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Yoongi sirvió el desayuno en silencio mientras se sentaba en la mesa del comedor. Jimin tomaba de su mini taza en silencio y con la vista totalmente fija en la madera donde estaba sentado.

Todavía estaban en silencio.

Min supuso que al pequeño le iba a costar poder soltarse y contarle qué era lo que le ocurría, mas no quería presionarlo, no por el momento. Jimin lo miraba de reojo esperando que Yoongi le dijese algo, pero agradeció que éste prendiese la televisión y no le preguntara. Sería complicado explicarle su situación sin terminar quedando peor.

Al final, la mañana había pasado de lo más aburrida.

Jimin suspiró por quinta vez en lo que llevaba de día luego de que Yoongi se despidiera de él horas antes. Se sentía solo en un lugar tan grande y vacío como lo era el departamento de Yoongi. Estaba sentado en medio del sofá con la vista perdida en el techo y un vacío tremendo en el estómago. El hambre también se estaba volviendo un problema.

Entonces se sentó de golpe en el sofá y una sonrisa se formó en su rostro.

Tenía una idea.

Yoongi gruñó resolviéndose el cabello desesperadamente, no podía concentrarse en leer los contratos, por su mente sólo pasaba la imagen del pequeño llorando y, siendo sinceros, le causaba demasiada ternura. Y lástima, por supuesto. Él quería ayudarlo, saber qué le había ocurrido y serle útil, pero Jimin parecía mucho más cómodo sin hablarle del tema y el prefería mantenerse en el margen.

—Joder —maldijo mirando su portátil. Había buscado en internet maneras de hacer que la gente creciera, pero todas eran consejos para niños de tomar mucha leche o comer saludablemente. No podía hacer nada si Jimin no cooperaba.

Dejó los papeles de lado y tomó su celular dispuesto a llamar a su casa, quizás si Jimin era lo suficientemente rápido él podría contestar y hablarían. Necesitaba cerciorarse de que el pequeño estaba bien, de que nada le había pasado.

—No has avanzado nada —comentó su mejor amigo mientras entraba tranquilamente a su oficina. Yoongi gruñó asintiendo.

—No estoy bien —se justificó refregándose los ojos.

—Vete Yoongi, es mejor que estés en tu casa y sin servir para nada, a que estés acá molestando y ensuciando los papeles —aconsejó su amigo con una sonrisa mientras tomaba los contratos. Yoongi asintió y se levantó tomando su maletín.

Por algo era su mejor amigo.

—Gracias Baek, te debo una. —Sonrió antes de salir de su oficina como si lo persiguiera el diablo. Ese día iba a saber qué había pasado con Jimin, por las buenas o por las malas.

Abrió la puerta mientras controlaba su respiración, apenas si había tardado unos 40 minutos para llegar, y, con el apuro y todo, casi perdía su maletín en uno de los trenes.

Estaba un poquitín desesperado.

Sintió al instante el olor a comida entrar por sus fosas nasales y frunció el ceño, extrañado. También no pudo ignorar la música que sonaba por toda la casa, algo parecido a la música que su madre escuchaba, y eso lo extrañó aún más.

Dejando su maletín en la puerta el entró en la cocina, sorprendiéndose al instante. Jimin se había armado un sistema de cocina ideal para su altura, con todas las cosas que había encontrado por toda la casa. Ignoró el hecho de que su cepillo de dientes estaba colgando de un hilo del techo, y se acercó a Jimin quien cantaba a todo pulmón mientras preparaba un tremendo plato de pasta. Tremendo para su tamaño.

—Uhm. —Se cruzó de brazos, y Jimin saltó en su lugar, golpeando un lápiz que activó un mecanismo, apagando la música al instante.

—H-Hola Yoongi —musitó el pequeño mientras hacía una rápida reverencia. Yoongi suspiró y arqueando una ceja se acercó aún más.

—¿Puedo saber que le has hecho a mi cocina? —inquirió ocultando con mucho esfuerzo una sonrisa.

—E-Eh, tenía hambre...Y-Y s-soy muy ch-chiquito —se excusó Jimin mientras jugaba con la tela de su camiseta. Yoongi sonrió.

—Te cocinaré, ¿está bien? Pero no vuelvas a hacer tanto desastre, a la próxima llámame —le explicó Yoongi mientras se arremangaba la camisa y comenzaba a guardar todo lo que veía fuera de lugar.

Jimin asintió, mas sus ojitos estaban más concentrados en las manos y los brazos de Yoongi que en otra cosa. Algo que había notado gracias a todas las veces que Yoongi lo había tomado en brazos, y no se podía mentir, le encantaba lo musculoso que era Yoongi.

Se sonrojó tapando su cara con las manos y suspiró, no sabía cómo tomarse lo que le pasaba por la cabeza.

Se sentía mal, raro.

Yoongi miró de reojo a Jimin, notando que el cambio en la actitud del pequeño. Abrió uno de los cajones de la cocina sacando una caja de galletas y se las puso frente a él, con una sonrisa.

—Come alguna en lo que hago la comida, ¿sí? —murmuró antes de darle la espalda y seguir ordenando. Jimin lo miró sintiendo su corazón latir de felicidad y no pudo evitar sonreír de oreja a oreja, mientras luchaba por abrir el paquete.

Yoongi era su salvador.

Su todo. 

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