|Capítulo 1: Stratený Les|

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Stratený Les, Oeste del mundo, entre el Klan de los Nacidos de las Nubes y el Klan Hijos de Tierra.

El viento fresco se deslizaba entre las rocas y las flores que adornaban el paisaje, arrullando los pastizales en una danza delicada. Cada brizna de hierba y cada pétalo liberaban un perfume que se entrelazaba con el aire. A poca distancia de un acantilado, donde la furia de la sangre de Gaia impactaba en las rocas, Gael se acercó a pasos lentos hasta la orilla.

Al llegar, se sentó y una tigresa de pelaje blanco se recostó a un costado suyo.

El hombre juntó los párpados.

Aspiró el aire que revoloteaba entre sus hebras rojas y, como si se tratara de un hechizo, toda angustia que lo había estado acechando se esfumó. Cuando la salada fragancia del mar inundó sus sentidos, una sonrisa se dibujó en su rostro sereno.

Pese a fingir con cierta desesperación que su corazón no lloraba de dolor, era inevitable que —en soledad— las lágrimas no bañaran sus mejillas caobas.

A tales alturas de su existencia, Gael perdió la cuenta de las veces que abandonó las paredes de piedra del Klan para regresar al mismo sitio al que había llegado trece años atrás. Estaba seguro de que ese día sería su décima visita desde la celebración del Nuevo Sol, cuyo evento se realizaba cada doce lunas oscuras.

En ocasiones, se preguntaba por qué continuaba destrozando su alma de esa manera.

Era consciente que nunca volvería a ver a su hija, así que aferrarse a la fe de que otro portal se abriera, solía causarle risa. Sin embargo, también era la única razón por la que no se entregaba al Templo del Lobo, ni se dejaba comer por los Afym.

Izel lo mantenía con vida, la esperanza de estar con ella y abrazarla era un impulsor.

Por ella, no se destruía.

Emitió un suspiro, abrió los párpados y se fijó en Akna. Ella reposaba la cabeza en su regazo, permitiéndole pasar los dedos por el pelaje terso.

—Si no me equivoco, Izel a estas alturas tendrá veintiocho años —musitó. Cuando el Soul elevó el hocico y lo observó, Gael prosiguió—: ¿Crees que se haya convertido en la Guardiana?

Akna ladeó la cabeza a un lado, interesada en el dialecto del Híbrido. Aunque a los segundos terminó por restregar la nariz en su brazo, causando que él soltara una sutil carcajada.

»De regreso, prepararé una deliciosa sopa de verduras y celebraremos que mi hija ha cumplido otro año de existencia. ¿Qué te parece? Se acercan los días en que las Lágrimas de Gaia se congelen por los vientos gélidos, y recuerda, Akna; en ese tiempo, nació Izel.

En respuesta, la tigresa ronroneó. Utilizó la lengua rasposa para besar la piel descubierta de Gael, quien le correspondió el gesto con caricias en las orejas.

Después de diversos minutos, optó por marcharse. No era conveniente que esperara a que las estrellas destellaran en el firmamento o el peligro acecharía. Agarró la bolsa de piel en la que guardaba una cantimplora de agua, hojas que conservaban los alimentos y dagas. También se colgó en el hombro un carcaj y se colocó de pie.

Sacudió el polvo del pantalón y, antes de partir a su destino, dirigió los ojos morados al lugar en el que apareció en Stratený Les por medio de un portal.

Sus labios trazaron una mueca de aflicción.

Siempre que posaba su rostro en esa dirección, soñaba en que admiraba una acumulación de energía rodearlo, con tal de ver a su hija.

Por desgracia, los nativos del Klan de los Nacidos de las Nubes le contaron que él fue el único que logró traspasar el portal desde hacía más de cien años. Las probabilidades de que otro apareciera eran nulas. Incluso así, Gael se aferró a la escasa esperanza que le quedaba.

Dio un último vistazo al acantilado antes de apartarse.

