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Lo vi pasar frente a la escuela en su carro deportivo. Me encontraba sentada junto a mi mejor amiga en el árbol que adornaba la institución. Me llamó la atención de inmediato y se lo dije a Gaby, mi amiga. Ella sonrió y me informó que el muchacho era su primo hermano. Sonreí perversamente y le supliqué que me lo presentara. Ella accedió de inmediato.

Yo no tenía idea de que en ese instante estaba a punto de cometer el peor error de mi vida.

El chico se llamaba Luis y tenía veinticinco años. En lo absoluto era guapo. Tenía los dientes chuecos y amarillentos de tanto fumar, sus labios comenzaban a tornarse negros por el humo del cigarrillo. Era muy alto, unos seis pies con dos pulgadas, corpulento y usaba trenzas como peinado diario. En Puerto Rico, a esos se les conoce como "cacos." Son de esos "hombres" que van por la vida fumando marihuana y cigarrillos, con los pantalones en el suelo y la música urbana a todo volumen en sus carros. Nada de esto me parecía desagradable en ese entonces. Apenas tenía quince años de edad; él representaba todo lo que una adolescente hormonal y con baja autoestima necesitaba.

Desde el principio todo fue sexo. Hablábamos cosas triviales al comienzo de las conversaciones y luego se situaban las palabras indecentes; esas que te encienden en las altas horas de la madrugada, las que desatan mil sensaciones en la vagina. Yo le había dicho a él que no era virgen. Fue algo estúpido, pero no quería que dejara de hablarme porque me creyera que era una mojigata. De todas mis amigas yo era la única que no había tenido ese tipo de experiencia. Aunque sí sentía mucho deseo y me masturbaba con frecuencia, debo decir. Creo que no lo había hecho no por "santidad" o la conservación de la castidad y pureza, sino porque nadie me hacía caso. No era una chica atractiva, lo reconozco. Cada intento de coqueteo con el sexo opuesto era reemplazado por el rechazo hacia mí. Por eso pensaba que lo de Luis y mío podía llegar a ser algo más; nadie nunca se había fijado en mí de esa forma.

Él me recogía en la escuela y le dejaba acariciar mi intimidad en su carro. Era agradable su tacto, nunca nadie se había inmiscuido en mi entrepierna. Era delicioso. El ritual se volvió una rutina, hasta que un día me llevó a un motel. Estaba nerviosa, era la primera vez que un miembro iba a introducirse en mí... Lo hizo... con brusquedad; dolió demasiado; ardía y quemaba. Las sábanas se mancharon de sangre, pero yo seguí con la mentira. Aunque él tuvo que darse cuenta de que mi primera vez había sido esa ocasión.

Nos seguimos viendo en horario escolar y siempre pasaba lo mismo: sexo, sexo, sexo... Hablábamos mucho por teléfono, testeábamos... Ese simple hecho me hacía ilusión: me estaba dedicando tiempo y eso me hacía sentir especial. En una de esas conversaciones, cuando íbamos a colgar, él me dijo "te quiero..." Esas palabras fueron mi destrucción. Me las creí... Decirle a una gorda de baja autoestima que la quieres, es como ofrecerle la bendita salvación, como cuando andas por el desierto y te ofrecen una gota de agua.

Pasaba el tiempo y él se tornaba cruel conmigo. Solo me decía que lo de los dos era "bellaqueo" y nada más, que jamás me iba a amar... Y yo seguí dándole lo que él quería; prefería eso a no tener nada de él.

Yo les decía a todos que él era el amor de mi vida, que estábamos juntos... Pero él, en cambio, le decía a sus amigos que yo era su "puta", "el resuelve".

Gracias a él desarrollé bulimia. Comencé a bajar de peso aceleradamente. Quería ser de su agrado. Pero nunca lo fui.

Estuvimos "bellaqueando" alrededor de tres años. En ese lapso de tiempo pasaron una serie de eventos que me marcaron para siempre.

