Soixante Six.

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Un dato curioso que debían saber de este lugar tan recóndito en el mundo, es que aquí, la gente solamente envejece físicamente hasta cumplir la mayoría de edad. Los años son sólo un número. Lo que queda es la esencia, la marca de la mejor época de su vida.

Y justamente en ello se encontraba pensando Hoseok al salir a dar un pequeño paseo con el chico de la tranquilidad alrededor del recinto médico donde este último se encontraba. Miraba al otro como si fuera una verdadera obra de arte, y aún si envejeciera, seguiría viéndolo de la misma forma.

YoonGi le había dicho un millón de veces que ya se encontraba bien, que quería estar en casa y dormir con él y su bebé, pero el anaranjado le había rogado que esperara unos días más, creía que lo necesitaba. No podía ver mal a su pequeña estrellita.

En el fondo, ambos sentían la preocupación del otro y sabían que cuidarse tanto les curaba el corazoncito.

YoonGi intentaba con todas sus fuerzas el poder crear aunque sea una luz, un pequeño destello; quería mejorar para poder ver sonreír a Hoseok, quien aún estando con ojeras y algo cansado, seguía siendo el joven más hermoso a sus ojos.

Pedía todas las noches a las estrellas que, por favor, le dieran la oportunidad de indicarle a su novio que estaba bien a pesar de todo.

Y una de ellas, mientras dormía en su lecho blanco adornado con rosas de todos colores, una pequeña luz se desprendió de sus manos y voló en todo su esplendor hasta la nariz de Hoseok, que se encontraba en un sofá a su lado.

Se posó sobre su nariz, haciéndole estornudar como la primera vez que la había visto.

Hoseok casi lloró de emoción, y atrapó la pequeña luz con sus manos para acercarla a su pecho. Su corazón latía feliz.

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