30. El ático

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—Vaya que este sitio es realmente pequeño —exclamó Lola—. ¿Cómo es que ese viejo tonto pretende que te la pases aquí solo?

Tanto ella como mis hermanas estaban dentro de "mi habitación", si es que podía llamarse como tal a ese pequeño y encerrado cuarto donde apenas y cabía aquella cama individual frente a las escaleras que ocupaban la mitad del lugar.

Tras despedirnos de papá, todos nos apelotonamos ahí dentro, sobre las escaleras y con Luan al frente, quien tras suspirar y recibir la orden de nosotros, introdujo y giró la llave en la cerradura de la puerta frente a ella que papá le dio.

Un ligero olor a rancio y moho nos hizo arrugar el rostro tan pronto la entrada quedó abierta. Arrugamos nuestra expresión y vacilamos en entrar, cuando de pronto y pasando entre nosotros, Lana atraída por lo que percibió, corriendo se nos adelantó siendo la primera en entrar y encender el cordel de la luz que colgaba en la entrada.

—¡Este lugar es increíble!

El que ella nos lo dijese no nos dio buena espina. Lynn también corriendo se aventuró a seguirla primero, antes que ya más avalentonados, uno a uno fue entrando con cautela en aquél sitio.

Papá no mentía al decir que ese sitio nunca lo pisaba la servidumbre. El lugar estaba lleno de cachivaches, muebles viejos, cajas, baúles, juguetes, entre otros objetos que creo estarían mejor en un museo que aquí, pero todo y hasta el suelo estaba cubierto con una gruesa capa de polvo y pelusa. Sin embargo, como Lana quedamos impresionados, pues por muy sucio que todo estuviese lleno de cosas en inservibles, con las paredes sin tapiz y la pintura pelada en muchas zonas, el sitio era increíblemente amplio.

Más que un ático parecía que habíamos entrado a un salón. El techo se alzaba por lo menos metro y medio sobre nuestras cabezas. El lugar era tan grande que me pareció casi del mismo tamaño que la cancha de fútbol de la secundaria, por supuesto, si esta hubiese sido usada como bodega para acumular torres de objetos viejos.

Luan silbó mientras que con las puntas de sus dedos, de una caja abierta tomó una máscara de gala ornamentada sacudiéndola un poco para que el polvo se le cayera.

—Saben. Si a los abuelos no les interesa nada de esto, podríamos hacer quizá una fortuna haciendo la venta de garaje más grande de la historia.

Lisa revisaba lo que parecía ser un microscopio muy viejo.

—Tengo que mostrarme de acuerdo contigo, unidad fraternal mayor. Creo haber visto uno de estos en una subasta el año pasado que se cerró con el equivalente a lo que costaría una motocicleta de calidad.

—¿Y para qué quisieras tú una motocicleta? —Le preguntó Leni, quizá por su expresión pensando en lo peligroso que sería un vehículo así.

Lynn que con agrado botaba entre sus manos una roída pelota de béisbol, contestó.

—Yo quisiera una para irme muy lejos de aquí —rebuscó en el baúl de donde la sacó, hasta dar con un bat de madera aún en buen estado—. Aunque esto no está del todo mal. ¿Creen que un jugador famoso haya jugado con esto?

Lola aunque con asco, miraba con interés unos maniquíes sin rostro que ostentaban unos vestidos de gala apolillados que parecían del siglo pasado.

—Con lo ermitaños que estas personas son, no creo que nadie de quien escucháramos hablar alguna vez los haya visitado.

—Yo no estaría tan segura.

A pesar de escuchar la voz de Lucy, no la vimos por ninguna parte.

—¡Aquí!

Esta vez pudimos ubicarla y nos adentramos más al ático. En el camino Lana tomó una lata junto a una caña de pescar, la cual abrió esperando encontrar gusanos, pero todo lo que había adentro era polvo que se dispersó en el aire. Lily quiso agarrar un oso de peluche vestido con levita que encontró tirado, pero Leni la cargó para apartarla de él.

—No, Lily. Todo aquí está muy sucio.

—¡Pero quero jugar!

—Bueno, pero primero vamos a tener que hacer limpieza antes de que podamos jugar aquí, ¿sí?

Tan resignada como nosotros nos sentimos al comprender que tenía razón, asintió. El sitio no era tan malo como imaginábamos, pero tendríamos que hacerle unos arreglos si quisiéramos pasar nuestro tiempo aquí.

La iluminación era muy pobre y la suciedad junto con lo encerrado que se sentía todo a pesar de su tamaño, le daba un aspecto lúgubre y macabro. De no ser por Lucy, creo que no nos hubiésemos aventurado a acercarnos al fondo del sitio tan pronto.

