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Mortifagos se batían en duelos con alumnos y miembros de la Orden del Fénix. Draco y Diamond permanecían detrás de todo, buscando una forma de subir a la Torre de Astronomía. Cuando lo lograron, ella realizó hechizos de protección en la entrada a las escaleras para que solo mortifagos pudieran pasar por allí. Subieron rápidamente, con sus corazones a mil por hora y apretando sus varitas con fuerza, como si temieran que se les escapara. Oyeron voces provenientes de la cima, pero al llegar solo distinguieron a Dumbledore.

¡Expelliarmus!─ gritó Draco, desarmando al director.

Diamond se paró detrás del rubio, tratando de controlar su temblor.

─Buenas noches, Draco y Diamond─ saludó Dumbledore. Parecía estar tranquilo.

Draco dio un paso al frente y con la mirada inspeccionó todo el lugar para asegurarse de que estaban solos. Diamond hizo lo mismo.

─¿Quién más está aquí?─ preguntó el rubio.

─La misma pregunta que iba a hacerles─ dijo el director─, ¿o actúan solos?

─No─ habló Diamond por primera vez. Su voz tembló─. Tenemos apoyo. Hay mortifagos aquí.

─Bien, bien. Muy bien en realidad. Encontraron la manera de hacerlos entrar, ¿no es así?─ Diamond asintió sin más. Dumbledore la miró fijamente─. Tu fuiste el cerebro de la misión. Si, lo sé. ¿Sabías que el Sombrero Seleccionador nunca estuvo de acuerdo con ponerte en Slytherin? Es curioso siendo que jamás se equivoca─ sonrió─. Trabajas duro, eres leal.. ¿qué hace un tejón entre las serpientes?

Diamond no contestó. De pronto se sentía expuesta. Dumbledore había descubierto su secreto. Draco la miró unos instantes con expresión de confusión, pero luego volvió al director.

─Lo logramos─ dijo el rubio─, ¡justo enfrente de sus narices y nunca se dio cuenta!

─Ingenioso─ dijo Dumbledore─. Aunque... disculpa... ¿dónde están ahora? Parece que no tienen apoyo.

─Encontraron a algunos miembros de su guardia─ respondió Draco─. Están teniendo un enfrentamiento ahí abajo. No será muy largo. Nosotros nos adelantamos. Yo... tengo un trabajo que hacer.

─Bien, entonces debes continuar y hacerlo, mi querido muchacho─ dijo Dumbledore suavemente.

Hubo un silencio. Diamond sabía que Draco no se atrevía. Su mano temblaba agarrando la varita. Ella comenzó a sentir miedo de lo que iba a suceder. Su cabello la delataba.

─Draco, Diamond, ustedes no son asesinos─ volvió a hablar el director.

─¿Cómo lo sabe usted?─ preguntó ella. Sonó como si quisiera llorar─. No sabe de lo que somos capaces. No sabe lo que hemos hecho.

─Oh, sí, lo sé─ dijo Dumbledore─. Casi matan a Katie Bell y a Ronald Weasley. Lo primero fue idea tuya, lo segundo fue de Draco. También intentaron matarme a mi. Y, disculpen, pero sus tentativas fueron débiles... tanto que hasta me pregunto si en verdad lo intentaban con el corazón.

Diamond notó que estaban demorando demasiado, pero ya no sentía la valentía para terminar el trabajo con Draco. Solo los observó hablar. Vio como Draco temblaba entre cada palabra. Oyó gritos provenientes de abajo. Se sintió mal del estómago y se preguntó qué carajos estaban haciendo allí. Y, de repente, Dumbledore habló de protegerlos. De proteger a su familia.

Los ojos de Diamond miraron al director con un destello de esperanza. Podían aceptar esa protección. No había nada que deseara más que cambiarse de bando y hacer lo que creía correcto.

─Draco─ llamó ella en un murmullo.

─No, Diamond, ¡no podemos aceptarlo!─ el chico sonó desesperado─. Él nos matará. Entiende que no tenemos elección.

─No nos puede matar si no nos encuentra─ trató de convencerlo.

─Draco, deberías escucharla─ dijo Dumbledore sereno─. Voldemort no podrá hacerles nada, tienen mi palabra.

Diamond miró al chico, deseando que aceptara. Draco pareció estar convencido, pues había comenzado a bajar su varita, pero en ese momento cuatro mortifagos aparecieron. Todos vestidos de negro. Empujaron a Draco del camino y se dedicaron a observar al director.

Amycus sonrió de forma tonta y jadeante.

