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Draco, Theo, Diamond, Blaise y Pansy se encontraban en la Sala Común cuando a todos los alumnos se les ordenó ir al Gran Comedor.

─Creo que está aquí─ murmuró Diamond─. Me arde la marca, ¿a ustedes no?

Theo y Draco asintieron en respuesta. Diamond llevó por instinto una mano a su antebrazo izquierdo, donde yacía la Marca Tenebrosa, retorciéndose sola y provocando ardor. Alguien le había notificado a Voldemort que Harry Potter ya estaba en el castillo, y aquello solo significaba problemas. Un gran problema.

Quince minutos luego de haber sido llamados por el profesor Slughorn, todos los alumnos de Slytherin salieron de la Sala Común, dirigiéndose al Gran Comedor. Diamond notó a través de las ventanas cómo un gran domo de hechizos protectores se alzaba alrededor de Hogwarts. Muchos de los adolescentes mostraban expresiones de confusión, pues habían sido sacados de sus camas y algunos todavía estaban en pijamas, pero otros ya parecían tener una idea clara de lo que estaba sucediendo.

Todos se sentaron en sus respectivas mesas al llegar al Gran Comedor. Diamond notó que el techo estaba oscuro y estrellado. Escaneó el lugar con sus ojos, notando que los alumnos de las demás casas estaban en las mismas que los Slytherin: despeinados, en pijama, con miedo en sus rostros y hasta ansiosos.

─Por favor, todo el mundo, necesito que me presten atención─ oyó decir a la profesora McGonagall.

Diamond dejó de mirar a su alrededor y fijó su vista en ella. Detrás de la mujer estaban los profesores y miembros de la Orden del Fénix.

McGonagall comenzó a decir lo que muchos ya habían deducido. Harry Potter estaba en Hogwarts y Voldemort también lo estaría en cualquier momento.

─...El señor Filch y la señora Pomfrey supervisarán la evacuación. Prefectos: cuando les de la orden, organizarán a los alumnos de la casa que les corresponda y los conducirán ordenadamente hasta el punto de evacuación─ dijo McGonagall.

Diamond le dio una rápida mirada a Draco. Ellos eran prefectos de Slytherin y debían obedecer las órdenes de la profesora.

─¿Y si queremos quedarnos a pelear?─ preguntó Ernie Macmillan, quien se había levantado de la mesa de Hufflepuff para que lo oyeran mejor.

─Los alumnos que sean mayores de edad, pueden quedarse─ respondió McGonagall.

Diamond sintió que la mano de Theo se posaba en la suya y la apretaba suavemente. Él estaba con ella. Pansy, que estaba sentada enfrente, no parecía haber tomado la misma decisión que su hermana, Theo, Draco y Blaise. Diamond notaba miedo en su mirada y sabía que sería de las que preferiría irse.

─¿Y nuestras cosas?─ preguntó una chica de Ravenclaw─. Nuestros baúles, nuestras mascotas...

─No hay tiempo para sacar nuestras cosas personales, lo importante es que ustedes salgan salvos y sanos─ reconoció McGonagall.

Diamond sintió temor por Júpiter. Se había encargado de que se quedara dentro del baño de su habitación y le había dejado su caja de arena, agua, algo de comida y su cama. Solo deseaba que las cosas no llegaran hasta esa parte del castillo. No le importaba perder toda la ropa que tenía, sus libros o su colección de anillos, lo más importante era su gata y asegurarse de que estuviera sana era su prioridad. Sabía que no había dejado a Júpiter en las mejores condiciones, pero en un momento de apuro fue lo mejor que pudo hacer.

─¿Dónde está el profesor Snape?─ preguntó Daphne.

Varios Slytherin buscaron con la mirada al director y ex jefe de la casa de las serpientes, pero él no estaba allí.

─El profesor Snape se ha largado─ respondió McGonagall.

Las mesas de Gryffindor, Hufflepuff y Ravenclaw estallaron en vitoreos. Diamond notó que Theo se unió a los aplausos. A él jamás le cayó bien Snape.

─Ya hemos levantado defensas alrededor del castillo─ volvió a hablar McGonagall─, pero, aun así, no podremos resistir mucho si no las reforzamos. Por lo tanto, me veo obligada a pedirles que salgan deprisa y con calma, y hagan lo que sus prefectos...

Una voz, que resonó en todo el comedor, la interrumpió. Era una voz frívola y clara. Daba la sensación de que provenía de las paredes o de todos lados. A Diamond se le heló la sangre cuando la oyó.

