004

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

✦ • ° *.

En casi todo un mes Remus no volvió a ver a Eris. Ella dijo que pronto lo contactaría, pero había pasado mucho tiempo y no tenía ni idea de si debía preocuparse o no. Además, tampoco había encontrado el valor suficiente para preguntarle a Sirius sobre el matrimonio de su hermana mayor.

Sabía que ese par llevaban una relación complicada, pero no quería ser el detonante de una discusión. Si Sirius no sabía sobre el matrimonio de Eris, lo más seguro es que la iba a atormentar y Remus no quería eso. En cambio, si Sirius sabía algo al respecto, lo quería saber.

Remus era inteligente y ya encontraría la manera de que la conversación fuera dirigida a ese tema. Lo había intentado en un par de ocasiones, pero siempre terminaba en Sirius recordando a sus ex novias y en lo mucho que le gustaría estar con alguien ahora mismo.

Aquella tarde, Remus estaba sentado en uno de los sofás de la sala mientras bebía un poco de ron. Sirius estaba en otro de los sillones bebiendo whisky y fumando. Parecía estresado aunque Remus no sabía por qué. Tal vez el estar encerrado en casa lo estaba irritando mucho.

Esa noche iba a haber una reunión, no sabía si Eris asistiría o no pero aún guardaba la esperanza de verla esa noche. Los Weasley ya habían llegado y al parecer, la familia completa se quedaría el resto de las vacaciones en la casa de los Black, Sirius se los había ofrecido y ya que había reuniones recurrentes, les era más sencillo quedarse allí.

Además, Molly Weasley era muy amable y les preparaba la comida cuando estaban todos, tarea que Kreacher hacía de mala gana y Sirius temía que el elfo los envenenara de alguna forma en algún momento. Y según sus palabras, esa casa era demasiado grande para una persona por lo que la presencia de los pelirrojos, animaría bastante el triste ambiente de ese lugar.

—Sirius, ¿te puedo preguntar algo?

El nombrado miró a su mejor amigo con una sonrisa.

—Por supuesto que sí.

Se acomodó en su asiento y dejó el vaso sobre la mesa de centro.

—Quería saber... ¿tus padres te arreglaron un matrimonio? Tenía entendido que las familias como la tuya, eran bastante apegadas a esa tradición.

Sirius lo miró confundido y también se acomodó en su asiento, bebiendo todo el contenido de su vaso y dejando su cigarrillo a un lado.

—Por supuesto. A mi y a mis hermanos —contestó con completa naturalidad, recordando cómo sus padres lo iba a obligar a casarse con una chica de la que ahora ni siquiera recuerda su nombre—. Los Black eran unos dementes obsesionados por preservar la pureza de la sangre e incluso entre familiares se casaban para seguir con esta estúpida tradición. Pero como sabes, yo me fui de casa a los dieciséis y Regulus desapareció cuando tenía diecinueve, al menos eso escuché. La única que se casó fue mi hermana Eris. Tengo entendido que está casada con Rabastan Lestrange, nuestra prima Bella se casó con su hermano mayor, Rodolphus. El matrimonio de Narcissa también fue arreglado, pero ella parece ser la menos lamentable de las tres. Por otro lado, mi prima Andromeda también es una desertora pero al menos es feliz.

—¿Tu hermana está casada? —preguntó con sorpresa. Incluso él se sorprendió de lo bien que podía fingir.

—Por supuesto. Yo nunca conocí a Lestrange y tampoco estuve presente el día de su boda por obvias razones pero por más que deteste a mi hermana, sé que no es feliz en ese matrimonio y nunca hablamos de eso en esta casa. Incluso yo tengo mis límites.

—Oh, lo siento.

Sirius sonrió.

—No, está bien. Si no desapareces de la nada o te desheredan, no te puedes salvar de eso. Mis padres eran... bastante malos con nosotros. Yo no pude soportar lo que mis hermanos soportaron y al final terminé huyendo.

—Sirius, ¿por qué te llevas tan mal con tu hermana? Al final del día es la única familia que te queda.

Sirius frunció el ceño, quería molestarse pero sabía que Remus tenía razón.

—No siempre fue así —dijo finalmente— pero esos son recuerdos lejanos, de cuando aún éramos niños y no teníamos ni idea de nada. Eris tiene la ideología de mis padres y supongo que es eso lo que nos hace chocar todo el tiempo. Nuestros caminos se separaron y de alguna forma... ella es la mayor pero siento que me abandonó cuando más la necesitaba.

—Lo siento —escucharon una animada voz y ambos hombres voltearon a ver, era esa chica alegre de cabello color chicle— Molly quiere saber si quieren comer antes de la reunión o prefieren esperar.

—Esperaremos —contestaron ambos.

Tonks asintió con una sonrisa pero su mirada permaneció un poco más en la figura de Remus, su cabello cambió por un segundo antes de que saliera corriendo.

