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En la pantalla de treinta y dos pulgadas, el perseguido destrabó la anilla de la granada adherida a la mochila repleta de explosivos. Todos los apresados en la red contuvieron el aliento, esperando la tremenda detonación. Cuando ésta se produjo, las entrañas de la horrible nave extraterrestre se deshicieron en una bola de fuego y los cautivos se deslizaron hasta el suelo entre las lenguas de un viscoso líquido rojo.

El hombre sentado ante el televisor vibró en su sillón, entusiasmado.

-¡Ahí tenéis un buen regalito, babosas, venid a por otro! -masculló sin dejar de rebullirse en su asiento.

Sobre la pequeña mesita que tenía al lado, la lata de cerveza se bamboleó a punto de caer. En ese momento sonó el móvil. El individuo tomó el mando a distancia y pulsó el botón de pausa mientras maldecía interiormente. Siempre tenía que haber una interrupción cuando las asquerosas naves marcianas estaban recibiendo lo suyo, cuando los sapos verdes estaban siendo destripados y machacados o, como ahora, infectados por las triunfantes bacterias defensoras de la tierra.

-Aló. ¿Quién es?

-Buenas tardes -dijo una voz femenina con mucho desparpajo-¿Todavía no ha recibido la oferta de canales que le ofrece Teleplanet?

-¡Váyase usted a la mierda! –contestó, fuera de sí, el interpelado.

Colgó el móvil sin miramientos y volvió a sentarse, maldiciendo a los comerciales y a todos los que traficaban con sus datos personales. Por su culpa ya no tenía ganas de seguir visionando la película. Bueno, de todas maneras, esta debía ser la décima vez que la veía, más o menos. Así que abrió el porta dvd y escogió otro disco brillante.

Lo colocó en el reproductor y, tras sacar otra cerveza de la nevera, volvió a sentarse y lo puso en marcha.

La inmensa nave atravesaba los espacios infinitos, silenciosa, al parecer sin nadie a bordo. No era así. Los tripulantes estaban en hibernación y solo fueron despertados cuando una pantalla se iluminó, deslizando cascadas de análisis binarios. Al poco desayunaban, medio adormilados, mientras su capitán intentaba averiguar lo sucedido, en la cámara más reservada de la nave. Encendió el ordenador central y pulsó una tecla. La pantalla le respondió:

"Interfaz 1327 Lista para responder"

-¿Qué ocurre, madre?

-Qué va a ocurrir, gilipollas... –masculló el hombre, deglutiendo la cerveza a grandes tragos-. Que os van a meter un pincho por el culo como no andéis listos.

El individuo devolvió la lata de cerveza a la mesa y encendió un cigarrillo. John Hurt hablaba con su copiloto en ese momento:

-¿Dónde está la tierra?

-Si no lo sabes tú...

El hombre exhaló una bocanada de humo mientras Ripley decía:

-No es nuestro sistema.

-Claro que no –rezongó el fumador-No hagáis el bobo...Dad la vuelta o estáis fritos por esos podridos huevos de allí abajo.

El hombre pensó que Sigourney Weaver había bordado ahí el papel de su vida. Al igual que John Hurt, qué escena impresionante con aquella mierda brotándole del pecho...

-Llama a control de tráfico.

-Aquí el remolcador comercial Nostromo procedente de las Solomon, llamando a control de tráfico de la Antártida ¿Me reciben?

El caso es que la tía estaba cañón. No es que tuviese mucha delantera, pero era atractiva, no cabía duda alguna. Quien no terminaba de gustarle era el capitán, le parecía un soso poco avispado. ¿Acaso no se daba cuenta de lo que podía esperarse de esos contactos? Muerte y desgracia para los humanos...

-Qué es lo que pasa?

-Madre ha interrumpido nuestro rumbo

-¿Porqué?

-Ha interceptado una transmisión de origen desconocido.

-¿Es humana?

-No se sabe.

-¿No se sabe? –casi gritó el individuo, apretando la lata de cerveza hasta doblarla- Por supuesto, en un planeta al final del universo, están los boy scouts de acampada...¿Habrá tío más imbécil que este...?

-¿Y qué?

-El contrato nos obliga.

Y ahora el robot, el pedazo de chatarra traidor, llevando a la especie humana al sacrificio ante aquella peste alienígena.

-¿Puedo decir una cosa? Hay una cláusula en el contrato que dice: "Cualquier transmisión sistematizada de posible origen inteligente ha de ser investigada..."

Aquello ya desquició al hombre:

-¡Engendro, venderías a tu madre o...a tu ingeniero o a quien leches te armara! ¡Vete al infierno! –terminó gritando mientras arrojaba la lata de cerveza contra el reproductor de dvd. El aparato chirrió, soltó una humareda y se apagó de repente. El hombre se levantó de malísimo humor, se colocó una chaqueta y salió a la calle sin dejar de rezongar.



                                                                 ***



Paolo Ferretti miró a Ted Archer con incredulidad. Aquello era casi imposible, no podía estar sucediendo, seguramente era un sueño.

Los dos formaban equipo no hacía mucho tiempo, pero estaban bien compenetrados. Paolo era hijo de un emigrante italiano y desde pequeño su pasión había sido la astronomía. Con una licenciatura en telecomunicaciones y un buen trabajo, participaba desde hacía un año en el proyecto SETI@Home. Tenía su potente ordenador personal conectado con el radiotelescopio de Arecibo, en Puerto Rico, al igual que otros muchos millones de colaboradores, escaneando los cielos en busca de alguna señal de vida extraterrestre. La mayor parte de sus horas libres las dedicaba a esto. Más tarde comprendió que era demasiado trabajo para una sola persona y contactó con Ted Archer, tan interesado como él en el tema.

Ya llevaban seis meses trabajando juntos. Un día, Ted le comunicó que algunos radioastronomos sugerían escanear a conciencia el espacio entre las constelaciones de Piscis y Aries. A una distancia de 1000 años luz, una señal catalogada como SHGb02+14a, podía ser una posible candidata.

Y ahora la tenían.

Allí, como un pico montañoso, oscilaba tenuemente en la pantalla. El ruido de fondo acompasaba su estridencia a los vaivenes de la señal. No había duda alguna.

-¿Estás grabando, Ted? ¡Todavía no me lo creo...! ¡Graba todo, todo, que no se pierda nada!

-Lo tengo, Paolo. La cinta es nueva, está grabando desde el principio-.contestó Ted.

Paolo estaba excitadísimo. Su puesto en el proyecto SETI@Home, el 163, en Baltimore, era el primero en haber detectado una señal de vida extraterrestre. Y los datos fluían como un río. Todo estaba claro, el lenguaje binario, el vocabulario transmitido, la expresa voluntad de ser entendidos...

No era una señal cualquiera, era un chorro comunicativo: situación del planeta emisor, coordenadas cósmicas, ADN de la especie superior...Pronto, los sistemas de encriptación del ordenador de Paolo pudieron empezar a descifrar e interpretar el lenguaje y una civilización limpia y luminosa emergía poco a poco de las ondas tras su inmenso viaje espacial.

Los emisores pedían respuesta, querían saber si alguien escuchaba, quién y donde.

Paolo pulsó unas teclas y se encendió un piloto en un interfono.

-¿Qué haces? –preguntó Ted.

-Llamo al puesto 371. Es el más cercano. Ya es hora de difundir lo que hemos encontrado .

Alguien habló al otro lado.

-Puesto 371. Albert Coleman al habla...

-¡Albert, soy Paolo Ferretti, tenéis que ver esto...Os paso las coordenadas, pero no os vayáis a caer de espaldas!

Paolo aún pudo transmitir dos de los datos, pero fue lo último que hizo en su vida. Situado a su espalda, Ted Archer descargó un formidable golpe sobre su cabeza con un busto de Einstein, abriéndole la tapa de los sesos. La sangre salpicó todos los aparatos y se extendió como un lago por la mesa. Ted descolgó la cinta y, dirigiéndose a la papelera, le prendió fuego. Luego sacó una cerveza de la nevera portátil y la abrió con un chasquido. Se la bebió lentamente mientras la cinta ardía hasta quedar reducida a cenizas. Finalmente, encendió un cigarrillo y se volvió hacia el interfono donde una voz seguía preguntando:

-¿Qué sucede? ¿Hay alguien ahí? ¿Dónde está la tercera coordenada?

Ted preguntó a su vez:

-Puesto 371, estáis en Towson, ¿verdad?

-Sí, ¿por qué?

-No os mováis. Ahora os la llevo.

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