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El reloj de la entrada marcaba las ocho. Perfecto. Su primer día de clases y llegaba tarde.

Sídney tocó la puerta un par de veces.

Del otro lado le abrió un hombre cincuentón con anteojos.

—Buenos días. Yo, eh... No sabía dónde quedaba el colegio y me perdí —dijo Sídney.

—Sí, sí. Me perdí. Nos quedamos sin gasolina. El autobús me dejó. Excusas y más excusas —espetó el profesor—. Mire mejor vaya a sentarse y déjeme continuar la clase.

Sídney le echó un vistazo al salón.

¡No podía ser!

Allí estaba el patán ese.

Sídney escogió uno de los puestos de adelante. A su lado había una chica que sonreía de oreja a oreja.

—Hola, soy Lorena —susurró su compañera—. Pero llámame Lore.

—Sídney.

—No te había visto en el pueblo. ¿Eres nueva?

—Sí.

Sídney miró hacia atrás y buscó el rostro de aquel chico de la bicicleta; él todavía la miraba y parecía no querer dejar de hacerlo.

—¿Y por qué se han mudado? —preguntó Lore.

Sídney volvió su rostro hacia ella.

—Papá es médico. Lo transfirieron.

—Ya.

Sídney abrió su bolso y sacó su lápiz y su cuaderno.

—¿Siempre has vivido aquí, Lore? —preguntó.

—Sí. Desde que nací.

— Entonces, ¿conoces a todos nuestros compañeros?

—Eh, bueno, algo, ¿por?

—Es que en el camino me encontré con un imbécil —le contó—. Y resulta que está aquí. En el salón.

—Ah, ¿sí? —Alzó las cejas—. A ver, cuenta, ¿quién es?

—El que está al final. El rubio.

Sin un pizca de disimulo, Lore miró hacia atrás.

—¿Nick? —Arrugó la frente—. Pero si es una ternura.

—Ja, ja, ja. Sí, claro.

—¿Sabes? También es relativamente nuevo en el pueblo —dijo Lore—. Se mudó hace un año. Su familia tiene una floristería en el centro.

—Ya. ¿Y qué tal es Nick?

—Algo solitario, pero es buena persona. Una vez me tocó hacer un taller de matemática con él, y la verdad es muy tratable. Me explicó lo que no entendía —respondió Lore—. Por qué quieres saber tanto de Nick. Te gusta, ¿eh? Picarona.

—¿Qué? Claro que no.

—Ay, no te hagas, que es muy guapo.

—Estás mal —espetó Sídney—. Mira ese cabello casi blanco. No le queda bien.

—Pues a mí se me hace muy sexi.

El profesor se giró y ellas simularon escribir. 

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