Capítulo 3

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Las ganas de permanecer en el bar me habían abandonado. Solo habían pasado 10 minutos desde que Jimin se había ido y el lugar se sentía sumamente aburrido. Me puse de pie para dirigirme a la salida. Un hombre se acercó a mí, parecía tener unos 25 años, era bastante bien parecido. Me sostuvo por la cintura y me susurró un par de indecencias al oído. Sus intenciones conmigo eran obvias.

Lo miré de arriba abajo. Quizás en otro momento me hubiera ido con él; pero mi mente y mis sentidos todavía estaban llenos de Jimin. No era algo momentáneo, estaba seguro. Lo que había comenzado a crecer en mi interior no era un simple capricho. No puedo llamarlo amor, no soy capaz. No me he enamorado loca y perdidamente de nadie nunca, mas, a pesar de no haber vivido la experiencia, sé que el amor no nace de la nada y que no crece a menos que lo cultives... Pero, soy capaz de afirmar que en el futuro podría enamorarme de Jimin.

Traté de liberarme de su agarre, pero lamió mi cuello y pegó la parte baja de su cuerpo contra mí. Pude notar perfectamente su erección creciendo bajo sus pantalones. Una de sus manos se dirigió a mi trasero, apretando una de mis nalgas.

—No te hagas el difícil. Te estoy observando desde hace rato. El hombre que trataste de seducir te dejó plantado. No quieres quedarte con las ganas, ¿o sí? —Señaló mi parte baja e insinuó con su mirada que sería capaz de complacerme.

—Lo siento, no eres mi tipo. —Sonreí y me acerqué a su oído—. Además, dudo que puedas complacerme. —Lo recorrí con mirada decepcionada. Se apartó un poco de mí.

—Niño imbécil. No te creas que eres la gran cosa —me habló con tono despectivo y se fue.

Al dirigir la mirada hacia la salida, me petrifiqué. Jimin estaba ahí, mirándome. No se me da bien descifrar las expresiones ajenas; pero juraría que un dejo de tristeza se reflejaba en su mirada. Caminé hacia él. La felicidad me llenaba solo de pensar que había vuelto por mí.

—Has vuelto —le dije con una sonrisa—. ¿Tan pronto comenzaste a extrañarme?

—Comenzó a llover. Me preocupaba que al estar solo no tuvieses como regresar. Pensé que podría llevarte a tu casa en mi auto. —El tono enojado e indiferente de su voz me atravesó el corazón.

—¿Qué sucede? ¿Por qué me hablas así?

—Yo preocupado por ti y tú ya con nueva compañía. Parezco un imbécil. —La manera en que desvió su mirada al pronunciar esas palabras me hizo pensar que hablaba consigo mismo y no conmigo—. No es nada. Ya me voy. —Esta vez sí me miraba.

—¿Qué? ¡No! ¡No es nada de eso! —exclamé al comprender lo que sucedía.

—No tienes que justificarte. Seguramente no te gustó que me entrometiera en tu vida y te dijera qué debías o no hacer. Debí parecerte un viejo entrometido.

Odio el rumbo que está tomando esta conversación. Sé lo que está pensando Jimin, lo peor de todo es que no sé qué hacer para que me crea. Siento que cualquier explicación que le dé la tomará como una excusa sin valor. Ahora sí puedo sentir perfectamente el enojo y la decepción en su voz.

—Así que volviste, jeje —dijo, mirando a Jimin, una tercera voz que se inmiscuyó en nuestro intento de conversación. Era el mismo hombre que acababa de irse. ¿Cómo podía una persona ser tan inoportuna?

—¡Y tú que haces aquí de nuevo! —le grité con clara molestia.

—Mejor los dejo para que hablen solos. —Jimin parecía tener toda la intención de irse.

—No, no tienes que irte. —Lo sostuve de la mano—. Déjame explicarte. —Se quedó en silencio y sin soltarse de mi agarre, como queriendo darme una oportunidad.

—¡Exacto, no te vayas! —Ese hombre volvió a meterse. Estaba a punto de sacarme de mis cabales—. Vamos, conejito —me miró—, ¿qué tal con los dos? ¿Aceptarías entonces? —Me pasó uno de sus brazos por mis hombros.

