Cosmos

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Cosmos se estiró cansinamente a través de varias de las dimensiones adicionales. Hacía tiempo que se aburría de una forma angustiosa. Demasiados eones reducido a su sola presencia desde la fusión universal. Evocaba la infancia, la aventura del ser individual, su juventud como Gaia, cuando todo era aún sorprendente, nuevo, y había muchas cosas afuera que descubrir y dominar.

En su madurez como Galaxia se había sentido potente, tantas almas y cuerpos reunidos, los objetos, toda la materia a su servicio, el progreso acelerado y exorbitante del conocimiento con el objetivo, conseguido hacía tiempo, de la reunión total del mundo en una sola luz. Aún no sabía si aquello había sido bueno o malo, pero veía ante sí una eternidad en solitario y su alma comenzaba a estremecerse.

Recordó cuando de niño hombre discutía con sus iguales sobre el universo y buscó, en las estanterías de una de las dimensiones abiertas, aquellos surcos temporales. Sí, allí dos ínfimos seres humanos se planteaban sus dudas uno a otro.

-¿Crees en Dios? -preguntaba Alfa.

-Creo -respondía Omega-. Pero, para no confundirnos, digo que creo como aquel que, viendo una mariposa de la seda, exclama: "Creo en los gusanos de seda".

-Entonces, según entiendo, no crees que el mundo haya sido creado por él...

-Exacto. Creo que Dios no existe ahora fuera del Universo y que este es su metamorfosis.

-Explica eso un poco más -pidió Alfa.

-Creo que Dios existió alguna vez en una forma que desconocemos y decidió aparcar o abandonar su divinidad, empezando desde cero y metamorfoseándose en mundo -explicó Omega.

-¿Qué quiere decir eso de empezar desde cero?

-Significa que no se convirtió en un mundo completo y perfecto, lindo, con altas montañas y verdes valles, sino en algo que había que construir desde el principio. Había que tomar riesgos, lanzarse a lo desconocido, a la aventura. Él no quiso prepararse un desarrollo trillado y conocido.

-¿Y por qué había de hacerlo de esa manera? -preguntó de nuevo Alfa.

-Seguramente porque ya estaba harto de una eternidad en solitario -repuso su interlocutor.

-Si estaba harto podía haberse suicidado...-sugirió Alfa.

-Te confieso que durante un tiempo pensé que el Big Bang había sido el suicidio de Dios. Y aún no lo descarto. Sin embargo, ahora me decanto más por pensar que fue su metamorfosis. Fuera como fuese, en los dos casos sus problemas vitales debían ser gigantescos. Era el ser más angustiado de todos. Su metamorfosis sigue siendo un medio de escapar de dichos problemas.

-¿Y no podría escapar mejor creando un mundo? -preguntó Alfa.

-¿Solucionarías tus problemas de total soledad durante un tiempo eterno porque te regalaran un juguete? Lo de la creación me parece demasiado infantil. Y lo de la adoración ya es el colmo de la vanidad.

-Tienes razón -concedió Alfa- ¿Pero qué hay de la ciencia, de la relatividad, de la teoría de los cuantos? ¿Qué pasa con el principio de indeterminación, con la inseguridad e impredictibilidad cuánticas?

-Precisamente -apuntó Omega-. El principio de incertidumbre tiene su origen en la firme decisión divina de lanzarse a lo desconocido, al riesgo. Desconozco el mecanismo utilizado, debe ser muy ingenioso el medio por el que instaló una cuota de azar, pero el porqué está claro. Se vetó hasta a él mismo la posibilidad de conocer todo con exactitud, mucho más a nosotros los humanos. No busquemos, pues, determinismo porque no lo hay ni a niveles ocultos, la propia divinidad lo arrancó de raíz, al menos de la textura básica. Otra cosa es la decoherencia y las leyes que operan en el mundo macroscópico. Ahí sí marcó un poco el rumbo al desarrollo del futuro, pero sin concretar nada.

-No obstante -insistió Alfa-, hay detalles científicos como la radiación cósmica de fondo procedente del Big Bang que apuntan a un comienzo homogéneo del Universo.

-¿Y cómo no habría de serlo cuando era la propia divinidad la que se estaba metamorfoseando? ¿Qué podría haber más ordenado que ella, con más baja entropía? Este punto incluso puede ser inquietante y señalar al suicidio si todo tiene que degradarse, al partir de un orden supremo. Pero los científicos dejan de lado demasiado alegremente el aspecto holístico de la cuestión, es decir lo que emerge a partir de las partes. Puede llegar a ser verdaderamente asombroso y crecer de manera impensable.

-O sea, que según tú, el misterio de la flecha del tiempo queda explicado porque se partió del máximo orden, el orden divino.

-Así es, amigo mío.

-...

Cosmos suspiró. Miró hacia los eones que tenía ante sí, solos, sin hálito vital, una pavorosa eternidad. Reflexionó un buen tiempo y después, con firmeza, decidió que era hora de detener la energía del vacío cuántico e incrementar el campo gravitatorio universal. Era hora de recogerlo todo y empezar de nuevo.

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