13. Secretos a la media noche

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Sabía que mí llegada aquí no pasaría de ser inadvertida, sabía que mí mudanza desataría un caos que solo yo podría acabar.

O empeorar.

Depende de lo que sucederá.

Mí informante siempre me había traído cuánta información fuese necesaria, al menos aquella que me ayudaría a cumplir mí propósito, era realmente exasperante ver a esta clase de gente, ver cómo cometían tantos actos horripilantes y simplemente se resguardaban bajo la creencia de dos deidades que supuestamente les ordenaban hacer semejantes abominaciones. Villanelle no era la primera ciudad Libre a la cual visitaba, de hecho, me sorprendía que no hubieran notado mí presencia y me estuvieran buscando por ello, pero bueno, digamos que el Excelso ha sido misericordioso conmigo.

Caminé descalzo por los pasillos de mí hogar, me detuve en las escaleras en forma de caracol, esos muros de mármol entre las escaleras habian sido mi refugio en el momento de impartir justicia hacia esos monstruos. A pesar de estar completamente amueblado no me parecía acogedor, no podía dejar de pensar en qué estará sufriendo aquellos pobres inocentes a manos de aquellos monstruos, por ahora tenía tiempo pues cada 10 de diciembre algo malo pasa, alguien...alguien desaparece. En un principio eran los 3, 7 o 10 de cada mes, el momento en el que alguien desaparecía, ahora solo era el día 44 y el 10 de diciembre. Parecía que la tierra se los había tragado, en general eran excursionistas, mochileros o turistas que tenían la mala fortuna de pasar por una ciudad Libre, como resultado desaparecían durante días o quizás años, solo se había rescatado dos cuerpos, ambos en muy mal estado y con claros índices de tortura, en estos casos no se aplicaban los numerosos ataúdes que eran encontrados en el mar, algunos llevaban décadas allí abajo, otros tenían la infortunía de ser encontrados por embarcaciones o por marineros inocentes que no esperan ver el cuerpo sin vida de una joven mujer encadenada a los cimientos de un ataúd, con la inscripción "Ramera" en el.
Cuando decidí involucrarme en esto supe que sería difícil pero por ahora todo va bien, a lo único que vine es a derramar sangre, muchísima sangre, lo que le sucedió a aquellas tres chicas, cuyos nombres ya he olvidado, fue simplemente glorioso, tuve que contenerme para no empujarlas yo mismo, fue sumamente tentador, afortunadamente tuve autocontrol en la situación. Todavía puedo escuchar la sinfonía indescriptible y divina de los múltiples huesos rompiéndose, la piel rasgandosé y los alaridos de sorpresa por parte del público.

¿Pero qué estoy pensando?

Lo de Anantashesha, Zilla y Lyna fue sumamente desafortunado.

Ver la tristeza en los ojos de esas tres chicas me hacía estremecer, no podía ser descrita aquella situación, ¿Qué tanto debía sufrir una persona para tener semejante mirada? No lo sé y me aterra saber, no, no me aterraba, simplemente me encantaba la idea de cómo alguien podía destruir a alguien de una forma tan inusual.

Aunque yo era un experto en destruir.

Al igual que tantas veces anteriores, debía fijarme en un objetivo, uno que pudiera ayudarme, prácticamente Tabitah llegó rogando ser dicho objetivo, toda su forma de actuar, ella era simplemente irreal, su forma de pensar, todo parecía haber sido cuidadosamente programado desde su más tierna infancia, todo con tal de ser así.
Yo mejor que nadie sabía a qué clase de torturas psicológicas se estaba sometido desde la niñez, todo con tal de aspirar a la perfección absoluta.

Ya que la perfección atrae la felicidad.

O eso decía mí padre antes de golpearme con un libro en la cabeza hasta llegar a la inconsciencia. Me asomé por la ventana fijandomé en una de las casas vecinas, a simple vista parecía ser una normal, pero entre más observas se puede ver una clase de patrón: el padre siempre se encierra en su oficina, generalmente pasa horas allí y solo deja entrar a sus hijos varones o a la criada para fornicar; Bastián salía muchísimo, en especial en las noches, lo podía ver ocultándose entre las sombras para irse a las ciudades o pueblos cercanos, todavía no me había dado el lujo de seguirlo pero pronto lo haría; Gerald, el segundo, solía ir mucho al sótano de la casa, a veces pasaba días allí, luego salía como si nada hubiera pasado, aunque él era el más inservible de todos, después de sus lecciones se la pasaba seduciendo a las Hijas, metiendo sus asquerosas manos bajo las faldas de ellas, Gerald era simplemente repugnante, al igual que su padre; Tom era alguien más monótono, disfrutaba de privilegios y nada más, al menos uno de sus bastardos tenía algo de inocencia; Liana era la más aburrida, prácticamente siempre hacía todo aquello que se le dijera, sin excepción, lo más arriesgado que la vi hacer fue tomar un terrón de azúcar demás cuando su madre le dijo que no lo hiciera; hasta el momento Whitney era mí favorita, no se dejaba dominar tan fácilmente y la había visto torturar a sus muñecas en su casita de juguete, pude adivinar que la muñeca que dejó encerrada en el sótano era su madre y el muñeco colgado de una soga al cuello era su padre.