─¡Dumbledore acorralado!─ exclamó, dirigiéndose a su hermana melliza que sonreía con impaciencia─. Dumbledore sin varita, ¡Dumbledore solo! ¡Bien hecho, chicos, bien hecho!

Diamond no prestó atención a la conversación que se armó entre los mortifagos y el director. Su mano buscó ciegamente la de Draco y la apretó con fuerza. Él estaba a su lado. Su cara demostraba arrepentimiento por no haber aceptado antes lo que Dumbledore le dijo.

─Draco, hay que hacerlo─ dijo el cuarto mortifago. Diamond notó que era su padre, quien se quitó la máscara luego de hablar─. Ahora, Draco, deprisa.

El rubio miró a Diamond con terror. Ella no supo que hacer, solo asintió para que lo hiciera.

─¡Ahora, Draco, hazlo!─ gritó Thomas.

Se oyó una explosión en la escalera. Diamond se dio cuenta que Draco no podía, así que se tragó todo su miedo y apuntó a Dumbledore temblando.

─Diamond, no te atrevas─ le advirtió su padre.

Ella no lo miró. Respiró hondo. Justo cuando iba a pronunciar las palabras asesinas, Severus Snape entró mirándolos a todos.

─Severus...─ dijo Dumbledore. Para sorpresa de Diamond, aquello sonó como una suplica─. Severus, por favor...

Y entonces...

¡Avada Kedavra!─ gritó Snape.

Diamond vio el destello verde dar de lleno en el pecho del director. Dumbledore cayó de la Torre de Astronomía aquella noche.

Sintió la mano de Draco tirar de ella, obligándola a correr, pero la mente de Diamond seguía allí, viendo al hombre caer. Cruzaron por todos los pasillos hasta llegar a los jardines. Debían correr hasta estar en las afueras del castillo para poder aparecerse. Se podía decir que Diamond estaba en un estado de shock.

De pronto un destello de luz roja pasó rozando el hombro de la chica. Diamond volteó para ver de dónde provenía, encontrándose con Harry.

─¡Corran!─ les gritó Snape, deteniéndose para enfrentar a Potter.

Draco asintió y sujetó la mano de Diamond con más fuerza. Juntos corrieron lo más rápido que daban sus pies. Cuando estuvieron en el límite lograron desaparecer. Aparecieron frente a los portones de la Mansión Malfoy. Thomas los esperaba allí con una expresión de furia.

─¡Diamond! ¿Cómo se te ocurre entrometerte en la misión que se le había dado a Draco? ¡Solo a Draco!─ le gritó el hombre.

─¡Él no iba a lograrlo!─ gritó ella, comenzando a enojarse─. ¡No podía! Además, ¿a ti qué te importa? ¡Salvé tu asqueroso culo de morir! ¡Deberías estar agradecido!

La palma de Thomas impactó en la mejilla de su hija. Draco intentó meterse, pero Diamond lo frenó.

─Nunca, jamás, en tu vida, vuelvas a emplear esas palabras y esa forma de dirigirte a mí─ amenazó el hombre, sujetándola del mentón con brusquedad. Luego la soltó, haciéndola caer─. Esconde ese asqueroso cabello antes de entrar.

Diamond lo vio irse. Draco la ayudó a levantarse y peinó su cabello con sus dedos. Estaba rojo.

En cuestión de segundos apareció Snape. El profesor los miró de mala gana y los obligó a entrar a la mansión. Lo primero que vieron fue al Señor Oscuro. Él estaba feliz. Sus ojos rojos miraban a ambos adolescentes de una forma extraña.

─Bravo─ siseó. Una horrenda sonrisa se dibujó en su rostro─. Aunque me decepciona lo mucho que demoraron y el hecho de que Draco no fue el que mató a ese viejo, bravo─ miró a Snape─. Severus, una vez más, gracias por tu servicio. Ahora, por favor, pasen. Vamos a celebrar y luego discutir lo que haremos con el joven Malfoy.

Diamond miró a Draco unos segundos antes de comenzar a caminar hacia el comedor. Todos los mortifagos estaban allí sentados y los recibieron con expresiones de alegría. Diamond se sintió asqueada ante aquello, pues celebraban la muerte de un gran mago como si fuera lo mejor del mundo.

Los dos chicos se sentaron juntos. Frente a ellos estaba Narcissa, que les sonrió apenas.

─Hoy, mis queridos seguidores, tenemos un banquete para celebrar la caída de Albus Dumbledore─ dijo lord Voldemort, sentado en la cabecera. Todos lo miraron con atención─. Disfruten este grandioso momento.

