33. Планы раскрыты

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BELLAMY

DOS AÑOS ANTES.

Lamentablemente Darla era intocable.

Su familia era de una posición social muy alta, por eso Cesar no pudo acabar con ella, aunque sus suegros sabían lo que esa maldita había hecho, ellos sabían que ella había matado y cocinado a mí bebé, ¡A mí hijo recién nacido! Pero lo peor, fue que yo lo comí, Cesar también.

Me comí a mí bebé.

A mí hijito.

Y ella debía pagar, ella debe morir por todo lo que hizo.

Pero no podía pagar por sus pecados, no públicamente, porque todo el mundo pensaba que ella era su madre, creían que ella lo dio a luz. Su familia le dijo a Cesar que podía hacer lo que quisiera con ella, pero que no fuera público, que todo fuera a puerta cerrada, así la reputación de ambos se mantendría intacta. Sinceramente no sé de qué me sorprendió, era obvio que Cesar era un bastardo, pero jamás imaginé que su reputación fuera más importante que su primer hijo.
El funeral de mí niño fue en la mañana. Enterraron lo poco que quedaba de él: sus huesos, su pierna izquierda y sus ojos; eso era todo lo que quedaba de él. Lloré como nunca, no podía creer que mí niño, mí pequeño ángel que hacía tan solo una semana estaba sano y salvo en la seguridad de mí vientre ahora estuviera posiblemente convertido en nutrientes en mí cuerpo.

Todos atribuyeron a que era una sierva fiel, debido a mí forma de llorar. Sorprendentemente, Cesar me abrazó públicamente en el funeral, tratando de calmarme. Para disimular lo que realmente había pasado, Cesar les dijo a todos que Darla no podía hacerlo, que estaba tan devastada por la muerte de su "hijo" que no podía ni pararse de la cama. Era asqueroso oír las palabras de aliento hacía esa perra, incluso el mismo Señor funerario recitó unas palabras sobre cómo los niños son intocables por el pecado y como nuestros dioses calmará el dolor de Darla, recitó palabras de aliento para la "madre" de la criatura.

Esa noche, al llegar a la casa, Cesar se dispuso a impartir un poco de justicia divina.

Escuché atentamente cada grito de Darla, cada gemido y súplica, cada maldito rezo que esa bastarda de mierda pronunciaba, después de un tiempo Cesar salió bañado en sangre y entro en nuestra habitación, en sus manos traía los dedos de esa mujer. Lo observé enojada, sentada en el borde de la cama.

- ¿Sólo los dedos? ¡Mató a mí hijo!

Repliqué sintiendo la irá y la impotencia que toda esa situación me provocaba. Cesar por su parte, pareció molesto.

- ¿¡Y QUÉ QUIERES QUÉ HAGA!? ¡Sí la mató perderé el prestigio que su familia me otorga!

Me cubrí el rostro llorando desesperada, odiaba que mis brazos estuvieran vacíos, solo lo sostuve una vez ¡UNA VEZ! Y ya jamás volvería hacerlo. Cesar parecía entenderlo todo y sin avisar me abrazó, quise sentir la calidez de su abrazo, pero en vez de eso sentí asco y repugnancia, esa persona me había hecho tanto daño, ¿Debería perdonarlo? Quizás esté pagando por un pecado mayor, pero no podía dejar de pensar en mí niñito, en lo mucho que habrá llorado pero debido a la tormenta no pude escuchar su llanto e ir a salvarlo.

- Era mí bebé...

Susurré contra sus brazos.

Cesar me besó en la frente, acariciando mis mejillas.

- Lo sé, lo sé, pero...todo estará bien, lo prometo, no dejaré que esto vuelva a pasar, Darla se quedará encerrada en el cobertizo y jamás volverá a salir, nuestros hijos estarán a salvo.

