❆ Capítulo 4

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Jueves, 16 de noviembre

Mañana

Rojo, rojo, rojo. Estaba viendo rojo; aunque quisiera ver más un tono verde.

—¡Vamos, Min! ¡Defiéndete!

Creía que su nariz estaba sangrando, o tal vez era su párpado. No sabía. Pero había más morado y rojo. 

Piso frío contra su frente.

—¡Eres patético! Maldito marica.— Oía sus insultos en todas partes, y cerró los ojos. Demasiados colores malos a la vez.—¿Por qué no llamas a tu noviecito para que te salve el culo? 

Colocó sus manos frente a su rostro para levantarse. 

Gris, rojo, pardo, tierra.

Alguien le estiró un mechón de cabello, y lo empujó contra la pared. Su nuca rebotó contra el granito.

Negro

—¿Novio? ¿No crees que es más como su puta?— YoonGi se mordió los labios, y trató de levantarse a pesar de que volverían a derribarlo a golpes.—Parecía una puta. ¿No dices nada, Min? ¿A cuánto cobra la hora? 

Los que estaban rodeandolos comenzaron a carcajearse, y YoonGi se limpió la sangre de sus labios con su blazer. 

Rojo, rojo, rojo.

—Vamos a darle una visita a ese otro marica también, Min, no te preocupes. Vamos a...—

YoonGi le dio un puñetazo en la nariz con toda la fuerza que tenía. El otro lanzó un alarido de dolor, y se desequilibró hacia atrás, mientras la gente de alrededor se disolvía en un tumulto. 

El de cabello negro logró levantarse por completo, y se pasó una mano por el pelo para empujarlo hacia atrás. 

—Le tocas un solo pelo, Kim, y voy a cortarte las bolas. ¿Entendiste?— A pesar de que su cabeza daba vueltas, YoonGi amenazó, y sabía lo intimidante que podía ser cuando se lo proponía. 

El otro chico, volvió a componerse con la nariz sangrándole.  

—Vas a pagar por eso, Min. 

YoonGi solamente tensó los músculos de nuevo. 

Tarde

Estaba consciente de que su ropa era un desastre y de que su rostro también. También estaba consciente de que las cosas irían de mal en peor, pero no se arrepentía de nada. Después de todo, a nadie le importaba una mierda lo que pasara en ese colegio. 

Volvió a apretar un pañuelo contra su nariz, y caminó lento hacia el lugar de encuentro con HoSeok. 

Esta vez se aseguró de que nadie lo seguía, pero de todos modos como ya sabían de ese lugar, tendría que decirle a HoSeok que se encontraran en otra parte. 

El parque, tal vez. 

Hacía cada vez más frío, y proporcionaba un poco de alivio a sus heridas. 

Cuando divisó la esquina tan familiar, apresuró su paso, pateando piedritas que habían en el camino, contando los segundos antes de verlo. Tiró el pañuelo manchado de rojo en un basurero cercano, y giró la esquina.

HoSeok estaba allí, como siempre, de espaldas a él. Estaba acurrucado entre su abrigo verde con las manos arreglándose el gorro negro que tenía como hacía cada que estaba ansioso.

—HoSeok-ah.— saludó YoonGi, y el susodicho se dio la vuelta con una sonrisa. 

Sonrisa que desapareció en cuanto vio su estado. 

—¡Hyung!— su expresión se transformó en una de preocupación, mientras se levantaba como un rayo y trotaba hasta él.—¿Qué sucedió? 

YoonGi negó con la cabeza. Solo podía ver la mitad del rostro del rubio gracias a su párpado hinchado.  

—¿Cómo que no? ¡Te ves terrible!— el menor estiró los dedos al costado del rostro de YoonGi como queriendo tocarlo.—¿Quién te hizo esto? 

—HoSeokie...

—¿Tus compañeros? ¡Jodidos estirados! 

—HoSeok.

—¿Por qué te golpearon, Hyung? 

—¡HoSeok!— HoSeok dio un salto ante el grito de YoonGi, y dio unos pasos hacia atrás. YoonGi se sintió culpable de inmediato.—No importa. ¿Bien?

HoSeok arrugó el entrecejo.

—Pero hyung... No pueden hacerte esto. Te ves muy herido...—

—Puedo aguantarlo; he tenido peores. 

El azul dio una especie de brillo de color celeste. Metió la pata.

—¿Has... Tenido peores? ¿Qué quieres decir?

YoonGi se pasó una mano por el rostro a pesar de que le doliera. 

Rojo, rojo, morado. 

—Nada. No...—

—YoonGi.— La voz de HoSeok era un susurro. Era una voz totalmente diferente a la que había escuchado alguna vez. Dio unos pasos hacia el mayor, y finalmente tocó sus mejillas con las yemas de sus dedos. 

Y YoonGi vio azul. Azul. Azul. Celeste. Verde agua. Estaban en todas partes, y queria tenerlos todos. 

HoSeok estaba goteando como un vaso sobresaturado. Un atardecer derritiéndose.

—Hobi, lo siento.

HoSeok estaba tan lleno de color y YoonGi tan vacío, que tomó el rostro del rubio y unió sus labios heridos con los de él. 

El paisaje se mezcló como una pintura mojada; colores que se arremolinaron a su alrededor mientras HoSeok posaba sus manos sobre los hombros de YoonGi para profundizar el beso. 

YoonGi cerró los ojos, e incluso así, podía ver el azul pintar cuidadosamente su lienzo maltratado. Movió sus labios contra los del rubio como si fueran la fuente de aquella pintura, y cuando se separó por aire, se sentía tan lleno que se imaginó desbordando él también.

Su cielo tenía un sabor increíble.

HoSeok tenía los labios enrojecidos, al igual que sus mejillas, y antes de que YoonGi pudiera empezar a disculparse de nuevo, él habló.

—Ahora no voy a dejarte ir hasta que me digas qué pasó, Hyung. 

Noche

YoonGi se durmió con una sonrisa, pensando en los labios de HoSeok y en su sonrisa. En como había llamado su nombre a orillas del río; y como se habían besado de nuevo allí, sin importarle que alguien los viera. 

No había pensado ni una vez en la soga que se estaba poniendo al cuello cuando había hecho aquello. Había ignorado olímpicamente que ella podría ver el azul de HoSeok en él, y no lo tendría de otra forma. 

Finalmente se había llenado de su azul. 

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