DISPARADORES.

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¡Santos terrores! Un conflicto se avecina sobre el planeta Tierra, que solo una persona podrá terminar, y, a la vez, cuyas consecuencias pueden resultar catastróficas para la humanidad. Todo comenzó con una discusión rutinaria entre Venus y Afrodita, en la cual ambas ponían a prueba sus virtudes para poder definir cuál de las dos era la verdadera representante de la belleza.

Sin embargo, la irrupción de Laksmi en esta competencia eterna fue la gota que desbordó el vaso, provocando la ira de ambas diosas al autoproclamarse como la portadora original de la belleza, calificando a las furiosas deidades de vagas imitadoras que a duras penas lograban su cometido.

El conflicto entre ellas llamó la atención de Freyja quien, desde el Valhalla, se burló de la tonta competencia, autoproclamándose la auténtica diosa de la belleza.

Sabiendo que los mortales eran fáciles de seducir, Afrodita propuso a las diosas buscar entre los humanos un representante que pudiese determinar cuál era la más bella.

La guerra de Troya aún pesaba en la memoria de Afrodita, quien no dudaba en lo más mínimo que la decisión del desafortunado mortal condenaría a su ciudad, o, incluso, a su nación.


Tras milenios de luchar y de vencer Thor, dios nórdico del trueno, puso a prueba a toda la creación, orgulloso de su fuerza y de su inigualable gallardía, pues presumió de ser la encarnación del rayo, el único representante digno de los panteones antiguos y de los actuales.

Airado, Zeus descendió del Monte Olimpo para, con imponentes descargas eléctricas, atemorizar a los habitantes de la Tierra. Decidido a demostrar al irreverente nórdico quien era el verdadero dueño de los cielos, de las tormentas y de los rayos.

Tan grande fue la conmoción que el sufrimiento de la creación llegó hasta Júpiter quien, desde su universo alternativo, esperaba el momento perfecto para demostrarle a Zeus quien era el verdadero (y original) dios del trueno. Ansioso, el totipotente dios partió a toda marcha hacia el campo de batalla, listo para reclamar su lugar como único y legítimo dios del trueno, impaciente por pisotear a Zeus tras años de conformarse con ser su igual.

Desde Oriente Raijin vio los cielos estremecerse y a la creación atemorizarse, pues la desolación que se desataría sobre el mundo sería tal que impediría soñar con un horizonte pacífico luego de tal debacle. Decidido a proteger su tierra de la devastación un valiente guerrero preparaba las armas para enfrentar a las deidades y preservar la belleza que aún perduraban. ¿Podría ser que ese intrépido estratega fueses tú?

Ansiosos y sedientos de poder, las cuatro deidades decidieron volcar sus inmensos poderes y su afán de gloria sobre una de las ciudades humanas, dejando como únicos jueces a las personas que tendrían la dicha, y, a la vez, la desgracia de contemplar las calamidades que desatarían.

Con gran parte de la humanidad como testigo, lucharán para determinar quién es el verdadero dios del trueno. Por desgracia, tu ciudad fue la elegida para medirse uno contra otro.

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