Capítulo XLII: Cumplir acuerdos

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Cuando Rowan y Andreia llegaron al salón donde aguardaba la princesa Odeth, Daviano ya estaba allí recibiéndola a ella y a su comitiva.

—Qué sorpresa tan agradable. —Rowan se acercó a su prometida y le tomó la mano para besarla, a lo que la joven la apartó sin ninguna delicadeza mientras se reía entre susurros, como si alguien invisible a su lado le hablara al oído. El príncipe carraspeó—. Aunque no esperábamos vuestra visita tan pronto.

—Su Alteza Real consideró que este mensaje solo podía entregarlo la princesa. —La mujer que habló era alta, delgada y vestía como soldado: con un uniforme de cuero, coraza, avambrazos y grebas, todo esmaltado de azul, el color de Enframia. Al cinto portaba una espada bastarda. Le extendió el pergamino que tenía en la mano, mientras inclinaba la cabeza—. Soy la capitana Dana Clairmont, escolta de su Alteza Odeth.

Rowan agarró el mensaje, era de Manfred y en él decía que su ejército llegaría a Ulfrgarorg en dos días. Luego detallaba la posición que tomaría en la batalla contra Doromir. Todo se encontraba en orden, el príncipe seguía el plan acordado en Forbert. En cuanto a Odeth, aún no entendía por qué era ella quien entregaba la misiva.

—La reina Flavia ha enviado este mensaje para Su Alteza. —Dana sacó de entre sus ropas otra nota, esta con el sello real.

Al leerla le quedó claro el motivo. Tragó y le entregó el pequeño pergamino a Andreia.

—¡Esto es absurdo! —exclamó su hermana luego de leerla—. ¡¿Cómo la reina pone en peligro a su hija al enviarla aquí en los umbrales de la guerra y todo para que se case cuánto antes?!

—Majestad —dijo Dana—, la princesa Odeth es consciente del riesgo al que se somete al venir hasta acá y casarse con el príncipe Rowan. —En ese momento Odeth soltó un grito agudo seguido de una carcajada y varios aplausos, una de sus doncellas le susurró algo, pero ella continuó riendo en voz baja—. Sin embargo, está dispuesta a enfrentarlo y de esa forma apoyar y reconfortar a su futuro esposo.

Rowan miró a Andreia de soslayo, su hermana escuchaba a la capitana con la boca formando una pequeña o y las cejas enarcadas, sin duda toda la situación le parecía bastante descabellada. El mensaje de la reina, muy sutilmente, mencionaba que el acuerdo de aportar su ejército solo se cumpliría cuando Rowan y Odeth se casaran.

—¡Esto, esto es...! —Andreia no encontraba las palabras, se había sonrojado, furiosa.

Antes de que pudiera decir algo ofensivo que arruinara la endeble alianza, Rowan se adelantó.

—Agradezco mucho la preocupación de mi adorable dama. —Hizo una reverencia en dirección de Odeth, a la cual esta no prestó atención, seguía riendo entretenida en tocar los pétalos de las flores de uno de los jarrones—. Espero que a Su Alteza no le importe que la ceremonia sea discreta, en vista de la premura.

—¡Oh, no! —respondió Dana—, la princesa prefiere la sencillez a la opulencia. Espero que podamos llevarla a cabo mañana, en vista de que el príncipe Manfred y su ejército se encuentran tan cerca.

—Por supuesto —contestó Rowan con una sonrisa forzada.

«Rowan no hay por qué hacer este sacrificio. ¡Esa muchacha no está en sus cabales! ¿Por qué no me lo dijiste?»

«No tiene importancia. Di mi palabra en Enframia, no voy a echarme atrás».

«¿Esperabas que viniera justo ahora?»

«No. Supongo que la reina Flavia desea asegurar la alianza antes de que yo muera en batalla y ya su hija no tenga con quien casarse».

«¡No vas a morir! ¡Maldita sea! ¡No dejaré que te cases con esta loca!»

«Por favor, Andreia, está bien. De verdad, está bien. Necesitamos ese ejército».

Andreia bufó y salió de la habitación sin decir una sola palabra más. Rowan entendía su disgusto, pero no había manera de evitar el matrimonio. Se despidió de su futura esposa y de su guardiana y salió del salón. Estaba claro que su hermana no se encargaría de ningún preparativo, se preguntó si tal vez podría pedirle a su nana que lo hiciera.

—Rowan —lo llamó Daviano.

