Capítulo #7

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Narrador Omnisciente:

Detrás de las máscaras se esconden rostros que no deberían estar en el local. Depredadores y presas todos en un mismo barco, refugiándose los unos entre los otros, aplazando el naufragio inevitable.

El sitio se convierte en un campo minado, cualquiera pisada fuera de lugar desencadenaría una explosión, que revelaría a quien se esconde tras la máscara, por ello todos se mueven con cuidado e inteligencia.

Alexa camina con seguridad, sin saber que se está adentrando en aguas turbias. Todos debieron sentir en sus pieles que se avecinaba una tormenta.

Sus ojos se mueven por el sitio, lo escanea de arriba a abajo pero no encuentra a la pelirroja que descansa sobre las piernas de uno de los dueños del sitio.

Los rizos cobrizos de Ellie acarician el cuello del mafioso que descuidado a su vez le acaricia una pierna. La oscuridad del local le permite ir más allá, así que sus manos ávidas suben hasta tocar la húmeda entrepierna de la chica, que cierra las piernas ante la invasión.

Ellie se siente atraída por el nuevo mundo que le muestran hoy, cosa que la excita y la asusta a la vez; sin embargo todas sus alarmas están encendidas. No baja las defensas ni en la comodidad del italiano que la presume como su más preciada joya.

—¿Estás sola? —un hombre de facciones marcadas, pelo negro y lacio, ojos grises y un enorme atractivo que le esconde varios años, se dirige a Alexa.

Alexa espera no cometer una equivocación, necesita una entrada a la zona vip y espera conseguirla del hombre que le regala una sonrisa.

—Llevo una hora esperando por mi amiga, pero al parecer no llegará —responde la chica genuinamente, mientras juega con los mechones sueltos de su pelo.

—En ese caso, no puedo dejar a una dama sola en mi local, vamos —el desconocido extiende su brazo, del cuál automáticamente se agarra la chica.

Alexa llegó queriendo pasar desapercibida, pero luego de entrar a la zona vip de la mano de uno de los dueños de Fallen Empire, su misión se torna fallida.

Siente el peligro cosquillear en su piel pero lejos de soltar el brazo del señor, lo agarra con más fuerza como si así pudiera esquivar todas las miradas que se centran en ella.

Tras camerinos, como una fiera dentro de una jaula, aguarda La Tigresa. Impaciente, la adrenalina pica debajo de su piel, camina de una esquina a la otra hasta que choca con el torso definido de un hombre.

—Relájate —dice su hermano mientras le masajea los hombros.

—¿Todavía no ha llegado? —pregunta la mujer con un deje de desesperación en su voz.

—Aún no, pero está en camino; tengo que ultimar algunos detalles. Te quiero lista para cuando venga por ti, todo depende de ti, más te vale no fallar.

Suelta las últimas palabras en una amenaza que no promete nada bueno para Bianca, quien se queda todavía más ansiosa.

Su vida pende de un hilo llamado Michael Davis, el multimillonario que invertirá una gran suma de dinero, en una compra de mujeres búlgaras.

Lo que ella desconoce es que este tal Micheal Davis, esconde más de una máscara.

Nathaniel camina por los pasillos poco iluminados en busca de su esposa; puede sentir que algo no va bien, así que tira de la cuerda con la que ata a su mujer.

—Cariño —dice en el oído de su esposa y ella se da la vuelta separándose del grupo con el que charlaba abiertamente.

—¿Algo va mal? —pregunta la mujer al notar la actitud rara del hombre al que sigue.

—Ve para la mesa de siempre, debo hacer algo; pero cuando regrese no quiero que te separes de mí, ¿entendido?.

La mujer asiente temblorosa y toman caminos opuestos. Él se va a reunir con sus socios y ella acata sus órdenes dirigiéndose a la mesa indicada.

El mafioso tiene a la pelirroja aprisionada contra la pared de una habitación oscura. Sujeta las manos de la chica a la altura de su cabeza mientras sus labios se abren paso entre su vestido.

—¿Segura que quieres conocer mi lado dominante en todo su esplendor? —pregunta el italiano.

—Sí, Damiano Lombardi —responde la pelirroja deteniéndose en su nombre, casi acariciándolo en su lengua.

El deseo se inyecta en los ojos del hombre, niega con la cabeza y en un rápido movimiento gira a la chica, dejándola con la cara pegada a la pared.

—Mal, mal —susurra sobre el oído de la chica—. Inténtalo de nuevo, Diavoletta.

—Sí señor.

El italiano jala su pelo hacia atrás y restriega su longitud en el culo de la chica; mientras se expande una sonrisa en sus labios, que se borra cuando tocan a la puerta.

Dobbiamo parlare —pronuncian del otro lado de la puerta con un marcado acento.

El italiano maldice pero tiene prioridades, prioridades que fueron desplazadas a un segundo plano pero es hora de poner en orden sus asuntos.

Se despide de la pelirroja que desconcertada asiente a la información que le da y sigue la orden con una promesa clavada en la mente.

Alexa sigue sin encontrar a su amiga, el señor que le brindaba un mínimo de protección se marchó hace muchos minutos y nota varias miradas de odio hacia su dirección.

La esposa de Nathaniel ve de soslayo a Alexa pero lo que ve tras la máscara la atrae, no se da cuenta de sus propios pasos hasta que está parada frente a la chica y lleva una mano a su rostro.

—¿Disculpa?.

Escupe Alexa desconcertada, aleja la mano de la mujer de su cara y da unos pasos hacia atrás. Analiza a la mujer que la mira en shock y se da cuenta de algo; sus ojos están tan rotos como los de su padre o incluso más.