El incordio en la mirada de Jimin era profundo, obviamente desaprobaba por completo todo lo que estaba sucediendo. Las palabras que quería usar para justificarme se habían quedado atascadas en mi garganta. Sentía que estaba a punto de asfixiarme por la presión. No quería seguir ahí. No deseaba que la persona que tanto había comenzado a valorar me observara de esa manera. No quería que me malentendiera, mas el silencio que se prolongaba solo daba al traste con mi capacidad de pensar con claridad.

Apreté mis ojos con fuerza y salí a correr sin mirar atrás. No sé cómo dar vuelta a una situación, ¿y huir es mi respuesta? Me comporto como niño inmaduro a pesar de que me molesta que me traten como tal.

La lluvia moja mi rostro y mi cuerpo, arrastra las lágrimas y los arrepentimientos; pero hace más pesada la carga en mi pecho. Estoy corriendo casi sin rumbo. No quiero regresar a casa, si vuelvo en este estado, las preguntas no se harán esperar. Mis desorientados pasos me llevaron a un portal. Toqué el timbre una y otra vez, debía desahogarme.

—Jungkook, ¡¿qué haces en este estado?! —Escuchar esa voz fue todo lo que necesité para lanzarme a llorar desconsoladamente en los brazos de esa persona.

—Tae, yo... no sé qué hacer —sollocé en los brazos de mi mejor amigo.

—Calma, calma. Vamos dentro. Debes quitarte esa ropa mojada y tomar un baño, o te resfriarás.

Relajé mis músculos en la tina. Traté de que el agua caliente se llevara lo que la lluvia no había alcanzado a arrastrar: mi sentimiento de culpa y frustración, pero no abandonaban mi interior.

Me senté en la habitación de Taehyung. Él estaba en la cocina. Cuando subió, traía en sus manos un vaso de leche caliente. Sostenerlo en mis manos fue suficiente para hacer que un par de lágrimas más rodaran silenciosamente por mis mejillas. Todo me recordaba a Jimin.

—¿Me vas a decir qué sucede?

—Tae... Tae, yo... he echado a perder todo. Acabo de perder la mejor oportunidad de mi vida. Él me odia, seguro que me odia.

—¿Quién te odia? No entiendo nada, Kook.

Saqué todas las quejas y vivencias de esa noche. Exterioricé mi arrepentimiento por lo que había ocurrido, así como mi rabia por ser tan inmaduro; por no tener la experiencia suficiente para haber sabido cómo reaccionar en esa situación.

—¿Entiendes ahora? Soy un tonto. No sé qué estará pensando Jimin de mí en estos momentos.

—Hay muchas cosas que quisiera decir y hacer ahora, más que nada, llamar a Jin para que traiga su chancla y golpee a ese desconocido entrometido.

—Jejeje. —No pude evitar que una pequeña sonrisa escapara de mis labios con ese comentario—. Te lo agradecería, créeme. Pero no podemos hacerlo venir desde la universidad para eso.

—Volvamos al tema principal. —Parecía aliviado por haberme sacado de mi penumbra, al menos un poco—. ¿No crees que estás exagerando? Lo acabas de conocer. Entiendo que hubo química y quieres que pase algo entre ustedes; pero no deberías idealizarlo sin conocerlo lo suficiente.

—¡No lo idealizo! Sentí algo especial entre nosotros, te lo juro. Me asfixio solo de pensar que no podré aclarar este malentendido.

—Entonces es simple: conversa con él y aclara todo. Tienes su tarjeta, ¿no?

—Sí. Es que... me aterra escuchar lo que tenga que decirme.

—¿Qué te asusta más: que el malentendido continúe, o su desaprobación después de que le expliques?

—No quiero que siga pensando mal de mí sin saber lo que pasó —contesté sin vacilar.

—Si ya tienes la respuesta, ¿dónde está el problema?

La sonrisa de mi mejor amigo me demostró que desde el principio solo debía calmarme y analizar con la cabeza fría. La respuesta siempre estuvo dentro de mí, solo tenía que buscarla por mí mismo.

Perdón por la demora, tuve algunos problemas con el internet. Espero que les haya gustado.

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