Y luego estaba Tabitah.

Cuyos ojos incoloros me fascinaban, porque esos ojos incoloros estaban llenos de secretos.

Siempre la misma rutina, aspirando a la perfección absoluta, ni siquiera pensaba sin el consentimiento de alguien más, ¿O no? Últimamente la había visto más decidida y cambiante, como si algo le pasará, ya había visto esa misma actitud con Bastián, a diferencia de la mayoría de hombres aquí, Bastián le daba cuánta libertad Tabitah deseará, sinceramente era la relación más sana que había visto hasta ahora.

El sonido de algo rompiéndose llamó mí atención, di unos cuantos pasos notando la extrañeza de las sombras que surgían de aquella ventana, en la habitación de Tabitah podía ver unas extrañas siluetas, como si un grupo de personas estuviera allí, mirándola dormir o algo similar, me giré para ver una pequeña pila de cajas en el suelo, al instante tomé un revólver de la parte baja de la mesa de caoba, sabía que alguien estaba aquí, ya lo había presentido. Sí me descubrían en sí no habría muchos problemas, fácilmente podía matarlos, pero eso implicaba que se tendría la mínima idea de lo que hago.

De lo que hacemos.

Sí se descubría se tendría que utilizar otra técnica, una mucho más violenta, yo no tenía ningún incoveniente en ello, pero sabía que eso podría dañar gravemente a los más débiles e inocentes involucrados y no podía darme el lujo de hacerlo, después de todo este era el único objetivo de mí existencia. Tampoco se podía confiar mucho en los gobiernos extranjeros, pues muchos sabían de las actividades ilegales e inhumanas que sucedían en estos lugares, ellos simplemente se callaban ya que les ayudaba a la economía, sacrificaban vidas por dinero.
Podía escuchar las tablas rechinar, los pasos aunque suaves eran rítmicos, parecía intentar huir de algún lugar o esconderse de algo o alguien.

— Cada vez...te vuelves más descuidado.

Sonreí y antes de que él pidiera reaccionar lo sujete del cuello lanzandoló hacía adelante, cayendo justo debajo de mí. Lo primero que vi fue la porcelana de su máscara dorada, la cual estaba un poco agrietada debido al golpe tan violento que le dí, pero él no se inmutó, con la cuenca de los ojos vacíos se cruzó de brazos indignado, haciendo que la parte de la mejilla se desprenderá dejando ver aquella parte de su piel.

— Siempre tan infantil, ¿Acaso no te cansas?

— ¿Debería?

Él me pateó en el estómago haciéndome retroceder y de un solo salto él ya estaba de pie.

Él ladeó la cabeza con la máscara algo destruida, en momentos así, él daba un aire aterrador, sino fuera porque lo conocía y confiaba plenamente en él de seguro ya lo habría atacado hasta que uno de los dos muriera o al menos quedará mal herido. Sin prestarme mucha atención él dejó caer la máscara a un lado de su rostro para después tomar una carpeta de entre su ropa negra, para finalmente dejarlos caer en la mesa.

— Aquí está todo lo que necesitas sobre los Krajls.

Caminé hasta la mesa y tome la carpeta, la miré rápidamente hasta caer en la fotografía de una chica de piel trigueña extremadamente joven, no la reconocí y por eso temí lo peor.

— ¿Ella es...?

— Sí, ella es — respondió él hombre de la máscara dorada dejándose caer en uno de los muebles —. Linda, ¿Eh? Aunque sea un enfermó debemos admitir que el tipo tiene buen gusto.

— ¿De dónde la...?

— ¿Sacaron? Estaba en Argentina con unas cuantas compañeras de apartamento de su hermana mayor, una de ellas fue sobornada y la llevo a una reunión en una ciudad Libre, se suponía que solo sería una fiesta pero bueno...las cosas se salieron de control.

