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A las cinco de la mañana Diamond estaba lo suficientemente borracha como para no poder mantenerse de pie. Estaba arrodillada en el suelo, frente al inodoro del baño de la habitación de Blaise, vomitando. Draco sujetaba su cabello con una mueca de asco y miraba hacia otro lado para calmar las náuseas que le provocaba aquella situación. Le tenía un poco de fobia al vómito.

─Creo que ya estoy vacía─ dijo Diamond, sintiendo el dolor en los músculos de su estómago.

─Al fin─ suspiró Draco.

La ayudó a levantarse y le extendió un vaso de agua. Ella tomó todo en dos segundos. Luego Draco le pasó un paño mojado por toda la cara y cuello.

─¿Mejor?─ preguntó.

Diamond asintió en respuesta. Su cabello estaba verde y su piel se veía más pálida de lo normal. La fiesta estaba buena, pero no tenía fuerzas para seguir en ella. Draco la llevó hacia un sillón que estaba bajo el ventanal del cuarto de Blaise. Prácticamente cayeron sentados. El rubio sintió que todo comenzó a dar vueltas cuando tiró su cabeza hacia atrás contra el respaldo. Diamond se quedó dormitando en su hombro.

Al día siguiente todo volvería a ser como era hace casi medio año. Volverían a tratarse solo como amigos. Volverían a hablar solamente del armario evanescente. Era agotador. Demasiado. Ambos odiaban eso, y odiaban más no poder hacer nada para impedirlo. El tiempo se les agotaba y todavía no habían noticias de la muerte de Dumbledore.

Draco se mantuvo en silencio mientras sentía a Diamond cayendo en un sueño. Quería disfrutar de ese momento que seguramente no volvería a repetirse. Mantuvo su mirada en la marca tenebrosa de la chica y luego pasó a la suya que se podía notar debajo de la tela de la camisa. Solo deseaba que al final Potter ganara, quería luchar con él y salvar a su madre y a Diamond. Lucius podía irse a la mierda.

Le molestaba ser como era. Había pasado quince años de su vida creyendo que lo que hacía estaba correcto. Cuando cumplió los dieciséis y fue marcado, todo eso se esfumó. Supo de su destino desde el regreso del Señor Oscuro, pero en aquel momento no lo veía tan malo. Fue un idiota toda su vida. Molestaba a todos, odiaba a todos, no confiaba en nadie. Era un niño inmaduro, pero después de todo solo quería ver a su padre feliz. Se dejó manipular por su familia, dejó que se metieran en su cerebro y le inculcaran el odio a quienes no lo merecían. Y ya era tarde. Era tarde para arrepentirse, correr y pedir perdón. Una vez tuvo opciones, ya no, las había negado.

Y así, odiándose a sí mismo por su pasado, Draco se quedó dormido con la cabeza apoyada levemente sobre la de Diamond. Aquella chica, la única que le daba razones para confiarle su vida, la única que lo comprendía porque estaba en las mismas condiciones, o quizá estaba peor. La única luz en su mundo.

•••

Dumbledore seguía vivo y eso ponía nerviosos a Diamond y Draco. ¿Qué había pasado con el hidromiel? No lo sabían, pero tampoco tenían tiempo para averiguarlo. Debían avanzar con el arreglo del armario evanescente.

─¡Dijiste que habías logrado traducir el libro!─ exclamó Draco notablemente molesto.

Ella había mentido.

─¡Lo hice para salvarnos de meter la pata! Solo pude traducir unas pocas palabras.

─¿Qué palabras?─ quiso saber.

Diamond abrió el libro y buscó la página que estaba marcada.

Harmonia nectere passus. Repara y perfecciona. Armario evanescente─ leyó las palabras que descifró.

Draco no estaba muy confiado, pero algo debían intentar. Se acercó al armario y lo apuntó con su varita. Recitó el hechizo como si fuera una canción. El armario comenzó a brillar. La luz que salía parecía estar viva. Luego se detuvo. Ambos adolescentes se quedaron en silencio, intercambiando miradas de miedo. Salían voces de allí, había movimiento y sombras.

Diamond abrió el armario sin pensarlo dos veces. No había nada.

─Tal vez deberíamos probar metiendo algo─ dijo sacando una pluma de su túnica y poniéndola dentro─. Pruébalo otra vez.

Draco respiró hondo y volvió a apuntar al armario recitando el hechizo nuevamente. La luz volvió a aparecer y se oyó el susurro de algo siendo atraído. Diamond volvió a abrir la puerta.

─La pluma no está─ anunció con algo de felicidad─. Hazlo otra vez, a lo mejor así vuelve.

El rubio soltó un suspiro de desesperación, como si le diera pereza hacer aquello.

Cuando vieron la luz y sintieron el sonido otra vez, Diamind abrió el armario esperanzada, pero su sonrisa se esfumó al instante. La pluma estaba despedazada.

─Quizá deberíamos seguir intentando. El libro dice que repara y perfecciona, pero no sabemos qué tan dañado está el armario─ razonó Draco. Su voz sonaba apagada.

Diamond asintió.

─Dejémoslo por ahora.

Febrero llegó junto a la primera clase de Aparición. Diamond estaba un poco cansada, pero necesitaba asistir y aprobar el examen de una vez. Ya tenía diecisiete, le aliviaba saber que podría darlo sin problemas.

─Te juro que siento que nos vigilan, Diamond. Deberíamos comenzar a usar a Crabbe y Goyle para vigilar con nosotros─ susurraba Draco, tratando de que nadie en el comedor lo oyera.

─¡Malfoy, silencio y presta atención!─ oyeron gritar a la Profesora McGonagall.

Draco se separó rápidamente de Diamond con las mejillas rojas bajo la mirada de todos. Diamond notó que estaba furioso por aquello. Le entraron ganas de reír, pero las evitó porque no quería que se las agarrara con ella.

El profesor Twycross, que les enseñaría a aparecerse, ordenó a que todos se pusieran de tal forma que cada uno tuviera un espacio de tres metros enfrente. En ese instante hubo una revuelta y muchos empujones para encontrar espacio. Diamond luchó por uno contra Goyle y terminó ganando gracias a que el Profesor Snape se metió de mala gana entre ellos. Una vez más, Draco se puso entre ella y Crabbe, comenzando a charlar con el chico mientras todos estaban ocupados. Diamond los oyó disimuladamente, aunque supiera de qué hablaban.

─Seguro. ¿Por cuánto tiempo tendremos que hacer eso?─ parecía que Crabbe había sido convencido de proteger junto a Goyle la puerta de la Sala de Menesteres.

─No sé cuánto durará, ¿está bien?─ le dijo rápido Draco─. Nos está tomando más tiempo del que esperábamos.

Diamond notó que Crabbe iba a abrir la boca para preguntar sobre lo que hacían, así que decidió hablar antes.

─No te concierne nada de lo que hacemos, Crabbe. Tú y Goyle solo hagan lo que Draco les dijo y protéjannos bien─  estaba harta de que todo el mundo hiciera preguntas.

─Yo les digo a mis amigos en lo que me estoy metiendo si quiero que me protejan─ oyeron decir a Potter.

Diamond y Draco voltearon rápidamente. Harry estaba detrás de ellos. Los había oído. La mano del rubio fue a su varita, pero en ese momento los Jefes de las Casas gritaron: ¡silencio! y los alumnos se callaron de inmediato. Los tres se vieron obligados a volver a sus lugares y prestar atención.

─Muchas gracias─ dijo Twycross─. Y ahora...─ movió su varita, haciendo aparecer de inmediato, frente a cada alumno, unos aros antiguos─. ¡Lo que hay que tener en cuenta para la aparición son las tres D's! Destino, determinación, decisión. Primer paso: fijar la mente sobre el destino deseado, y en este caso, el interior del arco. Ahora, suavemente, concéntrense en su destino.

Diamond fijó toda su concentración en el arco. Ignoraba el hecho de que todos miraban lo que hacían los demás. Simplemente vació su mente e hizo lo que el hombre les pedía.

─Segundo paso─ dijo Twycross─, ¡concéntrense en su determinación de ocupar el espacio visualizado! Dejen que su deseo se extienda desde su mente a cada partícula de su ser.

Diamond no estaba segura de si estaba haciéndolo bien, pero aun así hizo lo que él pidió. Volvió a concentrarse. Quería aparecerse dentro del aro. Lo deseaba y estaba decidida.

─¡Tercer paso!─ volvió a hablar el hombre─. Solo cuando de la orden... vuelvan a sus puestos, sintiendo que se dirigen a la nada, ¡moviéndose con decisión! A la cuenta de tres: uno...

Diamond respiró hondo.

─Dos...

No estaba segura de que iba a lograrlo al primer intento, pero se mantuvo serena.

─¡Tres!

Diamond se dejó llevar decidida, pero tropezó y sus rodillas golpearon fuertemente el piso. Soltó un quejido de dolor. Su cara era de profunda vergüenza, pero se tranquilizó ver que a algunos les fue peor. Muchos también estaban tirados en el suelo, lo que causaba las risas de varios de sus compañeros. Diamond se fijó en Draco, quien estaba sentado con cara de pocos amigos. Supo que había caído y se lamentó no haberlo presenciado.

─No se preocupen, no se preocupen─ habló Twycross con sequedad─. Ajusten sus aros como antes, y vuelvan a sus posiciones iniciales.

El segundo intento fue tan inútil como el primero. El tercero fue muy malo y Diamond comenzaba a irritarse de no lograr nada. En el cuarto sucedió algo interesante. Susan Bones de Hufflepuff había sufrido una despartición. Su pierna izquierda se había separado de su cuerpo.

Twycross explicó que eso sucedía cuando la mente no estaba suficientemente determinada. Luego hizo una demostración de aparición, recordándoles a todos las tres D's y pidiendo que se realizara un quinto intento, pero no fue hasta el séptimo que Diamond logró hacer una aparición como se era debido. Había aparecido cinco metros lejos del aro, pero era un avance. El señor Twycross aplaudió su logro como si estuviera agradecido de que al fin alguien pudiera hacerlo.


─Muy bien, jovencita, siga así─ le dijo─, pero la próxima intente aparecer en el arco.

Diamond asintió antes de volver a su puesto. Muchos estudiantes la miraban como si sintieran celos. Pansy le mostró los pulgares hacia arriba, Blaise le sacó la lengua y Draco asintió con orgullo. Por alguna razón se sintió querida por ese grupo de amigos al que lentamente comenzaba a formar parte. Luego sus ojos se fijaron en Theo, quien le brindó una sonrisa tímida. Daphne la miraba de una forma muy opuesta. Parecía que la juzgaba con la mirada.

Ya en la Sala Común de Slytherin, Pansy atacó a Diamond con preguntas sobre cómo lo había logrado. La mayor no sabía qué responder, solo sabía que se había concentrado más de lo que había hecho en toda su vida.

─Diamond, ¿puedo hablar contigo?─ Daphne se acercó a la chica con una sonrisa fingida─. A solas, por favor.

Diamond miró a sus amigos. Pansy y Blaise miraban a Daphne con una ceja alzada. Draco recién estaba llegando a la Sala Común, y sumó su mirada de confusión a la de los demás.

─Claro─ contestó Diamond sin sonreír─. Vayamos al cuarto.

Una vez allá, cada una se sentó en su cama en silencio. Daphne parecía estudiar el comportamiento de Diamond, quien la miraba esperando a que comenzara.

─Te vi besando a Malfoy en la fiesta de Blaise─ habló finalmente─. Astoria también los vio. Diamond, ¿dónde quedaron tus códigos?

Eso molestó mucho a la chica. ¿Cómo se atrevía? Es más, ella ya no tenía nada que ver con las Greengrass.

─Te recuerdo, Daphne, que Astoria no es y nunca fue mi amiga. Tu lo eras─ remarcó el "eras"─. Lo lamento, pero no es mi problema lo que tu hermana sienta. Puedes odiarme si quieres, pero nuestra amistad ya terminó, por lo tanto ya no tengo que preocuparme de que esta dependa de con quien estoy y con quien no─ dejó salir un suspiro─. Tienes que dejar de intentar controlar a las personas.

Daphne no hacía nada para ocultar su enojo, pero, después de unos segundos, su mirada se ablandó.

─Tienes razón─ dijo finalmente, con una sonrisa que no mostraba nada de gracia─. Soy tan insegura que cuando las cosas no van a mi manera, exploto. No soy nadie para decirte qué hacer.

─Está bien─ Diamond aceptó esa disculpa. Daphne se veía sincera─. ¿Puedo pedirte que dejes a Theo volver conmigo?

La chica lo pensó un momento. Diamond sabía que Daphne siempre se había sentido intimidada especialmente con su belleza. Su inseguridad aumentaba cuando estaban juntas porque se consideraba más fea que Diamond, por eso no quería que Theo siguiera siendo su amigo. Por eso hizo que se separara de Miles. La envidia la hizo separarse de su mejor amiga.

─Está bien─ dijo finalmente─. Lo haré.

Ella se levantó para irse, pero antes Diamond la detuvo.

─Otra cosa, Daphne. Deja de pensar que soy una competencia para ti. Eres mejor que yo en muchas cosas.

Daphne asintió algo avergonzada y se fue de allí. Segundos después entró Pansy como una bala y se sentó junto a su hermana.

─¿Qué te dijo?


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