De pronto, una ráfaga de viento lo empujó, provocando que cayera sobre las rocas. Soltó un gemido lastimero. Contempló los raspones en sus brazos. Estuvo a punto de liberar una maldición, mas la presencia de una enorme cantidad de energía hizo que un nudo se le formara en la garganta y el corazón latiera a un ritmo desenfrenado.

Un portal apareció a escasos metros de él.

Desde aquella distancia, percibió la magia vibrante y luminosa, con dos tonalidades intensas de azul y rojo que se entrelazaban en un espectáculo visual fascinante. La estructura era una amalgama dinámica de corrientes energéticas que se arremolinaban y destellaban, creando una especie de vórtice.

Del interior, fueron expulsados Dante y Azael.

Por una fracción de segundo, Dante no escuchó el canto de las aves que revoloteaban en las montañas, tampoco sus propios jadeos. Un zumbido en los oídos le impidió levantarse de la tierra, lo forzó a mantenerse acostado. Si abría los ojos, la vista borrosa lo obligaría a apartarse, así que no lo hizo. Al momento de recomponerse e intentar incorporarse, el cuerpo se tornó pesado.

La cabeza le punzó y las manos se le estremecieron. Pero cuando estas reposaron en la tierra, se paralizó y separó los párpados de par en par. Olvidó cómo respirar.

Tiempo atrás, Gael le enseñó a usar su propia magia para conectarse con la que emitía la naturaleza y detectar las vibraciones de la tierra. Una habilidad única de su Clan. Al percibir esos lares, supo que no se encontraba en Nebesky Les. El frío del Clan de los Hombres Lobo desapareció, reemplazado por calidez y frescura. Además, la energía de los animales del entorno también era distinta.

¿Dónde se suponía que estaba? ¿En verdad acababa de atravesar un portal?

De pronto, el gemido proveniente de Azael lo trajo de vuelta a la realidad.

El desconcierto por la ubicación actual quedó relegado a otro plano, y buscó con prisa la espada de cristal. Una vez que la empuñó, cubrió la hoja con magia, envuelta en una esencia azulada. Con dificultad, aunque ocultando el desgaste de energía, Dante se levantó.

Su mirada airada chocó con el demacrado rostro de su adversario.

Ante esto, Azael tragó saliva. Una mano ejercía presión sobre una herida profunda en el brazo que lo inmovilizaba. Su cara pálida por la constante pérdida de sangre hacía que el frío calara en él, aun así, todavía conseguía mantenerse de pie.

Era consciente de que no podría tener otra confrontación con Dante o moriría.

Ignorando las condiciones del Demonio, el Guardián de los Híbridos se aproximó con las claras intenciones de acabar con aquella vida, con el arma en alto. De inmediato, Azael retrocedió; sin embargo, a causa de la debilidad en el cuerpo, cayó de espalda.

—¡Guardián, déjeme hablar con usted! —exclamó el Duiwel en un esfuerzo por evitar ser atacado—. ¡Guardián, es de suma importancia! ¡Nebesky Les corre peligro!

El moreno alzó una ceja, una sonrisa sarcástica se curvó sus labios en una expresión de desprecio. No le creía. Con un movimiento rápido y preciso, enterró la espada en el hombro derecho del contrario. La hoja metálica penetró la carne con un sonido seco. El hombre herido soltó un sonoro gemido que resonó en el aire. Su rostro se contorsionó en una mueca de agonía, respiración se dificultó y sus sentidos se nublaron.

»Mi Clan fue amenazado por Lesvius, durante más de cuatro años. —A pesar del dolor, Azael no retrocedió. Pasó la lengua por los labios, sopesando las siguientes palabras—. Desconozco cómo lo hizo, pero descubrió que...

Un estruendo ensordecedor interrumpió la dicción del Guardián Supremo de los Demonios, sacudiendo el suelo con una fuerza tan imprevista que los dos guerreros se tambalearon antes de caer al suelo.