— Y así termino aquí, ¿Fue por encargo?

— Así es, él la vio y le gustó, la siguieron por casi un año hasta que la atraparon.

Interesante.

Muy interesante.

Sí puedo repetir lo mismo que en las anteriores ciudades todo estará bien.

Volví la mirada a la fotografía, era de una chica joven, quizás demasiado, piel trigueña, barbilla partida, cabellos castaño y ojos marrones oscuros, aunque su cuerpo estuviera aparentemente desarrollado había algo que me inquietaba, pues aparentaba una edad excesivamente joven para los propósitos a los cuales seguramente habría sido traída aquí.

— Parece muy joven, ¿Qué edad tiene? ¿Unos 16, 17, 18...?

— Tiene 14 años — miré el expediente algo horrorizado, cada vez secuestraban a chicas más jóvenes, está era prácticamente una niña.

Una niña.

Atrapada con monstruos.

Viviendo con la crueldad hecha carne.

Una pequeña sonrisa se formó involuntariamente en mí cara, casi podía escucharla rogar para que la liberarán.

Típico.

— Será mejor que me vaya — lo miré y vi su vista fija en la luna brillante que iluminaba una de mis ventanas —. Debo mantener las apariencias.

Acompañe a mí informante hasta la puerta trasera, le dí un amigable apretón de mano como despedida, no podía creer lo fuerte que era, hacía tan solo unos años él no era más que un chico escuálido y ahora era todo lo contrario, alguien fuerte decidido y sumamente peligroso, por eso él era mí informante.

Cuando estuve a punto de entrar vi a Tabitah, nuevamente estaba en su ventana, espiandomé, quizás fuera mí imaginación pero todo esto me estaba pareciendo abrumadoramente fácil, tanto que empezaba a dudar de la veracidad de los hechos. Caminé por la oscuridad de la noche, fundidiendomé con las sombras que las diversas criaturas de la noche proyectaban, en ningún momento aparte mis ojos de ella: sus ojos grises oscuros brillaban con la luna y podía notar su curiosidad a leguas, en sí Tabitah no me impresionaba mucho, era (al igual que muchas antes que ella) una experta mentirosa, una manipuladora de primera, alguien que podía ocultar con una increíble facilidad sus sentimientos, todo con tal de mantener la falsedad de su perfección.

Era curioso, como alguien tan cínico y cruel se ocultaba con tanta facilidad, después de todo los ojos engañan y nos hacen ver lo que queremos ver, afortunadamente yo no era así, años de mentiras y engaños me hicieron ver lo que realmente son las personas, por fin dejé la venda de mis ojos y enfrente la realidad.

Sin avisar salí de las sombras y trepe con relativa facilidad hasta la ventana de aquel monstruo con rostro de ángel.

Ella me miró sorprendida, pero no apartó sus ojos de mí.

Así que te gustó, pequeño monstruo.

Al tenerla cara a cara podías notar el poder de sus secretos, de sus mentiras, podía ver con claridad como se había mentido tantas veces así misma al punto en que ya lo creía. Apoyé mis brazos sobre el marco de madera, quería saber que tanto poder podría tener sobre ella y sin avisar la besé.
Al principio parecía aterrada, sorprendida pero pronto lo acepto todo sin rechistar, esto me dio a entender que no importaba que clase de cosas crueles se le hicieran, ella las aceptaría ciegamente, todo porque para eso fue criada, para obedecer sin pensar, esto lógicamente podría usarlo a mí favor.

Casi tuve que separarme de ella para reír, parecía que lo estaba disfrutando y mucho, lástima que yo no sentía nada por ella, yo prefería a las chicas experimentadas y rudas, no a las sumisas y tranquilas. Definitivamente Tabitah Krajl no era mí tipo. Por fin nos separamos, quería probar que tanto control podría ejercer en ella, sus enrojecidos labios y sus jadear me indicaba que la temperatura empezaba a subir cada vez más y si algo podía provocar mis besos era que siempre se deseaba más, ¿la perfecta Tabitah se dejaría llevar por sus hormonas o por su sentido común? Eso era algo que estaba a punto de descubrir.

Con la mejor voz de chico enamorado dije:

— Ojalá pudieras venir a mí.

Ella parecía sorprendida, por un momento creí que saldría corriendo o se escondería tras la larga falda de su vestido blanco, en vez de eso ella me miró y con lujuria respondió:

— Puedo.

Bingo.

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