Capítulo 4

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Me siento afortunado. Tener un amigo como Taehyung es uno de los mejores regalos que me ha dado la vida. Suele comportarse como alguien despistado y despreocupado a quien no le importa nada, pero yo sé la verdad: puede llegar a ser muy considerado y es capaz de ver cosas que los demás no, estoy seguro de ello. A su manera, ha tratado de hacerme sentir mejor, me ha dado ánimos y me ha ayudado a encontrar una solución a mi problema.

—Lo llamaré ahora —dije y saqué la tarjeta de mi billetera. No quería que la determinación que acababa de nacer en mí se marchitara.

—Deberías esperar a mañana. Es tarde, ninguno de los dos está pensando con claridad. Si se dan unas horas para calmarse, seguro que la conversación irá mejor.

—Tienes razón. De todos modos, si habláramos ahora, no tendría en mi mente las palabras con las que quiero explicarle todo —analicé y comencé a jugar con la tarjeta en mis manos, la acerqué a mí y comencé a leer en voz alta sus datos—: "Park Jimin. Korea Arts School. Departamento de danza contemporánea".

—¡Vaya! Parece que tienen algo más en común —dijo Tae. Yo estaba embobado releyendo los datos, pero estoy seguro que dijo eso al ver la sonrisa que había aparecido en mis labios.

La música siempre formó parte de mí. Adoro cantar. Sin embargo, estoy enamorado del baile. Conocer la danza fue el acontecimiento que mi corazón necesitó para saber que ya mi mundo estaba completo. Hubo un momento en que no supe qué me gustaba más. Entrar a estudiar a esa escuela fue mi sueño, pero me fracturé una pierna cuando estaban haciendo los exámenes de admisión. Al final acabé estudiando en una preparatoria normal, la situación económica de mi familia no permitía que me quedara un año sin estudiar para poder examinar el año siguiente.

No sé si pensar que tengo mala suerte, o es que todo forma parte de la cadena de acontecimientos que algunos llaman destino. No lo he pensado a profundidad, no es como si hacerlo fuese a cambiar algo, prefiero seguir viviendo mi vida al máximo, sin importar las circunstancias. Si me preguntaran: ¿crees en el destino? No sabría que responder, teniendo en cuenta que no pude seguir mi sueño, puede que diga que no. Pero, si la pregunta fuera: ¿crees que el destino trajo a Jimin a tu vida? La respuesta sería, sin dudas, sí.

Quiero saber a qué se dedica en esa escuela, qué rama de las artes le gusta, qué pensará cuando sepa que me fascina cantar y bailar. Hay tanto que quisiera compartir con él en este preciso instante, que el miedo que me daba nuestra conversación ha acabado convirtiéndose en expectativa.

Dormí en la casa de Taehyung, al menos las horas que pude hacerlo. Las ganas de que llegara el amanecer hicieron que el sueño demorara en apoderarse de mí.

Cuando abrí los ojos y verifiqué que no era demasiado temprano, tomé mi teléfono y marqué su número sin dudar. Era domingo, no podía exagerar. Cada timbre me ponía nervioso, aunque hubiese querido decir que estaba más calmado, la ansiedad me consumía al recordar los sucesos de la noche anterior.

—Buenos días.

—Buenos días. ¿Hablo con Park Jimin? —Había reconocido su voz, pero quería asegurarme.

—Sí, soy yo. ¿Con quién hablo?

—Soy yo... Jungkook.

—¡Oh, Kook! Ehm, ah... ¿Qué sucede?

No sé si fue mi imaginación, mas juraría que sentí alivio y un toque de felicidad en su tono de voz; aunque la inseguridad de sus palabras me confundía. Pareciera que no sabe cómo tratar conmigo. No lo culpo, probablemente tenga tantos o más sentimientos encontrados que yo.

—Yo... Bueno, sobre anoche... —Mis palabras no salen. ¿A dónde se fue mi valor?—. ¿Crees que podamos hablar? —No pude con la presión. Lo mejor es vernos frente a frente.