No, no quiero más hijos, no con él. Esa mujer mató a mí bebé, ¿Y no será castigada? Sólo va hacer encerrada de por vida, sin duda alguna no quería repetir dicha experiencia y ya había conocido el peor estado de Cesar, no quería provocar su irá contradiciendo sus mandatos, pero está situación era desesperante y deprimente.

- No te preocupes - continuo él -, eres joven y hermosa - eso último lo dijo besando tiernamente mí nariz -, me darás muchos hijos pronto.

Asentí, después de todo ese era mí deber.

- Sino fuera por Kala, Shunammite y Shoula estaría sola.

De repente sentí como Cesar se tensaba, parecía que toda la repentina tranquilidad había desaparecido, Cesar se apartó de mí y se sentó a mí lado en la cama.

- Se debe castigar a un culpable. Pero como Darla es intocable, al menos en ese aspecto, debemos buscar a alguien más que tome su lugar y sea castigado públicamente.

Asentí nuevamente, aunque mí opinión fuera lo último que importará, simple no tenía ni voz, ni voto, incluso aunque Cesar me convirtiera en su esposa legal seguiría sin ser relevante.

- ¿Y quién será el chivo expiatorio?

Pregunte, notando la mirada fría de Cesar.

- Las Novias estaban celosas de nuestro bebé, cegadas por lo celos, el pecado llenó su corazón impuro, por eso mataron a nuestro hijo y cocinaron su cuerpo, para luego hacernos pecar al comerlo.

Sentí que el aire desaparecía de mis pulmones, observé con horror a Cesar. Primero mí bebé y ahora mis amigas, no, no, no, esto...¡Esto no está pasando!

- ¡Pero ellas no hicieron nada de eso!

Proteste, entrando en pánico, pero Cesar me sujeto con fuerza de las manos, en un vano intento por calmarme.

- Ni la muerte de Shoula, Shunammite o Kala serán en vano, morirán por el bien de nuestros futuros hijos, es un sacrificio necesario.

- No...no, no, ellas...ellas no hicieron nada, son inocentes, ¡Son inocentes!

Una bofetada hizo que cayera sobre la cama, acaricié mí mejilla que tenía grabados los dedos de Cesar.

- Es la única opción - repitió -, quizás salve a Kala, pero las demás han de morir, al menos dos de ellas deben hacerlo - Cesar me observó algo confundido -. Creí que estarías de acuerdo, sin ellas tú serías mí única mujer, mí fidelidad sería solo para tí.

No quería eso, sinceramente ni siquiera me importaba si Cesar se acostaba con mil mujeres más, lo único que quería era a mí hijo.

Pero sin importar mis súplicas o lágrimas la noticia de que Shunammite y Shoula mataron a mí bebé se corrió por todo el pueblo, pronto la ejecución fue planeada y ejecutada. El castigo era simple: les harían lo mismo que supuestamente me hicieron a mí; nadie sabía que yo era la madre del niño, pero creyeron que estaba allí ya que sería la próxima esposa de Cesar y venía en representación de Darla, que aún no se recuperaba de su "perdida".
Había un lugar, entre las montañas alrededor de la ciudad vecina llamado Grimore, de allí obtenían bebés para las personas infértiles de la ciudad, pero recientemente había nacido uno con defecto genético que como consecuencia traía un problema intelectual, eso era inaceptable según nuestras leyes, por eso sería el bebé sacrificado para la ejecución.
Le rogué a Cesar que dejarán en paz al bebé, que sólo era un niño y que si ya estaba vivo, era porque así nuestros dioses lo quisieron, pero él no me escuchó, simplemente se limitó a mirar mientras partían a la pobre criatura por la mitad y cada mitad era introducida en la boca de Shoula, y Shunammite. Ellas se resistieron, suplicaron y trataron de decir la verdad, pero debido a eso les rompieron las mandíbulas, enterrando las partes del bebé en su garganta, evitando que respiran correctamente. Ellas intentaron sacar al bebé de sus bocas, pero estaba tan enterrado con sus dientes que fue imposible. Sus gritos fueron espantosos. Luego, les abrieron el vientre, asegurándose de que siguieran con vida y sacaron sus intestinos delgados para luego introducirlos en sus vaginas. Ellas gritaban y suplicaban mientras los hombres las insultaban y golpeaban, y las mujeres susurraban el rezo de los niños:

- Porque los niños son intocables, son puros, son perfectos, son hijos de los dioses. Que todo aquél que dañe a un niño de Un Mundo Libre sea castigado por su pecado, sea torturado y asesinado, que la irá del universo caiga sobre él, y lo castigue hasta la tercera, y cuarta generación. Y que muera en el frío infernal.

Yo lloraba mientras observaba todo.

Mordía mis dedos y aruñaba mis piernas de ver a mis amigas en semejante sufrimiento. Aunque quise correr hacía ellas, Cesar no lo permitió, me sujeto de los hombros y me mantuvo a su lado. Finalmente llegó la última fase del castigo, tomaron a Shunammite y Shoula, les abrieron las piernas y tomaron una lanza que las empalo contra el suelo, la punta de la lanza salió de sus caderas desgarrando sus huesos y manteniéndolas con vida, en una agonía indescriptible, luego les prendieron fuego, ¿Lo peor? Aún estaban con vida. Aunque sus mandíbulas estaban desencajadas, sangre y carne se deslizaba de sus bocas, sus caderas estaban rotas y una lanza las empalaba desde la vagina hasta la cadera, ahora el fuego consumía sus pieles.

Vi sus ojos morir.

Las vi dejar de respirar.

Las vi morir.

Cuando finalmente dejaron de moverse o emitir sonido alguno, todos empezaron a bailar alrededor de ambas chicas cuyos cuerpos seguían siendo quemado, todos incluidos Cesar. Yo caí al suelo temblando, con creer lo que acababa de ver. De repente, una mano suave me levanto de la fría y sucia tierra.

- ¿Estás bien?

Pregunto la voz más dulce que jamás haya escuchado en mí vida.

Sin la más mínima idea, asentí, el chico me tomó de la cintura y empezó a bailar una especie de vals conmigo, y por algún motivo yo seguí sus pasos. Sus ojos azules eran hipnóticos, tan hermosos y me transmitían una tranquilidad que jamás pensé experimentar.

Su nombre era Bastián.

Era un par de años menor que yo, pero su sola presencia me ayudó a lidiar con el dolor de la pérdida de mí hijo. Y sin darme cuenta estaba probando sus deliciosos labios. La compañía de Bastián se convirtió en todo lo que deseaba y me calmaba, era hijo del sumo Señorío de la ciudad, por eso no fue difícil que viniera a casa bastante seguido, por lo tanto aprovechamos cada segundo para intercambiar algún beso con sabor a prohibido, pronto los besos y caricias no fueron suficientes, él quería más, yo quería más.
Fue así que acabe teniendo intimidad con él. Sé que mi "marido" sospecha, por eso hizo que la fecha de la boda se adelantará, pero eso ya no importa más, ahora tengo un pequeño pasajero en mí vientre que cuidar.

Él lo sabe.

Bastián me prometió que me sacaría de aquí, antes de que el embarazo y por consecuencia nuestro bebé sea demasiado evidente.

Oigo a Cesar gritar, está enojado. Quizás es por Darla, él solo le da de comer una vez a la semana, no me importa, que sufra. Pronto escuchó sus pasos enojados correr por el pasillo hasta nuestras habitaciones, él abre la puerta. Lo observó serena con mis manos en mí vientre, pero antes de que pueda preguntar algo él me grita.

- ¡Maldita adúltera!

Él me hace caer al suelo.

Y golpea mí cabeza hasta que todo se vuelve negro.

Pero no tengo miedo, porque sé que Bastián vendrá por mí, va a cuidar de nuestro niño y seremos felices, juntos.

Sólo debo seguir el plan y todo saldrá bien.

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