─Sé que se estan preparando para luchar─ dijo, provocando el grito de muchos alumnos. Todos los presentes se encontraban aterrados─, pero sus esfuerzos son inútiles; no pueden combatir contra mi. No obstante, no quiero matarlos. Siento mucho respeto por los profesores de Hogwarts y no pretendo derramar sangre mágica.

El Gran Comedor se hundió en el silencio, como si en realidad estuviera vacío. Era un silencio inquietante, uno en el que todos podían sentir sus propios corazones latiendo fuertemente por el miedo. El cabello de Diamond había comenzado a volverse negro mientras apretaba las manos de Draco y Theo.

─Entréguenme a Harry Potter y nadie sufrirá ningún daño─ prosiguió Voldemort─. Entréguenme a Harry Potter y dejaré el colegio intacto. Entréguenme a Harry Potter y serán recompensados. Tienen tiempo hasta la medianoche.

El silencio volvió a llenar el lugar. Todos fijaron sus ojos en el chico de la cicatriz de rayo que estaba en la mesa de Gryffindor. Harry estaba paralizado y Diamond lo notó.

De pronto vio como Pansy se levantó de su lugar, llamando la atención de muchos. Diamond intentó agarrar su antebrazo para hacer que volviera a sentarse, pero ella se movió para que no la alcanzara. Pansy apuntó a Harry y gritó:

─¡Está ahí! ¡Potter está ahí! ¡Que alguien lo agarre!

─¡Ya basta, Pansy, cierra la boca!─ exclamó Diamond molesta, levantándose también─. ¡Nadie va a entregarle a Potter! ¡Ese viejo sin nariz va a recibir la patada que pide que le den!

Blaise intentó ocultar una carcajada. No era el mejor momento para reír y tampoco quería poner a medio Slytherin en su contra como acababa de hacer Diamond.

La joven fue la primera en ir a ponerse frente a Harry de forma protectora, enfrentando a la mesa de Slytherin. Sus compañeros de casa la miraban entre sorprendidos y decepcionados. Pronto los Gryffindor también copiaron su acción, poniéndose detrás de Harry y Diamond. Luego les siguieron los Hufflepuff y casi al mismo tiempo los Ravenclaw. Varios miraban a Pansy, otros todavía seguían con sus ojos clavados en Diamond. Se notaba la desconfianza en la única serpiente que se había puesto del lado de Potter.

Diamond miró a Harry por sobre su hombro. Él hizo un movimiento de agradecimiento con la cabeza. Neville le había contado todo lo que ella había hecho por el Ejército de Dumbledore y por todos los alumnos castigados.

Damien también se había puesto en el gran grupo que protegía a Harry de los Slytherin. Aquello también dejó desconcertado a los que sabían de su familiaridad con Voldemort, pero al ruso no parecía importarle oír a Crabbe gritándole que su traición era peor que la de Diamond.

─Gracias, señorita Pansy Parkinson─ dijo McGonagall con la voz entrecortada─. Usted será la primera en salir junto al señor Filch. Y los restantes de su casa pueden seguirla.

Solo Diamond se quedó en el Gran Comedor. Después de los Slytherin, salieron los Ravenclaw, pero esa vez varios alumnos se quedaron. De la mesa de Hufflepuff se fueron menos y en la de Gryffindor quedó casi la mitad. Aquello hizo que McGonagall bajara de la tarima de los profesores para empezar a correr a los menores de edad que se habían quedado.

Diamond y Damien se quedaron cerca a escuchar lo que tenía Kingsley para decir.

─¡Solo falta media hora para la medianoche, así que no hay tiempo que perder!─ gritó el hombre─. Los profesores de Hogwarts y la Orden del Fénix hemos acordado un plan. Los profesores Flitwick, Sprout y McGonagall subirán con tres grupos de combatientes a las tres torres más altas (Ravenclaw, Astronomía y Gryffindor), en donde tendrán una buena panorámica general y una excelente posición para lanzar hechizos. Entretanto, Remus─ señaló a uno de los ex profesores de Defensa Contra las Artes Oscuras─, y yo iremos cada uno con un grupo a los jardines, pero necesitamos que alguien organice la defensa de las entradas de los pasadizos que comunican al colegio con el exterior.

─Eso parece un trabajo hecho a medida para nosotros─ dijo Fred, señalándose a sí mismo y a su hermano gemelo George.

