Capítulo 1: Con amor.

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Me sentía asustado con frecuencia. Era un terror extraño, cuando alguien tocaba debajo de mi piel, para ver lo que ocultaba detrás de ella.

Vacíos, saliva, puertas abiertas y recuerdos inconclusos.

Takuya.

La vida necesitaba un cambio, todos lo sabíamos, pero nadie estaba dispuesto a levantar un dedo. Excepto esa persona, que no solo dio sus dedos, sino la conciencia entera.

Aunque me parecía respulsivo lo que hizo, pues arrastró a todos consigo. Una persona que se ocultaba como Dios o demonio, lo más parecido a ambos.

—Oye, le tocaste la teta, ¿verdad? —Infló sus cachetes como si la pregunta me hiciera reír igual de tonto que él. Rodé los ojos y negué—. ¿Los interrumpieron? El cliente masculino que viene los lunes también decía que le tocaste el chinchin.

Miré a los alrededores, observando las cabezas de colores que se volvían una multitud en el interior. Los colores neones les empañaban, encerrándonos a todos en una burbuja lejos de la noche cálida donde se paseaban estudiantes o familias. Suspiré de el cansancio, levanté una mano y escupí con una sonrisa:

—A ti qué te importa. —Mostré la lengua, estirando mis pasos mientras los botines negros me creaban cierto eco.

Apestaba a alcohol el suelo, estaba pegajoso así que me sentía asqueado de caminar allí. Solía sentir que soñaba despierto, un sueño que se repetía numerosas veces, golpe tras golpe, algo que buscaba escupirme en el rostro. Me retorcía, estiraba el cuello, abría los ojos y miraba las luces en el techo que tocaban cada parte de mi piel hasta desmantelarme y dejarme caer en el suelo.

Mantuve la mirada perdida, se me había olvidado a dónde iba. Me sentí tonto en las ropas caras, en los espejos de cada esquina que me rendían culto.

—¿Estás bien? —James, o al menos el sobrenombre que usaba, tomó mi muñeca hasta lograr que me centrara en su cabello castaño que estaba de puntas como personaje de Jojo's. Tenía el brazo recargado en el hombro de una mujer negra que miraba al suelo mientras tarareaba una vieja canción.

—Quiero llorar como no tienes idea. —Expresé, sacudiendo la mano alrededor de mi rostro. Sentía mi esclera enrojecerse y ya no veía nada con claridad—, al menos ya me voy.

—De acuerdo, levantan el servicio en una hora así que vete antes de que te agarren como empleado de la limpieza. —Me dio unas palmadas antes de apartarse; le haría caso, era el más experimentado al ser el número uno y mi mayor competencia. Sus ojos rasgados de gato se cerraron hasta volverse una fina línea que ocultaba sus ganas de llorar también.

Observé mis manos blancas que se enrojecían de los nudillos por el maquillaje. Estiré mi columna, echando un último vistazo hacia el gran salón de el club donde ya varios yacían borrachos en sus cubículos, con chicas dormidas en sus regazos. La máquina de humo estaba apagada pero los restos se esparcían como si estuviéramos en ultratumbas.

Éramos un club Host en el distrito de kabukichō, Shinjuku. Después de las 3 am todos queríamos llorar porque no soportábamos el ardor de las lentillas, el hígado también dejaba de funcionar.

Se sentía de la mierda, al igual que el maquillaje. Abrí la boca para pegar un grito que no fue expulsado, me aferré a mi suéter blanco y me dirigí al área de producción para sacarme todo el vestuario de idol fracasado que no tiene ni dónde caerse muerto. Al menos le agradecía a los K-dramas poner de moda a los chicos lindos, porque cada día era más solicitado para interpretar el papel.

Me arrojé frente al espejo rodeado de luces naranjas, presionando mis ojos para tratar de picar el maldito pupilente que hacía de mis pupilas algo lindo en lugar de solo un punto. Con la otra mano comencé a quitarme el pegamento para el doble párpado, mientras me tragaba las lágrimas de todas las noches.

Expulsé bastante aire, tratando de no gritar por tocarme el ojo mal en lugar de pellizcar el artefacto de procedencia barata. Pegué un grito de terror cuando alguien me llamó del exterior y mi dedo se fue debajo de el párpado.

—¡¿AH, Qué pasa?! —Traté de no salir huyendo, tan solo escuchar al novato que que se emocionaba por tocar tetas era demasiado estrés para mí.

—Te busca una cliente, dice que le conoces como la Srta. Mimura. —Explicó con su risilla fastidiosa, haciéndome resoplar.

