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Cuando desperté, miré a mi alrededor. Estábamos en la cueva que encontramos JJ y yo por la noche. Después de que me hubiera besado.

Ahora lo tenía abrazado a mi detrás, tumbados en la roca fría de la cueva. Tenía sus brazos alrededor de mi cintura y su cabeza entre la mía y mi hombro.

La noche anterior, después de que JJ me besase, estuvimos buscando un sitio donde dormir y estuvimos horas hablando antes de caer rendidos.

Él estuvo muy cariñoso conmigo, aunque no mencionó el beso en ningún momento, pero era otro ambiente entre nosotros. No habíamos discutido en el resto de la noche. Pero yo no podía parar de pensar en ese beso. Me había gustado tanto que era imposible quitarlo de mi cabeza.

Noté cómo se movía, como despertándose, y rápidamente me separé de él porque me daba vergüenza ver su reacción al vernos así. Me senté en el suelo frío y apoyé mi cabeza en la roca. JJ abrió lentamente los ojos y después se estiró haciendo un ruido muy raro que me hizo reír.

—Buenos días, japo.

—Buenos días —me levanté y me estiré yo también bajo su mirada—. Hay que moverse. Kiara y Pope deben estar en nuestra búsqueda.

JJ miró su reloj. Eran las ocho de la mañana.

—Si nos damos prisa quizá me de tiempo a llegar a casa a una hora considerable.

JJ se levantó y comenzamos a andar por el bosque de la isla. Olía a tierra mojada por la lluvia del día anterior y las hojas aun tenían gotas que caían sobre mi rostro. Era una isla realmente bonita, y daba gracias a que estuviese desierta porque si no estaba segura de que el ser humano la destrozaría.

—¡Kiara! —Grité a pleno pulmón, JJ puso cara de dolor al escuchar lo aguda que era mi voz —. ¡Pope!

—Joder, qué hambre tengo.

—Si no los encontramos, buscamos la entrada de la isla donde dejamos las mochilas y después los buscamos a ellos.

¿Habrían encontrado un sitio donde dormir la noche anterior? ¿Estarían bien y a salvo?

Entonces escuchamos el sonido de unas hojas. JJ y yo nos miramos, confundidos, y nos acercamos un poco más hacia donde venía el sonido.

—¿Kie?—pregunté acercándome.

Entonces un cuerpo negro y largo saltó de entre las hojas y me tiró al suelo mientras yo gritaba. Noté cómo unas uñas me arañaban la pierna y me encontré con una cara salvaje con dientes afilados que me miraba fijamente al rostro, a punto de hacer algo que seguramente me dolería mucho.

—¡JJ!—grité asustada.

Entonces escuché un disparo, y el animal cayó hacia un lado. Pronto su cabeza derramó un charco de sangre sobre el suelo. Mi respiración estaba muy agitada y me temblaban las manos. Miré mi pierna, que me dolía horrores, y me encontré un arañazo con un poco de profundidad largo y lleno de sangre.

—¿Estás bien? —Preguntó JJ acercándose con la pistola en la mano y la tiró al suelo para agacharse a mi lado. Miró mi pierna—. Joder, eso no pinta bien.

Miré asustada a mi lado, donde yacía la pantera. No estaba a favor de matar animales, pero cuando ellos te iban a matar a ti no me parecía una mala idea. Sin embargo, tuve ganas de llorar por la mezcla del miedo y de ver a aquel animal tirado, así. Me contuve. No quería que JJ me viese llorando siempre.

—Tenía miedo de darte en la cabeza a ti —JJ sonaba muy preocupado, y me miraba para ver si me había herido en alguna parte más—. ¿Estás bien?

—Sí—respondí con la voz en un hilo—. Estoy bien. Gracias —coloqué mi mano en su mejilla, y después puse una expresión de dolor por el arañazo—. Pero esto duele mucho.

—Demos gracias a que he traído la pistola. ¿Ves como puede ser útil?

Yo reí aunque me doliese muchísimo la pierna, y JJ se quitó la camiseta. Lo miré confundida a la vez que veía que la enrollaba para después colocarla en mi pierna y la ataba con fuerza.

—Te voy a dejar la camiseta hecha una mierda.

—Eso da igual —respondió preocupado analizando cómo la tenía.

Sonreí un poco al ver su expresión analizando mi herida y cómo la tenía atada. Parecía estar muy nervioso, aunque intentaba no parecerlo.

—Te ves muy mono cuando estás preocupado.

JJ me miró a los ojos y sonrió levemente, para después levantarse y tenderme su mano. La cogí y me levanté con dificultad del suelo, a le vez que JJ guardaba su pistola en el bolsillo. Después, hizo que pasara mi brazo por sus hombros para sujetarme a él mientras andábamos.

En medio del camino, Kiara y Pope nos encontraron mientras corrían muy asustados.

—¿Qué ha pasado?—preguntó Kie llegando hasta nosotros gritando preocupada. Miró mi pierna, de la que salía algo de sangre—. ¡Dios mío, Olivia! ¿Qué te ha pasado?

—Escuchamos un disparo —dijo rápidamente Pope—. ¿Te ha disparado JJ en la pierna?

—¿Qué?—preguntamos JJ y yo a la ves, con el ceño fruncido.

—No hace falta que lo cubras —respondió—. No pasa nada. No nos sorprendería de él.

—No, no —dije yo rápidamente—. JJ me ha salvado de que una pantera se coma mi cara.

—¿Una pantera?—preguntó Kiara—. ¿Hay animales salvajes aquí?

Yo asentí señalando mi pierna herida. Kiara y Pope comenzaron a hiperventilar.

—Tenemos que salir de aquí.

Todos estábamos de acuerdo, por lo que Pope se puso a mi otro lado para ayudarme a andar,  mientras que Kie nos guiaba leyendo el mapa.

Finalmente, quince minutos después, conseguimos llegar hasta el final de la isla, al árbol donde teníamos todas nuestras cosas. Gritábamos de alegría mientras que cogíamos nuestras mochilas, que se habían mojado un poco, pero habían estado resguardadas. Dejarlas allí en vez de llevárnoslas fue la mayor estupidez que pudimos cometer.

Llegamos hasta el barco, donde Pope me ayudó a subir, y nos colocamos en nuestras posiciones para salir de allí. Hacía mucho sol, por lo que no teníamos amenazas de ser devorados por un huracán o una tormenta  como la de la noche anterior.

Abrí una mochila mientras el barco comenzaba a moverse, dirigido por Pope, y salíamos al mar. Saqué una barrita de chocolate y le di un buen mordisco. Aquella fue la mejor sensación que había tenido en mucho tiempo. JJ me arrebató la bolsa y sacó un sándwich para darle otro buen mordisco.

—¡Eh! pasadme algo—gritó Kiara sonriendo.

Saqué una bolsa de zanahorias pequeñas y se la lancé.

—Vaya herida de guerrera —comentó JJ mirando la zona en donde tenía el arañazo.

—Ha sido lo más surrealista que me ha pasado en la vida.

—¡Volvemos a Outer Banks!—gritó JJ alzando los brazos y todos gritamos a la vez. —No hemos encontrado a John B y a Sarah, pero eso también puede ser una buena señal. A lo mejor están en tierra.

Nuestras expresiones cambiaron. No sabíamos qué pensar. Yo tenía la esperanza de encontrarlos allí, y que esa fuese la razón por los que no podían haber contactado con nadie.

—No os llamarán porque no quieren que la policía les encuentre —dije yo en voz alta—. Eso es una buena posibilidad.

—Pero el sheriff dijo que Ward estaba en custodia —habló Pope—. En caso de que volviesen no lo meterían en la cárcel. Hay muchas pruebas de que Ward puede ser el culpable de todo.

—Eso él no lo sabe —añadí yo.

Y tampoco sabían ellos que mi padre estaba compichado con él. ¿Quizá era el momento de contarles todo lo que había pasado? Lo pensé bien. Lo mejor sería contárselo cuando haya vuelto a ver a mis padres, como si me acabase de enterar, porque si les contaba ahora todo lo que sabía, se enfadarían por no habérselo contado antes.

Era mi padre. Pero era cómplice de un asesino en el robo del oro del Royal Merchant. Era algo muy fuerte. Y no merecía salirse con la suya. No estaba bien ayudar a que un niño de dieciséis años sea culpado por algo que no hizo. Era imperdonable. ¿No se había parado a pensar en si eso le pasaba a Pedro? ¿O a Joaquín? ¿A caso le importábamos?

No lo sabía. Pero sí sabía que él no se saldría con la suya.

Miré a Kiara y me replanteé si contarle lo del beso. Ese beso no había sido la confirmación de nada, y me daba vergüenza si Kiara se lo contaba a JJ y este tampoco lo veía como algo importante. No quería hacer un show de todo aquello en el caso de que para él no hubiese sido nada necesario de saber.

JJ gruñó y miré cómo el chocolate de la barrita se derretía en sus dedos.

—Soy tan caliente que el chocolate se me derrite con que lo toque.

¿En serio? ¿De verdad me estaba empezando a gustar este tipo? Reí al pensarlo y JJ me miró, frunció el ceño y yo negué con la cabeza como pensando que no tenía remedio.

Cuando llegué a Outer Banks pensaba que iba a ser la peor época de mi vida, estaba en una mentalidad totalmente pesimista, no quería venir, todo me iba a salir mal. Pero en ese momento miré a mis nuevos amigos y no pude sentirme más afortunada.

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