─Yo puedo cubrir la que está en las mazmorras─ sugirió Diamond─. Hay una que conduce por debajo del Lago Negro al Bosque Prohibido. No muchos la conocen.

Kingsley les mostró su aprobación con la cabeza. Diamond y los gemelos se miraron entre sí.

─Damien, tu intenta liberar a Draco, Theo y Blaise─ pidió la joven antes de salir corriendo junto a Fred y George.

El ruso asintió, yéndose hacia donde estaba uno de los grupos que iría a una de las torres.

Diamond se separó de los gemelos en cuanto le tocó doblar hacía el pasillo que conducía a las escaleras de las mazmorras. Encontró rápidamente el pasadizo del que habló. Se lo abría accionando una antorcha que había a la derecha de una armadura. Debía sellarlo, así que entró en él, cerrándolo detrás de sí.

Lumos susurró, haciendo que su varita iluminara su camino.

Se alejó unos cuántos metros de por donde había entrado. Podía escuchar solo su propia respiración y el sonido de sus zapatos contra el suelo de piedra. Su corazón latía con fuerza al pensar que alguien ya podría haber encontrado el pasadizo en el bosque. Se estaba preparando mentalmente para encontrarse con un rostro. Prácticamente su cerebro la estaba asustando con eso y su cabello se mantenía negro.

Cuando sintió que ya se había alejado suficiente del castillo, decidió comenzar a crear roca para sellar el pasadizo. De su varita salían luces grisáceas a medida que tapaba todo. Iba caminando con una mano en los costados para mantener el equilibrio en la oscuridad que la había consumido. Los nervios y el miedo la hacían sudar demasiado. Sabía que cualquiera que intentara abrir nuevamente el pasadizo se demoraría una eternidad, por esa razón tomó la estrategia de comenzar a taparlo desde muy adentro.

Cuando finalmente salió de allí, sintió como si una enorme presión se hubiera liberado de su pecho. Cerró la puerta y la trancó con un movimiento de varitas. Comprobó que ya no se abría moviendo la antorcha y soltó un resoplido de satisfacción.

Diamond decidió que era hora de buscar a los demás. Comenzó a correr hacia las escaleras. Notó a través de la ventana que el caos ya había comenzado. Había estado mucho tiempo dentro del pasadizo y no se dio cuenta de que la batalla ya se había desatado.

Una fuerte explosión la hizo detenerse unos instantes. Provenía de arriba e hizo temblar todo. Diamond notó que algo de polvo había caído sobre su blusa. También se oían gritos y podía distinguir los destellos de hechizos y maldiciones provenientes de afuera. Otra explosión se oyó luego. Aquello la hizo volver a correr otra vez, deseando que sus amigos estuvieran bien. Si Damien ya había encontrado a Theo, Draco y Blaise, significaba que no debían estar muy lejos.

Diamond subió hacia el segundo piso, deteniéndose porque un tercer estallido hizo que el castillo volviera a temblar. Con miedo a que todo se derrumbara, la joven continuó corriendo sin quitar la mirada de todos lados, pero se detuvo en seco cuando vio a un par de chicos peleando con dos mortifagos.

¡Expulso! gritó Diamond, mandando a volar a un mortifago.

¡Avada Kedavra! exclamó otro, apuntándola a ella.

Era él. Era Thomas.

¡Protego! gritó Diamond, consiguiendo desviar la maldición asesina.

El rayo verde rebotó y lo golpeó. Aquello hizo que el mundo de Diamond por un segundo se detuviera, que se quedara en silencio y que de pronto la guerra dejara de existir. Vio a Thomas caer hacia atrás. Estaba muerto.

Diamond no reaccionó. No lloró, no sintió su corazón doler. Al revés, fue como si un enorme peso se hubiera liberado de sus hombros.

Comenzó a caminar sin detenerse a mirar al cuerpo de Thomas. Pasó junto a él como si el hombre fuera una simple piedra. Subió las escaleras hacia el tercer piso, encontrándose con más peleas entre alumnos y mortifagos. Diamond ayudó en lo que pudo, atacando a los seguidores de Voldemort por detrás, así ninguno esperaría el golpe. Pronto, muchos hombres y mujeres estuvieron tirados en el pasillo, inconscientes.

─Prepárense para los que siguen─ les dijo Diamond a los alumnos.

Ellos asintieron ante sus palabras antes de salir corriendo para seguir ayudando a Harry Potter.

Diamond subió más escaleras en busca de sus amigos. Tenía la esperanza de que estarían allí. Se detuvo varias veces para combatir con mortifagos que se aparecían frente a ella de la nada.

