Capítulo 43

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Sentir los brazos de Jimin entrelazarse en mi cuello y sus manos sostener y acariciar torpemente los cabellos de mi nuca mientras nuestros cuerpos se fusionan en un abrazo es sensacional; su rostro se ha hundido en mi cuello y su respiración suave choca contra mi piel. Correspondí con dulzura a su gesto y lo estreché contra mi pecho con fuerza. Su cuerpo cubre el mío, mis piernas abiertas nos permiten acoplarnos. Los pequeños temblores que se me trasmiten a mi anatomía por la cercanía, unidos a los sollozos ahogados que intentan salir de sus labios, me hacen comprender que algo está mal y me alarman.

—Jungkook —habló, inesperadamente—, muchas gracias... —Se aferró con más fuerza y su llanto se volvió un poco más sonoro.

¿Qué está sucediendo? ¿Por qué si hasta hace solo un par de segundos era yo quien estaba desmoronándose, ahora es Jimin quien parece perdido? ¿Acaso… él también está roto? ¿Por qué motivo? Parecemos un par de novatos en el amor aprendiendo a entregar nuestros corazones, más que parecer, supongo que lo somos.

¿Cómo debería llamar al encuentro inesperado y a la vez certero de nuestras almas errantes? ¿Qué nombre poner a la correcta perfección que experimento cuando estamos juntos? No es algo tan simple como una coincidencia, si con solo su sonrisa mi mundo puede llenarse de color y ser totalmente diferente a como era ayer. ¿Será una providencia del universo?

—Gracias… —volvió a susurrar, haciendo las palabras vibrar en el lateral de mi cuello. Separó su rostro y quedamos frente a frente, el líquido brilla al descender por sus mejillas—. Conocerte ha sido la más grande serendipia que podría haber experimentado jamás. Por favor, déjame amarte.

Serendipia.

No cabe duda de que esa es la palabra.

«Te encontré en el lugar menos pensado y te convertiste en mi todo».

—No necesitas mi permiso. Amémonos, Jimin, este es nuestro tiempo. —Sequé sus lágrimas y le sonreí.

Guié nuestros rostros a una cercanía mínima que desapareció en un nuevo beso. Sentí su sonrisa ampliarse y hacer contacto con mis labios; sentí su pasión desbordarse una vez más y solo me dejé llevar.

Entre toques deseosos y pasión desenfrenada nos seguimos acariciando, nos seguimos amando. Lo vi tomar el lubricante de encima de la mesita de noche y derramar una generosa cantidad en su mano, lo siguiente que supe es que las estrellas podían bajar a nuestra altura cuando comenzó a masturbarnos al unísono. El ritmo se acelera en distintos compases que me hacen ver los astros más distantes y volver a la tierra en cuestión de segundos. Nos hemos acomodando de rodillas uno frente al otro y una de mis manos ha comenzado a ayudar en el trabajo; cada vez embestimos más rápido y el placer compartido en el túnel creado por nuestros dedos nos saca sonidos eróticos continuamente.

—Jimin, por Dios… —Atraje sus labios y volvimos a devorarnos.

—Kookie —llamó con voz juguetona.

—Mhm…

—¿Qué tal si apoyas tu cabeza en la almohada y me dejas ver mejor esas hermosas nalgas?

Mi deseo de más hizo a mi vergüenza irse de paseo y cambié de posición de inmediato.

—Ahg… —Una sonora nalgada me hizo arquear la espalda y emitir un vergonzoso gemido.

Un beso se posó acto seguido en el sitio probablemente enrojecido donde su mano impactó con lujuria y la fuerza suficiente de provocar placer más que dolor. Sus labios exploraron cada parte de mis dos prominencias traseras de manera aleatoria y cariñosa. Cuando, inesperadamente, sus dedos separaron mis glúteos y su lengua recorrió con velocidad y presteza mi entrada, no puede evitar aumentar la curva de mi espalda y ahogar un gemido en la almohada antes de levantar mi cabeza y cuestionar:

—¡¿Jimin?!

—Shhh… Calma, pequeño, déjame saborear todo de ti. —Ascendió en un camino de besos por toda mi espalda baja.