Volví la vista al espejo, observando mis dos ojos: uno se veía enorme y el otro diminuto por la falta de pupilente y segundo párpado. Elevé la vista a mi cabello negro esponjoso, junté ambos labios de tono coral y volví a clavarme los dedos para ponerme la lentilla, otra vez. No podía arruinar mi imagen si quería conseguir que esa vieja me pagara la operación.

Extendí ambas manos a los costados como si se tratara de mis alas, levanté el mentón, tosí un poco y salí dando pequeños brincos con una sonrisa encantadora para captar la atención de la mujer. Ella estaba pasando las cortinas hacia el salón, vestida de un negro que se tornaba morado por las luces; llevaba una sonrisa seductora que a su lado me hacía ver inocente.

—Eres una cosa tan hermosa. —Acarició ni rostro, descendiendo la voz ante la música baja que ambientaba el lugar. Sentí sus uñas postizas recorrer los pequeños huesos de mi cuello—, Taku, ¿podrías acompañarme a la estación?

Miré de reojo a los presentes que tenían poca atención en nosotros. El club se dividía en tres niveles de poca altura: a unos escalones más bajos, el área de producción junto a la oficina de el director; segundo, la sala; y el tercero lo veía a metros de mí, escaleras que te llevaban a uno de los distritos más visitados por turistas curiosos de este mundo.

Dejé que sacudiera mi esponjado cabello, le escuché repetirme que parecía un bebé antes de acceder acompañarle. Me molestaba no haber previsto que llegaría hoy, pero tenía que improvisar ante los que soltaban grandes cantidades de dinero para que yo consiguiera mi meta antes de cerrar cada mes: quién vendía más alcohol, obtenía lo suficiente para vivir bien.

Para vivir con honor. Aunque sé que le gustan los niños pequeños.

~•~•~•~

Tenía 24 años, originario de la prefectura de Aomori, pero me mudé a Tokyo desde los 10 años así que las risas por mi acento no duraron mucho. Y no hay más, al menos no que pueda contar, ni siquiera exponer ni nombre completo:

Takuya Honda, con los kanjis de limpiar —alguna isla, supongo—, y quebrar. El apellido de una compañía que ni soñando tenía relación conmigo, pero escrito como campo de arroz original.

No me hacía gracia ser el montón, pero cambiarlo tampoco.

—¿Tienes hermanos? —Preguntó Mimura, jugando con las puntas decoloradas de su cabello.

Miré de reojo la silueta detrás de ella, en el edificio del club azul, alguien yacía en el techo mientras miraba a nuestro punto sin intención de espiar. Sonreí nervioso y tiré del brazo de la mujer para hacerla caminar hacia la calle principal, negando con la cabeza a responder la pregunta.

Fingí limpiar mi zapato para hacer ruido y lograr que el "relaciones públicas" de nuestro establecimiento, saliera.

Dioses, que no sea un suicida el que está en el club o lo cerrarán desde hoy. Si se va a matar que sea en otro lado, por fi.

—¿Y tu madre se parece a ti?

A ella le gustaba ahondar en mi vida, a pesar de mis advertencias. Me costaba lidiar con clientes así.

—MIMURAAAAA. —Agrandé mi boca y alargué su nombre, haciendo un puchero mientras me aferraba con más fuerza a su brazo. Caminamos como borrachos entre las luces.

Ten cuidado con la figura de relaciones públicas. Lo que dicen es mentira, todo.

Sonidos, como agua corriendo, personas creando corrientes de aire que se deslizaban entre ellos, tantos sonidos que terminaban por ahogarse hasta formar su propia melodía de pop y quizás jazz. No tuvimos que caminar mucho para comenzar a divisar a la multitud, desde personas de mi edad, a asalariados que aún vestían de traje.

No te comprometas con sus precios, no te devolverán lo que les des.

Algunos barbudos que miraban las luces en sus pantallas, ropajes llamativos, voces extranjeras y videocámaras que filmaban la vida nocturna para sus canales de YouTube. Todos parecían tronar los dedos y cantar. Traté de sacudirme dentro de el suéter para mostrarme relajado, aunque mis ojos me hacían ver todo como grandes manchas hasta empeorar mi vista.

Yo era miope, pero cada día me ponía peor hasta solo ver retazos de tela andante seguir melodías. Las calles estaban limpias aunque algunas paredes tenían rayones y latas. Entrecerré los ojos cuando diversos puntos de luz golpeaban a mi rostro con anuncios.

—No dejes que te engañen. —Repitieron los altavoces del gobierno. Habían sido implementados para evitar las estafas a quienes no conocían cómo funcionaba el distrito, en general el barrio.

