Mírame por encima de aquella máscara de vergüenza que disfraza tu pasión,

Recoge los besos que lanzaste a mis espaldas, como flechas que jamás llegaron a su destino, y que terminaron cayendo en la alfombra que viste y que vuelve silenciosos nuestros pasos, para que ninguno de nosotros llegue a saber lo mucho que nos hemos acercado, lo mucho que queremos, lo mucho que anhelamos...

Vuelve como aquel fantasma que se alimenta del rencor de los años y avientame contra las paredes de mi cráneo, susurra mi nombre hasta que quede asentado, como un parásito inmortal, en lo más profundo de mis oídos.

Atraviesa mis nervios como una trampa de la que depende tu fracaso para ganar, destroza con delicadeza cada espacio de mi cuerpo, recoge los pedazos y alzalos como un trofeo:

Que las estrellan me odien por haber sido tuya, que nos insulten; que nos aclamen; que nos amen; y que se burlen de nuestros intentos por hacer el amor bajo un cielo corrompido y por encima de un mundo que no vale la pena observar.