Su ascenso hizo a su erección recorrer deliciosamente el canal entre mis nalgas, arrebatándole a él un gruñido y a mí un jadeo. Retuve mi consciencia en su sitio y exterioricé la idea que me preocupaba y el deseo estuvo a punto de mandar a volar:

—No hagas eso, es… sucio ahí. —Me sonrojé. Casi me ahogo con mis propias palabras.

Una cosa era introducir sus dedos, otra muy distinta su lengua. Moriría de la pena si lo viera con una expresión de repulsión mientras hace algo solo por intentar complacerme. No negaré que siempre había querido saber lo que se sentía, pero el simple hecho de preguntar al respecto se había convertido en un tabú, solo haber visto que eran reacios hasta a prepararme bastó para ello.

—Eres el más irresistible manjar ante mis ojos. Tu sabor es exquisito. —Lo observé relamerse y me rendí.

Cada vez que hacía movimientos circulares alrededor de mi esfínter y presionaba intentando vencerlo poco a poco, yo solo podía apretar las sabanas entre mis puños y gemir en la almohada, saber que me estaba devorando lenta y gloriosamente, proporcionándome una experiencia totalmente nueva y que me acercaba al éxtasis paulatinamente, era suficiente para hacerme sentir a punto de explotar. Cuando nuestras miradas se conectaron por un segundo porque lo sentí detenerse, pude verlo echar lubricante en sus manos para calentarlo; a los pocos segundos uno de sus dedos invadió mi interior y comenzó a moverse lentamente, esparciendo el gel en mi interior.

Creí que desfallecería entre gemidos cuando el segundo invasor comenzó a acoplar sus movimientos con el primero, entrando, saliendo, haciendo tijeras y profundizando. La mano libre de Jimin aprisionó mi dura y goteante erección y bombeó sobre ella con un ritmo ascendente que me hizo retorcerme bajo él y alzar mi trasero para que sus dedos siguieran haciendo un desastre en mi interior.

—¡Agh! Dios, Jimin, ¡ahí! —gemí desesperadamente cuando sus dedos alcanzaron mi próstata.

De reojo noté como sonreía con suficiencia y arremetía nuevamente en mi interior, estimulando el lugar correcto una y otra vez al mismo tiempo que mi miembro era sacudido por corrientes incontrolables de placer. Era más de lo que podía soportar.

—¡Jimin, voy a…! —Me vine en abundantes hilos de esperma sobre sus sábanas antes de siquiera poder terminar mi frase.

Mis muslos comenzaron a temblar y mis caderas a tambalearse, ese había sido definitivamente unos de los mejores orgasmos de mi vida, por no decir el mejor hasta ahora. Antes de que perdiera por completo el equilibrio y cayera sobre mi esencia, Jimin me sostuvo y me ayudó a sentarme derecho en el colchón, apartó la sábana con movimientos torpes hacia el suelo y me ayudó a recostar en la almohada.

—¿Estás bien, Kookie? —me preguntó mientras me limpiaba con una toalla húmeda.

—Eso fue… increíble —suspiré.

—Me alegra escucharlo. Pero será mejor. —Abrí mis ojos con sorpresa—. La noche apenas comienza.

Se acomodó a mi lado para besarme. Noté una pequeña mueca de dolor de su parte al moverse e inconscientemente recorrí su cuerpo, deteniendo mi vista en su pene completamente erecto y desbordándose en liquido preseminal. Obvio que él también iba a estar excitado, conteniéndose para darme placer solo a mí; estaba tan embriagado en mí mismo que no fue solo hasta ahora que pude procesar esto.

—Tienes razón, esta noche acaba de empezar… y será larga. —Me acomodé sobre él con algo de dificultad, con mis piernas aún temblorosas, hasta quedar con mi boca muy cerca de su miembro—. Lo primero es encargarnos de esto. —Toqué con mi dedo la punta enrojecida de su pene.

Era momento de ser recíproco, placer con placer se paga.

Casi no llego a tiempo, estuve algo bloqueada, mi cerebro ha quedado seco casi jajajaja. Pero aquí estoy. Espero les haya gustado.

Chao chan 😘

Hasta la próxima actualización.

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