28

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Nunca me había sentido tan sola como ahora.

Al entrar, paso sollozando frente al espejo de la habitación del hotel y me fijo en el penoso reflejo que me devuelve la mirada. El maquillaje tan hermoso que llevaba esta noche ha quedado completamente arruinado y pegado a mis rostro en una especie de máscara que lo mezcla con mis lágrimas. La imagen es una representación perfecta de lo mal que me siento por dentro, y eso solo me hace llorar con más fuerza antes de quitarme los tacones de una patada y correr al baño.

Llevo meses trabajando para sentirme fuerte y segura de mí misma sin necesidad de que mi autoestima dependa de nadie, pero ahora siento que nada de eso ha servido. Tal vez haya dado grandes pasos en este largo y difícil camino, incluso hay cosas de mi vida que han cambiado gracias a ello, pero ahora veo que hay algo que no he podido cambiar por mucho tiempo que haya pasado y trabajo psicológico cada semana. La compañera de piso chillona ha traído a sus amigas y ahora me encuentro en el centro de un festival de berridos, encogida en una bola mientras rezo porque todo termine cuanto antes.

Sigo enamorada de un hombre que nunca me corresponderá.

Entre suaves sollozos, busco las toallitas desmaquillantes y empiezo a lavarme la cara, evitando fijarme en mi reflejo para no volver a enfrentarme a la patética realidad en la que se ha convertido mi vida. Con la violencia de la frustración que siento, froto mi rostro con toallitas, agua y jabón hasta que no sale un solo resto de maquillaje. Ahora que mi máscara ha desaparecido, siento la necesidad de quitarme este estúpido vestido. No puedo creer que me sintiera tan guapa y sexy con él al principio de la noche porque ahora solo me siento una mujer tratando de fingir ser alguien que no es.

Al salir del baño, consigo escapar de la prisión en forma de vestido rojo y ponerme mi sencillo pijama de nubecitas. Ahora que me he quitado toda la fachada tras la que me había ocultado esta noche, me siento en el sofá junto al amplio ventanal sin tener nada que hacer más que mirar la ciudad a través del cristal. Todo el mundo está ahí fuera hablando del festival, de mi película, de mis compañeros de Hollywood... En resumen, de todo de lo que acabo de huir. Buscando algo que hacer para ocupar mi cabeza en otra cosa que no sea llorar, mi mente recuerda las palabras de Mike: «cuando estés triste, pon siempre el canal de cotilleos. Te sorprendería lo fácil que es evadirse de todo al enterarte de que Kim Kardashian ha perdido un pendiente en los mares de su isla privada». El recuerdo de mi agente y mejor amigo me hace querer llamarle, pero la diferencia horaria me impide tener contacto con nadie que no esté en Europa sin interrumpir su sueño.

Al encender la televisión, busco el canal de cotilleos y pongo los subtítulos. Como era de esperar, están comentando la vestimenta de los invitados al festival de Cannes. Sorprendentemente, escuchar a las tres mujeres y dos hombres criticando a las personas que han asistido al festival del que acabo de salir corriendo, me hace sentir bastante mejor. En lugar de pensar en lo patética que es mi situación, me concentro totalmente en juzgar el estilismo de todos aquellos que aparecen en pantalla como si me fuese la vida en ello.

«¡Atención, queridas cotillas, tenemos una noticia de última hora directamente desde TMZ!».

La presentadora domina la pantalla en un primer plano mientras la palabra "exclusiva" brilla en un color rosa brillante al pie de la imagen. El cambio en el tono del programa apenas me afecta, ya que las primicias de este tipo de programas suelen ser tonterías sobre famosas poniéndose el mismo conjunto que otras, pero las palabras que pronuncia después me hacen poner los cinco sentidos en la pantalla.

«Una fuente anónima acaba de mandar al conocido portal una gran cantidad de información acerca de lo que probablemente será el chisme del año, ¡de la década incluso! Acabamos de saber nada más ni nada menos que... ¡Stella Hill le ha puesto los cuernos a Nathaniel Scott!».

El grito ahogado que escapa de mi garganta se mezcla con las exageradas y variopintas reacciones de los tertulianos. Sintiendo cómo tiembla mi cuerpo, cojo el mando y subo el volumen a pesar de que no entiendo lo que dicen y estoy leyendo los subtítulos.

«Pero Chloe, ¿cómo puedes fiarte de una fuente anónima con algo tan serio sobre dos de las estrellas más queridas de Hollywood?», pregunta una de las mujeres, dando pie a la jugosa respuesta de la presentadora.