—Claro... A decir verdad, yo también quería conversar contigo.

Esperaba algún comentario de desaprobación, enojo o sarcasmo de su parte, pero no fue así. Me alegra mucho que no esté enojado, al menos no aparenta estarlo.

—¿Cuándo estás libre? Para mí estará bien lo que elijas.

—Entonces que sea en un par de horas. Te enviaré un mensaje con el lugar.

—Perfecto. Ahí estaré. —Colgué y solté un profundo suspiro de alivio.

Tae subió las escaleras y me encontró haciendo mi típico baile. Cuando estoy emocionado me sale solo. ¿A quién engaño? Me gusta hacerlo. Me ofreció algo para desayunar, pero decliné su oferta al ver entrar en mi bandeja el mensaje de Jimin. La dirección era un poco lejos de donde me encontraba, debía apresurarme.

Pasé por la casa a cambiarme de ropa. Mis padres no hicieron preguntas, les avisé desde anoche que me había quedado con mi mejor amigo, así que se quedaron tranquilos. Los problemas comenzaron cuando estuve frente al armario. Por primera vez entendí lo que sienten las mujeres cuando dicen: no sé qué ponerme.

Ya en el taxi, dirigiéndome a mi destino, mis manos sudaban y las frotaba una contra la otra sin parar. Creo que no estaba así de nervioso desde mi primera vez.

Observé las prendas que decidí usar: unas botas Timberland color miel de cordones, unos pantalones de mezclilla azul oscuro y un pullover blanco bastante holgado, de los de esa gran colección que mi madre ha amenazado con quemar una y otra vez diciendo que todos son iguales; que debería comprar otro modelo o color. ¿Qué puedo hacer? Me encanta vestir así. Lo mejor es sentirse confortable cuando se va a estar en una situación tensa. No hay nada peor que la comezón e incomodidad que da la ropa en esas circunstancias.

Cuando comprobé el lugar donde me desmonté del vehículo, la dirección se correspondía con un modesto local de comida rápida. No venía pensando en que me iban a invitar a comer, pero el vacío creciente en mi estómago agradecía esa elección. Aún faltaban diez minutos para la hora acordada. Me senté y pedí un café, no era educado comenzar a comer sin mi acompañante. Mi estómago tendría que resistir.

Solo habían transcurrido cinco minutos cuando un hombre se acercó y se paró delante de mí.

—Hola, Jungkook. Llegaste temprano.

Lo miré. Tuve que tragar en seco. La noche anterior, entre la oscuridad y los problemas, no pude notar lo que se mostraba con claridad frente a mis ojos ahora. Jimin usaba un pantalón negro que se ajustaba perfectamente a sus piernas, dejando ver sus delineados músculos bajo la tela, combinado con unos zapatos de cuero de igual color. La camiseta blanca con cuello ancho perfilaba hermosamente sus clavículas y la curva de su cuello. El broche de oro en su conjunto lo colocaba un cárdigan gris, de una tela no muy gruesa, que remarcaba mucho más su esbelta y bien definida figura.

Podría jurar que las miradas de todas las personas en el local, tanto hombres como mujeres, fueron robadas por Jimin al entrar. Sin embargo, mi expresión embobecida cambió por completo al llegar a su rostro. ¿Por qué su labio estaba lastimado y lo que parecía la marca de un hematoma dejado por un puñetazo estaba en su rostro? ¿Quién se había atrevido a tal atrocidad?

—Pero, ¿qué te pasó? —Me puse de pie inmediatamente con unas ganas incontrolables de romper cada hueso en el cuerpo del autor de tal pecado.

Pero, ¿qué ha pasado aquí? Habrá que esperar al próximo capítulo para saberlo. Hoy fue una noche convulsa. Pensé que no podría publicar, aunque por suerte saqué fuerza y tiempo.

Nos leemos pronto.

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