─¡Traidora!─ gritó uno al verla.

Diamond rodó los ojos.

¡Bombarda Maxima! exclamó la joven.

La explosión que produjo su varita hizo que el suelo temblara debajo de sus pies y envió al mortifago por los aires. También afectó al otro que iba detrás de él. Diamond corrió sin dejar de apuntarlo.

¡Avada...

¡Petrificus Totalus!

El mortifago se quedó inmóvil, apoyado contra la pared y mirando a Diamond con una expresión de puro odio.

─No me mires así, idiota─ le pateó la cara.

Oyó el hueso de su nariz romperse.

Diamond sonrió para sí misma al recordar que eso mismo había hecho Draco con Harry en sexto año.

Volvió a salir corriendo para continuar subiendo escaleras, llegando así al quinto piso. Ese, de alguna manera, se encontraba vacío. Aquello asustaba un poco a Diamond. No había presencia de hechizos, solo se oían las explosiones que provenían de arriba y abajo, no escuchaba pisadas por ningún lado. Creyó que estaba completamente sola hasta que oyó a alguien quejándose.

La cabeza de Diamond se movió hacia todos lados en busca de la persona que estaba en un claro sufrimiento. Siguió los sollozos hasta llegar al baño de los prefectos. Diamond supuso que se trataba de algun prefecto o premio anual, pues ellos eran los únicos que se sabían las contraseñas.

─Bombas de arándanos─ murmuró Diamond la contraseña.

Los sollozos se hicieron más fuertes cuando entró, así como también se le hicieron extremadamente conocidos. Con el corazón en la boca, caminó hacia el sector en donde se colgaban las toallas. En el suelo había un gran charco de sangre. Diamond soltó un grito de terror al ver al chico que se encontraba allí.

─¡Theo! ¿Qué... qué pasó?─ exclamó con la voz entrecortada. Prácticamente se lanzó al suelo para examinarlo con lágrimas en los ojos.

─Me apuñaló, Mondy─ lloró. Su voz fue apenas audible.

Theo perdía mucha sangre. Tenía una gran herida en su estómago y probablemente tenía otra en la espalda. Diamond soltó un sollozo y sujetó la cabeza de su mejor amigo sobre sus rodillas.

─¿Quien lo hizo?─ preguntó en un hilo se voz.

Su corazón comenzaba a doler terriblemente. Theo se estaba desangrando y no sabía cómo carajos detener aquello. Lo perdía.

─Él...─ susurró. Las lágrimas caían de sus ojos y se mezclaban con la sangre del suelo─. Da... Damien.

Aquello fue para Diamond como un segundo golpe en el corazón. Fue suficiente para hacer que su llanto se detuviera y se quedara paralizada mirando a Theo.

─Mondy─ llamó él. Con la poca fuerza que tenía, sujetó la mano de su mejor amiga e hizo un intento de apretarla─. Es un... traidor─ tosió. Sangre salió de su boca─. Mondy... no dejes... no lo dejes ganar. Puedes hacer que la jugada se ponga a tu favor─ hizo una larga pausa para respirar. Eso rompió a Diamond en mil pedazos─. Mondy...

─Deja de hablar, por favor, estas gastando energía─ le pidió ella. Había comenzado a llorar con él nuevamente.

Diamond agarró su varita y lo apuntó, haciendo aparecer un intento de vendaje alrededor del cuerpo de Theo, pero aquello no funcionó. Las vendas se tiñeron de rojo rápidamente y la sangre volvió a gotear.

─¿Por qué no se detiene?─ preguntó desesperadamente. Su cabello se mantenía entre el negro y el naranja─. ¡Mierda!

─Tiene... el veneno de la serpiente─ susurró Theo─, pero... ya no... no duele, Mondy.

Diamond comenzó a llorar con fuerza.

─No puedo perderte a ti─ dijo entre lágrimas─. No puedo.

Volvió a conjurar más vendajes y luego intentó murmurar el hechizo que había recitado Snape cuando Harry le había lanzado a ella el Sectumsempra, pero nada pareció funcionar.

─No te duermas, por favor─ le pidió cuando notó que Theo comenzaba a cerrar los ojos.

─Déjame... déjame ir─ suplicó sin fuerzas─. Mondy...

─No.

─Diamond.

─¡No!─ lloró.