Sirius no pudo evitar reír y Remus lo miró confundido.

—¿Qué es tan gracioso?

Le dio un gran sorbo a su vaso, que mágicamente había sido rellenado.

—Le gustas —contestó con simpleza.

Remus frunció aún más el ceño.

—Sirius, es tu sobrina. Y además es una niña.

—Sí, pero eso no cambia que le gustas —contestó obvio y encogiéndose de hombros.

Lupin rodó los ojos y volvió a tomar el vaso que había dejado en la mesa para terminar todo su contenido.

—Remus —volvió a hablar Sirius con completa seriedad— eres mi mejor amigo y sólo te quiero decir una cosa.

—¿Que sucede? —se asustó un poco por el tono que usó.

—No puedes confiar en mi hermana —habló fríamente— estás jugando con fuego, Remus... mi hermana mayor está loca y guarda muchos secretos. ¿Qué son esas tonterías de "intereses personales"? No le creo ni por un segundo que de pronto quiera ayudarnos y no es que no crea en el buen juicio de Dumbledore pero no confío en ella ni por un momento.

Remus miró fijamente a su contrario tratando de procesar las palabras. No quería escucharlo, no quería creerle, pero no tenía muchas mas opciones. Realmente no conocía a Eris tan bien como su hermano. Aunque habían pasado más de quince años desde que convivieron por última vez.

—Tendré cuidado. Lo prometo.

🌙

Eris miraba su reflejo en el espejo de su tocador mientras se colocaba un par de aretes de perlas. Por el reflejo, vio a Rabastan entrar a la habitación. Lo ignoró por completo pero él se acercó a ella.

—¿Vas a salir? —preguntó el hombre.

Ella siguió acomodando su peinado.

—Sí. Tengo cosas que hacer —contestó con indiferencia.

—¿A dónde vas?

—No creo que eso te importe —contestó con hostilidad pero aún sin mirarlo.

Rabastan la tomó del brazo con fuerza y la hizo ponerse de pie para quedar frente a frente. Eris lo miró con intenso odio mientras intentaba liberarse del agarre del hombre, aunque sin éxito alguno.

—Suéltame.

—Ya me cansé de esa actitud tuya de niña —acercó su rostro peligrosamente y apretó el agarre— será mejor que comiences a comportarte.

—Lo haré cuando me regreses a mis hijos.

El hombre dejó salir una corta risa.

—¿Crees que soy estúpido? En cuanto tengas a esos niños buscarás la manera de alejarlos de mi y te recuerdo que yo también soy su padre.

—Suéltame, Rabastan —habló con voz queda.

El hombre aflojó el agarre de su brazo y finalmente la liberó. Luego llevó ambas manos a las mejillas de su contraria y por un segundo, su expresión cambió totalmente. De una furiosa a una más amable. Pero esa segunda expresión era aún más aterradora.

—Sabes que te amo, Eris. Eres mi esposa y jamás haría nada para lastimarte, mi amor. Pero debes saber que nunca me podrás dejar y si lo haces, jamás volverás a ver a tus hijos. ¿Me entiendes, cariño? —besó su frente con suavidad.

Ella asintió. Sentía sus ojos arder, pero no le iba a dar el gusto a Rabastan de verla llorar.

—Ahora, cariño —dejó un casto beso en sus labios— dime a dónde vas.

—Iré a ver a Narcissa.

—¿Lo ves? No fue complicado —le sonrió y volvió a dejar en beso en sus labios, esta vez, tomándose un poco más de tiempo— mañana tenemos una subasta y quiero que me acompañes. Te compré un vestido para la ocasión y espero que lo uses.

—Bien —murmuró.

—Mándale a Cissy mis saludos.

—Lo haré.

Rabastan suspiró un poco antes de alejarse y salir de la habitación. Eris liberó el aire que había aguantado y limpió sus ojos antes de que las lágrimas arruinaran su maquillaje. Por un momento, se quedó de pie confundida, tratando de procesar lo que había ocurrido y cuando regresó a la realidad, terminó de arreglarse para salir.

Aunque la foto que estaba sobre el tocador no le ayudó de mucho a concentrarse. Era ella con Rabastan y cada uno cargaba a un bebé, los mellizos habían cumplido un año cuando tomaron esa foto. Dos años antes de que Rabastan se los arrebatara y los ocultara quién sabe dónde. Llevaba casi ocho meses sin verlos y sólo podía sentir su corazón arder en tristeza.

Antes de salir de su hogar, tomó su gabardina y se dirigió Grimmauld Place. Algún día iba a vengarse de Rabastan pero antes tenía que recuperar a sus bebés y estaba segura que podría lograrlo con la ayuda de Remus.

Ese pobre chico estaba a sus pies y ella lo sabía perfectamente.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro