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El plan no había salido bien. Katie en el camino discutió con su amiga y rozó el collar, haciendo que este por poco la matara. Había sido trasladada al Hospital San Mungo para Enfermedades y Heridas Mágicas. Diamond se sentía muy culpable por aquello. Ella y Draco no habían planeado bien, no habían pensado en que algo como eso podría suceder.

─Oí a Potter hablando con sus amigos. Sospechan que fuiste tu─ informó Diamond cuando encontró a Draco en un pasillo.

Él la miró como si creyera que el mismo Harry había tomado una poción multijugos y se hiciera pasar por ella. La chica lo miraba seriamente, pero no lo culpaba de nada, pues había sido su idea.

─Lo lamento─ habló otra vez─. Es mi culpa.

Draco la miró por unos segundos. Por alguna razón le dolía verla así. Estaba cayéndose a pedazos, ambos lo estaban. Notó que su cabello ya no tenía intenciones de volverse rosa, se mantenía en un violeta aburrido, casi marrón. Se estaba consumiendo más rápido y lo comprendía, era su metamorfomagia.

Draco suspiró y la obligó a continuar caminando con tranquilidad.

─No te preocupes. Seguiremos con el armario y al mismo tiempo mejoraremos el plan del hidromiel─ dijo en voz baja─. Tu intenta continuar con tus calificaciones perfectas y comer. Hoy nos espera una noche agotadora.

Diamond dejó salir un suspiro de cansancio y asintió en respuesta.

─Si me necesitas, estaré tomando una siesta en mi habitación. Envía a Pansy a llamarme─ le dijo antes de irse hacia las mazmorras de Slytherin.

La cama de Diamond se sacudió cuando ella se tiró boca abajo. Su mente comenzó a divagar hasta detenerse en Draco. Sin duda ambos adolescentes se habían hecho más cercanos y ya hasta intercambiaban más palabras. Diamond comenzaba a aceptar sus sentimientos a pesar de no querer hacerlo. Tenía miedo de sentir amor. No quería seguir siendo lastimada por amar. Las experiencias en su vida con respecto a esa emoción habían sido de las peores. Todos en algun momento la terminaban abandonando o haciéndola sentir como si no mereciera estar donde estaba.

Recordó los ojos del chico. Las veces en que él la miraba y ella notaba que estaba preocupado. No era algo nuevo eso de sentir preocupación el uno por el otro, pues eran incontables las noches en las que se cuidaban cuando se emborrachaban en las fiestas familiares. Era una extraña amistad, como si solo estuvieran juntos en las malas. Diamond valoraba aquello. Jamás se abrió ante Draco, pero no necesitaba hacerlo porque sus problemas se escabapan cuando estaba a su lado. Estaba segura de que él se sentía igual. Eran un desastre. Después de todo, eran solo un par de adolescentes.

Al anochecer, Diamond y Draco se encontraron frente al armario. Ella lo contempló por unos segundos antes de sentarse a su lado en el suelo. Miró en la dirección en la que él miraba. El armario se veía inmenso visto desde abajo.

─¿Cenaste?─ preguntó él de repente, aun sabiendo la respuesta.

─No. Me quedé dormida y no pude ir al comedor─ dijo ella cruzando sus piernas.

Draco agarró su mochila que estaba sobre la montonera de libros y de ella sacó una bandeja con cuatro sándwiches y una cantimplora.

─Blaise robó esto para mi de la cocina─ comentó el rubio extendiéndole a Diamond la bandeja─. Yo tampoco cené.

Ella le agradeció con una pequeña sonrisa y agarró un sándwich. No había notado el hambre que tenía hasta que mordió el primer pedazo. Su estómago estaba realmente agradecido. No sabía en qué momento había descuidado tanto su alimentación. Draco le pasó la cantimplora y Diamond tomó sin preguntar qué contenía. Era solo agua. No le importó, pues no tomaba agua hacía días y estaba segura de que lo necesitaba.

─Muy bien─ habló él luego de tragar su pedazo de sándwich─, estaba pensando en el plan del hidromiel. Esta vez yo seré el que hará la maldición Imperius. Tu parte será hacer que la botella envenenada llegue al profesor de pociones.

La chica terminó su sándwich y habló.

─Eso lo tengo claro, pero falta algo. ¿Cómo haremos que se lo regale a Dumbledore?

─Necesitaremos otra maldición Imperius para eso. También podríamos modificar su memoria para que crea que él la compró para entregársela─ Draco hizo una pausa para pensar─. Tenemos tiempo. Pienso que sería buena idea dársela en Navidad.

─Creo que si, sobretodo teniendo en cuenta el tiempo que le llevará a Madame Rosmerta preparar el veneno─ asintió Diamond.

Era horribe lo que estaban haciendo, los dos estaban concientes de aquello, pero sus opiniones eran casi nulas. Estaban condenados a ser unos asesinos por el resto de sus vidas.

Diamond notó la inquietud de Draco. Buscó su mano sin dejar de mirarlo y la apretó. Él se quedó quieto por un instante, pero luego la aceptó y dejó que sus dedos se entrelazaran.

─Parkinson, he leído sobre los metamorfomagos─ soltó Draco de repente, dejándola helada─. Los colores me dan más curiosidad.

─No debiste leer eso─ aquello fue más para sí misma como para él.

Draco rodó sus ojos, volviendo a ser el mismo de siempre.

─Cuando me mirabas tu pelo se tornaba rosado─ se obligó a sonreír con arrogancia─. ¿Te gustaba? ¿O te gusto?

El cabello de Diamond por primera vez en días cambió de color, y fue negro. Eso lo sorprendió.

─Tienes miedo─ murmuró.

─No. Malfoy, no quiero hablar de esto─ dijo ella con firmeza─. Es lo menos importante que se debe discutir.

Draco bufó y miró hacia otro lado. Estaba molesto con Diamond. Le molestaba que no estuviera siendo sincera. Creía que eran amigos y había confianza. Por otra parte, ella no podía creer su repentino cambio de actitud. Le parecía infantil su intento de manipularla para que expresara sus emociones.

─Esto es ridículo─ masculló él a la vez que soltaba la mano de la chica.

─Tu eres ridículo─ espetó ella.

Draco la miró como si no creyera lo que había salido de su boca. Su enojo había aumentado.

─¿Yo soy ridículo? Tu eres la que no puede controlar su estúpido cabello.

─¡Oh, felicitaciones, Malfoy, acabas de descubrir la metamorfomagia!─ rió Diamond con sarcasmo─. ¿Quieres un premio? ¿Un chocolate quizá?─ luego volvió a su expresión de molestia─. Entiende, Draco, que lo que yo sienta por ti no tiene ninguna importancia en este preciso momento. Estamos atados a un deber que nos va a costar la cabeza de nuestros seres queridos si fallamos.

─¿Lo que yo sienta tampoco importa entonces?─ explotó.

Diamond lo miró perpleja. Draco tenía en su mirada la combinación de enojo, desesperación, cansancio y decepción. No sabía qué contestar a sus palabras, solo podía dedicarse a mirarlo mientras su cabello volvía a tener el tono aburrido de los días anteriores. Cerró sus ojos por un instante.

─¿A qué te refieres con eso?─ le preguntó con calma.

Pero eso no tranquilizó a Draco.

─Diamond, busqué sobre esto para entenderte─ admitió─. No solo por curiosidad, no solo para alimentar mi ego. ¿Me ves haciendo cosas así por otras personas? Obvio que no, a mi no me importa nadie excepto tu.

─Lo lamento, Draco─ le dijo tratando de no sonar dura─, pero hay cosas más importantes que lo que sentimos en este momento.

Él dejo salir un resoplido. Sonrió con amargura. Su corazón comenzaba a doler. No quería que ella lo notara, así que se levantó.

─Se me fue el hambre, puedes comerte lo que queda si quieres─ dijo con frialdad─. Me iré a dormir.

Sin dejar que Diamond respondiera, desapareció entre las montañas de cosas que habían en la sala. Ella observó el lugar por donde se fue. Comenzaba a arrepentirse de todo lo que dijo. Su cabello se tornó de un azul amarronado, sus ojos se llenaron de lágrimas y en su pecho se formó un nudo.

«Genial, Diamond, acabas de arruinarlo todo otra vez» se dijo.

•••

El primer partido de Quidditch del año sería luego del desayuno. Diamond y Draco no se habían hablado en toda la semana. Aquello claramente era malo, solo retrasaba todo. Esa era una de las razones por la cual ella no quería meter sus sentimientos. Los dos solo se dirigían miradas cuando estaban en la Sala de Menesteres, nada más que eso.

─¿Vas al partido, Mondy?─ oyó que Theo preguntaba.

─No, no me siento bien─ mintió─. Aprovecharé que no habrá nadie e iré a dormir.

El castaño asintió y se fue junto a Daphne, quien lo esperaba con una mirada amenazante. Diamond rodó los ojos ante aquello. Ya no podía compartir ni dos segundos con su mejor amigo. O ex mejor amigo, ya no estaba segura de eso.

Vio como el Gran Comedor comenzaba a vaciarse lentamente. Observó la mesa de los profesores. Solo quedaba la profesora de Adivinación, quien nunca se presentaba en los partidos. Diamond tomó aquello como una señal para comenzar a dirigirse a la Sala de Menesteres. Caminó por los largos pasillos con una expresión seria en su cara. No tenía nada más que hacer.

Se sorprendió cuando entró y vio a Draco. El muchacho estaba acostado, apoyando su cabeza en su capa doblada y leyendo un libro muy viejo. Diamond se quitó la capa y buscó un taburete para sentarse.

─Pensé que hoy si ibas a jugar─ decidió hablar ella.

Draco no le contestó por unos segundos. Estaba muy concentrado en su lectura. Finalmente bajó el libro y la miró. Ella miraba al armario.

─Le dije a Snape que me sentía enfermo─ dijo─. Conseguí un sustituto.

Diamond movió su cabeza con compresión. No podía evitar sentirse vacía ante la indiferencia de Draco, pero ¿de qué se quejaba? Si fue ella la que le dejó en claro que lo más importante en ese momento era asegurarse de sobrevivir. Nada fue su culpa por más que así lo sintiera. Solo quería que volvieran a hablar como antes de aquella charla. Necesitaba ayuda.

─¿Encontraste algo?─ le preguntó. Quería romper el silencio.

─Ojalá─ contestó él cerrando el libro y lanzándolo junto a los demás─. Pensé que éste sería útil, pero está en un idioma imposible de entender. Ni un hechizo de traducción funciona. Es más, parece que los hechizos que muestra son estúpidas canciones.

Diamond frunció el ceño.

─Entonces estabas fingiendo prestarle atención para no hablarme─ ella quiso reír, pero no se permitió hacerlo. Solamente sonrió con burla. De repente se le ocurrió que la única forma de volver a ser como lo eran antes era haciéndolo enojar.

Draco era alguien fácil de tratar, por más que todos pensaran lo contrario. Diamond ya lo sabía y sabía que no estaba equivocada cuando lo oyó reír.

Otra persona estaría incrédula ante el cambio en la actitud del rubio, pero ella no. Diamond ya lo conocía.

─Efectivamente, Parkinson. Eso hacía─ admitió finalmente.

─Cobarde─ espetó.

Él la miró con una ceja alzada. Ya se estaba molestando. Se levantó sin dejar de mirarla, pero Diamond no se dejó intimidar.

─¿Qué dijiste?

─¿Necesitas un lavado de oídos, Malfoy?─ cuestionó tratando de no reír.

Draco se acercó y se agachó hasta que los ojos de ambos estuvieron a la misma altura. El cabello de Diamond no cambió de ningún color, hace días que no lo hacía. Él notó aquello, pero no iba al tema.

─Escúchame, Parkinson, no estoy de humor como para pelear contigo ni de oírte diciendo ese tipo de cosas─ habló con claridad─. ¿Cobarde yo? A mi no se me vuelve el pelo negro cuando veo a la persona que me gusta─ aquello se estaba saliendo de control.

─Es verdad─ Diamond acercó más su cara a él. Sus narices estaban a milímetros de distancia─, pero no controlas tu enojo y la haces sentir culpable de todo solo porque intenta que tu madre no muera a causa de una distracción. Piénsalo, Draco.

Él se incorporó. Las palabras que salieron por la boca de la chica fueron como una cachetada que lo volvió a la realidad.

─No espero que comprendas mi miedo─ volvió a decir Diamond sin dejar de mirarlo a los ojos─, pero creía que algo de empatía habría dentro de ti, sobretodo sabiendo que no somos muy diferentes. Y sí, quizá la culpa sea mia, quizá en el fondo metí aquello como excusa para ocultar mi temor, pero también hay que ser maduros con esto. Draco, un paso en falso y nuestra vida terminará desmoronándose por completo... más de lo que ya está.

Diamond solo quería ser comprendida por el chico. Quería que la entendiera, que dejara de ser tan cabeza hueca y activara su sentido de supervivencia. Sabía que Draco era muy terco y cabía la posibilidad de que continuara insistiendo. Él, al igual que ella, era joven y así era la mayoría cuando sentían algo por alguien. Ella no era muy diferente, solamente era consciente de lo que importaba. Le dolía más que a él lo que le decía, pero jamás lo iba a admitir.

Diamond podía dejarle en claro que le gustaba, pero no iba a admitirlo en voz alta. Tenía mucho miedo. Tenía miedo de que en cualquier momento Draco la abandonara si daban un paso más en la escalera del amor.

─Está bien, Parkinson─ dijo él después de unos segundos en silencio. Apoyó la mano en el hombro de la chica, viendo como de pronto el cabello de Diamond se encendía furiosamente en un rosa y pasaba a negro. Draco sonrió a medias─. Te entiendo.


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