El príncipe suspiró antes de girarse.

—Lo siento mucho —le dijo—, no creí que...

—Solo quiero decirte que lo entiendo. —Daviano sonrió con tristeza—. No tienes que disculparte.

Rowan parpadeó un par de veces, sorprendido. Sin que lo esperara, el dreki lo abrazó. Fue un alivio que no le reclamara y en lugar de eso le ofreciera su apoyo.

—¿Me ayudarías a organizar la boda? —le preguntó Rowan medio en broma con una pequeña sonrisa ladeada cuando se separaron.

—No sé nada de bodas. —El dreki alzó los hombros.

—Ni yo.

Los dos jóvenes rieron y continuaron por las galerías en busca de nana Eliza.

La tarde que siguió a la llegada de Odeth, ella y Rowan se casaron en una pequeña ceremonia en la capilla de Nu-Irish en el espléndido jardín del palacio de Dos Lunas. La princesa iba ataviada con un hermoso vestido de terciopelo rojo y bordados en oro, colores tradicionales entre las novias para atraer la buena suerte. Rowan vestía de negro; solo la cabeza plateada del lobo en su pecho rompía la oscuridad de su atuendo.

Fue difícil para las doncellas del séquito de la princesa mantenerla calmada y sentada frente al altar mientras el sacerdote oficiaba el matrimonio, por lo que este tuvo que acortar la ceremonia y dar la bendición apenas una sexta luego de haber comenzado.

No hubo fiesta después, solo una cena muy íntima con Andreia, Daviano y Dana, quien no perdía de vista a la princesa. Rowan rogó en silencio que no se le ocurriera a la capitana exigir que se consumara esa misma noche el matrimonio. Ya había complacido bastante las peticiones de la reina Flavia, así que fue el primero en retirarse del banquete. Besó a su distraída esposa en la frente y le deseó buenas noches, pidió disculpas y se marchó alegando un fuerte dolor de cabeza.

Ya en su habitación despachó a los sirvientes y se quitó los anillos, los broches, los collares y las prendas de su traje de gala. Pensó en la batalla por venir y volvió a ver en su cabeza el mapa y el lugar que había seleccionado para enfrentar a Eirian. Era un valle rodeado por una colina por la cual llegaría Manfred. Él sorprendería a Doromir por la retaguardia y avanzaría hasta acorralarlo. Entre los dos ejércitos serían una prensa que los aplastaría.

Se esperaría que Eirian, como todo rey, estuviera resguardado atrás por la guardia real, pero Rowan sabía que no sería así. Él se lanzaría al frente y lo buscaría para matarlo con sus propias manos y mandaría a sus mejores guerreros a cazarlo.

Estaba tan concentrado en sus pensamientos, observando el crepitar del fuego en el brasero, que cuando la puerta se abrió se sobresaltó.

—Me dijeron que estabas aquí. —Daviano caminó hasta él.

—No soportaba un instante más en ese banquete. Espero que Andreia me perdone por dejarla sola con mi flamante esposa y su guardiana.

—Está enojada por tu matrimonio, pero ya se le pasará. —Daviano se acercó más, tomó los cordones de su camisa de seda y los desató—. Creí que a los príncipes los ayudaban sus sirvientes a desvestirse.

—Tú no eres un sirviente. —Rowan observó su rostro ligeramente sonriente y un poco inclinado, con los ojos fijos en la labor de desatarle la camisa.

—Así es. Por eso eres afortunado de que un noble de alta cuna como yo se tome el trabajo de ayudarte a desvestir.

—Sí, soy muy afortunado. —Rowan lo sujetó de la cintura, lo acercó a su cuerpo y lo besó en la boca.

Los labios de Daviano, suaves y cálidos, sabían a vino de uvas. Rowan se recreó en su sabor mientras sus manos se afanaban en quitarle la chaqueta, el chaleco y por último la camisa de seda blanca. Acarició la piel de su pecho pálido, inmaculado, sin ninguna cicatriz y lo sintió temblar. Muy rápido el deseo creció en su interior. Caminó con él en brazos sin dejar de besarlo, con delicadeza lo tumbó de espaldas en la cama y luego se subió sobre él.

A medida que lo besaba quería más de su sabor, más de su piel tibia y sedosa, de sus labios dulces, de sus suspiros y gemidos. Le gustaba como Daviano se entregaba, sin miramientos, ni reservas. Rowan, consciente de que probablemente en dos días moriría, quería degustar cada instante que Daviano pudiera darle. ¿Tenía el dreki la misma percepción y por eso su actitud despreocupada? Tal vez no, pero no importaba mientras ambos disfrutaran.