Otra vez, Dante fue invadido por el zumbido incesante en los oídos, su cabeza martillaba y se le dificultaba retener las fuerzas en los brazos. Exhausto, recargó la frente en la tierra y un vaho de aliento escapó de su garganta. Azael, debilitado por la pérdida de sangre, se encontraba en una condición que no le permitiría actuar con imprudencia. Aprovecharía la ocasión para descansar, tan solo un poco.

No obstante, la voz de un hombre, que había desaparecido, lo turbó hasta el punto de reunir fuerzas y alzar el rostro. Gael corría hacia ellos.

—¡Dante! ¡Cuidado! —gritó Gael, cuyo rostro se hallaba pálido, su voz temblaba y un sudor frío perlaba su frente—. ¡Ustedes no son los únicos que vendrán! ¡Apártense!

Dante arqueó las cejas en una expresión de confusión.

¿A qué se refería de que no eran los únicos?

La respuesta llegó en otro vórtice que apareció a una distancia prudente. Dante sintió magia provenir desde él. Cogió el arma, agarró a Azar del brazo y corrió lejos.

En cuanto se apartaron de la zona, un choque de energía —originado por patrones disímiles de sellos— arrastró a tres personas desde el otro lado: un hombre de hebras blancas, similar a las Lágrimas congeladas de Gaia y poseedor de unos profundos ojos violáceos. A su lado, un joven de cabello castaño se dejó caer en el verde tapiz con desorientación. La chica, en medio de ambos, poseía cortos cabellos albos, cuyo color se desvanecía en un suave tono naranja en las puntas y raíces, trató de mantenerse en equilibrio.

Pouri —el primero— recuperó el aliento de forma paulatina, su pecho se elevaba y descendía con lentitud. Parpadeó varias veces para ajustarse a la nueva realidad que lo rodeaba. Analizó el entorno con recelo, al tiempo en el que su corazón latía a un ritmo desenfrenado.

El paisaje, ajeno a él, lo descolocó en demasía: árboles frondosos en medio de verdes campos que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. Lo último que recordaba era la contienda contra Jiiuen en Sarxas, un mundo donde la vida era tan escasa que, debido a la falta de aliento de vida, el aire era denso y la vegetación era suplantada por extensas dunas de arena.

La diferencia entre lo que contemplaba y rememoraba era abismal.

¿En dónde se localizaban? ¿Cómo habían llegado hasta ese lugar?

Inhaló despacio y se incorporó con movimientos pausados. Los músculos y el Ha resentían la batalla previa. Las cicatrices invisibles de la lucha se manifestaron en la rigidez de su postura y en el recelo de su mirada. Tambaleó debido al agotamiento, ante lo que Syoxi se apresuró a sostenerlo, quien —al igual que Virav— se percibía igual de confundida y desconcertada, incluso más.

Pouri advirtió cómo las perlas cian del Aisur, que solían brillar con curiosidad y alegría, se colmaban de una capa de perplejidad casi palpable.

Pronto, centró el interés hacia los otros tres sujetos a escasos metros de distancia. A juzgar por las expresiones, vestimentas inusuales y la notable falta de Ha, dedujo que no se hallaba en ninguno de los mundos del reino de Caeles que había visitado con anterioridad. Incluso ponía en tela de juicio que siguieran en el Na'Farko. Por otra parte, Gael estaba igual de anonadado; la incredulidad se reflejaba en cada línea de su rostro.

Desde aquella distancia, se fijó en esos cuerpos que no encajaban en las tierras mortales de Gaia.

Después de todo, jamás llegó a contemplar a un Hombre Lobo con tales características —cabello blanco y ojos violáceos—, pese a que viajó por cada montaña de Nebesky Les. Ellos, más allá del cabello nevado, contaban con luceros rojos que representaban la naturaleza salvaje de sus ancestros y eran acompañados por canes de pelajes oscuros. Regresó la vista a la mujer y con la frente arrugada, se desconcertó todavía más: Syoxi parecía una Hada, pero tampoco encajaba en los rasgos típicos que debía tener una.