«¡Porque tenemos todas las pruebas, Camille! ¡Esa misma fuente nos ha hecho llegar capturas de pantalla, vídeos y todo tipo de cosas! Y por supuesto... ¡tenemos todo eso aquí para que nuestros telespectadores puedan verlo con sus propios ojos! TMZ ha publicado recreaciones de las conversaciones reales, pero aseguran que tienen las verdaderas, ¡y ya sabes que nunca mienten cuando se trata de chismes de este calibre».

Las fotos y vídeos de un chat empiezan a sucederse, mostrando decenas de conversaciones con fechas a lo largo de los últimos años entre dos personas que ligan entre ellas. Incluso se ven los vídeos de las cámaras de seguridad de un hotel en el que se puede distinguir a Stella y a otro hombre compartiendo algo más que palabras junto a un ascensor.

«¡¿Pero quién podría querer ponerle los cuernos a un hombre como Nathaniel Scott?! ¡¿Quién es el otro?!», exclama uno de los hombres con toda la indignación del mundo, representando perfectamente lo que yo siento.

«Parece ser que es... ¡Dean Smith, el rompecorazones de Hollywood!».

«Pues son tal para cual porque ese cerdo es...».

Las palabras de la televisión se ven interrumpidas por el irritante ruido del teléfono de la habitación, haciéndome pegar un salto del sofá. Confusa ante la llamada a estas horas, cojo el teléfono sin saber muy bien qué esperar.

-Señorita Knightley, acaba de llegar un hombre que asegura necesitar hablar con usted ahora mismo. Parece tener mucha urgencia y no le acompaña nadie más, ¿le permito subir?

-Sí, no se preocupe. Si resulta ser una visita indeseada, se lo haré saber -respondo, sabiendo que me arriesgo a que sea un loco, pero si tiene tanta urgencia por hablar conmigo, tal vez le haya enviado Mike al haberse enterado de mi espantada.

-Perfecto, ahora mismo se lo hago saber, señorita. Buenas noches.

Apenas me da tiempo a volver a prestar atención a la televisión porque en menos de dos minutos de reloj, escucho cómo alguien llama a mi puerta con urgencia comedida. Antes de abrir, compruebo que estoy vestida completamente, aunque sea con mi pijama de nubecitas, y suspiro al ver que tengo los ojos hinchados de tanto llorar, como si fuese la novia cadáver. Ignorando mi horrorosa apariencia, abro la puerta y me encuentro con la última persona que esperaba ver.

-Esme, soy un idiota.

Nathaniel Scott está parado frente a mí con un ramo gigante de rosas rojas, tratando de recobrar el aliento. Lleva puesto el mismo traje con el que ha asistido al festival, pero casi parece haber sido arrollado por un autobús. Si no fuera porque es completamente imposible, diría que ha venido corriendo hasta aquí.

Las cuatro palabras salen de su boca en cuanto abro la puerta, como si las hubiera tenido en la punta de la lengua desde hace horas. Su presencia aquí después de todo lo que ha pasado hoy, después de todo lo que he llorado por él, me parece tan surrealista que mi cerebro empieza a funcionar en piloto automático.

-¿Qué...qué haces aquí?

-He venido a hacer lo que debería haber hecho hace diez años -responde con la tristeza y el dolor reflejados en sus ojos azules-. Debo pedirte perdón por haber sido el gilipollas más grande del universo y tengo que dejar de ser un cobarde de una vez por todas. Sé que no me merezco ni un solo segundo de tu tiempo, pero te pido de rodillas que me escuches, aunque sea unos minutos. Sé que yo no te merezco y probablemente nunca lo haga, pero tú sí mereces que te trate como debería de una vez por todas. ¿Puedo... puedo pasar?

La pregunta, en apariencia sencilla, desata un debate encarnizado entre sentimientos encontrados en mi interior. Mi cerebro empieza a gritarme que no, que no vuelva a caer en la trampa porque solo conseguiré que me rompan el corazón aún más si es posible. Por otro lado, ese mismo corazón me exige que al menos le dé la oportunidad de decirme lo que necesite. Ha salido corriendo en mitad del estreno de nuestra película para seguirme, tiene que ser por algo importante..., ¿no?

Tal vez sea una idiota masoquista, tal vez esté volviendo a cometer el mismo error y tropezando una y otra vez con la misma piedra, pero sé que si le dejo marchar sin escucharle, no me lo perdonaría en la vida.

-Pasa -murmuro antes de cerrar la puerta y hacerle un gesto hacia el sofá para que se siente junto a mí.

-Veo que no han tardado ni un segundo en publicar lo de Stella -comenta mirando a la televisión con el triste esqueleto de una sonrisa en sus labios-. Se lo he mandado todo a TMZ de camino aquí y ya está por todas partes. No esperaba menos de ellos.