Llegamos a la avenida principal donde circulaban algunos vehículos en las dos direcciones, algunas personas cargaban con bolsas de los konbini. Mimura me preguntó qué cenaría, antes de que llegáramos a la estación, a lo que solo me reí diciendo que los fideos de la semana pasada serían mi opción.

—Espero sea lo suficiente para que pagues tu colegiatura. —Murmuró, dejando un beso rojo sobre mi mejilla. Descendió los escalones hacia el tren, con pasos cortos mientras su torso se doblaba al ritmo de la música de los anuncios en las grandes pantallas. Ella destilaba felicidad esa noche.

Permanecí con una sonrisa tonta, sacudiendo la mano mientras echaba gritos de despedida y apretaba el sobre de dinero en la otra. Adoraba su consideración que perduraba tanto como mi imagen, era un acuerdo mutuo, razón por la que no le evitaba.

Volví a casa arrojando mi ropa en cada esquina limpia, mientras corría al espejo de mi habitación para quitarme el maquillaje que comenzaba a causarme nervios en la piel. Saqué algodón y tallé repetidas veces, mientras observaba mi póster de Tatsuro Yamashita.

—Uuuuuuh. —Yo también me uní a la música imaginaria que perduraba golpeando mis tímpanos.

Arrojé una patada a la pared para lograr aflojar el botín y sacármelo. Comencé a pellizcar de nuevo las lentillas con mi mano izquierda, con la otra metí el dinero en el primer cajón de el buró. Procedí a bajarme los calzones antes de tener frente a mis narices un trozo de papel y un sobre.

Soplé el buró, pero no había polvo en el papel así que no era viejo. Dejé la ropa interior en el suelo que recogería después de meterme en la ducha, entonces, me miré al espejo.

—Necesitas ponerte a dieta. —Me recordé, observando mi cuerpo bajo la penumbra que solo era iluminado por la luz indirecta a mis espaldas.

El trasero se me veía más grande, no era natural, así que golpeé mi pecho para tomar aire y no perder la cabeza.

Mi corte de idol hongo también necesitaba una visita a la estética. Tenía la cabeza llena de un nuevo itinerario, que cuando abrí el trozo de papel para ver si se trataba de un apunte mío, sentí un hueco en el estómago como si despertara tras una serie de laxantes que me cortaban el estómago como suicidio honorable.

Miré a los alrededores, observé mi puerta al fondo de el pasillo una vez más para asegurarme de que no había señales de haber sido forzada. Reparé en mi ventana abierta y corrí a cerrarla, aterrado por la simple idea de que entraron a dejar esto.

Vi las fotografías donde acompañaba a Mimura en otras ocasiones, los sobres de dinero, y no solo de ella. Las manos me temblaron y las fotos con otros clientes se esparcieron en el suelo. Recogí mis piernas asustado y me estiré por mi pantalón para cubrirme.

Qué carajo.

Me arrojé contra la delgada nota que parecía nadar sobre la madera, y la abrí desesperado.

"Es un placer, espero cuides de mí a partir de ahora. Esta es mi primera mordida, y quiero que le des atención al igual que tus decisiones."

Cubrí mi boca, sintiendo la suavidad de mi piel que me pareció repulsiva en ese momento. Tantos tratamientos que me transformaban en un muñeco.

"Encuentros fuera de el horario laboral, acto ilícito. Estafa, mostrarte con una economía frágil y una salud en deterioro. Universidad de Tokyo, estudiante aplicado. Takuya Honda, de Aomori, sin hermanos, pero con una larga historia. Buen bebedor, problemas de ira. Primera mordida, faltan dos".

Pegué un grito, azotando mis brazos contra las imágenes que me mostraban sonriente en las noches por Shinjuku, noches de ensueño. Comencé a hacerlas pedazos mientras trataba de desaparecer los recuerdos de mi mente, junto al mareo que me alertaba estar intoxicado del miedo social, al fracaso.

"Con amor, por ti. De S, ヘビ".

Snake.

• • •
HOLA, GRACIAS POR LEER ESTE PRIMER CAPÍTULO.

A diferencia de mis otras obras, planeo que esta historia tenga capítulos cortos, por consiguiente serán más de lo normal. Espero que lo hayan disfrutado. <3

¿Qué les parece Takuya Honda? Iremos descubriendo más sobre su personaje junto a los otros principales.

Para los que no comprenden la relación de Snake, ヘビ (Leído como Hebi), es serpiente en japonés, de allí viene su S. La verdad es que esta cosa que tenemos por antagonista es todo un misterio.

En serio, mil gracias por estar aquí. ¿Han tenido un lindo día? ¿Algo que quieran mencionar?

FLY-DAY CHINATOWN...

Nos leemos dentro de poco, SAYŌNARA.

~MMIvens.

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