Gael respiró hondo, recorrió el último tramo que los separaba de los «extranjeros» y, en el idioma antiguo de Gaia, cuestionó:

—¿Quiénes son? ¿Cómo llegaron aquí un Lobo y una Hada? —Su contemplación se posó en Pouri y Syoxi.

Pouri levantó una ceja. Un rastro de incredulidad atravesó sus facciones en un evidente disgusto que no se molestó en disimular.

¿Lobo? —repitió con un ligero tono de extrañeza, elevando el mentón—. ¿Me ve cara de animal?

Syoxi reprimió los deseos de liberar una estruendosa carcajada.

Ignoro lo que es una Hada, señor —indicó tras carraspear con suavidad—. Soy una Daivat.

El rostro de Gael se transformó en una mueca de desconcierto; el término que Syoxi había usado escapaba de su comprensión.

¿Por qué negaban su origen, su sangre?

—¿Animal? ¿No son un Volk o una Hada? —Gael colocó un dedo en el mentón. La posibilidad de que no entendieran esos términos le resultaba desconcertante. ¿Acaso no eran de Nebesky Les? Decidió abordar esa posibilidad con cautela al fijarse en su protegido—. Dante, ¿son de tu Clan?

—Jamás los he visto —dijo el referido con su típica voz distante. Atisbó con recelo a los desconocidos.

Pouri no había despegado su atención de Gael, conservando la postura erguida, cuya zurda se mantenía en la espalda, y una ligera actitud desafiante que se exhibía en su semblante. La situación, con la creciente confusión, no parecía ofrecer ninguna señal clara de resolución a corto plazo.

—¿Volk? —insistió, con el mentón en alto—. ¿Un Volk es un Lobo? ¿Son parte de un clan?

Al oír a su compañero, Virav no pudo contener la estrepitosa carcajada que estalló en los alrededores, interrumpiendo por una fracción de instante. Tras cortos segundos, se aplacó, dejando una pequeña lágrima enrojecida que rodaba por su mejilla tostada; la cual limpió.

—¿Te han confundido con un animal? —cuestionó—. Eso es nuevo.

Syoxi le propinó un golpe en el brazo para hacerlo callar a la vez que le dedicó una mirada severa. La advertencia no verbal fue clara; debía moderar su comportamiento. Virav captó el mensaje, así que carraspeó con sutileza.

Azael, deseoso de descansar y detener el sangrado de sus heridas, se entrometió en la conversación:

—Caballeros, dama y Guardián Dante, lamento interrumpir de este modo, pero creo que no es relevante si el de ojos morados es un Lobo o no —comentó, señalando con un dedo a Pouri—. Lo relevante aquí es... ¿Dónde estamos y cómo llegamos? Aunque mi interés sí radica en que esos dos no tienen un Soul. ¿Son Desterrados?

Gael parpadeó un par de veces, estupefacto por haber dejado escapar aquel detalle.

Se concentró tanto en los rasgos físicos que olvidó lo importante. Se esforzó por examinar a cada uno de ellos de arriba abajo, buscando alguna señal que los identificara como Desterrados, tal como había insinuado Azael. A pesar de sus esfuerzos, no logró encontrar ninguna pista que corroborara esa suposición. Sin embargo, un ligero escalofrío le recorrió la espalda al darse cuenta de que, además, tampoco percibía la presencia de ningún Soul en ellos.

Lo podía entender del Demonio y de Dante, pero no de los inesperados visitantes.

—Mis disculpas, Guardián Supremo y... ¿Guardián Dante? —El de cabellera rojiza susurró lo último junto a un asombro palpable en la voz. Movió la cabeza a los lados para descartar la emoción que lo embargaba para dirigirse a los otros—. Si ustedes son Desterrados, les pido que se vayan de Stratený Les, por favor.

—¿Desterrados? No. Temo que hay algún tipo de malentendido, señores —intervino Virav con una pizca de urgencia, alzando las manos a la altura del pecho en un gesto pacífico, y dándoles una vertiginosa ojeada—. Mi nombre es Virav Tsarki, soy un Aisur. —Efectuó un ademán hacia sus acompañantes—. Él es Pouri y ella es Syoxi de Vorxeis.