-Espera, espera, ¿has sido tú el que les ha mandado todo eso?

Nate asiente y suspira, cerrando los ojos un breve instante como si tuviera mil cosas en la cabeza que necesitara poner en orden en el menor tiempo posible. Cuando vuelve a abrirlos, mira al ramo que tiene en la mano y parece decidir que eso es lo más sencillo de abordar por el momento.

-Te he comprado flores de camino. Sé que te gustan las rosas y quería que fuesen del mismo color que tu vestido de esta noche porque estabas realmente preciosa. Siempre lo estás, pero con esa sonrisa en la cara relucías como una verdadera esmeralda.

Con un suspiro, cojo las flores y las sustituyo por un ramo que hay en agua sobre la mesa antes de volver a mirarle.

-Nate, llevas meses ignorándome después de salir corriendo de mi casa, subiendo publicaciones sobre lo mucho que adoras a tu novia e incluso se rumoreaba la posibilidad de boda. No sé por qué has venido aquí esta noche, si es por pena, para hacerme más daño o porque acabas de descubrir que tu novia te pone los cuernos, así que si es alguna de las anteriores, puedes marcharte por donde has venido. No soy el segundo plato de nadie y ya he aprendido que no necesito estar en una relación para ser feliz. Ya va siendo hora de que ponga mi bienestar primero en lugar de mis estúpidos sentimientos.

-No, Esme, todo lo contrario -murmura con tristeza, alargando el brazo en un amago de agarrar mi mano pero conteniéndose al darse cuenta de que no es el mejor momento para hacerlo-. Quiero explicarte todo, y cuando digo todo, me refiero a la explicación de todas las estupideces que he hecho desde que te conocí hasta hoy. Te pido por favor que me escuches y si después de todo quieres echarme a patadas, lo aceptaré sin rechistar porque estarías en todo tu derecho. Si no quieres volver a verme después de saber toda la verdad, te juro que desapareceré de tu vida para siempre.

Nate me mira con intensidad y puedo ver que tiene un millar de cosas en la cabeza que necesita decirme. Teniendo en cuenta lo que ha pasado con Stella, nuestros antecedentes antes de diciembre y el ramo de rosas... ¿y si lo que quiere decirme es algo bueno? Yo también actué con cobardía y estupidez hace diez años y ahora he madurado. ¿Y si la verdad de la que habla justifica su comportamiento?

-Está bien, te escucharé.

-Cuando te conocí, me quedé completamente prendado. No solo eras preciosa, sino que tu personalidad brillaba más que nada. Siempre he pensado que tu nombre te hace justicia exactamente por esa razón, ¿sabes? -dice Nate y sonríe nostálgicamente, sin dejar de mirarme a los ojos-. Cuanto más te conocía, más me enamoraba de ti, pero también me convencía cada vez más de que no te merecía. Tal vez fuese un niño ciego, inmaduro e idiota por no darme cuenta de las señales que podías estar mandándome sobre tus propios sentimientos, pero decidí que tenía que olvidarme de ti porque dolía demasiado estar enamorado de alguien que no me correspondía. Entonces nos hicimos conocidos en Hollywood y Stella entró en mi vida, seguramente queriendo beneficiarse de la fama que estaba adquiriendo. ¿Y qué hice yo como niño básico e idiota? Intentar sacar un clavo con otro. Por eso cometí los dos primeros errores de mi vida: empezar a salir con Stella y alejarme de ti. Supongo que los años me engañaron, porque hasta el año pasado, estaba convencido de que te había superado, pero entonces nos reencontramos y supe que seguía enamorado de ti. Que nunca había dejado de estarlo -Nate hace una pausa y evita mirarme, con la tristeza y la vergüenza pintadas en el rostro-. Ambos teníamos pareja y obviamente no podía hacer nada. Entonces empezaste a contarme todo lo que te hacía Ryan y quise matarle por hacerte daño. Me alegré mucho cuando rompiste con él, no porque así podría tener mi oportunidad, sino porque te merecías ser feliz y sanar después de todo ese daño.

-¿Y por qué no me dijiste todo esto entonces? ¿Qué era lo que te frenaba?