—Perdona, te confundí —dice la mujer con un hilo de voz a punto de romper a llorar, le dedica una última mirada a Alexa y enseguida se marcha.

Una voz resuena por todo el sitio ganándose la atención de todos.

—Buenas noches, por favor tomen sus asientos. El show está por empezar.

Todos siguen la instrucción y caminan hacia sus mesas. Alexa va metida en sus pensamientos, la preocupación por su amiga aumenta con cada minuto que pasa sin verla. Tropieza con un cuerpo y este la aguanta antes de que termine en el suelo.

—¿Cerbiatto? —dice el hombre con una sonrisa maliciosa en sus labios.

Alexa se aleja, camina deprisa mientras el miedo le corre por la espina dorsal. No puede explicar su actitud, simplemente huye porque presiente al cazador.

No conoce a nadie en el sitio, sin embargo varios parecen conocerla a ella.

Un par de ojos cafés la siguen con la mirada, la mantiene en su radar en todo momento, descuidando un poco su misión, pero cuidando de la castaña.

Una música sensual se cierne sobre todos y el escenario se llena con el grupo de mujeres ligeras de ropa que mueven las caderas al ritmo de la música.

El ambiente se relaja y pronto los mejores postores terminan con una de las chicas del escenario sobre su regazo mientras que en una oficina, no siendo partícipes del espectáculo, los dueños del local discuten.

—Deja de ser tan negativo —dice el tercero de los dueños, Fabio Moretti.

—Mantener la guardia en alto es lo que me ha llevado y lo que me mantiene en la cima y te recuerdo que gracias a mis instintos, tú sigues con nosotros, te he salvado el culo más de una vez —espeta Nathaniel furioso—. Algo no anda bien, Michael Davis sigue sin dar señales de vida..

El gesto que hace Damiano con la mano corta las palabras de Nathaniel; el primero se aleja unos metros a atender su celular.

—Ya está aquí —dice el italiano.

—Estén atentos a todo, cada movimiento; a la mínima cosa fuera de lugar, huyan.

Los tres hombres se retiran de la oficina desconfiando de su propia sombra. Nathaniel se dirige hacia su mujer, Damiano hacia la pelirroja y Fabio hacia Alexa.

Bianca espera en una habitación al multimillonario del cuál depende su vida. No existen cámaras; serán solo ella y el hombre.

El pomo de la puerta cede y Bianca da un brinco en su asiento, pero enseguida se endereza, mostrando seguridad; aquí no es Bianca, es La Tigresa.

Lleva una peluca negra por lo hombros, sus ojos verdes fueron reemplazados por lentillas azul marino y viste solo prendas de cuero.

La habitación no es una habitación normal, está preparada con todo tipo de instrumentos para infligir placer y dolor a partes iguales.

—Tigresa —pronuncia el multimillonario.

—De rodillas —demanda la mujer.

El hombre obedece y deja un beso en el dorso de sus pies.

—¿Sigues siendo el mismo buen chico de años atrás? —cuestiona Bianca con un aire juguetón.

—Sí, señora —afirma el hombre.

Bianca le da la espalda al multimillonario para elegir los instrumentos que utilizará pero un pinchazo en su cuello la hace llevarse la mano al sitio, segundos después se desmaya.

—Media hora, tienen media hora para abordar el local o se escaparán —dice el multimillonario por un intercomunicador.

Entendido —le confirman.

Pasados 20 minutos Davis se reúne con los dueños del local en una oficina.

—¿Tan rápido acabó contigo La Tigresa? —cuestiona desconfiado Nathaniel.

—La convencí de quedarse conmigo toda la noche —responde el multimillonario despreocupado.

Las alarmas de Nathaniel se encienden, su hermana no haría eso sin antes comentárselo.

—¿Firmamos? —dice Davis—. Muero por tener a una de esas búlgaras con mi polla hasta el fondo de la garganta.

—Tomemos el último de la noche —interviene Lombardi.

El multimillonario mira la hora y la preocupación transforma su rostro, un error que debe enmendar, así que sin mostrar resistencia, asiente.

Llegados a la barra, los señores del local, analizan el sitio buscando algo inusual, no hay nada pero segundos después...

Boom.

El lugar se convierte en un caos total, con mesas volcadas, cristales rotos, casquillos de balas y sangre por doquier.

El mafioso italiano agarró a la pelirroja y fue el primero en salir del local usando el pasadizo secreto; por el cual minutos más tarde salió Nathaniel y su esposa.

Nadie más uso esa salida.

Los guardaespaldas fueron en busca de Bianca y la sacaron del lugar esquivando a quienes los emboscaron.

Alexa quedó paralizada en medio de la balacera, ordenaba a sus pies a moverse pero el pánico tenía preso todos sus sentidos y no le obedecían. Alguien la toma de la mano.

—Cuando te diga ya, vamos a correr y no vas a mirar atrás, ¿entendido?.

Alexa reconoce los ojos cafés que llevan noches atormentándola y un escalofrío le recorre todo el cuerpo al darse cuenta que también le pertenece la voz demandante y misteriosa que hizo estragos en su entrepierna.

—Tú... —balbucea Alexa.

—Ya —ordena la chica.

Ambas corren danzando entre las balas sin mirar ni una sola vez atrás.

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Holiwis bebeses, cualquier cosa que no entiendan, déjenlo por aquí que lo aclararé.

Los que quieren que siga la escena de Ellie y el italiano, digan "yo" aquí jsjs.

Dejamos a Fabio a su suerte, f en el chat.

Que tal la semana mis amores? Espero todos estén bien.
Muchas gracias por el apoyo, lxs quierx :)
No olviden votar y comentar!

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