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La semana pasó muy rápido pero al menos su nuevo hogar ya se sentía como un hogar. Leonard había comprado algunos muebles y aunque faltaban varias cosas, todo estaba tomando forma. Darien ya había pintado su habitación y había ayudado a Amelie a pintar las paredes de rosa con algunas flores de varios colores. Además ya tenían una cama donde dormir pero además de eso, no tenían mucho más y sus habitaciones tenían principalmente un montón de cajas con todas sus pertenencias.

Los tres aún se estaban acostumbrando a su nueva vida pero todo parecía ir por el buen camino. Incluso Amelie parecía bastante contenta con todo pese a que había estado llorando por separarse de sus antiguos amigos y de su madre. Además de que aunque no lo demostraba, tenía mucho miedo por iniciar con la escuela en un lugar totalmente diferente. Darien le dio ánimos y le prometió ir por un helado saliendo de la escuela.

El lunes por la mañana, Darien despertó a primera hora. Se sentía con bastante energía y preparado para enfrentarse a su siguiente reto. La escuela. En un pueblo tan pequeño, era obvio que todo el mundo se conocía entre sí y ser el nuevo atraería miradas curiosas y murmuros. Sería incómodo pero ya estaba listo para enfrentarse a ello. Claro que al menos ya conocía a Angela, quien era realmente una persona muy agradable y amable. Sería Sifuentes para no perder el valor.

Luego del desayuno, Darien y Amelie tomaron sus cosas y se despidieron de su padre. Leonard le habia prestado el auto a su hijo, así que no tendrían que esperar el autobús y tener un momento realmente incómodo. Además, Leonard se quedaría todo el día en casa pues tenía que preparar algunas clases y organizar su espacio de trabajo.

El trayecto fue tranquilo y bastante silencioso. Ambos estaban nerviosos, así que no había mucho de lo que pudieran hablar. Darien dejó a Amelie en su escuela y luego él mismo se dirigió a la suya. Estaban algo separadas pero en auto era rápido de llegar. Le prometió a su hermana que la iría a recoger en cuanto saliera.

El chico liberó un poco de aire cuando vio el estacionamiento de estudiantes. Ya había varias personas allí, muchos de ellos saludándose y platicando luego de las vacaciones de verano. Todos parecían realmente felices de verse los u os a los otros y Darien se sintió como una clase de extraterrestre que los estaba invadiendo.

Dejó el auto lejos de la entrada principal pero se quedó en el asiento un momento más. Honestamente no estaba del todo listo. Siempre le fue bastante complicado hacer amigos y ahora todo sería más complicado estando en un lugar donde ya todo el mundo se conocía entre sí.

Cerró los ojos un momento y dejó caer su cabeza hacia atrás. Pero apenas pasaron un par de segundos cuando escuchó que golpeaban el cristal de su lado. Miró con precaución pero sonrió un poco al ver que se trataba de Ángela. Casi la había olvidado.

Darien abrió la puerta para salir con su mochila al hombro.

—Hola —saludó la chica.

—Hola —le devolvió el saludo.

Fue bastante extraño e incómodo aquel saludo pero a Ángela no le pareció importar. Darien se sintió muy aliviado por ello.

—Pareces muy nervioso. Tranquilo, nadie por aquí muerde.

Darien sonrió un poco o al menos eso intentó. Realmente no quería sentirse nervioso pero de pronto se sintió muy abrumado.

—Sólo siento que es extraño. Pero estoy bien, lo prometo.

Ángela no pareció creerle del todo pero no mencionó nada al respecto. Aunque no pudo evitar burlarse sutilmente de él.

—Entonces, ¿no quieres que te acompañe a tu clase?

Darien puso los ojos en blanco con diversión. 

—De acuerdo, tal vez si esté un poco nervioso.