Syoxi esbozó una apacible sonrisa que reflejaba una calma innata, y agitó la mano en el aire.

—Al parecer, venimos de tierras distantes, pero no tenemos intenciones de causarles problemas —dijo al instante, entrelazando los dedos detrás de la espalda en una postura relajada—. Por el contrario, ni siquiera entendemos cómo es que hemos acabado aquí.

«Estoy entendiendo lo que sucede», pensó Gael. Curvó los labios en un gesto de amabilidad. Desechó la idea de que no traían un Soul consigo y se enfocó en lo sustancial.

—Mis sinceras disculpas. —El hombre de piel morena ejerció una reverencia en su dirección—. Mi nombre es Gael Aisa, él es el Guardián de los Híbridos: Dante Abad. —Señaló al hombre de piel morena y el que envainó una espada transparente. Después, apuntó al que estaba impregnado de heridas y poseía ojos rojos—: Y él es Azael, el Guardián Supremo de los Demonios. Les informo que estamos en Stratený Les, las tierras desterradas de Gaia.

»Me gustaría saber qué tanto conocen.

Pouri se sumergió en sus reflexiones por un breve soplo, en un intento por asimilar lo dicho hasta ese punto. Después de un momento de introspección, recobró la compostura. Tomó aire suficiente para pronunciarse:

—Dependerá del reino en el que nos encontremos. —Desvió la mirada hacia los dos Guardianes con una expresión neutra, y luego la volvió a Gael con la misma rapidez y precisión—. ¿Qué tan lejos estamos de Sarxas o de Niarys?

El dialecto desconocido provocó que Gael parpadeara de forma repetida y boqueara otras tantas. Aun así, su sonrisa de hospitalidad no vaciló ni un instante.

A su lado, Dante no podía disimular la tensión que se acumulaba en su postura rígida. Su mano se aferraba a la empuñadura de su espada, con el cuerpo rígido. Sus profundos ojos azules se posaban en los recién llegados. No era de sorprender que desconfiara; él siempre había sido cauto con aquellos que no revelaban sus intenciones o sus orígenes. Evaluaba cada detalle, buscando pistas sobre por qué los extraños no llevaban armas o un Alma.

—Un momento, por favor —pidió el Aventurero que compartía las mismas inquietudes que su protegido.

Pronto, alejó la atención de Pouri para bajar la mirada a su lado derecho, donde la tigresa —que se encontraba sentada— inspeccionaba a los tres presentes. Le acarició las orejas en un suave movimiento, llamando su atención por un instante, aunque terminó por regresarla con severidad a uno de ellos en particular.

»Akna, ¿hay un nido cerca?

En respuesta, el animal retiró la inspección de Virav y ronroneó junto a un meneo de cola. Acción que no pasó desapercibida para el hombre de cabellos albos que entrecerró los párpados con sutileza.

«Entiendo, es mejor irnos. No podemos correr el riesgo de permanecer aquí cuando anochezca», le respondió Gael a su Soul.

—Joven Pouri, temo decirle que desconozco su dialecto e información —dijo, carraspeando—. Con mucho gusto les diré lo que desconocen, aunque primero los invito a que me acompañen a mi hogar. Es peligroso andar en estas montañas durante la oscuridad. Los Afym nos rodearán.

«¿Afym?», el rostro de Pouri se contrajo con un ligero ademán de desconcierto.

Odiaba, en absoluto, sentirse de esa manera: ajeno al mundo que lo rodeaba. Poco le importaba que Virav y Syoxi parecieran adaptarse con naturalidad a la situación; para él, esa sensación era abrumadora y molesta. Todavía más cuando, debido a la forma en la que se expresaban, era evidente que se localizaban más lejos del universo que conocía de lo que lograba asumir en su entendimiento.