Apoyó su frente contra la de Theo, dejando salir miles de sollozos sin importar si alguien los oía o no. Sentía su pecho arder, su cabeza dolía y sentía un profundo odio. Estaba perdiendo a su mejor amigo y había sido traicionada por el otro. ¿Por qué?

─Mondy... no puedo─ dijo Theo con mucha dificultad. Con la poca fuerza que tenía, posó su mano libre en la mejilla de Diamond─. Eres mi mejor amiga... siempre lo fuiste... siempre lo serás─ el sollozo de la chica lo hizo detenerse por un segundo─. Te amo. Estaré contigo... pronto... Amor, Mondy... gracias por ser mi amiga─ sonrió─. Te dedico... todas las lunas llenas... que vimos juntos─ tosió nuevamente y más sangre salió de sus labios─. Te amo...

Los ojos de Diamond se abrieron con miedo cuando se dio cuenta de que solo se oía su propio llanto. Notó que Theo ya había cerrado los ojos. Parecía haber caído un un profundo sueño, uno del cual no volvería a despertar. El grito de Diamond inundó todo el baño, y seguramente todo el quinto piso. Fue un grito desgarrador, lleno de dolor y furia. Su mejor amigo estaba muerto.

─¡No!─ volvió a gritar, mirando por instinto hacia arriba─. ¿Por qué él?

Perdió la noción del tiempo allí, junto al cuerpo de Theo. Pronto dejó de llorar, pero su corazón no dejaría de doler por un muy largo tiempo. La ira comenzó a burbujear en sus venas, el deseo de terminar con Damien Orlov se apoderó de su mente y eso la obligó a dejar a su mejor amigo allí para salir a buscar al ruso.

Su cabello estaba del mismo color que la sangre. Caminaba por los pasillos con la varita en mano. Cada paso que daba sonaba bastante. Pasó de largo a los estudiantes y mortifagos que se batían en duelos. Su vista iba enfocada al frente, atenta por si veía la pelinegra cabellera de Damien.

Había confiado en él muy ciegamente. Lamentaba no haberle hecho caso a Draco cuando le contó de sus sospechas. Lamentó haber dejado que Damien formara parte de su círculo de amigos, lamentó haberle dado un lugar en su corazón. Él mintió. Mintió demasiado bien. Los hizo caer a todos con su cuento del niño bueno con un padre cruel. ¿Siquiera era una persona de verdad?

Cuando lo encontró, él estaba en un balcón con la mirada fija en el patio. Diamond dejó que el enojo se apoderara por completo de su cuerpo y caminó rápidamente hacia él.

─¡Eres una mierda!─ le gritó, apuntándolo con su varita.

Damien volteó lentamente. Su expresión demostraba sorpresa, pero sus ojos se mantenían inexpresivos. Diamond lo odió con todo su ser. Él mató a Theo.

─¿Por qué lo hiciste?─ preguntó entre lágrimas─. Todos te queríamos.

El ruso se encogió de hombros, abandonando su actuación como chico sorprendido. No parecía importarle que Diamond estuviera apuntándolo. Puso sus manos dentro se los bolsillos de su pantalón negro.

─Fue muy fácil hacerlos caer en la trampa─ rió como si fuera lo más gracioso del mundo─. Lo de Theo no estaba planeando, lo siento, es que él lo descubrió antes que tu y... eso no iba acorde al plan.

─Eres un psicópata─ la voz de Diamond tembló─. ¿De qué plan hablas?

─Serás mi reina, Diamond─ sonrió, comenzando a acercarse─. Todo lo que hice para salvar tu vida fue porque te quiero a mi lado─ comenzó a girar alrededor de la joven─. Tom no estaba de acuerdo cuando le propuse mi idea, pero luego logré convencerlo.

» Al principio, él solo quería que me infiltrara en Hogwarts y encontrara alguna fuente que me diera información sobre Potter. Decidí usarte porque desde que te conocí noté lo diferente que eras─ volvió a reír─, pero, claro, no contaba con que iba a caer en tus redes... así que decidí acercarte a mí. Fue fácil porque eres blanda. Mi idea contigo es enamorarte y hacer que te pongas de mi lado, y así brindarle al mundo mágico el siguiente heredero de Slytherin, alguien que continue con el legado de Tom y el mío.

Diamond lo miró con profundo asco. Apretó el agarre en su varita y posó sus ojos celestes sobre los oscuros de Damien.

─¿Qué te hace pensar que voy a aceptar?─ preguntó, tratando que cada palabra saliera con el mismo grado de odio que comenzaba a sentir por él.

Damien sonrió y sacó su varita a una velocidad increíble.

¡Imperio!

¡Protego! alcanzó a decir Diamond, desviando la maldición hacia una pared.

¡Expulso! gritó Damien.

El hechizo golpeó a Diamond en el pecho y la hizo volar por los aires. Chocó contra una armadura, la cual se desarmó por el impacto. La joven se levantó con el cabello hecho una bola de fuego rojo. Notó que la expresión de Damien se volvía miedo puro cuando la vio.

Los ojos de Diamond estaban del mismo color que su pelo. Brillaban como dos estrellas rojas. La furia se había desatado en ella.

¡Expelliarmus! gritó, haciendo que la varita de Damien se escapara de su mano─. Fuiste muy inteligente, pero debes saber que hasta la persona más sabia del mundo puede equivocarse. Tu error, Damien, fue creerte mejor que yo. ¡Crucio!

El ruso cayó de rodillas contra el suelo, quejándose de dolor y retorciéndose.

¡Crucio! ¡Crucio! ¡Crucio! gritó Diamond sin dudar─. Duele, ¿verdad? Duele terriblemente, pero eso no es nada comparado al dolor de perder a un mejor amigo. ¡Crucio! los aullidos de Damien no le causaban nada más que satisfacción─. Ojalá sufras demasiado. ¡Crucio! Ojalá quienquiera que esté en el cielo tenga piedad contigo, porque yo no la tendré. ¡Crucio! ¡Crucio!

─¡Podemos arreglar ésto!─ gritó Damien.

─¿Arreglar ésto?─ rió con sarcasmo─. ¡Crucio! No debiste hacerlo, jamás. ¡Crucio! Solo quiero que sufras el dolor que estoy sufriendo yo, pero eso no pasará, ¿no?─ negó para sí misma─. Claro que no pasará, a ti nadie te ama y tu no amas a nadie realmente, ¿verdad? ¡Crucio! ¡Jamás sabrás de lo doloroso que es ver morir a tu mejor amigo en tus brazos!─ gritó lo último con lágrimas en los ojos─. ¡Crucio! No tienes sentimientos, Damien, no sientes empatía. ¡Crucio! ¡Crucio! ¡Crucio! los gritos del ruso inundaban todo el pasillo. Diamond sintió que alguien se le acercaba por detrás─. ¡No solo asesinaste a Theo, también asesinaste una parte de mi! ¡A mi hermano! ¡Mi compañero!─ lloró. Sus ojos dejaron de brillar en rojo y volvieron al celeste─. No mereces el perdón de nadie.

Diamond notó que a su lado estaban Draco y Blaise. Ellos la miraban con confusión.

─¿Qué...?─ quiso preguntar Blaise. Había oído perfectamente la parte en que ella decía que Theo estaba muerto.

Diamond vio sus ojos llenándose de lágrimas.

Ambos chicos miraron a Damien con odio, pero no lo sentían con el mismo grado que ella lo sentía.

─¿Qué hiciste?─ gritó Draco, sujetando a Damien por el cuello de la camisa.

─Lo voy a matar─ dijo Blaise.

Empujó al rubio y apuntó al ruso con la varita. Damien no tenía muchas fuerzas como para detenerse. Los Cruciatus de Diamond habían sido tan fuertes que lo hizo sufrir el doble de lo que ella había sufrido cuando fue torturada por Voldemort y los Carrow. Ella realmente había deseado que le doliera.

─No vamos a matarlo─ dijo Diamond antes de que Blaise pronunciara la maldición asesina─. ¡Desmaius!

El hechizo golpeó a Damien, haciéndolo quedar inconsciente y golpearse fuerte contra el suelo. Draco y Blaise miraron a Diamond con confusión. A ella se le habían acabado las fuerzas que le había brindado la furia, ya no podía asesinarlo.

─Blaise, llévalo a al Gran Comedor y cuenta lo que hizo─ pidió Diamond─. La batalla se detuvo, ¿no? De seguro llevaron a todos los cuerpos allí.

Blaise asintió. Apuntó a Damien con su varita y lo hizo levitar detrás suyo. Diamond lo vio doblar el pasillo.

─Él... él lo mató─ tartamudeó cuando la cachetada de realidad volvió a golpearla.

Sus rodillas golpearon el suelo con fuerza. Draco rápidamente se puso a su lado para sostenerla y abrazarla. Diamond volvió a romper en llanto, y esa vez él lloró con ella.

















no se preocupen, yo también lloré feo.

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