La comida apareció frente a los ojos de los presentes. Diamond no tenía hambre, por lo que casi no tocó su cena. No se sentía bien para comer. Sabía que vomitaría si lo hacía. Draco parecía estar en las mismas condiciones. Él miraba a todos en la mesa. ¿Cómo podían?

─Cuéntame, Thomas, ¿cómo fue?─ dijo el Señor Oscuro.

El padre de Diamond comenzó a relatar todo lo que había sucedido. Los mortifagos lo oían con atención, algunos hasta dejaron de comer para mirar al hombre. Diamond no quería escucharlo. Lo odiaba demasiado, sobretodo porque dejó a Draco como cobarde y a ella como valiente.

─Si, siempre supe que tu hija tenía más agallas─ dijo Voldemort─. Sin duda será importante en mis filas.

Thomas miró a Diamond para que hablara.

─Servirle a usted es un honor para mí, señor─ mintió ella, tratando de mantener su mente bloqueada─, nunca lo dude.

─¿Y tú, Draco?─ preguntó Voldemort─. Fuiste muy secundario en esta misión, y recuerdo haberte pedido algo que debía hacerte el principal. Hay mucho de Lucius en ti. Me decepcionas. Creí que serías mejor.

Draco apretó sus puños debajo de la mesa. Odiaba que dijeran que se parecía a su padre. Años atrás se sentiría orgulloso, pero ya no.

─Lo siento, mi señor─ fue lo único que pudo decir.

─¿Lo sientes?─ la pregunta del Señor Oscuro hizo reír a muchos mortifagos─. Claro que sí. Tendrás tu castigo luego─ miró a Diamond─. Tu ayudarás.

•••

Diamond miraba a Narcissa con miedo. La mujer tenía lágrimas en sus ojos, pero trataba de disimularlas con una expresión de frialdad. Draco era sujetado a una silla con fuerza por unas cadenas que Voldemort conjuró. Él también estaba allí, con una sonrisa de profunda maldad.

─Draco, esto te ayudará a hacer tus misiones bien─ dijo el Señor Oscuro─. Te dije que Diamond mataría a tu madre si no podías matar a Dumbledore, pero hoy estoy piadoso, así que solo la va a torturar un poco. Esto es tu culpa, Draco.

Diamond miró a Draco, queriendo decirle que no quería hacerlo y pidiéndole disculpas. El rubio solamente asintió, cerrando los ojos con fuerza.

─Comienza, niña.

Diamond apuntó a Narcissa con la varita y pronunció la Maldición Cruciatus. La mujer cayó al suelo, retorciéndose de dolor y lanzando gritos. Draco no podía soportar ver aquello. Comenzó a llorar silenciosamente.

Diamond lanzó un segundo Crucio, oyendo la horrible risa de Voldemort sobre los gritos de dolor de Narcissa. Tres. Cuatro. Cinco. No quería seguir. Aguantaba sus lágrimas, trataba de mantenerse tranquila y repetirse que ya se iba a terminar, pero pensar en lo que sufrían los dos Malfoy le hacía doler.

Cuando iba por el octavo, Voldemort le dijo que se destuviera. Narcissa quedó allí, extendida en el suelo y sollozando. El dolor de la maldición seguiría con ella por unos minutos.

─Creo que Draco ya aprendió su lección─ dijo él, haciendo que las cadenas desaparecieran.

Luego salió de allí, dejándolos solos a los tres. Diamond sintió sus rodillas doblarse y gateó hasta Narcissa. Comenzó a llorar cuando se arrodilló a su lado.

─Lo siento, señora Malfoy, lo siento mucho─ dijo entre lágrimas.

Draco se arrodilló a su lado y ayudó a su madre a sentarse. Ambos se abrazaron, llorando de dolor. Diamond los veía mientras secaba sus lágrimas.

─Lo siento, Draco─ dijo.

Él la miró sin soltar a su madre.

─No es tu culpa, querida─ Narcissa habló antes─. Tranquila.

Diamond asintió y se levantó. Luego salió de allí para dejarlos solos. Subió las escaleras de la mansión y se encerró en la habitación que le habían dado para quedarse en la noche. Su padre le dijo que lo mejor era que durmieran allí hasta el día siguiente. Se lanzó a llorar en cuando se sentó en la cama. Sabía que nada iba a mejorar en esos momentos, solo quedaba intentar sobrevivir hasta que alguien fuera derrotado.

La guerra había empezado.

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