Suspiro tras suspiro sentía la naturaleza recorrer cada rincón de su cuerpo, recorrer los empedrados junto a su corcel le devolvía la energía, esa energía que tanto había necesitado en su largo viaje por todo Zeehïro. Ahí estaba de nuevo en esos parajes tan bellos, jinete y corcel con melenas al viento unidos como si de un solo ser se tratase, notaban la vibración del galope, el aroma que desprendía la naturaleza, el aire que recorría por sus cuerpos y las formas perfectas que creaban sus melenas.

Al llegar a la colina el jinete notó una presencia que les seguía, al girarse lo vio y al momento lo reconoció no se lo podría creer que grande estaba hoy cumplía doce años, pero siendo tan joven como es que estaba cabalgando sobre nada más y nada menos que en un pura sangre negro de larga melena con un sillín de cobre, que ejemplar digno de admiración

—Espera que es eso, ¡puaj!— siempre se le han puesto los pelos como escarpias con esas criaturas.

Un topo había surgido de la tierra oliendo hacía donde ellos venían, esa pequeña bestia provocaría una catástrofe. Aún sabiendo que no le escucharía gritó fuertemente.

—¡Para! ¡rápido haz frenar al pura sangre!— mientras alzaba la mano —¡detente!, tu corcel solo sigue tu instinto ¿porqué? ¡alto detente!

El pura sangre se alteró al encontrarse de golpe con ése topo tan inoportuno y enorme, Leowen intento calmarlo sin resultado alguno, tras varios traspiés ocurrió lo peor, irremediablemente cayeron precipicio abajo.

Para Eraknor que su forma animal fuera un topo de nariz estrellada era difícil pero para los suyos que los dioses lo eligieran fue una bendición, que un magnul.lo fuera un elegido para ser Sagrädo, tal y como corrían los tiempos en la cúpula era signo de tiempos venideros favorables, normalmente un Sagrädo jamás revela su otra identidad homínida pero dentro de la cúpula y a los suyos era misión imposible ocultar cualquier atisbo de magia.

Eraknor salió a la superficie porque su olfato lo había detectado, había detectado a quien llevaba mucho tiempo buscando, estaba cerca, muy cerca, demasiado cerca tenía que ir a su encuentro.
Mucho jaleo y el galope de un caballo junto varias piedras que lo golpearon le obligaron a cambiar sus ojos de topo por sus otros ojos de magnul.lo (habilidad que sólo los Sagrädos que han nacido en la comarca de Alähba pueden hacer) además odiaba fuera de la superficie usar esos ojos de topo que nada tenían que ver con los ojos azules intensos con los que nació.

No pudo creerse lo que veía dos cuerpos cayendo precipicio abajo y detrás suya un humano corriendo, se apresuró para en un parpadeo volver tierra a dentro y bajar corriendo, debía de usar su poder, no podría evitar que se hirieran gravemente, al fin al cabo era un magnul.lo, pero conseguiría como Sagrädo salvarles la vida.

Nuevos recortes del
ATLAS DE LAS CRIATURAS ETÉREAS DE NUESTROS MUNDOS

=Los Magnul.los=

*Los Sagrädos*

(Recomiendo siempre leer estos capítulos del Atlas antes de proseguir con la lectura)

CRÓNICAS DE ZEEHÏRO