El primer golpe que me dio Luis fue cuando "me las pegó" con la que solía llamarse mi mejor amiga. Resulta que esta amiga me prestaba el celular para hablar con él durante las horas libres en la escuela. Lo que yo desconocía era que después de las 3:00pm ellos comenzaban a hablar a mis espaldas. Comencé a sospechar cuando vi una serie de mensajes de texto poco usuales. Eran conversaciones inconclusas, como si se hubieran perdido palabras.

Un día falté a la escuela. Al siguiente regresé y otra de mis amigas me llamó a parte y me dijo: "Julia, tengo que contarte algo. Por favor, tómate las cosas con calma... Ayer, cuando no estabas, vi a Maggie montándose en el carro con Luis. Regresaron a las mismas 3:00..." Recibí un puñetazo en la boca del estómago de parte de esas palabras. Lloré dramáticamente. El sabor de la traición era amargo y quemaba.

Al mediodía la confronté y la muy mosquita muerta me dijo: "Tú eres mi amiga y JAMÁS haría algo así. Sí, me fui con él, pero también con Gaby y Jomar. Ellos hicieron lo suyo, pero yo nunca estaría con Luis. Ni siquiera es mi tipo..." Gaby había faltado ese día, por lo que no pude preguntarle qué había pasado. Al otro día, la confronto y me dice que, en efecto, ella se había ido con Jomar, pero en carro aparte. Que desconocía si Maggie y Luis se habían marchado juntos. Pero que iba a averiguar.

Luis también lo negó todo. Por supuesto. El semestre se había acabado y aún ninguno se atrevía a decirme la verdad, aunque lo de ellos era evidente. Una semana después del último día de clases, recibí un mensaje por Myspace de parte de "mi amiga" Maggie, que decía más o menos así: "Antes de que te lo diga otro, te lo digo yo. Luis y yo somos novios." Sentí frío recorrer todo mi cuerpo, un cosquilleo traspasó toda mi anatomía. Las manos me temblaban. Lo único que pude contestar fue: "Eres una puta" y cerré la laptop de un solo golpe. Llamé a Luis y él dijo que era cierto; que Maggie era hermosa y que yo no era atractiva. Y también me dijo que la amaba y que con ella se iba a "recoger".

Ese verano lloré demasiado, sufrí, estaba desanimada. La depresión me había alcanzado y mi problema de bulimia fue sustituido por la ansiedad. Comía en exceso, ya nada me importaba. Me cuestionaba una y otra vez el porqué. Buscaba todas las fallas en mí. Sentía que era yo la del problema; por fea, estúpida y gorda. Ignorantemente pensaba que, si fuera delgada, bonita y si no le hubiera abierto las piernas, él me hubiese tomado en serio.

Cuando llegó agosto todo era distinto. Mis amigas se habían colgado en las clases y decidieron dejar la escuela. Estaba sola, con la reputación por el suelo y el corazón roto. Todo se había vuelto rutinario y aburrido. Pasaba las horas libres sentada en el mismo árbol. De vez en cuando alguien me acompañaba, pero nunca volvería a tener un amigo. Ya no confiaba en nadie...

Mi familia poco a poco iba depositando su confianza en mí nuevamente. He omitido esta parte; solo diré que mis padres y abuelos se enteraron de todo. Y fue horrible.

No me sentía bien conmigo misma, solo seguía la corriente. Justo cuando todo parecía esfumarse, recibo un mensaje de él en Facebook. Fue un "hola mi amor" que sacudió mi mundo. Me odiaba a mí misma por sentir mariposas en el estómago, me odio aún más por haberle respondido. Me dijo que lo de él y Maggie no había funcionado y que deseaba verme. Yo no tenía ni una pizca de dignidad porque me vi escapando de casa para ir a su encuentro. Esta vez la caída iba a ser más fuerte que la anterior...

Seguimos jugando el mismo juego de antes, solo que esta vez yo era la "puta" oficial. Fingía estar de acuerdo, pero mi alma pedía auxilio. No sabía cómo cortar con la maldita relación; era enfermizo lo que teníamos. Literalmente él me trataba como una más y yo se lo permitía. No existía ni pizca de sensibilidad para conmigo. Tenía el descaro de pedirme regalos y dinero. Todo lo que mi abuela me daba yo se lo daba a él.

En cierta ocasión, fuimos a un motel. Él solía ir al baño primero y luego comenzábamos el acto. Yo me había recostado boca abajo, pues tenía sueño. Ya estaba adormecida cuando en eso, él viene y se me trepa encima. Comenzó a penetrar mi ano. Yo le dije que parara, pero no lo hizo. Siguió y me dolía cada vez más. Yo no quería hacerlo, de verdad que no. Se sentía como una violación, pero no la catalogué así en ese instante porque íbamos a sostener relaciones, ¿no? Ahora sé que fue una maldita violación. Cuando alguien te dice que pares, debes hacerlo. No importa si es tu pareja, si estaban a punto de hacerlo, "no" es "no" y punto. Debo decir que desde esa vez nunca he podido tener sexo anal con nadie. Hace que me sienta sucia e impotente. Solo logro repetir ese acto repugnante en mi cabeza cuando hablo del tema.

Pasó el tiempo y él volvió a cambiarme por otra falda. Esta vez fue más doloroso. Él me decía que la otra era más mujer que yo. (No, pues vamos a comparar una muchacha de dieciséis con una de treinta). También que ésta estaba "más buena" y que yo jamás me vería como ella. La tipa era casada y su esposo se enteró. Este le ha dado una pela a Luis: le fracturó el codo y la mandíbula. Sentía lástima por él y yo no tenía que sentir ni siquiera eso hacia Luis. No se merecía nada.

Comencé la universidad y volvió a buscarme. Nos limitábamos a hablar por Messenger. Nunca volvimos a tener otro encuentro. En ese tiempo me dijo que se había enamorado de mí, que yo era siempre la que estaba para él, que lamentaba no haberse dado cuenta antes...

En este periodo tuve problemas personales y abandoné el Colegio. No por voluntad propia, sino porque mis padres me obligaron. Perdí cualquier tipo de comunicación con mis amigos, incluyendo a la lacra de Luis.

En enero me conecté a Facebook después de un largo periodo ausente de la red. Había cientos de mensajes sin leer. Mis amigos estaban preocupados por mi desaparición. Todos eran conmovedores hasta que vi uno de Luis.

«Yo solo quería pasar el rato contigo. Y como me jodiste, te envolví y te enamoré por joder. Y te complacía para que vieras como si estuviera loco por ti. Nunca lo estuve ni nunca lo estaré.»

Le dije que era una basura y lo bloqueé de Facebook. Debo admitir que a veces lo desbloqueaba para pasearme por su perfil.

El proceso de recuperación no fue fácil. Tardé mucho. Me transformé en alguien que no le importaba nada. Me acosté con muchos hombres después de él. No me tomaba la vida en serio, mucho menos las relaciones; solo quería pasar el rato. Cerré mi corazón y juré que nunca nadie iba a jugar con mis sentimientos.

Cinco años después, Luis se hizo un perfil nuevo y me escribió al Messenger. "Hola, tanto tiempo..." Le contesté por cortesía. Me alegré porque no experimenté absolutamente ningún sentimiento al ver su mensaje. Un minuto después él me escribe: "Oye, ¿Por qué no me envías de esas fotos que solías enviarme antes? Quiero verte desnuda"

El coraje que sentí en ese momento amenazaba con sacar un lado asesino en mí. Después de tanto tiempo seguía humillándome, pretendiendo que siguiera en el mismo juego que solo le jugué siendo una adolescente. Él tiene ya 30 años y es igual de basura, igual de imbécil y poco hombre. Cuando me calmé, solo lo bloqueé y ya. No valía la pena.

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