Me he atrincherado en canciones que alguna vez te pertenecieron, con la intención de olvidarte y con la intención de entender que el dolor debe ser la razón por la que debo irme de tus brazos, y no el motivo para prevalecer en ellos.

Ya no seré aquel mártir que lucha día y noche contra tus personalidades, teniendo compasión de ellas por portar tu rostro triste y decaído, que se disculpa por levantar una daga mortal contra mi, para enseguida apuñalarme de nuevo,

¡Sin compasión y sin arrepentimientos!

Ya no caeré en tus trampas mortales:

Tus lágrimas ya no serán una carnada para que mi corazón corra a abrazarte.

Tu mirada ya no podrá chantajearme más.

¡Ya no, ya no más!

Ya no miraré al vacío para pensarte, ya no guardaré silencio para escucharte; ya no viviré para amarte, pues tú amor se ha convertido en algo dañino para mí, y en algo que ya no puedo soportar más.