Ángela dejó salir una risita y caminó junto a Darien hacia la entrada principal. Ambos conversaron animadamente y se pusieron al día. La madre de Ángela les había preparado más comida y era Ángela la que se los llevaba. Sin duda alguna estaban muy agradecidos con esa familia. De lo contrario habrían estado comprando comida rápida toda la semana a falta de una estufa y un refrigerador.

Tan pronto como entraron, Darién sintió las miradas sobre él y los murmuros que le dirigían. Seguía hablando con Ángela pero las personas a su alrededor no resultaban ser muy sutiles.

—Hola Ángela. ¿Quien es tu amigo? —Darien observó a un chico de ojos rasgados que parecía poco contento con su presencia por más que se esforzaba en disimular.

Darien lo miró fijamente pero rápidamente notó cómo las mejillas de Ángela se ruborizaban. Supuso que era el chico que le gustaba.

—Darien —se presentó él mismo— Darien Woodward. Soy el nuevo vecino de Angela.

Aquel chico lo miró fijamente. No estaba seguro de si con molestia o simplemente lo analizaba de alguna manera.

—No le hagas caso —habló Ángela poniéndose delante del chico— él es Eric.

—El mismo. Eric, Eric Yorkie —pareció relajarse un poco pero era como si estuviera a la defensiva con el tono que usaba.

Darien sonrió más que nada por mera cortesía y continuaron con su camino pero la atención de Ángela se desvió por un momento hacia Eric. Ellos dos comenzaron a hablar muy animadamente, aunque más bien era Eric quien no paraba de soltar un millón de palabras por segundo. Ángela si parecía estar prestándole atención pero Darien se sintió algo extraño de repente. Como si su cabeza comenzara a dar vueltas y algo dentro de él le alertara sobre algo. No estaba seguro de si algo bueno o malo pero estaba completamente seguro de que nunca antes había sentido algo así.

Trató de respirar profundamente y regresar a la realidad. Inhaló lentamente y al exhalar sus ojos captaron lo más hermoso que hubiera visto jamás. Casi sintió que perdía el aliento al verlo y un escalofrío le recorrió el cuerpo.

Era un chico de cabellos rubios brillantes como el sol, su piel parecía de porcelana y aunque tenía una expresión parecida a la tristeza, era inevitable para Darien pensar que se veía perfecto. Como si debiera hacerse una pintura y mantenerla en la sala de estar. No podía desviar la mirada. No escuchaba nada más, como si de pronto estuviera bajo el agua y cualquier sonido quedara anulado.

Quería mirarlo un poco más. Sólo un poco más y que su imagen quedara grabada en su cerebro.

—¿Darien? —la voz de Ángela lo aterrizó a la tierra.

La miró con confusión pero rápidamente intentó mostrarle una pequeña sonrisa.

—¿Si?

Ángela lo miraba con el ceño fruncido igual que Eric. Darien ni siquiera se había percatado de que había dejado de hablar y mucho menos se había percatado de que había dejado de caminar.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó con suavidad la chica.

Darien se aclaró la garganta y asintió.

—Si. Sólo que me sentí un poco mareado por un segundo, tal vez no desayuné lo suficiente.

—Te puedo llevar a la enfermería si no te sientes bien —el tono de Ángela era preocupado pero Darien colocó una mano sobre su hombro para indicarle que todo estaba bien.

—Sí, ambos te podemos llevar —Eric enfatizó la palabra ambos y miró con intensidad la mano de Darien que estaba sobre el hombro de la chica.

Darien casi quiso reír por aquel extraño ataque de celos por parte del chico pero se contuvo y negó, quitando su mano del hombro de Ángela.

—No, estoy bien. Además daría una muy mala impresión en mi primer día.

Ángela asintió no muy convencida.

—De acuerdo, pero no te sobre esfuerces. ¿Bien?

—Lo prometo.

Siguieron caminando pero Darien volvió a mirar hacia aquel misterioso chico. Sin embargo, ya no había nadie. Tal vez se lo podría encontrar más tarde y al menos descubrir cuál es su nombre.






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