Rowan se acomodó entre sus piernas, abiertas y flexionadas, y continuó alternando caricias con lamidas en su cuello. Era fácil hacer que al dreki se le erizara la piel y ponerlo duro como roca. Se quitó la camisa y el pantalón sonriéndole, admirando el brillo melifluo en sus ojos cristalizados por el deseo, las mejillas sonrojadas y los labios entreabiertos que le suplicaban otro beso.

Deslizó las manos por los costados de su torso y se deleitó al sentir los músculos firmes tapizados por esa piel elástica que se había tornado tan caliente. Daviano, debajo de su cuerpo, cerraba los ojos y se estremecía con cada caricia y cada beso. Era enternecedor mirarlo, también excitante.

Le desató el pantalón y jaló los orillos sacándoselo por los pies. Daviano, con las mejillas enrojecidas, se apoyó en los codos para verlo. La erección del dreki quedó libre y reclamaba su atención. Presto a complacerlo, Rowan se la introdujo en la boca y comenzó a succionar. Los dedos de Daviano se hundieron en su pelo, las uñas le aruñaban el cuero cabelludo, los gemidos llenaron la habitación.

Rowan paró un momento, tomó el aceite del cajón de la cómoda junto a la cama, se embadurnó los dedos y le sonrió antes de volver a engullirlo. Daviano jadeó alto cuando el príncipe introdujo uno en su agujero para aflojarlo, mientras continuaba acariciando con la lengua la diminuta abertura en su glande, saboreando la exquisita y delicada piel. Cuando sintió que escurrían pequeñas gotas de líquido salobre, paró, no quería que se viniera todavía. Fue la hora de cambiar los dedos por algo más grueso. Rowan apuntó y se deslizó en su interior blando, caliente y resbaladizo gracias al aceite. Daviano se tensó y él esperó hasta que poco a poco se relajó. El dreki lo atrajo hacia sí y lo besó en los labios. Era la señal que aguardaba. Empezó a embestirlo, al principio lento y calmado, luego cada vez más rápido y profundo.

Su carne lo apretaba, parecía exprimirlo. Daviano gemía debajo de él con los ojos cerrados y la boca entreabierta. Rowan lo besó mientras aumentaba el ritmo. Solo quería vaciarse en su interior y que su cuerpo caliente le proporcionara el placer que anhelaba.

—Eres magnífico —le susurró al oído con voz ronca—. Esto fue lo que viniste a buscar, ¿verdad?

Dio otra embestida profunda y vigorosa. El dreki se arqueó hacia atrás atravesado por el placer y el líquido caliente de su orgasmo le bañó el abdomen. Las piernas, que Daviano había tenido alrededor de su cintura, se aflojaron. Rowan apretó los dientes, era el momento de cavar muy hondo en él sin piedad. Se vino un instante después mientras el dreki continuaba temblando en sus brazos.

El aposento se llenó del sonido de sus respiraciones alteradas y el perfume de sus cuerpos después del sexo.

—Me había hecho a la idea de que no tendría noche de bodas —dijo Rowan, todavía sobre él, con una sonrisa en cuanto recuperó el aliento.

Daviano enarcó las cejas un poco sorprendido, luego rio en voz baja y empezó a acariciarle el cabello.

—Dicen que en en Vergsvert los reyes se casan con esposas y concubinas en la misma ceremonia.

—¿Serías mi concubina? —Rowan rodó a un lado y lo abrazó entre risas.

—Tal vez. —La mano de Daviano comenzó a juguetear con el colgante rústico de madera que llevaba en el cuello—. ¿Esto es algún tipo de amuleto?

Con firme delicadeza, Rowan le sujetó la mano y la apartó del rudimentario collar.

—Un recuerdo —dijo y le besó la frente—. Es mejor si dormimos ya, mañana será un largo día.

***Hello, beibis. Hay otro capitulo disponible, pero antes de que vayan a leer, por ahí pidieron nombres para la ship Rowan/Daviano y yo añado Eirian/Rowan

Roviano

Daviawan

Rodaviano

Si se les ocurre otro déjenlo por aquí.

Ahora vamos con Eirian y Rowan

Eiriwan

Eiwan

Rorian

Ahora sí, sigan leyendo.

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