Incapaz de rechazar el buen trato que se les ofrecía, con una seña resignada en dirección a sus acompañantes, Pouri aceptó ir con ellos.

—Hombre, si no lo dices claro, no te van a entender —susurró el Aisur con un ligero toque de humor. Acto seguido, giró en dirección a los otros tres—. Será un gusto acompañarlos. Pouri puede hacer el patrón de sellos, así ustedes se despreocupan de gastar Ha.

Si bien Virav se esforzaba por mantener una fachada de serenidad casi imperturbable, ante la presencia de los individuos y el extraño intercambio de palabras, su intento de calma se veía desmentido por la rigidez de su postura y el leve estremecimiento de sus extremidades. Por su parte, Pouri dirigió la atención a puntos dispersos del entorno, como si estuviera buscando algo.

Anhelaba suponer que su incomodidad era resultado de la falta de Ha a los alrededores —por la nula existencia de una Fuente de Vida—. Sin embargo, no descartaba la posibilidad de que también se debiera a la desconfianza latente que el Guardián de los Híbridos reflejaba en sus profundos luceros azules, esos que lo analizaban con una minuciosidad tan penetrante como la profundidad del vasto océano. Esos ojos que, de alguna u otra forma, le recordaban al hermoso éter que veía durante las cálidas mañanas en Sarxas junto a su hija.

Había algo en ellos que desafiaba el tiempo, un eco de lo que alguna vez fue familiar y cálido, pero que ahora parecía distante. Era innegable que la sensación lo cautivaba más de lo que lo desconcertaba; lo atraían con una fuerza que desafiaba la lógica.

«No, nunca lo he visto antes», se dijo Pouri, apartando la mirada del moreno en cuestión.

Mientras tanto, el cansancio se apoderaba de cada fibra del cuerpo de Dante. Cada tanto, las siluetas de los presentes se tornaban borrosas y distantes. El dolor de cabeza aumentaba con los segundos transcurridos. Por lo que le resultó inevitable modular su hostilidad.

—¿Ha? Ni usted ni nosotros comprendemos la lengua de nuestros ancestros, dioses o Clanes —declaró en un tono tosco—. Contestar aquellos misterios, o siquiera tratar de adivinar el significado de su dialecto, nos hará perder el tiempo. Sugiero que terminemos con esto y vayamos con Gael para refugiarnos.

El referido negó con la cabeza y presionó los párpados, al mismo tiempo, liberó un suspiro. Los vocablos que acababa de pronunciar el Guardián de los Híbridos, sumando la entonación, únicamente generó tensión entre los desconocidos, siendo que incluso Virav dibujó una mueca de disgusto que no se molestó en disimular.

«Ah, Dante, te falta mucho por aprender a dialogar entre gente que desconoce tu estatus como Guardián. —Gael soltó otro suspiro y le sonrió a Pouri, queriendo disculparse en nombre del Mestizo—. Aquí verás que nadie te conoce, no podrás ser tan hostil».

—¿Te haces llamar Guardián con tan malos modales? —cuestionó Pouri, dándole un atisbo distante por encima del hombro y empuñando la zurda tras la espalda.

—Pou, mantén la calma —pidió Syoxi en un susurro apenas audible, sujetándolo del brazo.

El líder de los Mestizos apretó los dientes. Respiró hondo y trató de calmarse. Comprendía que se equivocó de palabras, otra vez.

—Joven Pouri, lamento que el Guardián Dante haya actuado bajo sus impulsos y no utilizando la sabiduría de Gaia. Para nosotros, él es un líder. Pero sé que con ustedes la situación es distinta —dijo Gael en un tono apenado. Miró con reprimenda a Dante, quien palideció al instante. Regresó su atención al hombre de cabellos níveos—. Verá, los Afym son criaturas capaces de absorber energía, o en su caso, Ha.

»Quiero suponer que es una clase de magia, poder o habilidad. Por lo que puedo notar, no cargan ninguna clase de armas. El terreno en las montañas y bosques durante la luna es traicionero. Sería imprudente aventurarse sin una protección adecuada.

