🧸 Día dos

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Después de que Tsuki tomara su jugo de naranja mezclado con el supresor, se la pasó todo el día mirando televisión con un pequeño puchero en sus labios, siempre hacía eso cuando estaba muy concentrada haciendo algo. La alfa se encontraba a su lado con el celular en sus manos hablando con una compañera de clases preguntándole si ella podía pasar a dejarle las cosas que hicieron en clase durante la semana.

—Alfa...—La llamó apoyando su cabeza en su hombro.

Siyoon desvió la vista de su celular hacia Tsuki y sonrió.—¿Qué pasa, cosita?

—Hambre.

—Ya veo, ¿quieres unas tostadas con dulce de moras y café?—Preguntó y la omega asintió con la cabeza.—Muy bien, espera aquí.

Se levantó del sillón dejando su teléfono en la mesa y fue hasta la cocina para preparar una rica merienda para la omega y ella. Por lo que Tsuki le había dicho, tenía que tomar los supresores cuando desayunaba, merendaba y cenaba, en la hora de merendar la pastilla tenía que estar entera y no disuelta como en el desayuno y cena, no entendió muy bien el por qué pero lo haría de esa manera de todas formas.

También se dió cuenta que Tsuki no hablaba mucho durante su celo, a ver, si es verdad que su amiga naturalmente era de pocas palabras, pero en su celo solamente decía palabras sueltas o frases muy cortas. Parecía una niña a pesar de tener 21 años, pero para Siyoon era lo más tierno que pudo haber visto, la peli castaña jamás la había visto en celo y era la cosita más tierna y abrazable que vió en su inútil vida de 19 años.

Estaba segura que no todos los omegas se comportaban así cuando estaban en celo, otros eran algo violentos o enojones, otros que su lado sexual estaba más presente y así.

Una vez tenía todo listo lo llevó hasta la mesa ratona y volvió a la cocina por el supresor y un vaso de agua, cuando la omega vió la pastilla automáticamente empezó a negar con la cabeza.

—No, no...

—Tienes que tomarlo, cosita.—Dijo dejando el vaso en la mesa.

—No, alfa, no.—Negó abultando sus mejillas.

—Tienes que hacerlo, abre la boca.—Demandó con voz tranquila pero la omega volvió a negar.—Tsuki...

—¡No!—Gritó y la alfa soltó un suspiro.

Tsuki le había comentado que su omega era demasiado terca a la hora de tomar los supresores si se los mostraban, se negaba y hacía berrinches para no hacerlo. Más de una vez Sheon la obligó a tomarlos a la fuerza, ya que muchas veces la tuvo que perseguir por todo el departamento para que los tome, claro que nunca llegó a golpes o algo parecido, simplemente la alfa la chantajeaba con no comprarle más pollo frito y la omega accedía a regañadientes.

—Bien, no lo tomes entonces.—¿No pasaba nada si no tomaba el supresor que le tocaba a la merienda, verdad?—Pero después de cenar te vas a bañar.

La omega sonrió victoriosa y empezó a comer tranquila, el resto de la tarde se la pasaron viendo películas hasta la noche. La hora de la cena pasó y Siyoon estaba batallando con una omega berrinchuda que no quería meterse a bañar.

—¡Antes me habías dicho que si te bañarías y ahora me dices que no quieres!—Alzó la voz mirando a la omega con el ceño fruncido y con las toallas en las manos.

—¡No quiero!—Dijo cruzada de brazos sentada en su cama mientras le daba la espalda a la alfa.

—¡Tsuki!

—¡Ducha no!

—Eres peor que un...argh.—Dijo hastiada. Dejó las toallas a un lado y se acercó a Fukutomi, se agachó a su altura y la observó.—Cariño, ¿tú quieres que alfa esté triste?—La omega negó con la cabeza.—Por que alfa se pondría triste si no te duchas, tienes que hacerlo, así estás limpiecita y lista para dormir. Además, si lo haces te doy una recompensa, ¿quieres?—La omega asintió y Siyoon sonrió victoriosa.

[🧸]

Era lunes, por lo tanto el segundo día del celo de Tsuki, después del baño la omega cayó dormida al instante cuando su cuerpecito tocó el colchón de su cama. La recompensa que le prometió Siyoon fue un pequeño besito en la mejilla de la menor, esto la hizo sentir muy bien ya que según su instinto estaba siendo una buena omega para la alfa.

La alfa se encontraba triturando el supresor para mezclarlo con el batido de moras, mientras lo revolvía, una omega con las mejillas rojas y cabello despeinado apareció a paso perezoso en la cocina, caminó hasta la alfa y apoyó su cabeza en el hombro de esta para ver lo que hacía.

—Mía.—Y para recordarle eso también.

Siyoon rió bajito y le entregó el batido dejando besito en la frente.—Claro, cariño, es tuyo. Ve a sentarte, ya llevo lo demás.

Tsuki le hizo caso y se dió media vuelta para caminar hasta el sillón con la bombilla en la boca degustando el sabor del batido, pues el mueble era más cómodo que las sillas de la mesa. Estaba por llegar pero no contó con que sus piernas flagearan y cayó al piso de rodillas manchando el suelo con la bebida.

Siyoon salió corriendo de la cocina al escuchar el estruendo, lo primero que vió fue a la omega tirada en el piso y la bebida desparramada por doquier. La alfa la observó con los ojos bien abiertos y cuando apenas cruzaron miradas... Tsuki empezó a llorar.

—No, no llores, cosita.—Se acercó a la omega y la tomó en brazos levantándola del suelo.—¿Te duelen las rodillas?—La omega asintió con la cabeza escondida en el cuello ajeno mientras lloraba debido al dolor.

La alfa rodeó la mancha del batido del suelo y depositó a la omega en el sillón, esta no quería soltarse del cuello de la alfa por nada y lloriqueó más cuando esta intentó separarse.

—Alfa...n-no.—Sollozó.

—No me voy a ir a ningún lado, pequeña.—La calmó secándole las lágrimas.—Tengo que limpiar esto y luego te haré otro batido, ¿bien?

La omega asintió y se soltó de la alfa, Siyoon no tardó tanto en limpiar el desastre agradeciendo que el vaso no se haya roto en mil pedazos por que eso sí pudo lastimar gravemente a la omega. Hizo otro batido y luego fue por una pomada para los raspones de sus rodillas, solo que hubo un pequeño problema... se había olvidado del supresor.

Tsuki estuvo pegada a ella durante todo el día pidiendo mimos y caricias en su cabello, Siyoon sentía que se iba a desmayar de la ternura. Fukutomi jamás era así de cariñosa con ella a pesar de ser su mejor amiga, normalmente la castaña era la más cariñosa de las dos, cuando la abrazaba la omega la apartaba mientras se quejaba, pero ahora tenerla sentada en su regazo apunto de dormirse en su hombro era algo que nunca pensó que pasaría.

—Eres mucho para mi corazoncito.—Murmuró mientras observaba como poco a poco la omega se iba durmiendo en su hombro.

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