-Después de esa relación, merecías tener tiempo para sanarte y recordar lo mucho que vales, no tener a un idiota cobarde revoloteando a tu alrededor como un buitre buscando carroña -responde y en sus ojos veo honestidad y cariño verdaderos-. Cuando viniste a mi casa y casi nos besamos, supe que tenía que terminar con la farsa de mi relación. No soy idiota y Stella tampoco es la mujer más inteligente del mundo, así que ya me olía sus cuernos desde hacía meses. Fue Oliver el que me mandó el vídeo de prueba y esa misma noche tomé la decisión de actuar. Sin embargo, cuando se lo dije, amenazó con arruinar mi carrera profesional y mi imagen si la dejaba. Durante estos cinco meses, ha amenazado con publicar que soy un maltratador si no hacía todo lo que ella decía. Fui un idiota, Esme. Te hice daño por miedo a una bruja como Stella, dándote esperanzas y luego echándome atrás como una rata cobarde. Por eso he contado la verdad sobre ella, para que la gente sepa el tipo de persona que es en caso de que quiera contar mentiras para perjudicarte. Jamás podré pedirte perdón como mereces, pero lo siento de verdad. Tu corazón es demasiado puro para ser roto por alguien como yo.

Unas lágrimas empiezan a caer por mis mejillas tras escucharle y noto los sollozos haciéndome temblar. Con todo el cuidado del mundo, Nate alza la mano para secar mis lágrimas, y veo cómo sus propios ojos se nublan por estas.

-¿Y por qué te has chivado a la prensa sobre Stella? ¿Por qué arriesgas tu carrera y reputación viniendo aquí ahora?

-Porque te amo, Esme -responde sin un ápice de duda en su voz-. Te amo desde que te conocí y me da igual lo que me pase como respuesta a mis acciones si eso significa que puedo hacerte feliz. Me da igual si no vuelvo a conseguir un papel, si la gente me odia o si Stella miente sobre mí. Lo único que me importa ahora es pedirte perdón por haberte hecho daño y hacerte saber que soy tuyo, pase lo que pase. Mi corazón te pertenece y eso nunca cambiará, aunque tú no me correspondas.

La voz de Nate pronto se extingue y veo cómo una lágrima solitaria cae por su mejilla. Su confesión ha desatado el ejército de mariposas en mi estómago, haciéndome sentir como la mujer más importante del mundo porque sé que todo lo que ha dicho es verdad. Ahora que Nate me ha explicado todo, entiendo mucho mejor su comportamiento. Sí, no justifica el daño que me ha hecho, pero lo explica y necesitaba esa explicación para tener un poco de paz en mi alma. No solo eso, sino que se ha disculpado a lo grande, rompiendo con su novia y arriesgando su carrera en el intento. Pero supongo que ni siquiera necesito convencerme a mí misma de lo que voy a hacer porque, por mucho que quisiera negarlo u olvidarlo, estoy igual de enamorada de Nate Scott como el primer día.

Tal vez todavía tenga poca fuerza de voluntad y seguridad en mí misma, pero tengo la suficiente como para no consentir que gente tóxica vuelva a entrar en mi vida, y este no es uno de esos casos. Tanto Nate como yo hemos cometido errores y ambos nos hemos hecho daño, pero merecemos el perdón.

Al fin y al cabo, nunca hemos dejado de ser dos idiotas enamorados.

-Te perdono, Nate -respondo al fin, sonriendo tras las lágrimas-. Sé que me has hecho daño, pero también sé que ahora has sido completamente honesto, lo cual me alivia, porque yo también te amo con locura. Ambos hemos cometido errores y hemos sufrido por ellos, pero no tenemos por qué seguir haciéndolo. Te quiero, nunca he dejado de hacerlo y nada me haría más feliz que estar contigo. Haré lo que sea para proteger tu carrera, lo que sea...

Una sonrisa se abre paso en los labios de Nate y veo cómo se acerca a mí, temblando ligeramente por todas las emociones vividas en el momento. Con los ojos cerrados, espero el tacto de sus labios que, esta vez, por fin llega. Cuando me besa, siento mi corazón a punto de salir de mi pecho y le devuelvo el beso con pasión, tratando de transmitir todo lo que siento por él con este gesto.

Nate se separa de mí al cabo de unos minutos y me toma de la mano, temblando todavía, aunque por su sonrisa, deduzco que es por emoción. Yo le sonrío de vuelta, sin saber muy bien qué esperar.

-Gemita -dice, cargando esa palabra con todo el amor que tiene dentro-, ¿quieres salir con este idiota amante de los karaokes, las novelas clásicas y las coreografías dignas de Broadway que inventa contigo?

Su pregunta me hace reír y asiento sin dudarlo.

-Nunca en la vida he querido nada más que eso.

La sonrisa de Nate se ensancha y vuelve a salvar la distancia entre ambos para encontrar mis labios con los suyos, estrechándome entre sus brazos y besándome como nadie nunca me había besado. Es ahí, refugiada en su abrazo, donde por fin recuerdo lo que hacía años había olvidado.

Es en brazos de Nate Scott donde por fin recuerdo lo que es ser feliz de verdad.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro