2.4) Corazones de inocencia

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Podemos observar en los pasillos de palacio la luz del atardecer que emerge de los ventanales, una luz que anunciaba las ultimas horas del cumpleaños del heredero, si observamos con atención vemos a una sirvienta, una de toda la prole de sirvientes que había en el palacio.

Allí estaba ella, la única sirvienta pelirroja de palacio y la mas joven con tan solo 18 años, en la puerta de los aposentos de Leowen, acababa de entrar la duquesa después de haber hablado con el doctor Xaramandher.
El aire estaba cargado y el atardecer auguraba una noche muy intensa, no eran de las sirvientas que pegaban la oreja a las puertas (aunque con el control que ejercía la organizadora Lhynna para evitar este tipo de cosas, dudaba que quedará alguna sirvienta de palacio que lo hiciera regularmente y no haya tenido que marcharse a servir a otro caserío) pero no podía evitar escuchar los gritos y sollozos de los tres que habían dentro de los aposentos, cuándo intento entender bien que decían pudo oír:

-Aún es demasiado pronto para saberlo- histérica -¡no digas nunca eso me oyes niño no digas nunca eso!- mosqueada -¿¡y tu Lhynna se puede saber porque lloras!?

-No señora- escuchó que respondía Lhynna entre sollozos.

Lo que vino después dejo a la sirvienta pálida, oír esa palabras tan duras y sinceras del señorito la dejó descompuesta, hubiera deseado no ser la sirvienta que aguardaba detrás de la puerta esperando una nueva orden pero eso ya no podría cambiarlo aunque saliera corriendo por los pasillos de palacio, tendría que volver o sino se quedaría sin monedas para llevar a su casa.

Absorta en sus pensamientos de huída no se dio cuenta que alguien salía de los aposentos y se encontró con la atónita mirada de Lhynna la organizadora, una mirada que le preguntaba que le pasaba a la par que investigaba si era una sirvienta de las que pegan la oreja.

Lhynna estaba agotada así que decidió marcharse sin mas, diciéndole a la chica que si la duquesa llamaba al servicio que la avisaran pero que de lo contrario que dejaran a la familia tranquila. La dama Lhynna tenia que pensar, tenia que encontrar la manera de que Leowen recuperara la sonrisa y solo conocía a una persona que podía ayudarla.

Estamos en la sala de invitados repleta de pequeños tesoros, tenemos esculturas, reliquias y vasijas de todo tipo y de diferentes reinos. En la sala nos encontramos al lord Ignorosc y al doctor Xaramandher, hablando del incidente de Leowen, cuando de repente por la puerta aparece dama con unas pastas y zumos de frutas regionales.

-Sr. Ignorosc, sr. Xaramandher os traigo una merienda que espero que sea de vuestro agrado- dijo la Dama Lhyna sonriente poniendo la bandeja junto a ellos y sirviendo-les el refrigerio, acto seguido se marcho.

Shoan al coger el vaso que Lhynna le había dejado delante notó una pequeña muesca y a estas alturas ya sabía que significaba esto, así que busco con disimulo en la base del vaso, raspando saco una pequeña nota que guardo en el saquito que tenía guardado en la cintura. Shoan provecho la excusa de buscar un terrón de azúcar alegando que siempre endulzaba mucho sus refrigerios, procedió a espaldas del doctor Xaramandher a leer la nota que le había dejado:

"Amigo mío, me veo en la mas sincera obligación de hacerle una modesta petición, nos vemos en los aposentos de señoriíto."

-¿A donde vamos?- preguntó Leowen cansado del misterio en los brazos de lord Ignorosc, que lo llevaba con sumo cuidado.

-Queremos enseñarle algo que seguro que le va a gustar de ver, señoriíto- decía Lhynna entusiasmada mientras iba delante abriendo puertas.
Cuando finalmente llegaron al establo estaba todo dispuesto como Shoan y Lhynna habían organizado, los caballos del carruaje bien cepillados y visibles cada uno en un póster y en en el centro del establo dos revoltosas criaturas corrían la escenografía.

-Ves Leowen son el potro de una semana y la cabrita, dos pequeños recién nacidos que han encontrado una amistad- dijo lord Ignorosc.

-¡Son adorables como usted señorito!- exclamó la dama mientras se derritía al mirar a los pequeños animalillos.

Shoan Ignorosc tras un desconcierto al ver el matiz que le dio la dama Lhyna se centro en el plan.

- Ahora ya no hace falta que el potro este en cuarentena ya puede jugar con él , Leowen, con ellos incluso- dijo Lord Ignorosc sonriente dejando a Leowen en el montículo de paja que habían preparado en el centro.

Tanto Shoan como Lhynna esperaban con tensión la reacción del chico que estaba serio observando a los animales a su alrededor, la propia respiración del chico se aceleró poco a poco y justo cuando dos de los caballos adultos se acercaban a él para pedirle mimos como era de costumbre, Leowen empezó a gritar, y a mostrar señales de odio hacia esos animales.

A Lhynna se le partió el corazón y más aún al ver la cara de la duquesa que estaba justo detrás de lord Ignorosc desde no se sabe cuándo, la duquesa se abalanzó agresivamente al lord.

-¡Vete, vete ahora mismo de palacio, no quiero verte nunca más por aquí me oyes, nunca!- exclamó alterada la duquesa.

Lhynna lanzó una mirada de comprensión hacía lord Ignorosc y él supo al instante que recibiría noticias por muy lejos que estuviera.

Así fue como Lord Shoan Ignorosc se fue de palacio afligido pero con un castigo merecido a su parecer, por su culpa nada volvería a ser lo que era en los terrenos de Zealun y menos aún en el palacio que había en su interior, había fallado a la única familia que lo había aceptado en toda su vida y no se lo perdonaría jamás.

CRÓNICAS DE ZEEHÏRO

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