»Les invito a que nos acompañen para resguardarse. Sin embargo, si consideran que no hay necesidad de refugiarse y prefieren seguir por su cuenta, lo entenderé.

Dante aprovechó el instante en que Gael pronunció el cierre de la conversación para deslizar su espada en el cinturón. Avanzó hasta posicionarse frente a Pouri y efectuó una reverencia hacia él, poniendo una mano detrás de la espalda.

—Me disculpo, joven Pouri, por haber empleado ese tono —expresó, su voz desprendía una indiferencia inherente—. Le ofrezco refugio, de no ser así, solo le rezo a Gaia para que se salven.

El moreno se alejó, en dirección al Oeste. Necesitaba marcharse con urgencia, hallar serenidad. Antes de que el padre de Izel optara por seguirlo, les regaló una sonrisa cortés a los «extranjeros» y se despidió con una media inclinación. Después, Azael imitó esas acciones; no obstante, antes de recorrer el tramo que lo separaba de Gael, susurró: "Que Gaia los proteja", a los tres individuos.

«Gaia ha de ser la diosa de este mundo», asumió Pouri al contemplar a los individuos apartarse.

—¿Ves? Nadie te entenderá si no hablas como es apropiado —murmuró Virav. Poco después, al percibir las nulas intenciones de moverse de su acompañante, le propinó un ligero codazo en un costado—. Vamos o nos dejarán atrás. Lo menos que necesitamos es ganarnos enemigos en lugares desconocidos, para variar.

—Virav tiene razón, aunque su actitud ha sido grosera —murmuró Syoxi, cubriéndose los labios y tosiendo con cierto disimulo, aunque sus ojos lo reflejaban. Pronto, viró hacia Pouri y se afianzó a su brazo—. Si nos ofrecen refugio y comida, ¿cómo podríamos rechazarlos? Tú también necesitas descansar y reponerte.

Si bien Pouri ansiaba que su inexpresividad no resultara alterada por una acción trivial e insignificante, no consiguió evitar rodar los ojos y expeler un cálido vaho de aliento. Emprendió marcha junto a sus acompañantes.

Syoxi hizo una sencilla celebración, dando un saltito.

—No me negué a su hospitalidad —recordó Pouri en un susurro.

Glosario:

Nuevo Sol: Año nuevo (en esta etapa el sol se tiñe de rojo para demostrar que está naciendo otro, un nuevo sol).

Lunas oscuras: Cada luna oscura equivale a un mes, por lo que doce lunas, sería un año transcurrido en Stratený Les y Nebesky Les.

Volk: En el idioma de Gaia significa "lobo''. A los habitantes del Clan de los Hombres Lobo se les suele llamar de esa manera.

Klan/Clan: Territorios en Nebesky Les y Stratený Les que se dividen por bloques. 

Desterrados: Gente que no vive en ningún Clan, rechazando la existencia de Gaia y buscando la manera de herir la naturaleza. No tienen un Soul.

Sarxas: Mundo de Titanes en el reino de Araxú.

Niarys: Mundo de Elfos (aunque también es el nombre de la hija de Pouri).

Energía: Sistema de magia de Nebesky Les y Stratený Les.

Ha: Aliento de vida (sistema de magia del Na'Farko).

Nido: Son cuevas subterráneas en el que los Afym utilizan como refugio. Cuando llegan a unas tierras, excavan y se esconden. También hace referencia a cuando los Afym están en grupo, por lo regular, entre diez y quince.

Vorxeis: Mundo del reino de Liafer.

Fuente de Vida: Es el núcleo de un mundo, el cual desprende Ha para la raza que en él habite (en el Na'Farko).

Aventurero: Es un título que se otorga una vez que una persona termina con su etapa de aprendizaje y decide ser un aventurero. Esto consiste en viajar por todas las tierras de Nebesky Les para descubrir nuevos minerales y joyas o nueva vegetación.

¡Gracias por leer!

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