He buscado un perdón que vuele hacia a ti y llegue a tus manos como la más suave caricia, pero no puedo evitar pensar en aquella flecha traicionera que irrumpió mi pecho cuando me di la vuelta.

¡He buscado un perdón para ti, pero no encuentro nada, más que miseria!

He decidido que no solo estoy roto, pues mi corazón jamás termino lastimado, y aquel jamás dejo de latir, al contrario, su palpitar fue tan intenso que por poco olvidó que aquella sensación no era la punta quebradiza de una sencilla traición de amor, sino más bien la venenosa y afilada hoja de la decepción.

Y mi sangre, incapaz de reflejar mi muerte, dejo de lado los enigmas, fue bondadosa con las pistas, y me mostró mis lágrimas, transparentes e indoloras, cayendo y mezclándose con la sangre, hasta formar mi propia derrota... Y mi propia decepción.