormido de camino, he tocado pero no responden y esperaba que alguien volviera para no despertarla.

—Que considerado —me dice con dulzura.

—La jornada ha sido larga —digo tomando con facilidad a Anabelle en brazos.

—Ya lo creo —asiente—. Ven cariño, puedes dejarla en el sofá o subirla a su cuarto si no es molestia.

No que va, me encanta dejar chicas desmayadas en sus cuartos.

La señora me indica el lugar y la deposito en su cama.

Su cabello se ha soltado en algún momento y las hebras rojas están por todos lados, su cara luce relajada, puedo apreciar sus pecas.

Su constante mueca de enojo y expresión perdida viene a mi mente.

Verla tan quieta y en paz da una sensación de calidez y este es justo el momento donde mi venganza pierde sentido.

Por desgracia, el orgullo familiar es más fuerte.

Alejo un mechón de cabello de su rostro.

—Lo siento Roja, solo tu sangre me dará lo que necesito.

Pero no hacía más que mentirme, porque la bola ya estaba fuera de mis límites.

No olviden comentar.

Los quiero💘😴

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