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Jimin gruñía por lo bajo mientras se hundía aún más en el agua. Debería estar disfrutando del baño, pero sólo podía murmurar por lo bajo y hacer burbujas con el jabón.

Estaba cansado, irritado, su estatura lo tenía hasta la coronilla. Llevaba ya 4 semanas, 2 días y 7 horas bien contadas desde que estaba conviviendo con Yoongi, no es necesario aclarar el estorbo que se sentía.

—¿Ya has terminado? —Oyó del otro lado de la puerta y se metió la cabeza en el agua, agobiado. Si fuera por él, se quedaría todo el día ahí metido—. Jimin, ya hace frío, te enfermarás —espetó Yoongi antes de abrir la puerta. Jimin gruñó por lo bajo y se hizo una bolita.

—No quiero salir —se quejó mirando al mayor de reojo. Yoongi sonrió de lado y el corazón de Jimin se encogió. Dios, que hermosa sonrisa. Últimamente el mayor sonreía más, no era tan gruñón e incluso llegaba a bromear, cosa que lo ponía muy nervioso.

Demasiado.

—O sales por tu cuenta o te saco yo —habló Yoongi amagando con tomarlo entre sus manos y Jimin se sobresaltó tomando la mini toalla que tenía a su lado, atándosela a la cintura.

—Te podría denunciar por intento de violación —amenazó el pequeño mientras sacudía su cabeza como perro. Yoongi rió y destapó la cañería dejando que el agua fluyera. No quería ni imaginarse lo que sería o cómo sería violar a ese pequeño.

Joder, que horrible imagen mental.

—Y yo a ti por intento de robo y daños y perjuicios. Me has roto ya 3 platos y 2 vaso, también me has tirado la l... —enumeraba Yoongi, desviando el tema mientras guardaba todo en su respectivo lugar.

—¡Bien! Ya entendí, soy torpe —confesó Jimin, tomando un pedazo de papel higiénico para secarse el cabello. El mayor tomó el trozo sin sacar su sonrisa y comenzó a secarle el cabello con los dedos. Jimin suspiró cerrando los ojos. Se sentía tan bien el ser mimado por Yoongi, le encantaba.

—Te comportas como un niño cuando en realidad tienes 17 años —murmuró Yoongi burlón, despertando al pequeño de su ensoñación.

—Casi 18, para tu información —respondió con fingida altanería Jimin.

—¿Cuándo es tu cumpleaños, "bebé"? —inquirió Yoongi, haciendo énfasis en la última palabra, robándole un bufido a Jimin. Un bufido que ocultaba una sonrisa.

—El 13 de octubre, tonto —se quejó por lo bajo mientras tomaba un bóxer y se lo ponía cuidando de que Yoongi no viese nada de sus partes sagradas.

—Falta poco —comentó el mayor a la vez que le colocaba la camiseta a Jimin con sus dedos. El pequeño asintió sacudiéndose y lo encaró con una sonrisa.

—Será el primer cumpleaños en mucho tiempo en el que no me voy a sentir solo —informó con una sonrisa radiante. Y Yoongi no pudo reaccionar, el pequeño se veía completamente tranquilo ante lo que había dicho, mas parecía no notar la tristeza que conllevaba decirlas.

—Me alegro —respondió dubitativo. Jimin se encogió de hombros y saltó al suelo antes de caminar hacia la sala de estar. Yoongi se apuró en terminar de ordenar todo en el baño para luego ir tras el pequeño.

Jimin se veía muy concentrado mientras miraba a través de la ventana en silencio. Yoongi sonrió, se veía tan precioso el pequeño en esa posición, tan tierno.

Todo un muñequito de porcelana.

—¿Qué quieres para cenar? —Jimin lo miró y sonrió.

—Spaghettis —respondió haciendo puchero, Yoongi odiaba la pasta y Jimin lo sabía muy bien. El mayor bufó caminando hasta la cocina, resignado.

Jimin bajó la mirada y observó lo pequeño que era a comparación del marco de la ventana. Sus pies apenas si median lo mismo que la cabeza de un clavo, y ni hablar de sus manos. Eran tan pequeñas que le molestaba.

Quería su altura normal de vuelta.

Se abrazó a sus piernas y escondió su cabeza entre ellas. Estaba cansado de sentirse tan inútil, débil, y el hecho de que Yoongi lo tratase como a un niño le dolía.

Porque Yoongi le gustaba, y mucho.

Pocas veces podía recordar haberse enamorado, o siquiera que alguien le hubiese gustado, pero ahora estaba convencido de que su corazón estaba confundiendo el buen trato con amor.

—Ven a comer, Jimin. —Oyó desde la cocina y suspiró mirando una última vez por la ventana. Estaba perdido.

—Jimin.

—¡Ni loco!

—Jimin.

—¡¿Acaso quieres que muera!?

—Por dios Jimin, sólo te estoy pidiendo que te escondas aquí dentro —bufó Yoongi, señalando el bolsillo de su chaqueta.

—¿No puedo simplemente, no sé, quedarme? —balbuceó en un lloriqueo el pequeño, mientras se cruzaba de brazos.

—¿Y arriesgarme a que la cocina termine víctima de alguno de tus experimentos? No te he cocinado Jimin, y no pienso cepillarme los dientes con un cepillo que estuvo pegado al techo. No de nuevo —reclamó el mayor, acomodándose la corbata mientras observaba a Jimin de reojo, con fingida molestia—. Sabes que no puedo faltar al trabajo sólo por miedo a tus desastres.

—Fueron sólo 5 veces, Yoonie. —Y ahí estaba el apodo con el que conseguía absolutamente todo. Yoongi suspiró blanqueando los ojos, tratando de controlar la sonrisa que amenazaba estamparse en su rostro.

—Y han sido 5 cepillos que he tirado al tacho, 7 vasos rotos y 2 huevos fritos que acabaron pegados en la pared —refutó girándose antes de agacharse a la altura de Jimin.

—Ha sido sin querer —murmuró el pequeño con un rastro de sonrojo sobre sus mejillas.

—Lo sé, pero tus accidentes me cuestan dinero, bebé —Yoongi le dedicó una de sus sonrisas más encantadoras y Jimin se giró metiéndose en el bolsillo del saco rápidamente. No había cedido por culpa, sino porque su rostro parecía un tomate en ese momento y no quería que Yoongi lo viese tan avergonzado. Qué lástima que Yoonie lo sabía de sobra.

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