Nuestra hermana estaba en uno de los rincones del ático frente a tres pupitres y un antiguo pizarrón, sin embargo las marcas de gis no estaban en él, sino al lado, en la pared de ladrillo donde estaba empotrado. Las marcas estaban apiladas en grupos de cuatro líneas atravesadas por una quinta. Lisa tomó en un instante la cuenta total.

—Diecisiete.

—¿Diecisiete qué? —Lynn le preguntó.

—No lo sé. Podrían ser diecisiete horas, diecisiete días, incluso puede que ni siquiera se trate de un contador de tiempo.

Entonces leímos las pequeñas letras anotadas al final del contador.

"Lynn Silence IV también estuvo aquí".

Tragamos saliva. Ya teníamos algo nuevo qué preguntarle a papá la próxima vez que lo viéramos.

—Eso no es todo.

Miramos a Lucy, quien con su celular iluminó una parte de la pared que apenas y se distinguía por la escasa luz. Ahí había más marcas, no con gis, sino con pintura negra. Eran mucho más numerosas. Lisa se acercó para verlas y contarlas mejor, mientras que el resto nos dirigimos hacia la anotación al final.

"Harriet Loud estuvo aquí".

Un escalofrío recorrió nuestras columnas. Aquello era imposible. Recordamos la historia que papá nos contó. Nuestros tatarabuelos Silence nunca aprobaron la relación de nuestros bisabuelos y en ningún momento papá nos mencionó que la bisabuela Harriet hubiese puesto un pie en esta mansión, pues parecía lógico que los Silence nunca lo hubiesen permitido, ¿qué significaba eso? Con voz quebrada y llena de temor, Lisa terminó de contar las marcas.

—Cien... ciento setenta y cuatro.

Luan se cubrió la boca horrorizada con las manos. Lynn no dejaba de negar.

—No... no puede ser lo que estamos pensando, ¿verdad? Eso es diez veces más lo que marcó papá. ¿Pero qué quiere decir? ¿Qué hacían ellos aquí dentro?

Mientras temerosos tratábamos de digerir el misterioso significado de esto, Lucy sin mostrar emoción alguna se inclinó hacia un diminuto espacio en la pared. Con sus dedos sin tocar lo que encontró, trató de trazar un recorrido. Temiendo que hubiese dado con un nuevo y espantoso descubrimiento, me acerqué para ver qué tanto fue lo que llamó su atención. Con gis había unas letras casi desdibujadas que ya no se podían leer con mucha precisión.

"R a S en e st v au'".

Sobre esas letras, noté los rastros de gis en toda la pared. El tiempo había borrado las marcas por lo que era imposible saber si se trataba también de un contador, o si de ser así, cuántas marcas fueron, aunque por el espacio que ocupaban los manchones, parecía que fueron las más numerosas del lugar.

Leni miraba todo con absoluta seriedad. Sobre uno de los viejos pupitres vio una caja de madera abierta, donde en su interior había unos gruesos gises blancos. Tomó uno de estos y se apartó sólo un poco. Apoyó el gis contra la pared y trazó una pequeña línea. La contempló pensativa como nosotros a ella por lo que estaba haciendo. De pronto nos preguntó.

—Llegamos ayer, Como que eso quiere decir que este es nuestro segundo día aquí, ¿no?

Aunque sorprendidos, asentimos mostrándonos de acuerdo. Leni trazó una segunda línea al lado de la anterior, después regresó y guardó el gis de donde lo tomó.

—Como que necesitamos limpiar el ático. Esta muy sucio. Tal vez podamos dejarlo bonito.

—Leni...

—¿Sí, Linky?

Aunque quise decirle muchas cosas, tanto a ella como al resto de mis hermanas, sentí que mi cerebro hizo corto circuito.

—No... nada. Creo que tienes razón. Tal vez encontremos por aquí trapos, una escoba o un trapeador, quizá alguna cubeta que podamos llenar con agua del baño.

Como si buscaran algo con qué distraerse para no tener que pensar en nuestro descubrimiento, todas se separaron para buscar entre los cachivaches algo que nos pudiera ayudar a limpiar sin mencionar ya nada.

Con horror me di cuenta que nunca antes en nuestras vidas nos habíamosquedado callados por tanto tiempo. Me pregunté si la influencia de este lugarpoco a poco nos estaba convirtiendo sin darnos cuenta de Louds ruidosos a Silences silenciosos. Nunca creí decir esto, pero hubiese deseado que Luandijese algún chiste.

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