↷ O1

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

La Mansión Malfoy se veía más oscura y fría de lo normal. Las continuas visitas del Señor Oscuro atormentaban a Draco, quien era conciente de que el día en que tuviera la marca tenebrosa en su antebrazo estaba más cerca de lo que deseaba. No sabía cuándo ni en qué momento del día, por eso no oyó los pasos apresurados de su madre.

─Draco, querido─ llamó desde el otro lado de la puerta con tono preocupante─, es hora.

El platinado no tuvo otra opción más que levantarse de su cama. Traía puesto un traje negro a pesar de que afuera hiciera calor. Con cada paso sentía que iba a desvanecerse, pero no se permitió salir huyendo como se lo pedían sus piernas. Se dio cuenta de que no iba a ser el único marcado cuando sus ojos grises se toparon con los celestes de Diamond Parkinson.

La chica parecía asustada como él, y su cabello negro con uno que otro mechón naranja la delataba más que nada. La señora Parkinson le susurraba que mantuviera la compostura y tratara de controlar su metamorfomagia.

─El Señor Oscuro ya está listo─ anunció Bellatrix Lestrange saliendo del despacho de Lucius, quien obviamente se lo había cedido a Voldemort─. Que pasen los dos juntos.

Ambos adolescentes le dieron una última mirada a sus padres antes de entrar a aquel lugar. Allí, de espaldas detrás de un escritorio de roble oscuro, estaba Tom Riddle, más conocido como Lord Voldemort. Diamond se sentía aliviada al notar que había conseguido hacer que su cabello volviera a ser del violeta claro que acostumbraba a ser, y luego bloqueó su mente tal y como hizo Draco.

─Diamond Parkinson y Draco Malfoy─ siseó el hombre, dignándose a voltear para verlos─. Supongo que saben que estan aquí gracias a que los inútiles de sus padres fallaron en una misión tan estúpida y simple.

─De todas formas, mi Lord, es un honor para ambos servirle─ se apresuró a decir la chica.

Draco, quien se encontraba mirando fijamente al estante de libros que tenía enfrente, agradeció mentalmente el no tener que hablar.

─De ti no veo ninguna duda, Diamond, pero... ¿y tu, Draco?─ preguntó él acercándose.

El rubio lo miró a los ojos, esos ojos rojos a los que casi todo el mundo mágico le temía.

─Es un honor para mi también, mi señor. Nunca lo dude.

Aunque solo él sabía que sus palabras eran casi tan huecas como el corazón de lord Voldemort, mantuvo su expresión seria, tratando de pestañear lo menos posible como si estuviera frente a un hipogrifo.

─Muy bien, antes de marcarlos les hablaré de su misión─ sonrió de manera cínica y caminó hacia el escritorio─. Tu, Draco, te vas a encargar de matar a Albus Dumbledore. Diamond, tu vas a encargarte de que el joven Malfoy cumpla su deber, y de no ser así, deberás matar a su madre frente a sus ojos. Juntos van a encontrar una manera de que mis mortifagos entren a Hogwarts, pues necesito... testigos.

Ambos chicos sentían el corazón en la boca. El cabello de Parkinson parecía querer tornarse negro otra vez, y eso Draco lo notó. Voldemort, sin embargo, sonrió antes de agarrar su varita.

─¿Me oyeron?─ preguntó, como si disfrutara saber el temor que causaba en ambos.

─Si, mi señor─ contestaron al mismo tiempo, ocultando sus ganas de correr.

El hombre, que ya casi no tenía rastro de humanidad en su rostro porque este era similar al de una serpiente, se acercó primero a Diamond. Ella, haciéndole creer que no tenía ninguna duda, extendió su brazo izquierdo rápidamente. Las manos frías del Señor Tenebroso se posaron alrededor de su antebrazo y posteriormente lo tocó con su varita mágica. La joven, sintiendo como si le ardiera la piel y el dolor se extendiera a todo su cuerpo, cerró sus ojos con fuerza. Su cabello pasó de violeta a negro y luego verde.

Después le siguió Draco, quien incluso aguantó la respiración mientras la marca tenebrosa le quemaba a un grado casi que irresistible. Pudo ver como la serpiente se movía, como si saliera de la calavera. Su mente estaba en lo que le esperaba al llegar a Hogwarts y lo que debía hacer si no quería ver muerta a Narcissa Malfoy frente a sus pies.

─Tienen hasta el final de junio─ les dijo volviendo a darles la espalda─. Ahora fuera de mi vista.

Los dos adolescentes apenas asintieron y salieron de aquel lugar. Draco ni siquiera se acercó a su madre, solo corrió hacia su habitación. Diamond se acercó a sus padres, quienes mantuvieron su mirada fría al verla llegar. Ella al ver al rubio irse se disculpó y fue tras él.

No eran grandes amigos ya que, apesar de que estuvieran en el mismo grado de Hogwarts, Diamond no solía juntarse con los amigos de Pansy. De todas formas, se llevaban bien y al ser poco sociables se les hacía agradable la compañía cuando habían fiestas entre las familias de poder.

Subió las anchas escaleras de mármol blanco y tomó el pasillo izquierdo. La habitación de Draco estaba casi al final, con la puerta cerrada. Diamond golpeó débilmente, pues todavía le dolía el antebrazo como el infierno y eso lo podía confirmar su cabello verde.

─Malfoy, ¿puedo pasar?─ preguntó con suavidad, algo que la diferenciaba con su hermana Pansy, quien parecía no saber bajar el tono de voz.

─En estos momentos no quiero ver a nadie, Parkinson─ contestó abriendo la puerta, pero su expresión cambió al ver el cabello verde de la chica─. ¿Te sientes enferma?

Diamond no supo qué responder puesto a que era obvio. El dolor físico también era una enfermedad, el solo estar lastimado ya era una enfermedad, pero nadie le enseñaba eso a las personas. De todas formas la pregunta se le hizo irrelevante cuando vio las lágrimas que acumulaban los ojos grises de Draco.

─¿Puedo pasar?─ volvió a preguntar.

Si algo tenía en claro era que nadie merecía estar solo en esos momentos. Fuera quien fuera, todos sufrían de una forma diferente.

Draco no dijo nada, solo se hizo a un lado. La chica cerró la puerta una vez que entró y se quedó observando la fría habitación de Malfoy. Él, por su parte, se sentó en su cama y escondió su cara entre sus manos. Diamond no sabía si sentarse a su lado o no, así que se sentó en el suelo frente al chico.

─Espero que sepas que falles o no tu misión, no mataré a Narcissa─ habló finalmente, apoyando una mano en la rodilla del rubio─. No sería capaz. Él puede torturarme hasta de forma muggle, pero jamás acabaría con la vida de una madre.

Eso pareció tranquilizarlo un poco ya que sus músculos se relajaron. Ella era tan diferente a su familia que se le hacía difícil creer que estuviera condenada junto a él.

─No sé cómo vamos a hacer para dejar pasar a los mortifagos al colegio─ dijo Draco apretando sus ojos por el dolor que producía la marca tenebrosa.

─Ya se nos ocurrirá algo─ murmuró apretando su agarre con cariño.

─Esto es una mierda, todo es una mierda. Solo tenemos dieciséis años─ su voz se quebró al mismo tiempo que volvía a esconderse entre sus manos─. Mi vida se está yendo como basura y ya no sé cómo sostenerme.

Los ojos de Diamond se llenaron de lágrimas al oírlo decir eso. No había nada peor que sentir que ya no tenías ganas de seguir, y eso lo sabía perfectamente. No pudo evitar que su cabello se pusiera azul, así como tampoco ocultó su impulso de sentarse a su lado y abrazarlo como una madre abraza a su hijo al cual le acaban de romper el corazón.

Draco no hizo esfuerzo para separarse, pues necesitaba tanto ese abrazo como nada en el mundo. Lentamente rodeó la cintura de la chica y apoyó su cabeza en el pecho. Ambos corazones iban a la par, el dolor mental se mezcló con el ardor en sus antebrazos, pero aun así se sintieron protegidos.

─No pienses ni por un segundo más que no puedes, porque sé por lo que has pasado y... y eres fuerte─ le dijo ella con la voz temblorosa─. Haremos lo que él nos pide. Encontraremos alguna manera. Luego de eso vendrá la guerra y ahí... lucharemos con Potter.

─Estás loca─ aseguró él alejándose, pero rápidamente volvió a acercarse─. Si Potter pierde, vamos a estar perdidos.

─Si Potter pierde, nadie va a saber que estábamos en su bando. Todos van a estar lo suficientemente ocupados peleando.

A Draco no le convencía eso, pero de todas formas asintió y se juró a sí mismo no contarle ni siquiera su madre al respecto. Todo iba quedar entre los dos adolescentes que se abrazaban para aliviar el dolor sin saber que eso le costaría grandes problemas a Diamond.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro